Viva Ejercitando su Fe
INTRODUCCIÓN
Saludo:
Texto Base: “Jesús le dijo: Ve,
tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue” (Jn
4:50).
El ser humano vive buscando en
que creer o en quien creer.
Dios hizo al hombre como un ser
relacional. Por eso busca tener amistades y así depositar su confianza en
alguien o, viceversa, que también confíen en él. Sin embargo una relación de
amistad y confianza necesita ser ejercitada. Como el cuerpo humano necesita el
ejercicio físico para revitalizarse y energizarse; así también las relaciones
humanas y, sobre todo, la relación con Dios necesita el ejercicio diario de la
fe.
Proposición: El estudio de hoy
mostrará que así como el ser humano necesita el ejercicio físico para
revitalizar y energizar su organismo; también necesita ejercitar su fe en Jesús
diariamente.
I. VITALIDAD Y ENERGIA PARA LA
VIDA HUMANA
El ejercicio físico es el
energizante natural que Dios ha provisto para el hombre. La máquina viviente no
debe estar estática sino en movimiento para que no se “oxide”.
A. El Ejercicio físico
El ejercicio mejora el estado
muscular y cardiorrespiratorio. Incrementa el número de los glóbulos rojos, lo
que significa más oxígeno y más combustible para las células. Ayuda a eliminar
los desechos a través de los riñones, los pulmones y la piel. Promueve la
actividad intestinal, la circulación de la sangre, carga de energía al cerebro
y agiliza la actividad neuronal. Reduce el riesgo de hipertensión, cardiopatía
coronaria, accidente cerebrovascular, diabetes, cáncer (mama y colon) y
depresión.
La Organización Mundial de la
Salud (OMS) afirma que “la inactividad física es el cuarto factor de riesgo de
mortalidad más importante a nivel mundial y provoca el 6% de todas las muertes.
Sólo se ve sobrepasada por la hipertensión arterial (13%) y el consumo de
tabaco (9%).
Aproximadamente 3.2 millones de
personas mueren cada año por tener un nivel insuficiente de actividad física”.
De este modo la “inactividad física es la principal causa de aproximadamente el
21%-25% de cánceres de mama y colon, el 27% de casos de diabetes y el 30% de
cardiopatías isquémicas”.
Elena de White declaró: “Cuanto
más ejercicio hagamos, mejor será la circulación de la sangre. Más gente muere
por falta de ejercicio que por exceso de fatiga; son más los que se echan a
perder por el ocio que por el ejercicio. Los que se acostumbran a hacer
ejercicio apropiado al aire libre, generalmente tienen una buena y vigorosa
circulación”.
“La inactividad no es la ley que
el Señor ha establecido en el cuerpo”.
En realidad el ejercicio físico es ley. Vida y movimiento van de la mano.
Sin duda el ejercicio físico es imprescindible para el organismo porque lo
revitaliza, energiza y limpia.
Elena de White dice: “Es deber de
cada individuo, hacer todo lo que esté a su alcance para presentar su cuerpo a
Cristo como un templo limpio”. Esta es una de las formas de adoración a Dios.
B. El Ejercicio de la Fe
Así como el ejercicio físico
fortalece y vitaliza el organismo, así también ejercitar la fe fortalecerá y
vitalizará la relación con Dios. Es indispensable vivir la fe en Jesús.
“La fe es el don de Dios, pero el
poder para ejercitarla es nuestro” (PP, 459).
Y ¿cómo ejercitarla?
Elena de White comenta: “La
fe…aumenta a medida que se la usa para asimilar la Palabra de Dios. A fin de
fortalecer la fe debemos ponerla a menudo en contacto con la Palabra” (Ed, 253-
254). Porque “la Fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro
10:17).
Vivir la Fe en Jesús es vivir en
la Luz.
Lo contrario a la fe es la duda,
el temor, el miedo, la inseguridad, la incertidumbre, la desconfianza y la
oscuridad. Vivir sin Fe en Jesús es vivir en tinieblas. Satanás quiere alejarte
de la Fe verdadera que es Jesús. Él sabe que si te apartas de Jesús, tendrá el
dominio de tu vida.
