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Yo Soy el Mensaje - La Decisión Final

Yo soy el Mensaje - La decisión Final

Hace algunos años, fuimos de compras un viernes a un mercado urbano y mientras caminábamos por la calle comprando alimentos, escuchamos a alguien que gritaba detrás de nosotros: “¡Sal de entre la gente!”, “¡Hazte a un lado!”, “¡Hazte a un lado!” Volteamos para ver qué estaba sucediendo y descu- brimos que se trataba de un joven demente que se dirigía frenéticamente a un espejismo. Obviamente su perturbado sistema nervioso le mostraba a alguien que estaba en grave peligro. Para ayudar a la persona que él pensaba que estaba por enfrentar el grave peligro, gritaba con todas sus fuerzas, con la esperanza de que esa persona se diera cuenta de la emergencia y se alejara del peligro. Al continuar gastando su energía, tratando de evitar que la persona se convirtiera en víctima, un hombre en su sano juicio le preguntó: “¿Por qué gritas “sal de entre la gente”? ¡Eso está mal! Tienes qué quedarte entre la gente”. El demente le contestó: “No, si avanzas con la gente, quedas involucrado. ¡Tienes que salir de entre la multitud!”.

Lucas cuenta la historia de lo que ocurrió en los últimos momentos de la vida de Jesús antes de su muerte, resurrección y ascensión. Nos da una vislumbre de esa turba reunida para aclamar y celebrar la muerte de Aquel que había venido a traer salvación a un mundo de personas perdidas y agonizantes. Nos habla de Pilato, el juez de la suprema corte y el papel que jugó en autorizar tal rechazo. Subraya cómo los soldados romanos ejecutaron orgullosamente su tarea y la reacción de confirmación por parte de los dirigentes del pueblo. Enfatiza en forma gráfica el comportamiento de Jesús al enfrentar la penosa experiencia y no puede sino enfatizar el comportamiento de los dos criminales a uno y otro lado de la cruz. 

Se asegura de informar a sus lectores la promesa que Jesús da a los que mueren a su lado, la cual se aplica y es relevante para los jóvenes en esta era posmodernista del siglo XXI. Al contemplar los detalles de esta reseña, registrada en Lucas 23: 32 -43, descubriremos su importancia e implicaciones con respecto a alentar la valentía de los jóvenes adventistas y jóvenes en general, así como la de adultos y niños, para ponerse de parte de lo que declaran las Escrituras y no ser arrastrados por la multitud burladora.

Dice Lucas: “Llevaban también a dos malhechores, para ser muertos con él. Cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, lo crucificaron allí. Y a los malhechores, uno a su derecha y otro a la izquierda. Y Jesús dijo: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’. Y repartieron sus vestidos echando suertes. El pueblo estaba mirando, y los gobernantes se burlaban de él. Decían: ‘A otros salvó. Sálvese a sí, si es el Cristo, el elegido de Dios’. También los soldados se burlaban de él. Le ofrecieron vinagre, y le decían: ‘Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo’. Había encima de él una inscripción que decía: ‘Este es el Rey de los judíos’. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: ‘¿No eres tú el Cristo? Pues, sálvate a ti mismo, y sálvanos a nosotros’. Pero el otro lo reprendió, diciendo: ‘¿Ni aun temes a Dios, tú que estás en la misma condenación? A la verdad, nosotros padecemos justamente, porque re- cibimos lo que merecieron nuestros hechos; pero este Hombre no hizo ningún mal’. Y dijo a Jesús: ‘Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino’. Entonces Jesús le contestó: ‘Te aseguro hoy, estarás conmigo en el paraíso’”.

