Base bíblica: Romanos 3:25.
Propuesta: Solo cuando comprendemos que sobre Cristo cayó la ira de Dios que nos correspondía a nosotros podremos agradecer eternamente su sacrificio en la cruz.
INTRODUCCIÓN
A. Los escritores cristianos no inventaron palabras nuevas para explicar el significado del evangelio, más bien tomaron términos ya existentes en su entorno cultural pero les asignaron nuevos significados. En ese sentido, el apóstol Pablo recurrió a cuatro imágenes tomadas de diferentes contextos para explicar el profundo significado de la muerte de Cristo en la cruz. Estas imágenes son: (1) la propiciación, tomada del ambiente del altar y del culto, (2) la redención, tomada del ambiente del mercado de esclavos, (3) la justificación que evoca el ambiente de los tribunales y (4) la reconciliación, alusiva al entorno de las familias. Cada una de las cuatro imágenes no agota el significado de la cruz, más bien, lo enriquece y lo complementa, por lo que resulta de mucha utilidad estudiarlas una a una.
En esta ocasión vamos a estudiar la primera de ellas: la propiciación. Este concepto ya estaba presente en el AT. Sin embargo, el hecho de que también era ampliamente usado en los ambientes paganos, con el significado de apaciguar la ira de los dioses, ha causado no poca resistencia para aceptarlo. Sin embargo, notaremos la diferencia abismal entre el uso en el ambiente pagano y el uso que le dieron los escritores cristianos, sobre todo en los siguientes aspectos:
• Primero, ¿por qué era necesaria una
propiciación en la cruz?
• En segundo lugar, ¿quién hace la propiciación?
• En tercer lugar, ¿En qué consistía el sacrificio propiciatorio en la cruz?
C. Ahora veamos con la ayuda de Dios este apasionante mensaje, que nos lleva a reafirmar que nada sino el sacrificio de Cristo podía salvar al hombre.
EJEMPLOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.
A. Un ejemplo esclarecedor del AT donde la ira de alguien es apaciguada, es el caso de Esaú y Jacob: “Y diréis también: He aquí tu siervo Jacob viene tras nosotros. Porque dijo: Apaciguaré su ira con el presente que va delante de mí, y después veré su rostro; quizá le seré acepto” (Génesis 32:20). Recordemos que después de 20 años de ausencia, ni Esaú ni Jacob habían olvidado el agravio que los había separado. Y cuando Jacob quiere reconciliarse con su hermano, éste airado va al encuentro de Jacob con 400 soldados dispuesto a vengarse. Es aquí donde Jacob con un significativo presente trata de apaciguar la ira de su hermano. En otras palabras quiere propiciar su ira. Es importante notar que la propiciación arregla las cosas con el ofendido, no con el ofensor.
B. Otro ejemplo evidente, es cuando los israelitas fornicaron con las mujeres moabitas en los límites de Canaán; lo cual provocó que la ira de Dios se desatará en el campamento a través de una terrible mortandad. Solo cuando el sacerdote Finees alanceó a un hombre y la mujer moabita que descaradamente introducía en su tienda, es que la mortandad pudo cesar. La explicación del por qué cesó la mortandad fue dada por Dios mismo: “Finees hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, ha hecho apartar mi furor de los hijos de Israel, llevado de celo entre ellos; por lo cual yo no he consumido en mi celo a los hijos de Israel.” (Números 25:11). A diferencia de Jacob y Esaú que ilustran un caso entre humanos, este segundo ejemplo muestra como es apaciguada la ira de Dios.
C. Pero ahora veamos el concepto de propiciación en su más puro sentido bíblico, mediante tres preguntas y sus respuestas en el NT.
1. ¿POR QUÉ ERA NECESARIA UNA PROPICIACIÓN EN LA CRUZ?
A. En los ejemplos anteriores hemos entendido que para que haya propiciación debe existir una ira que necesita ser apaciguada. Esta realidad es presentada también por Pablo en Romanos 1:18. “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad...”. A partir de este texto Pablo requerirá dos capítulos y medio para demostrar que todo el mundo se encuentra bajo la ira de Dios. Y entonces, cuando la deplorable condición caída del hombre se ha enfatizado hasta lo sumo, en Romanos 3:25 presenta el único remedio que puede sanar tal situación: el sacrificio de Cristo,“a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”. Si la ira ha ocupado un lugar muy importante en la argumentación de Pablo, es justo esperar una expresión que indique que la ira ha sido cancelada.
B. Ahora abordemos la pregunta: ¿Qué es la ira de Dios?
La ira de Dios presentada en el NT no tiene ninguna comparación ni con la ira caprichosa de los dioses paganos, ni con la ira emocional de los hombres, es totalmente diferente.
“Jamás actúa en forma irascible, maliciosa, rencorosa o vengativa. Su enojo nunca es misterioso ni irracional. Jamás es impredecible, porque lo provoca el mal y sólo el mal. La ira de Dios es su firme, inexorable, infatigable e intransigente antagonismo ante el mal en todas sus formas y manifestaciones. En pocas palabras, la ira de Dios está en el polo opuesto al nuestro. Lo que provoca nuestro enojo (la vanidad herida) nunca lo provoca a él. En cambio lo que provoca su ira (el mal) pocas veces nos incomoda a nosotros”. (La cruz de Cristo, John Stott, 193)
C. Como también lo dijera magistralmente EGW: “Los hombres aborrecen al pecador, mientras aman el pecado. Cristo aborrece el pecado, pero ama al pecador”. (El deseado de todas las gentes, 427)
2. ¿QUIÉN HACE LA PROPICIACIÓN?
