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La Cruz como Redención - Preciosa Cruz nos gloriamos en ti


Base bíblica. 1 Pedro 1:18-19.

Propuesta: Dios nos redimió del pecado a un costo muy elevado, por lo tanto, ha adquirido un derecho de propiedad sobre nosotros.

INTRODUCCIÓN.
A. Lo primero que viene a nuestra mente cuando escuchamos el concepto de redención es la existencia de una situación desesperada que hace necesaria la intervención de un Poder superior. En este sentido, el ejemplo por excelencia es la liberación del pueblo de Israel en el AT. 
Después de 400 años de una esclavitud que era peor que la muerte, Dios tomó la iniciativa de liberar a su pueblo: 

“Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo”(Éxodo 3:7, 8) 

En la redención de Israel encontramos tres énfasis que no debemos perder de vista:

Una situación desesperante. “Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor”. (Éxodo 1:13, 14) 
“... y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre”. (Éxodo 2.23) 

• Una fuerte inversión para efectuar el rescate.
“Más yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte.Pero yo extenderé mi mano, y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él, y entonces os dejará ir”. (Éxodo 3:19, 20). 
La expresión “mano fuerte” alude al elevado costo del rescate. 

Un derecho de propiedad adquirido por el Redentor. “Conságrame todo primogénito. Cualquiera que abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales, mío es”. (Éxodo 13.2)

B. De igual manera el NT gira en torno a la necesidad de una redención, el mismo Señor Jesús lo expresó en sus propias palabras: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). 

Las imágenes suponen que nos encontramos en una esclavitud de la que sólo el pago de un rescate puede liberarnos, y que el rescate es nada más y menos que la vida del propio Mesías. Por lo tanto nuestro siguiente estudio será – con la ayuda de Dios– acerca de los siguientes tres énfasis que hace el NT acerca de la Redención.
• ¿Cuál es la lamentable situación humana que hizo necesario nuestro rescate?
• ¿Cuál es el costo por el que fuimos redimidos?
• ¿Qué derecho ha adquirido Dios por redimirnos? 
C. Vemos entonces el significado de la muerte de Cristo en la cruz, desde esta nueva perspectiva.


¿CUÁL ES LA LAMENTABLE SITUACIÓN HUMANA QUE HIZO NECESARIO NUESTRO RESCATE?

A. La opresión del pueblo de Israel llegó a ser peor que la muerte. Sin embargo, su cautiverio solo era un pálido reflejo de la esclavitud producida por el pecado. 
Esto fue lo que reveló Jesús a los judíos del primer siglo: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Juan 8:34). 
Elena G. de White también describe llanamente la condición del alma que padece esclavitud espiritual. “Todo aquel que rehúsa entregarse a Dios está bajo el dominio de otro poder. No es su propio dueño”. (Deseado de todas las gentes, 431)
Pero a esta, de por sí lamentable condición, le sigue una actitud de jactancia que trata de ocultar a toda costa su vergonzosa condición: “Puede hablar de libertad, pero está en la más abyecta esclavitud. No le es dado ver la belleza de la verdad, porque su mente está bajo el dominio de Satanás. Mientras se lisonjea de estar siguiendo los dictados de su propio juicio, obedece la voluntad del príncipe de las tinieblas”. (Deseado de todas las gentes, 431)

B. Podríamos decir que todos los males que aquejan a nuestra sociedad enferma no son sino síntomas de la esclavitud moral del pecado, que es la madre de todas las esclavitudes. Pero la buena noticia es que Cristo puede librarnos de todos los estragos del pecado, ofreciéndonos dos soluciones contundentes:
• En primer lugar el perdón, “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7).
• Y en segundo lugar la esperanza de una redención plena en su segunda venida, que incluye la redención de nuestros cuerpos (Romanos 3:23) y aún la restauración de la creación (Romanos 3:21).
C. Dios solo espera un pedido de auxilio para venir con “mano fuerte” a liberarnos ahora mismo. 

¿CUÁL ES EL COSTO POR EL QUE FUIMOS REDIMIDOS?

A. El Nuevo Testamento no deja dudas en cuanto al precio que se pagó por nuestro rescate: la persona de Cristo mismo. Pero en particular la expresión más contundente de los escritores neo testamentarios alude a su sangre: "Fuisteis rescatados no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:18-19). 

El escritor de Hebreos aludiendo a las imágenes sacrificiales, enfatizó el hecho de que Cristo fue víctima a la vez que sacerdote, ya que por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (Hebreos 9:12).

Mas ¿Qué significa la “sangre” de Cristo?