Pilato

Antes de poderse ejecutar legalmente la crucifixión de Cristo, tanto Herodes, el tetrarca de Galilea y Perea, y Pilato, el gobernador de Judea, tenían que dar el decreto. Lucas cuenta cómo Pilato hizo llevar a Jesús ante Herodes Antipas, porque Jesús era galileo, de la jurisdicción de Herodes, y Pilato mismo no había encontrado culpable a Jesús. De la misma manera, Herodes, quien estaba confundido acerca de su inocencia, envió a Jesús de regreso a Pilato. 

Lucas registra cómo Pilato atestiguó tres veces en favor de la inocencia de Jesús y de esa manera defendió tanto a Jesús como a los cristianos ante el Estado Romano (Lucas 23: 4, 14, 22). Pilato estaba turbado, y con sentimientos mezclados tomó una decisión, declarando que no encontraba falta en Cristo. Su esposa le envió un mensaje pidiéndole que no tuviera nada que ver con ese hombre justo. En otras palabras, que no decidiera hacerle daño. Pilato sabía qué hacer. Sabía que debía dejarlo libre, pero la turba lo vigilaba y determinó que Jesús fuera crucificado.

¿Qué haces cuando sabes lo que es correcto, pero la multitud o la mayoría te presionan a hacer lo contrario? ¿Estás enfrentando ahora mismo este dilema? ¿Es la multitud tu desafío? 

Hay un himno cantado por Heritage Singers que nos gusta mucho.

Dice literalmente así:

Un gozo inexplicable llena mi alma Desde el día que hice de Jesús mi rey Su bendito espíritu guía mi camino Me enseña y aprendo a apoyarme en él.

Coro

Aprendo a apoyarme en él

Aprendo a apoyarme en él
Y encuentro más poder que el que hubiera soñado 

Al aprender a apoyarme en él.

Triste y quebrantado en su altar me arrodillé 

La paz serena encontré
Y todo lo que pide es que confíe como un niño 

Y un corazón que aprenda a apoyarse en él. 

Hay nuevas victorias con él cada día La paz serena encontré
Me ayuda a cumplir la diaria tarea 

Cada día aprendo a apoyarme en él.

Tan débil era este gobernador, este hombre de influencia y autoridad, que cedió a las demandas del populacho, diciendo: “Tómenlo y crucifíquenlo. Es vuestro rey (Juan 19: 13 -16). 

Al entregar a Jesús a la turba para ser crucificado, Pilato lo declaró rey, pero la multitud dijo: “César es nuestro rey, no Jesús”. Al ordenar la inscripción “Jesús de Nazaret, rey de los judíos” y colocarla en la cruz, Pilato defendió la posición de Jesús, que significa victoria tanto para Jesús como para todos los cristianos. No solamente escribió eso, sino que también lo defendió contra las objeciones judías ( Juan 19: 19-21). 

En Lucas 23: 38, leemos: “Había encima de él una inscripción que decía: ‘Este es el Rey de los judíos’”. Por razones políticas y en un acto de cobardía, Pilato intercambió al Hijo de Dios que no conoció pecado, por la liberación de uno de los más conocidos criminales de ese tiempo. Esta experiencia se repite cada momento y cada día cuando los jóvenes, niños y adultos intercambian a Jesús, el Salvador del mundo, por su interés propio.

Joven, ¿de parte de quién te pondrías en este momento, de Pilato, de la multitud o de Jesús?

Los soldados romanos

“Cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, lo crucificaron allí. Y a los malhechores, uno a su derecha y otro a la izquierda. Y Jesús dijo: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’. Y repartieron sus vestidos echando suertes. El pueblo estaba mirando, y los gobernantes se burlaban de él. Decían: ‘A otros salvó. Sálvese a sí, si es el Cristo, el elegido de Dios’. También los soldados se burlaban de él. Le ofrecieron vinagre, y le decían: ‘Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo’”.

Dice el Espíritu de Profecía: “Los soldados romanos participaron de esos ultrajes. Todo lo que estos perversos y corrompidos soldados, ayudados por Herodes y los dignatarios judíos podían instigar, fue acumulado sobre el Salvador. Sin embargo, su divina paciencia no desfalleció” (DTG, 679). 