A. En los ambientes paganos eran siempre seres humanos los que procuraban apartar la ira de sus dioses ya sea mediante una meticulosa realización de ritos, mediante la recitación de fórmulas mágicas o mediante el ofrecimiento de sacrificios (vegetales, animales o incluso humanos). Pensaban que tales prácticas aplacarían a la deidad ofendida.
Sin embargo, en el evangelio se afirma rotundamente que no hay nada que podamos hacer que pueda compensar nuestros pecados o apartar de nosotros la ira de Dios. Nuestra miseria es tan profunda que ni siquiera la vida de un ángel pudo representar una esperanza, aun cuando ellos gustosamente ofrecieron hacer algo por la raza caída cuando se les comunicó como se efectuaría el plan de salvación: “Los ángeles se postraron delante de él. Ofrecieron sus vidas. Jesús les dijo que mediante la suya salvaría a muchos, y que la de un ángel no podía pagar esa deuda. Sólo su vida podía ser aceptada por su Padre como rescate en favor del hombre” (Historia de la Redención, 44)
B. Los mismos sacrificios en el AT, no eran obras meritorias, sino dones provistos por un Dios de gracia, con el fin de que él pudiese manifestar su gracia para con su pueblo pecador.
Por ejemplo, en referencia a la sangre del sacrificio, Dios declaró: "Yo os la he dado, para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas"
(Levítico 17:11). Y esta verdad se reconoce más claramente aun en el Nuevo Testamento:
“En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10).
C. No cabe ninguna duda de que el amor de Dios es la fuente, no la consecuencia de la expiación. En otras palabras, Dios no nos ama porque Cristo murió por nosotros; más bien, Cristo murió por nosotros porque Dios nos ama. Si fue la ira de Dios lo que requería la propiciación, fue el amor de Dios mismo el que obró la propiciación.
D. Entonces, no existe comparación con los ambientes paganos, en donde el ser humano apaciguaba la ira de sus dioses caprichosos. Tampoco existe la posibilidad de que haya en nosotros algo que nos recomiende delante de Dios.
“En los atrios del cielo no se cantará ningún cántico que diga: ‘A mí que me he amado, que me he lavado, que me he redimido a mí mismo, a mí sea tributada la gloria, y el honor y la bendición y la alabanza’" (Testimonios para los ministros, 465)
E. Por el contario, los que por la gracia de Dios lleguemos al cielo, daremos todo el reconocimiento a nuestro Salvador: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: la salvación se debe a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero” (Apocalipsis 7:10).
F. ¿No deberíamos desde ahora desbordarnos en gratitud a Aquel que ocupó nuestro lugar ante la ira de Dios? ¿Cuántos de ustedes desean alabarlo por su gran sacrificio en favor nuestro?
3. ¿EN QUÉ CONSISTÍA EL SACRIFICIO PROPICIATORIO EN LA CRUZ?
A. Queda un tercer aspecto en que la doctrina bíblica de la propiciación se diferencia de los conceptos paganos. ¿En qué consistía el sacrificio propiciatorio en la cruz?
No se trataba ni de un animal, ni de un vegetal, ni de un mineral. No era una cosa en absoluto, sino una persona. Más aun, la persona que Dios ofreció no era alguna otra persona, ya fuese un ser humano o un ángel. En la cruz Dios se ofreció a sí mismo. Al dar al Hijo, se estaba dando a sí mismo, “era el Hijo de Dios, es decir, Dios mismo”.
B. El hecho de que se trataba del Hijo de Dios, de que Dios mismo fue quien ocupó nuestro lugar en el Gólgota y de este modo nos libró de la ira y el juicio divinos, revela:
• Primeramente la realidad de la ira de Dios, la necesidad de su justicia condenatoria y la exigencia del castigo por el pecado.
• Además, dado que fue el Hijo de Dios, es decir Dios mismo, quien ocupó nuestro lugar aquel viernes santo, nos dice que la sustitución pudo ser efectiva y pudo lograr nuestra reconciliación con el Dios justo.
C. Sólo Dios, nuestro Señor y Creador, pudo obrar como fiador por nosotros, pudo ocupar nuestro lugar, pudo experimentar la muerte eterna en lugar de nosotros como consecuencia de nuestro pecado, de tal modo que fue experimentada y vencida definitivamente. En la propiciación lograda en la cruz se expresó la justicia perfecta, la santidad perfecta y el amor perfecto de Dios.
CONCLUSIÓN
A. Luego entonces, Dios mismo ocupa el centro en las tres preguntas en torno a la propiciación divina.
1) Es Dios mismo el que en su santa ira tiene que ser propiciado,
2) Es Dios mismo el que en su santo amor se ocupó de llevar a cabo el acto propiciatorio, y
3) Es Dios mismo el que, en la persona de su Hijo, murió como propiciación por nuestros pecados.
B. Así, Dios tomó su propia iniciativa amorosa para apaciguar su propia ira justa. Él la llevó sobre sí, en su propio Hijo, cuando ocupó nuestro lugar y murió por nosotros. Es por ello que no debemos ceder al remordimiento enfermizo y al auto castigo; más bien con gratitud y arrepentimiento debemos postrarnos al pie de la cruz y recibir con fe el perdón ofrecido.
C. En esta noche cada uno de nosotros puede recibir en su corazón la paz que produce la entrega. La alegría de saber que Dios te ama tanto. El abrazo que nadie más sino Aquel que sintió nuestro castigo, que llevó nuestra vergüenza, puede darnos. ¿Vendrás a Él con fe ahora mismo?
D. Así, cuando en este fin de semana queramos traer nuestra ofrenda de gratitud, no será en ningún sentido un pago a un Dios insaciable, sino la más pura muestra de amor a un Dios que lo dio todo por nosotros.
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