Todos los entendidos están de acuerdo en que alude a su muerte, pero, ¿en qué sentido? 
En el diccionario de Kittel: “Sangre de Cristo” es (igual que ‘cruz’), sólo otra expresión más clara para la muerte de Cristo en su “significado salvífico” o en su “significación redentora”. 
Por lo tanto, la expresión “beber la sangre de Cristo” (Juan 6:53) no describe "la participación en su vida sino apropiación de los beneficios de su vida entregada a muerte".(La Cruz de Cristo, 200)

C. Imagina ¿cuánto debe valer un alma a los ojos de Dios que haya pagado un precio tan elevado por ella? 
Sin embargo, este valor solo se vuelve real cuando aceptamos la redención y dejamos atrás “la vana manera de vivir” (1 Pedro 1:18 pp.).

¿QUÉ DERECHO HA ADQUIRIDO DIOS POR REDIMIRNOS?

A. La imagen de la “redención” ofrece un tercer énfasis. Además de la trágica situación de la cual somos redimidos, y del precio pagado para ello, llama la atención hacia la persona del redentor, quien adquiere derechos de propiedad sobre lo que ha comprado. 
Así, el señorío de Jesús tanto sobre la iglesia como sobre el cristiano se atribuye al hecho de que nos compró con su propia sangre.

B. Por ejemplo en 1 Corintios 6:19,20 se nos recuerda de que el hecho de que Jesús nos haya comprado con su sangre debe motivarnos a la santidad: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. 
Nuestro cuerpo no sólo ha sido creado por Dios y algún día será resucitado por él, sino que ha sido comprado con la sangre de Cristo y en él mora su Espíritu. 
Por lo tanto, pertenece a Dios triplemente, por creación, por redención y porque mora en él. ¿Cómo, entonces, podemos usarlo mal, siendo que no nos pertenece? En cambio, hemos de glorificar y honrar a Dios con él, mediante la obediencia y ejerciendo control sobre él.

C. Ahora pensemos, durante todo un largo año, hemos disfrutado de tantas bendiciones, en nuestro hogar, en nuestra vida, en nuestra iglesia, en nuestro país, en nuestro propio mundo. 
Nos hemos preguntado: ¿Gracias a quién? 
“A la muerte de Cristo debemos aun esta vida terrenal. El pan que comemos ha sido comprado por su cuerpo quebrantado. El agua que bebemos ha sido comprada por su sangre derramada”. (Deseado de todas las gentes, 615)
 Al acercarse el fin de año, entonces ¿cuál será nuestra respuesta a Aquel a quien debemos todo? 

CONCLUSIÓN

A. Ilustración: En la época de la esclavitud en Norteamérica, vivió un esclavo llamado Juan, quien cansado de ver la vergonzosa y humillante forma en que eran tratados como esclavos, decidió rebelarse. 
Ante su actitud desobediente, su amo decidió deshacerse de él vendiéndolo en el mercado de esclavos. Cuando llegaron allá comenzó la subasta, un hombre anunciaba la venta de los esclavos, dando características como si fueran animales. 
Entonces, Juan parado sobre la tarima de la plaza comenzó a decir en voz alta: “¡No voy a trabajar! ¡No voy a trabajar!” Después de un tiempo, ya solo quedaba él, pero los compradores al ver su actitud desafiante, se fueron retirando uno a uno. Sin embargo, a la distancia permanecía parado un carruaje muy lujoso, del cual descendió un hombre acaudalado. 
Se acercó al hombre encargado del comercio de esclavos y pagó sin objeciones el precio exigido por Juan, aunque escuchaba sus palabras: “¡No voy a trabajar! ¡No voy a trabajar!”. Tan pronto hubo cerrado el trato le pidió a Juan que lo siguiera. Abordaron el lujoso carruaje y se alejaron en la distancia. Mientras viajaban Juan seguía repitiendo: “¡No voy a trabajar! ¡No voy a trabajar!”. 
Pasado un tiempo, empezaron a vislumbrar a lo lejos un lugar muy bello. Árboles frutales, jardines hermosos y un arroyo de aguas cristalinas que rodeaban una hermosa cabaña en el campo. El carruaje se detuvo enfrente de aquel paraíso, y descendieron en dirección de la casa. Juan estaba asombrado y no entendía lo que pasaba, nunca había estado en lugar tan hermoso. 
Cuando el hombre le indicó que pasara porque allí iba a vivir, Juan apenas pudo decir: “Pero, señor, recuerde que yo no voy a trabajar”. 
Entonces el hombre respondió: “Yo no te compré para que trabajaras, te compré para que seas libre” Al comprender esta realidad, Juan calló de rodillas ante su benefactor y exclamó: “Mi señor, trabajaré para ti toda mi vida”.

B. Al igual que el hombre de la historia, llegará un momento cuando los redimidos entenderán el inmenso significado de la redención y el costo del rescate pagado para que seamos libres por toda la eternidad: su propia sangre. 
La reacción de los redimidos será de igual forma extravagante en gratitud: “Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación” (Apocalipsis 9:5).

C. Pero, ¿por qué esperar hasta entonces para agradecer al que nos redimió? 
Porque no expresarle ahora mismo, nuestra gratitud al Redentor. No solo nuestras ofrenda de gratitud a Aquel que dio su sangre, sino una vez más, nuestro corazón perdonado. 

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