By
Yeury Ferreira
INTRODUCCIÓN
Hoy, chicos y chicas, vamos a sumergirnos en un viaje espiritual inspirado en Jesús, explorando cómo podemos llevar a cabo un trabajo misionero efectivo en las ciudades. Imaginemos una ciudad bulliciosa y repleta de desafíos, parecida a la que Jesús enf rentó en su tiempo. Pero antes de sumergirnos en este emocionante tema, permítanme compartir una historia que los cautivará.
Hace algunos años, en pleno centro de una gran metrópolis, vivía un joven llamado David. En medio del constante ajetreo de la ciudad, David se sentía abrumado por la falta de esperanza y propósito que observaba en las vidas de muchas personas a su alrededor. Sin embargo, un día, David vivió un encuentro que cambiaría el rumbo de su vida para siempre. Se cruzó con un anciano llamado Elías, quien compartió con él la historia del ministerio de Jesús en las ciudades.
El anciano tomó su Biblia y leyó el evangelio de Mateo 9:35:
“Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas y proclamando las buenas nuevas del reino, curando toda enfermedad y dolencia entre la gente”.
David prestó atención mientras Elías le explicaba que este versículo destacaba tres acciones clave que Jesús realizaba en beneficio de las ciudades, representadas por los tres verbos principales en ese versículo. ¿Pueden deducir cuáles son estos verbos?
DESARROLLO
1. Verbo número uno: enseñar
Comencemos con el primer ver- bo crucial: “enseñar”. Jesús dedicó tiempo a compartir su sabiduría con las multitudes en las ciudades. En Mateo 9:35, se nos cuenta que “Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellas”. Pero su enseñanza no se limitaba a las palabras; también se manifestaba en su estilo de vida. Él transmitió lecciones sobre el amor, la compasión, la justicia y la fe.
Y ahora, continuemos con la his- toria de David. Después de su en- cuentro con Elías, David se sintió inspirado y lleno de propósito. En lugar de dejarse llevar por la ruti-
na de la ciudad y las distracciones superficiales, decidió tomar ac- ción. Una tarde, mientras paseaba por el parque de la ciudad, David se encontró con un grupo de jóve- nes que estaban discutiendo temas relacionados con la espiritualidad y la religión. Intrigado, se acercó y comenzó a escuchar. Estos jóvenes estaban ávidos por aprender más sobre Dios y la Biblia. David quedó impresionado por el interés genui- no que tenían en profundizar en su fe.
Motivado por el deseo de estos jóvenes de conocer más, David de- cidió ofrecerse como mentor. Com- partió con ellos lo que había apren- dido y les ayudó a navegar por los desafíos de la vida en la ciudad desde una perspectiva espiritual. Además, compartía recursos en lí- nea sobre temas espirituales y re- comendaba libros y podcasts que habían enriquecido su propia com- prensión espiritual.
Así que, jóvenes misioneros ur- banos, tomen inspiración de lo que hizo Jesús y de la experiencia de David. ¡Es hora de que se pongan en acción y marquen la diferencia en su ciudad! Aquí les dejo algunos consejos:
• Organicen grupos de estudios bíblicos: reúnan a sus amigos o incluso a personas que no cono- cen, y organicen grupos de estudios bíblicos en lugares acoge- dores, como cafés o parques. No se trata solo de leer la Biblia, sino de explorar lo que significa en la vida cotidiana.
• Sean mentores: conviértanse en mentores para otros jóvenes que necesitan guía espiritual. Ayúdenlos a navegar por los altibajos de la vida, compartan sus experiencias y crezcan juntos en la fe.
• Compartan recursos: compartan libros, podcasts y materiales en línea que les hayan impactado y que hablen sobre Dios y la salvación de una manera relevante y atractiva para los jóvenes de hoy. Piensen en lo que les gustaría a ustedes y compártanlo con entusiasmo.
Recuerden que enseñar no se trata solo de transmitir información, ¡es sobre ser un modelo a seguir para otros! Demuestren el amor, la compasión y la fe en su vida diaria, y verán cómo su luz brilla en la ciudad. ¿Listos para dejar huella en su comunidad? ¡Ha llegado la hora, jóvenes adultos!
2. Verbo número dos: predicar
Vamos al segundo verbo clave: “predicar”. Échenle un vistazo a Jesús, él era realmente un maestro en esto. No solo compartía su sabiduría, sino que también se lanzaba a contarles a todos las noticias más emocionantes de la historia: ¡el Reino de Dios estaba aquí, cargado de esperanza, perdón y reconciliación!
¿Recuerdas a nuestro amigo David, el joven que antes se sentía perdido en la ciudad y buscaba un propósito en la vida? Después de su encuentro con Elías y su nueva pasión por seguir los pasos de Jesús, David se sintió impulsado a hacer algo realmente importante.