Fueron los soldados romanos quienes tomaron en sus manos el martillo para clavar las manos y pies de Jesús. Fueron los soldados romanos quienes tomaron una espada e hirieron el costado de Jesús. Fueron ellos quienes vigilaron su cuerpo en la cruz y no permitieron que nadie hiciera siquiera el intento de salvarlo. Fueron ellos quienes fueron a verificar si ya estaba muerto. Cumplieron contentos con lo que la gente quería. Lo clavaron en la cruz. Se burlaron de él. Se repartieron sus vestiduras. Lo ridiculizaron de la misma manera que lo hicieron aquellos que ayudaron a Noé a construir el arca. Le dieron a beber vinagre.

Cuando se viaja por la carretera 1-10, que lleva a Louisiana, Estados Unidos, uno se encuentra con un enorme cartel publicitario que es imposible no ver. Se encuentra situado con vista a la ciudad, justamente al llegar al puente del río Mississippi. En el cartel aparece Jesucristo pendiendo de la cruz del Calvario con el rostro inclinado. El mensaje en grandes letras, dice: “El siguiente paso es tuyo”. ¿Cuánto más poderoso podría ser este pensamiento? Dios, a través de Jesucristo, ya ha tomado la iniciativa en nuestra salvaciónJesús murió por ti. ¡El siguiente paso es tuyo!

Los gobernantes y la multitud

Dice el Espíritu de Profecía que “Cuando los jueces pronunciaron la condena de Jesús, una furia satánica se apoderó del pueblo. El rugido de las voces era como el de las fieras. La muchedumbre corrió hacia Jesús, gritando: ¡Es culpable! ¡Matadle! De no haber sido por los soldados romanos, Jesús no habría vivido para ser clavado en la cruz del Calvario. Habría sido despedazado delante de sus jueces, si no hubiese intervenido la autoridad romana y, por la fuerza de las armas, impedido la violencia de la turba”. (DTG, 661-662).

La costumbre de los gobernantes en tiempos de Cristo era poner en libertad, durante la fiesta de la Pascua, a un prisionero que eligiera el pueblo. Era aquel a quien la gente eligiera el que sería liberado. Los dirigentes judíos persuadieron a la turba reunida ante Pilato para que pidiera la liberación de Barrabás, un famoso criminal, y demandaran la crucifixión de Jesús. Cuando Pilato le preguntó a la turba a quién deseaban que liberara, a Barrabás o a Jesús, gritaron que a Barrabás. Cuando les preguntó qué debía hacer con Jesús, la turba gritó: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Por orden de Pilato, Jesús fue crucificado y la multitud y los dirigentes vitorearon y se alegraron sumamente.

Cuán irónico que mientras que los dirigentes y la vasta multitud se unió al festejo, a las burlas y escarnios, por sobre la cabeza de Jesús y en grandes letras se veían las palabras “Rey de los judíos”. Era su rey, pero no lo reconocieron. Él era quien tenía la clave para su vida, prosperidad, éxito y futuro; sin embargo, no lo comprendieron y lo escarnecieron. Como decimal recurrente, la diversión continúa en la actualidad. La gente celebra el nacimiento de Cristo en Navidad, con todo lo que le gusta, excepto lo que le agrada a él. Se llenan todos los asientos en la sala de celebración; pero ninguno se le provee a él porque no ha sido invitado, aun cuando él es al que se está festejando. La multitud y los dirigentes lo rechazaron. ¿Cuál es tu respuesta? 

Se necesita valor para ponerse de parte de él dentro de esta disfunción cultural en donde todo es relativo y la moral no significa nada, sino una elección individual.

Jesús, el crucificado

El sumo sacerdote ordenó que Jesús fuera puesto en medio de dos criminales. 

