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El perezoso no prospera

EL PEREZOSO NO PROSPERA


Lectura bíblica: 
Proverbios 6:9,11 “Perezoso, ¿cuánto tiempo más seguirás acostado?...te asaltará la pobreza como un bandido, y la escasez como un hombre armado”. 

Introducción 
Lo contrario a ser perezoso es ser laborioso. El laborioso es alguien diligente, trabajador, y de manera inevitable ve el fruto de su espíritu laborioso, los recursos que necesita para hacerse posible la vida. Contrario a esto, el perezoso acaba como un indigente. 

José María Escrivá de Balaguer, un famoso religioso español lo dijo muy bien: “Desdén y pereza van al azar, y si te dominan nada podrás alcanzar”. 
Es lo que le ocurre al perezoso: ¡Nada alcanza! Pero el trabajo es todo lo opuesto. 
La misma sabiduría popular lo define muy bien en un refrán que dice: “El trabajo es el capital que nunca muere”; lo cual indica que el laborioso posee un capital que siempre estará disponible para financiar las operaciones de su vida. ¿El trabajo genera recursos? 
La pregunta parece inocente. ¡Por supuesto que los genera! Pero la hacemos para enfatizar el producto del espíritu de trabajo: ¡Recursos! 

Ahora, ¿qué tipo de recurso básico genera el trabajo?... ¡Exacto, genera dinero! 

Es cierto que el trabajo produce otros beneficios, pero no podemos negar que materialmente hablando nadie trabaja de gratis; para ganarse la vida ninguna persona trabaja solo por esos otros beneficios que produce el trabajo sino que también espera una remuneración económica. 
Entonces lo tenemos bien claro: el trabajo es productivo. 

¿Y qué diremos de la pereza, genera recursos, produce beneficios, es productiva? ¡Absolutamente no! 

Pero ahora pasemos del espíritu de laboriosidad aplicado al trabajo remunerado por una cantidad de dinero, al espíritu de laboriosidad que se necesita aplicar al trabajo no remunerado que hacemos como miembros de iglesia. 

Este tipo de trabajo, ¿produce resultados? 
El miembro de iglesia que es laborioso, ¿es productivo? 
Si midiéramos el nivel de laboriosidad en la iglesia, ¿cuál sería el resultado; 100 por ciento, 80 por ciento, 60 por ciento, 40 por ciento, el 20 por ciento o menos? 

Pero si intentáramos medir el nivel de pereza, ¿con qué resultado nos encontraríamos; tan solo un 20 por ciento, o será que llegamos al 40 por ciento, o al 60 por ciento? 
¿Qué es más abundante en la iglesia, la laboriosidad o la pereza? 

¡Asaltaron a la pereza! 
Leamos una vez más en Proverbios 6:9 y 11 la descripción de lo que le ocurre al perezoso: “Perezoso, ¿cuánto tiempo más seguirás acostado?... Te asaltará la pobreza como un bandido, y la escasez como un hombre armado”. 
De acuerdo a este pasaje, pereza y prosperidad es una combinación imposible. A la prosperidad le va el trabajo; a la pereza, la pobreza. 

Imagine este titular en el periódico de su ciudad: “Perezoso víctima de asalto”. ¿Qué bandido querría asaltar a un perezoso, si de antemano sabe que no tiene nada? 
Pues eso es lo insólito, que añadido a su ya de por sí profunda miseria, al perezoso de pronto le cae encima un bandido llamado “pobreza”, como para arruinarlo más. 
Pero eso no es todo, pues luego el texto bíblico añade que un hombre armado llamado “escases” también le cae encima. 
Suena exagerado, pero estas figuras son usadas para ilustrar cuán extrema es la desgracia económica que acompaña al perezoso. Su condición es de ruina total. 

Un bandido armado es alguien de temer. Nadie querría encontrarse con un malhechor tan mal intencionado. La única forma de evitarlo es siendo laborioso, trabajador esforzado. 
Quien no trabaja, es inevitable que en el camino de su vida se le aparezca un bandido armado hasta los dientes llamado pobreza y escasez, listo para asaltarlo hasta sacarle la última gota, aunque sea de miseria. 
En Proverbios 10:4 dice que “las manos ociosas conducen a la pobreza”, y agrega que “las manos hábiles atraen riquezas”. 
Seguro que usted conoce ejemplos que prueban que esto es verdad. En ambos casos las manos son como un poderoso imán. 
Si son ociosas atraen pobreza. Se les pega todo lo que huela a miseria, a escasez. 
Pero sin son hábiles y diligentes, atraen riquezas. Se les pega la prosperidad, los bienes necesarios para la vida, la riqueza. 

Como sabiamente escribiera un autor anónimo: “Donde acaba la pereza empieza la prosperidad”. ¡Ciertísimo! Bíblicamente probado: “Las manos hábiles atraen riquezas”. 

Y Shakespeare, para contrastar el dulce descanso que produce el cansancio del trabajo con lo difícil que al perezoso le resulta dormir, escribió lo siguiente: “El cansancio ronca sobre los guijarros; en tanto que la pereza halla dura la almohada de pluma”. 

La pereza es considerada tan destructiva, que aunque no creemos en la teología de los siete pecados capitales, ¡no deja de ser curioso que uno de esos pecados sea precisamente la pereza! 

Veamos el orden en que son puestos. 
En primer lugar aparece la Lujuria, 
En segundo lugar la Gula, 
En tercer lugar la Avaricia, 
En cuarto lugar la PEREZA, 
En quinto lugar la Ira, 
En sexto lugar la Envidia y 
En séptimo la Soberbia. 

