Dios es nuestro refugio y protector. Así lo ilustra el siguiente pasaje: "Pero la parte del Señor es su pueblo, la porción de su herencia es Jacob: 10 lo halló en una tierra desolada, en la rugiente soledad del desierto; lo envolvió en sus brazos y lo protegió, lo cuidó como a la niña de sus ojos; 11 como un águila que revolotea sobre el nido y anima a sus polluelos a emprender el vuelo, así el Señor extendió sus alas, lo tomó y lo llevó sobre sus plumas". Deuteronomio 32:9-11. Hay momentos en nuestra vida que son calamitosos, momentos en que no solo nos sentimos vulnerables, sino que caemos en un pozo de desesperación y angustia. Nos vemos colmados de heridas, sufrimientos, maltratos, desavenencias y humillaciones. A nuestros propios ojos, no hay forma de que la situación mejore; entonces el sentimiento que nos sobrecoge es de abandono total. No solo nos embarga una falta de propósito, sino que no existe la mínima posibilidad de mirar al futuro con esperanza. Pero entonces,
Un espacio con sermones que procuran fortalecer la fe y la esperanza en Jesús.