Pero hoy has venido a oír la
Palabra. Hoy puedes iniciar un capítulo nuevo en tu vida. Hoy puedes recibir la
Fe de Jesús. Hoy puedes comenzar a ejercitar esa fe. Hoy puedes aceptar la Fe
victoriosa de Jesús.
¿Cuántos desean aceptar y
ejercitar la Fe en Jesús? (levantar la mano)
II. JESÚS VIVIFICA LA FE Y OFRECE
SALVACIÓN
Volvamos a leer Juan 4:50: “Jesús
le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se
fue”.
A. Jesús te conoce
El hombre de esta historia tenía
a su hijo agonizando. La desesperación lo embargaba. Los médicos ya no podían
hacer nada para salvar la vida de su hijo. Pero una luz de esperanza iluminó su
oscuridad. Había oído hablar de Jesús y pensó: Quizá aquél Jesús pueda sanar a
mi hijo.
Jesús había regresado a Galilea y
los galileos le recibieron cordialmente (Jn 4:45). Las noticias de su regreso
se esparcieron rápidamente por toda la región.
En esta ocasión, Jesús otra vez
se dirigió a Cana de Galilea. Recordemos que en Cana, en la celebración de una
boda, Jesús había convertido el agua en vino (Jn 4:46; 2:1-11). Por eso la
gente lo conocía y se reunían en torno a él para escucharlo. La noticia de su
llegada había traído esperanza para los “dolientes y angustiados”.
Mientras eso sucedía en Cana de
Galilea; a unos 25 km de distancia, en Capernaum, un oficial del rey sufría por
la salud de su hijo. Ya no había cura para el niño. Los médicos nada podían
hacer.
¿Alguna vez has estado en una
situación así?
El llanto, el dolor y la
desesperación era la atmosfera que había en esa casa. Porque cuando esto
sucede, no sólo sufre el padre o la madre, sufre también la familia, inclusive
los amigos.
Sin embargo, dice la Biblia que
el oficial del rey, “oyó que Jesús había llegado” (Jn 4:47). Entonces una
esperanza nació en su corazón. Decidió ir personalmente a encontrar a Jesús
porque “tenía las esperanzas de que las súplicas de un padre despertasen la simpatía
del Maestro” (DTG, 167-168).
Al llegar a Cana, vio que una
multitud rodeaba a Jesús. Con tranquilidad, poco a poco, comenzó a abrirse paso
a través de la gente “hasta la presencia del Salvador”. Nunca había visto a
Jesús. “Su fe vaciló, cuando vio tan sólo a un hombre vestido sencillamente,
cubierto de polvo y cansado del viaje. Dudó de que esa persona pudiese hacer lo
que había ido a pedirle; sin embargo, logró entrevistarse con Jesús, le explicó
por qué venía y rogó al Salvador que lo acompañase a su casa. Pero Jesús ya
conocía su pesar. Antes que el oficial saliese de su casa, el Salvador había
contemplado su aflicción” (DTG, 168).
¿Cuál es tu aflicción? ¿Es la
historia de tu vida parecida a la de este oficial? ¿Cuál es el dolor de tu
alma?
Quizá no tengas un pariente que
este muriendo, pero tú mismo te sientes morir. Han pasado tantas cosas en tu
vida que dentro de ti hay oscuridad, dolor, tristeza, miedo o venganza.
¿Sientes que ya no hay esperanza
para ti?
Amigo, amiga, te invito a que
busques a Jesús para recibir fe de él. Jesús te conoce. Así como al oficial,
antes que salieses de tu casa hacia este lugar de campaña, el Salvador ya había
contemplado tu aflicción.
¿Cuántos quieren encontrarse con
Jesús y recibir su fe? (levanten la mano)
B. Jesús hace crecer tu fe
Jesús ya conocía el dolor de
aquel hombre. Él quería ayudarlo y brindarle solución a su problema. Sin
embargo, Jesús no sólo estaba pensando en la solución terrenal de esa
enfermedad. Jesús quería darle la salvación. Porque el pecado es la enfermedad
que destruye a la humanidad. Más Jesús es vida eterna para todo aquel que cree
en él.