Si los colocamos en línea notará que la pereza es colocada exactamente en el centro, como para indicar su alto poder destructivo. 
Benjamín Franklin captó la ruina a la que conduce la pereza con estas palabras: “La pereza viaja tan despacio, que la pobreza no tarda en alcanzarla”. ¡Pero gracias a Dios que usted es más rápido! 
De esa manera la miseria nunca podrá alcanzarlo. 

Así que cada día que salgamos a trabajar, seamos diligentes y laboriosos. Con semejante actitud es imposible que nos alcance la miseria. Pero igual de diligentes y laboriosos hemos de ser en el trabajo que cada uno debe hacer como miembro del pueblo de Dios. 

Todos tenemos un ministerio que cumplir en la iglesia, y se requiere espíritu de laboriosidad para cumplirlo. 

Si permitimos que la pereza nos gobierne en el servicio a Dios y su iglesia, con facilidad seremos alcanzados por la pobreza espiritual, y las pérdidas en esta área de la vida puede tener consecuencias eternas irreparables. 

Cuando la presa se escabulle 
En Proverbios 12:27 encontramos otro pasaje extraordinario que nos ilustra la desgracia de la pereza. 
Dice así: “El perezoso no atrapa presa, pero el diligente ya posee una gran riqueza”. De entrada aclaremos que esta riqueza no es solo material. 

En todo lo que usted haga, si lo hace con diligencia, con espíritu de laboriosidad, en los resultados habrá una gran riqueza. Pero analice con mayor atención el texto. Note en qué consiste la verdadera riqueza del diligente. No la tiene depositada en ningún banco ni invertida en ninguna empresa. La tiene en sí mismo, la lleva dentro de sí. Su riqueza consiste en que es diligente. 

Con solo esa predisposición, quien la tiene, “ya posee una gran riqueza”. ¿Por qué? Porque el diligente es una persona cuidadosa al realizar sus tareas, y debido a este cuidado, al hacerlas, concentra su máxima atención y pone en ello su mejor interés. Además, cuando las realiza, lo hace con presteza, es rápido y muy activo. Cualquier diccionario define estas características en el diligente. 

Ahora preguntamos: una persona que las posea, ¿atrapa la presa o se le escapa? 

Observe también que del texto podemos entresacar una relación entre el arte de la cacería y la diligencia: “El perezoso no atrapa presa”. ¡Es el diligente quien la atrapa! De esta descripción podemos extraer la figura de un cazador que depende de atrapar su presa para tener qué comer. ¿Es posible imaginar a un cazador perezoso atrapando su presa? ¡Jamás! 

Todos sabemos que la cacería es una actividad que para hacerla exitosa exige diligencia por parte del cazador. Para atrapar su presa debe ser cuidadoso en extremo, concentrar al máximo su atención, poner en la presa el mayor interés, y cuando llega el momento de la captura lo hace con presteza, sus movimientos son ágiles y llenos de frenética actividad. ¡Eso es ser diligente! 

Quien es diligente “ya posee una gran riqueza”, porque ya tiene lo que necesita para alcanzar sus metas, sus objetivos. Su actitud diligente lo lleva a capturar la presa. Da en el blanco. 
Contrario a esto, Proverbios 13:4 dice que “el perezoso ambiciona, y nada consigue”, pero añade que “el diligente ve cumplidos sus deseos”. 

Luego de atrapar su presa disfruta del éxito de la captura. Y así, de captura en captura se va enriqueciendo. Por eso es que “el diligente ya posee una gran riqueza”. 

Conclusión y llamado 



Benjamín Franklin dijo que “la pereza hace que todo sea difícil”, pero que “el trabajo lo vuelve todo fácil”. 
¿Puede usted imaginar a un oso perezoso atrapando a un jaguar?¡Imposible! Es una empresa harto difícil. 

Pero, ¿puede usted imaginar a un jaguar atrapando un oso perezoso? ¡Fácil! 

Esa es la diferencia entre pereza y diligencia, entre fracaso y éxito, entre pobreza y prosperidad. 

Pero Sócrates nos introdujo a una dimensión más profunda al decir, que “no es perezoso únicamente el que nada hace, sino también el que no hace lo mejor que puede”. 

Estamos hablando de diligencia elevada a niveles de excelencia. El Señor ya lo dijo en su Palabra: “Todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo empeño”, leemos en Eclesiastés 9:10. 
Así que al ejecutar sus tareas en su trabajo, hágalo de la mejor manera posible. No se deje capturar por el tiempo ni por la negligencia, como si fuera una débil presa. 
Actúe como cazador, ¡atrape su presa! y así, de presa en presa, vaya enriqueciéndose con la bendición del Señor. 
Pero igual actitud debe mostrar en el trabajo que le corresponde desempeñar en el servicio a su Dios y a su iglesia. Sobre todo aquí se requiere que sea diligente, que actúe como eficiente cazador, que atrape su presa y no se le escabulla entre las manos. 

Recordemos, la diligencia va asociada con la prosperidad; y la pereza con la pobreza. Si se es diligente en el trabajo secular, inevitablemente la prosperidad vendrá, y de la misma manera, si se es diligente en el trabajo espiritual, también la prosperidad será un hecho. ¡Habrá muchos frutos para la gloria de Dios! 

¿Cuántos desean prosperar en estas dos áreas de la vida? ¿Cuántos desean ser prósperos como resultado de ser diligente en su trabajo secular? ¿Podemos ver las manos? 

Y ahora, ¿cuántos desean ser también prósperos, como resultado de ser diligentes en su trabajo espiritual para el Señor, y así llevar mucho fruto para la gloria de su nombre? ¿Quieren ponerse en pie? 
Vamos a orar para consagrar una vez más nuestras vidas al sagrado servicio del Señor…

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