ÉL RESUCITÓ POR TI
¿Por qué Jesús murió en la cruz?
Si respondiste “¡para salvarme!”, tu respuesta está incompleta.
En 1 Juan 4:9-10 tenemos la respuesta: “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que VIVAMOS POR ÉL”.
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. (1 Juan 4:10).
Él murió para que podamos vivir por él.
En aquel domingo de Pascua, la resurrección de Jesús fue la confirmación de lo que él había profetizado, predicado, vivido y realizado (como vimos en el primer tema). Su resurrección recordaba que:
• Su muerte en la cruz fue un acto de victoria.
• Dios el Padre quedó satisfecho con el resultado de su penoso trabajo.
• A los doce años permaneció tres días lejos de sus padres, símbolo de los tres días que pasó en la tumba.
• El santuario (él mismo) sería destruido y reedificado en tres días.
• Las tres resurrecciones registradas en la Biblia fueron realizadas por Jesús.
• La muerte, el peor enemigo, no podría detenerlo.
Por eso, sus palabras son las más poderosas que el mundo puede oír. Le dijo Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:25, 26).
Estudiaremos acerca de la resurrección de Jesús y haremos un paralelismo con las tres resurrecciones relatadas en los evangelios.
I. ÉL DIO VIDA
Jesús resolvió el principal problema de la humanidad relacionado con la vida.
La religión y los arreglos pueden embellecer un cadáver y volverlo más presentable, sin embargo, jamás podrán devolverle la vida. Solo Dios tiene ese poder.
“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Efe. 2:1-7).
“ los muertos son resucitados” (Mat. 11:5), pero en los evangelios solo existe el registro de la resurrección de tres personas:
• La hija de Jairo (Luc. 8:40-56) tenía casi 12 años.
• El hijo de la viuda de Naín (Luc. 7:11-17), un joven.
• Y Lázaro, un amigo especial de Jesús ( Juan 11), alguien mayor.
Estas tres personas nos enseñan que la muerte no respeta la edad. Al ser la muerte una figura del pecado, estas tres personas nos enseñan que el pecado mató a toda la raza humana. Los niños pecaron, los jóvenes pecaron, los adultos pecaron. “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23).
II. ÉL RESUCITÓ
En la mañana de aquel domingo de la resurrección de Jesús, el universo vivió su mayor expectativa:
“¿Dónde está, sacerdotes y príncipes, el poder de vuestra guardia?—Valientes soldados que nunca habían tenido miedo al poder humano son ahora como cautivos tomados sin espada ni lanza. El rostro que miran no es el rostro de un guerrero mortal; es la faz del más poderoso ángel de la hueste del Señor. Este mensajero es el que ocupa la posición de la cual cayó Satanás. Es aquel que en las colinas de Belén proclamó el nacimiento de Cristo. La tierra tiembla al acercarse, huyen las huestes de las tinieblas y, mientras hace rodar la piedra, el cielo parece haber bajado a la tierra. Los soldados le ven quitar la piedra como si fuese un canto rodado, y le oyen clamar: Hijo de Dios, sal fuera; tu Padre te llama. Ven a Jesús salir de la tumba, y le oyen proclamar sobre el sepulcro abierto: “Yo soy la resurrección y la vida.” Mientras sale con majestad y gloria, la hueste angélica se postra en adoración delante del Redentor y le da la bienvenida con cantos de alabanza.” (EGW, El Deseado de todas las gentes, p. 725).
Volviendo a las tres resurrecciones que Jesús realizó, el elemento “tiempo” está implícito cuando Jesús llega:
• La hija de Jairo acaba de morir.
• El joven de la procesión fúnebre estaba muerto hacía por lo menos un día, la costumbre judía para la sepultura era hacerla durante las siguientes 24 horas.
• Y Lázaro estaba en la tumba hacía ya cuatro días.
Verificamos aquí diferentes etapas e inclusive grados de descomposición.
La hija de Jairo no estaba nada descompuesta.
• La descomposición se estaba iniciando en el joven.
• Marta advirtió: “Señor, hiede ya, porque es de cuatro días” (Juan 11:39).