El manto de la duda aún cubría el
corazón de aquel oficial. Jesús “sabía que aquel padre, en su fuero íntimo, se
había impuesto ciertas condiciones para creer en Jesús. A menos que se le
concediese lo que iba a pedirle, no lo recibiría como el Mesías. Mientras el
oficial esperaba en la agonía de la incertidumbre, Jesús dijo: “Si no viereis
señales y milagros, no creeréis” (Jn 4:48; DTG, 168).
Estas palabras de Jesús,
penetraron como “un fulgor de luz” y “desnudaron su corazón”. El oficial “vio
que sus motivos para buscar a Jesús eran egoístas. Su fe vacilante se le
manifestó en su verdadero carácter. Con profunda angustia comprendió que su
duda podía costar la vida de su hijo. Sabía que se hallaba en presencia de un
Ser que podía leer los pensamientos, para quien todo era posible, y con
verdadera agonía suplicó: “Señor, desciende antes que mi hijo muera” (Jn 4:49;
DTG, 168, 169).
Las palabras de Jesús ejercitaron
su fe y ésta creció. “Su fe se aferró a Cristo como Jacob trabó del ángel
cuando luchaba con él y exclamó: “No te dejaré, sino me bendices” (Gn 32:26).
El Salvador del mundo “no puede
apartarse del alma que se aferra a él invocando su gran necesidad” (DTG,
168-170).
Hoy es el momento de aferrarse a
Jesús por fe. Jesús no se apartará de ti. Cree que Él tiene vida abundante para
ti. Cree que Él tiene bendición eterna para ti. Él no sólo va a perdonarte sino
también a limpiarte. ¿Crees esto?
¿Cuántos creen que Jesús puede
perdonarnos y limpiarnos de toda maldad? (levanten la mano)
III. JESÚS ES EL CONSUMADOR DE LA
FE (Llamado)
Jesús nunca guarda silencio ante
la necesidad humana. Él está presto para ayudarte, consolarte y fortalecerte.
Por eso, mirando con profunda compasión al oficial, le dijo: “Ve, tu hijo vive.
Y el hombre creyó la palabra de Jesús, y se fue” (Jn 4:50).
Para aquel hombre, las palabras
de Jesús fueron suficientes. ¿Cuánto es suficiente para ti? ¿Qué quieres que
Jesús haga por ti? ¿quieres alguna prueba de su poder?
Tú eres la más grande evidencia
de su poder. Él te creó, te dio vida y ahora te ofrece salvación del pecado y
de la muerte eterna. Él ya hizo por ti lo que nadie haría: murió en tu lugar.
Su muerte nos dio vida y por su “llaga” nosotros podemos ser sanados. Hoy, a
diferencia de aquel oficial, no sólo tenemos palabras sino hechos y evidencias
del eterno amor de Jesús.
¿Cuántos aceptan el inmenso
sacrificio de Jesús? (Levanten la mano).
Aquel hombre salió de la
presencia de Jesús no sólo creyendo que su hijo vivía, sino también con la
plena seguridad de que Jesús era el Mesías su Salvador. Nunca antes había
sentido el gozo y la paz que experimentaba en ese momento. La preocupación, la
angustia se disiparon porque lo que había encontrado era muy superior a
cualquier asunto terrenal.
Aquella tarde en Cana, Jesús no
sólo sanó al niño, también sanó a su padre y a toda su casa. Porque dice la
Biblia que el oficial “creyó con toda su casa” (Jn 4:53). Por la fe, Jesús curó
sus dudas, sus angustias, sus aflicciones y preocupaciones. Curó sus heridas
más profundas y les brindó esperanza y salvación.
Hoy, Jesús quiere sanar tus
heridas y salvar tu vida. Sólo aquel que te creó puede ayudarte. Es momento de
ejercitar tú fe. No pienses más en tu pasado, piensa y cree en lo que Jesús te
ofrece. Cree que él puede perdonarte, sanarte y salvarte.
¿Cuántos aceptan a Jesús como su
salvador? (levanten la mano).
Repite después de mí:
“Hoy decido venir a Jesús tal
como estoy y darle mi vida. Hoy decido vivir con Jesús para siempre”.
Si aún no te has bautizado, me
gustaría orar por la decisión que estas tomando hoy. Por favor, levanta tu mano
o ponte de pie; queremos orar por ti.
Oración.
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