Dice Elena G. White: “La posición de Cristo entre los ladrones debía indicar que era el mayor criminal de los tres. Así se cumplía el pasaje: “Fue contado con los perversos”. Pero los sacerdotes no podían ver el pleno significado de su acto. Como Jesús crucificado con los ladrones fue puesto ‘en medio’, así su cruz fue puesta en medio de un mundo que yacía en el pecado” (DTG, 699). ¿Qué hubieras hecho tú si te hubieran clavado a una cruz siendo inocente, como lo era Jesús, especialmente sabiendo que tu misión era para su beneficio? ¿Cómo hubieras reaccionado hacia aquellos que cometieron la ofensa? ¡Cuántos estarían esperando el momento para vengarse! Se habría obligado al culpable a pagar el precio por su cruel acto de opresión, rechazo y sufrimiento infligido.

¿Cómo lo manejó Jesús? Dijo de sus verdugos y de quienes se burlaban de él: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23: 34). Era apropiado que ofreciera perdón, porque con ese propósito había venido. 

Sin embargo, ellos todavía no podían concebir el significado de su ruego. Era algo característico de él, siendo que en numerosas ocasiones, durante su ministerio de curación, comprobó su habilidad de perdonar pecados. Enseñó que el perdón solamente podía obtenerse por aquellos que perdonaban a los demás (Lucas 6: 37; 11:4). Enseñó también que el perdón no tenía límites (17:4). Era su forma de vida pedir a la gente que amara a sus enemigos (6: 27, 28). Allí en la cruz estaba poniendo en práctica sus propias enseñanzas. Los vio cuando se mofaron de él, al escarnecerlo, al azotarlo y crucificarlo. Luego le pidió a su Padre, que era también el Padre de ellos, que los perdonara.

Su clamor por perdón se basaba en dos premisas. En primer lugar, amaba a sus enemigos y en segundo, eran ignorantes. 

Ni los judíos ni los romanos que lo acusaron y ejecutaron, se daban cuenta totalmente de la gravedad de sus acciones. Los judíos estaban tratando de proteger su establecimiento religioso en contra de lo que consideraban un ofensivo novato que estaba alejando de ellos a las multitudes. Por otra parte, los romanos, en la persona de Pilato, estaban protegiendo su territorio político contra uno que proclamaba que el reino de Dios estaba a la puerta. Ambos grupos actuaron defensivamente al colocar sus propios intereses e instituciones políticas y religiosas por sobre el llamado a la justicia. Eso encegueció sus ojos y mente y no se dieron cuenta que estaban ejecutando al inocente Salvador, el Hijo de Dios que había venido a salvarlos de sus pecados.

Así como pronunció perdón sobre aquellos que lo ejecutaron, ofrece también gratuitamente el perdón en este momento a cada joven, niño y adulto que vive en el siglo XXI. 

Jesús demostró que perdonaría los más atroces crímenes, siempre y cuando las personas estuvieran dispuestas a aceptar su perdón. Nada que hayamos hecho puede impedir que tengamos acceso a este perdón divino si humilde y penitentemente venimos a él en este momento.

La cruz

Al viajar por todo el mundo, en las plazas, en los pueblos pequeños y en los grandes centros cosmopolitas, una de las cosas que comúnmente encontramos es algún monumento. 

Estos monumentos conmemoran la libertad y la liberación, emancipación, victoria, soberanía, conquista, triunfo, éxito, actos de heroísmo, y son símbolos de unidad, cohesión y fortaleza. Maliciosamente los judíos y los romanos se unieron en amistad y cohesión para darle a Jesús uno de los tipos de muerte más burda, vergonzosa y degradante, la muerte de cruz. Pero él venció y transformó la imagen de la cruz, de una de vergüenza, derrota y muerte, a un símbolo de victoria y redención. 