Un día, mientras David estaba en su escuela, se le presentó una oportunidad perfecta para poner en práctica el verbo “predicar”. Su profesor, quien se declaraba ateo, le preguntó a David por qué creía en Dios. Justo en ese momento, frente a todos sus compañeros de clase, David habló con valentía y convicción sobre las razones por las que tenía fe en Dios. Explicó la maravilla de la creación y cómo la Biblia había tenido un impacto transformador en su vida. El grupo de estudiantes escuchaba atentamente cada palabra que David decía, ¡incluso el profesor quedó impresionado por la firmeza de sus convicciones!
Después de hablar durante unos diez minutos, David tomó un respiro profundo y compartió la asombrosa historia de Jesús y cómo su fe en él había transformado su propia vida. Habló de la esperanza, del perdón que se encuentra en Dios y de cómo la reconciliación puede cambiar todo.
Lo hizo con valentía, pero también con humildad y amor. No intentó imponer su fe, sino que compartió la verdad de una manera auténtica y respetuosa. La pasión de David y su amor genuino se reflejaron en sus palabras.
La predicación de David trajo esperanza a esos jóvenes que lo escucharon. Al igual que Jesús, David proclamó las buenas noticias con coraje y amor, y en ese momento, hizo una diferencia en la escuela de la ciudad.
Así que, predicar no se trata solo de hablar en un púlpito, sino de encontrar oportunidades cotidianas para compartir el amor de Dios con quienes nos rodean. Sigamos el ejemplo de Jesús y David, hagamos que las buenas noticias resplandezcan en nuestra ciudad. ¡Ustedes también pueden ser portadores de esperanza y cambio en el día a día!
3. Verbo número tres: sanar
El tercer verbo crucial en nuestro viaje espiritual es “sanar”. Jesús no se limitaba a enseñar y predicar, ¡también sanaba a los enfermos y consolaba a los afligidos! En Mateo 9:35, nos cuentan que “sanaba toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”. Pero ojo, no se trata solo de curar cuerpos enfermos, también se refiere a sanar heridas espirituales y emocionales. Y esa es una parte esencial de nuestra misión en la ciudad.
Dejemos que David, el joven protagonista de nuestra historia, nos muestre cómo se puede poner
esto en práctica en el mundo de hoy. Un día, después de sumergirse en el estudio de la Biblia, David sintió en su corazón que Dios lo llamaba no solo a enseñar y predicar, sino también a servir de una manera más tangible.
David notó que en su ciudad había muchas personas desamparadas que necesitaban comida y ropa, y también había ancianos que no recibían visitas. Decidió hablar con el pastor de su iglesia y expresar su deseo de involucrarse en un grupo de servicio. El pastor le informó sobre un grupo de hermanos que tenían un ministerio de llevar comida a las personas desamparadas.
David no lo dudó un segundo y se unió a este grupo. Cada sábado, después del servicio en la iglesia, se unía a sus hermanos para preparar unas doscientas raciones de comida y luego salían a distribuirlas por las calles de la ciudad. Esta obra llenó de alegría el corazón de David, y aquí es donde entendió una de las formas en que podemos cumplir con el verbo “sanar”.
Sanar implica no solo tratar a los enfermos, sino también cuidar de aquellos que están en necesidad. Es llevar alimentos, ropa y ayuda a los desamparados, visitar a los enfermos en los hospitales, visitar a las viudas, mostrar amor a los huérfanos, se trata de hacer lo posible por los marginados de tu ciudad.
Al igual que Jesús, David comprendió que la sanación va más allá de lo físico; se trata de tocar los corazones y aliviar las cargas de aquellos que están afligidos. Y así, David, al igual que todos nosotros, encontró una manera poderosa de cumplir con el verbo “sanar” en la ciudad.
Entonces, jóvenes misioneros urbanos, sigamos el ejemplo de Jesús y David. Busquemos oportunidades para servir a los necesitados. ¡Ustedes pueden marcar la diferencia en la ciudad a través de sus acciones llenas de amor y compasión!
CONCLUSIÓN
David, el joven de nuestra historia, siguió el ejemplo de Jesús en su ciudad. Aprendió a enseñar, predicar y sanar, y su trabajo misionero transformó la vida de muchas personas. Hoy, como jóvenes misioneros en las ciudades, tenemos la misma oportunidad de ser agentes de cambio. Recordemos que seguir el ejemplo de Jesús implica enseñar con sabiduría, predicar con amor y sanar con compasión. Al hacerlo, podemos ser instrumentos de transformación en nuestras ciudades, llevando la esperanza y el amor de Cristo a quienes más lo necesitan. Que esta misión sea nuestra pasión y compromiso. Amén.
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