Aunque todos los pecadores perdidos, sean jóvenes o viejos, estén espiritualmente muertos, no todos se encuentran en el mismo estado de “descomposición” espiritual. Algunos son como el hijo pródigo, que huelen a chiquero, mientras que otros son fariseos, respetuosamente limpios por fuera, pero llenos de corrupción por dentro. (Mat. 23:25-28).
“Durante su ministerio, Jesús había dado la vida a algunos muertos. Había resucitado al hijo de la viuda de Naín, a la hija del príncipe y a Lázaro. Pero éstos no fueron revestidos de inmortalidad. Después de haber sido resucitados, estaban todavía sujetos a la muerte. Pero los que salieron de la tumba en ocasión de la resurrección de Cristo fueron resucitados para vida eterna. Ascendieron con él como trofeos de su victoria sobre la muerte y el sepulcro” (EGW, El Deseado de todas las gentes, p. 730).
III. VIVIR POR JESÚS
“Al resucitar Cristo, sacó de la tumba una multitud de cautivos. El terremoto ocurrido en ocasión de su muerte había abierto sus tumbas, y cuando él resucitó salieron con él. Eran aquellos que habían sido colaboradores con Dios y que, a costa de su vida, habían dado testimonio de la verdad. Ahora iban a ser testigos de Aquel que los había resucitado” (EGW, El Deseado de todas las gentes, p. 730).
La vida espiritual es un don de Dios, de la misma forma que la vida física (Efe. 2:8). Tú y yo podemos cultivar la vida física, pero no podemos dar vida a un muerto. Solo Dios tiene ese poder. “Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo” (Juan 5:26).
¿Cómo Jesús concede ese don de la vida? Mediante su Palabra y el Padre (Juan 5:24).
En cada una de las narraciones, Jesús le dijo a la persona muerta: “Joven, a ti te digo levántate” (Luc. 7:14).
“Joven, levántate” (Luc. 8:54).
“¡Lázaro, ven fuera!” (Juan 11:43).
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz” (Heb. 4:12).
Él murió para que pudiésemos vivir por medio de Él.
Notemos que cada una de esas personas que Jesús resucitó de entre los muertos dio evidencias confiables de que estaba realmente viva.
• La Joven “se levantó”, “caminó” y “se alimentó”. La evidencia de su vida nueva en Cristo se notó por su andar y por su apetito. De forma similar, los que reciben vida nueva en Jesús deberían testificar del milagro caminando en dirección a los perdidos; testificando incluso con su alimentación y el estilo de vida que tuvieron un encuentro con Jesús.
El Joven mostró evidencias de estar vivo al sentarse y hablar. Me imagino que abrió su boca para exaltar a aquel que le dio la vida nuevamente. “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mat. 12:34). No podemos dejar de hablar de las cosas que vimos y oímos. Ahora, la vida pasa a ser un testimonio “vivo”. Las conversaciones no son más egocéntricas, sino cristocéntricas.
Lázaro “se despojó de las vendas” y se colocó “vestiduras de gracia” (Col. 3:9-10). Es tiempo de sacar de nuestra vida los pecados “parásitos” y todo aquello que el Espíritu Santo está diciéndote en este momento que saques. Todo lo que te impide vivir plenamente. Vivirás realmente en paz junto a tu familia.
Solamente aquel que es “la resurrección y la vida” es capaz de “hacer nuevas todas las cosas” (Apoc. 21:5) en tu vida.
CONCLUSIÓN
En Apocalipsis 1:18 encontramos algo impresionante: “y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades”. Él adquirió la autonomía sobre la muerte. La última palabra la tiene él, pues no tuvo pecado. Vencer la muerte es el sueño de la ciencia.
Cristo, teniendo la llave de la “muerte” ¿no tendría la llave de todas las demás cosas del mundo y de tu vida?
Equivocado. ¡Jesús tiene una llave menos!
En Laodicea Él está del lado de afuera. Si tuviese la llave entraría... EL ESTÁ GOLPEANDO PARA ENTRAR...
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre lapuerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. “ (Apoc. 3:20).¿Quisieras entregarle a Jesús la llave que le falta?
¿La llave de tu vida que es momentánea e incierta?
Él resucitó por ti para que tengas vida eterna y abundante. ¿Por qué no VIVIR POR MEDIO DE ÉL, HOY, Y PARA SIEMPRE?
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