No es raro encontrar a muchos jóvenes, niños y adultos portando una cruz de oro, plata, bronce, madera o de otros materiales, colgada por el cuello o en otras partes de su cuerpo. Algunos hasta tienen un tatuaje de la cruz en su cuerpo. Para muchos, esta no es una conmemoración de la victoria que han tenido en Cristo, sino un amuleto de buena suerte o un recuerdo de alguna personalidad, de un deseo o experiencia.

De la misma manera, por todo el mundo se han erigido cruces en honor y gloria de este Cristo que sufrió tal indignidad de tomar para sí la muerte que nosotros debíamos de haber sufrido, a fin de que tuviéramos vida. Jesús sufrió las burlas y escarnios en la cruz y sufrió el atroz y humillante dolor físico y separación emocional de su Padre, cuando exclamó: “Mi Dios, mi Dios, ¿por qué me has desamparado?” Hoy la cruz es un símbolo de todo eso, pero sobre todo, de la liberación del pecado y de la victoria sobre la muerte sobre el sufrimiento y derrota que ha ganado para todos los jóvenes del mundo y todos los demás.

Los ladrones en la cruz

Ambos criminales en su respectiva cruz pecaron y fueron justificadamente sentenciados. Uno se unió a la burlona turba porque quería ser parte de esa multitud y quería que todos supieran que no estaba asociado a Jesús. Como muchos de nosotros, no respondió al amor de Dios, no se arrepintió ni aceptó un cambio. Sin embargo, el otro fue más reflexivo. No se permitió a sí mismo ser influenciado por la popularidad y la presión de la multitud. Para él, la muerte era algo inminente y dado el caso de que hubiera algo cierto y justo acerca de Jesús, estaba dispuesto a arriesgarse, y no perder la posibilidad de la vida eterna.

Dante Aligieri dice que las partes más calientes del infierno están reservadas para aquellos que mantienen su neutralidad en un periodo de crisis moral. 

Dijo Robert Kennedy: “Muy pocos hombres están dispuestos a afrontar con valentía la desaprobación de sus semejantes, la censura de sus colegas, la ira de la sociedad. El valor moral es un bien más raro que la valentía en la batalla o una gran inteligencia; sin embargo es la cualidad más esencial y vital de aquellos que procuran cambiar a un mundo que cede con dolorosa dificultad al cambio. El ladrón a la derecha de Jesús demostró valor, reprendió a su compañero y no compartió su punto de vista. Confesó y admitió sus errores. “¿No tienes ningún temor de Dios? En unas cuantas horas tú y yo estaremos muertos”, le dijo. “Nosotros tenemos lo que merecemos, pero este hombre ha sido ejecutado siendo inocente. ¿No escuchaste lo que los soldados dijeron acerca de todo el juicio y que Pilato no encontró culpa en él? Entonces se volvió a Jesús y le dijo: ‘¡Señor, creo en ti! Acuérdate de mí cuando establezcas tu reino’” (Lucas 23: 40 -42 en The Clear Word Youth Devotional).

La promesa

“Entonces Jesús le contestó: ‘Te aseguro hoy, estarás conmigo en el paraíso’” (Lucas 23: 43). No hay tiempo para la neutralidad al responder a esta promesa del Salvador. La promesa de Jesús hecha en la cruz para el que se arrepintió fue triunfo y victoria. ¡Lo logró! La promesa era un título de propiedad de su liberación de las garras del enemigo. 

Para todos los que se pongan de su parte, la promesa es también una garantía de su liberación, un código de acceso que abre la puerta de la gloria a través de la cual tendrán acceso a la victoriosa eternidad. 

Esta promesa es una gloriosa buena nueva para los jóvenes, los adultos y los niños de que ellos también son vencedores en Jesús. Si tan solo se ponen de su parte y salen de entre la multitud, la victoria sobre cada pecado, tentación, amenaza y juicio, así como sobre toda debilidad humana, está garantizada en Cristo y su promesa es tu título de propiedad. ¿Te pondrás de su parte?

 






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