“Al Señor cantaré en toda mi vida, a mi Dios salmearé mientras viva” (Salmos 104:33).
A medida que aumenta nuestra experiencia con la gracia y el poder de Dios, nos sentimos impulsados a preguntar junto con el salmista: “¿Qué pagaré al Señor por todos sus beneficios hacia mí?” (Salmos 116:12). La respuesta inevitable es: dedicar la vida a ser fiel a Dios.
En Salmos, Israel no es simplemente una nación, sino “la gran congregación” (Salmos 22:22, 25; 35:18). Esto revela la vocación primordial de Israel de alabar a Dios y dar testimonio de él a las demás naciones, porque el Señor anhela que todo el mundo se una a su pueblo en la adoración. El pueblo del Señor se identifica con los justos, aquellos que adoran al Señor y cuya esperanza está en él y en su amor.
Alabar al Señor en la congregación se percibe como el culto ideal. Esto no significa que la oración y la alabanza personales en Israel asuman un papel secundario. Al contrario, el culto individual a Dios sustenta el culto comunitario con alabanzas renovadas (Salmos 22:22, 25) mientras, a su vez, el culto individual desarrolla todo su potencial en estrecha relación con la comunidad. La comunidad que rinde culto también recibe el nombre de “congregación de los rectos” (Salmos 111:1). Los rectos conocen a Dios (Salmos 36:10) y Dios los conoce a ellos (Salmos 37:18), y esta experiencia permea todos los aspectos de su existencia.
I. LEVANTA LAS MANOS EN EL SANTUARIO
Lee Salmo 134. ¿Dónde se ofrece aquí la adoración? ¿Cuál es el resultado de la adoración al Señor?
Salmo 134 recuerda la bendición sacerdotal aarónica de Números 6:24 al 26 (también Salmos 67:1) y destaca la bendición como principio subyacente y el resultado de la relación entre Dios e Israel. El pueblo bendice a Dios en el Santuario, y Dios bendice a su pueblo desde Sion. Las bendiciones se extienden a toda la vida, porque el Señor es el creador del Cielo y de la Tierra. La mención de Sion como lugar de bendiciones divinas especiales hace hincapié en el vínculo de pacto entre el Señor y su pueblo. De esta manera, es en el marco del Pacto de la gracia que Israel ejerce el privilegio de bendecir al Señor y que el Señor lo bendiga a él.
Veamos algunos pasajes a continuación:
"Te amo, oh Jehová, fortaleza mía" Salmos 18:1.
"Alabad, siervos de Jehová, alabad el nombre de Jehová". Salmos 113:1.
"Mirad, bendecid a Jehová, vosotros todos los siervos de Jehová, los que en la casa de Jehová estáis por las noches. Alzad vuestras manos al santuario, y bendecid a Jehová". Salmos 134:1, 2.
"Alabad el nombre de Jehová; alabadle, siervos de Jehová; los que estáis en la casa de Jehová, en los atrios de la casa de nuestro Dios". Salmos 135:1 y 2.
¿Cómo se describe aquí a los adoradores?
A menudo los salmos describen a los adoradores como siervos del Señor. Los “que están por la noche en la casa del Señor” (Salmos 134:1) probablemente se refiera a la guardia nocturna de los levitas (1 Crónicas 9:23-27) o a la alabanza que los levitas ofrecían a Dios de día y de noche (1 Crónicas 9:33).
Como los israelitas adoraban al Dios invisible, a quien no se podía representar mediante ninguna imagen, el Santuario servía para reflejar la gloria del Señor y ofrecer un entorno seguro para que el pueblo pecador se acercara a su Rey santo. Este encuentro lo inicia el propio Señor, y está regulado por sus estatutos y decretos.
“Acérquense a él, piedra viva, reprobada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios. Ustedes también, como piedras vivas, están siendo edificados en una casa espiritual, en un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:4, 5).
Lo que vemos aquí, en las palabras de Pedro, es una expresión neotestamentaria de las mismas ideas presentadas en estos salmos: el pueblo de Dios, ahora un sacerdocio santo, ofrece alabanzas y acciones de gracias a su Señor Jesucristo, su Creador y Redentor, por todas las cosas buenas que ha hecho por ellos.
Como creyentes del Nuevo Testamento, también tenemos un papel sacerdotal, ya que estamos llamados a ser mediadores de las buenas nuevas del evangelio para el mundo. ¿Cuáles son las formas más eficaces de hacerlo?
II. CANTA AL SEÑOR UN CÁNTICO NUEVO
Lee Salmos 33:3; 40:3; 96:1; 98:1; 144:9; y 149:1. ¿Cuál es la temática común en estos textos?
Los salmos convocan a la gente a cantar una “canción nueva”. ¿Qué es una “canción nueva” aquí? El motivo de la “canción nueva” es el nuevo reconocimiento de la majestad y la soberanía del Señor sobre el mundo, y la gratitud por su cuidado y su salvación como Creador y Juez de la Tierra. La liberación de los enemigos y de la muerte, y el favor especial de Dios hacia Israel, son algunos de los motivos más personales para entonar “una canción nueva”. Aunque otras canciones también alaban al Señor por su bondad y sus maravillas, la “canción nueva” es un cántico especial, que expresa un gozo reavivado y la promesa de una devoción renovada a Dios. La nueva experiencia de liberación divina inspira al pueblo a reconocer al Señor como su Creador y su Rey. Los temas comunes en los salmos que hablan de una “canción nueva” son la confianza en Dios, la alabanza por sus maravillosas obras y la liberación de la aflicción, entre otras cosas.
Lee Isaías 42:10 al 12; y Apocalipsis 5:9 y 14:3. ¿Qué podemos inferir acerca de la “canción nueva”, o “cántico nuevo”, a partir de estos textos bíblicos?
Al pueblo de Dios, Israel, se lo describe en términos afectuosos como un “pueblo allegado a él [Dios]” (Sal. 148:14); lo que implica que, de toda la Creación, Israel es el más especial y, por ende, quien está más obligado a alabar a Dios, pero también el más privilegiado de hacerlo. Así, la Biblia anima a los creyentes de todas las generaciones a entonar la canción nueva en alabanza a su Redentor, que lleva su testimonio único sobre la salvación en la sangre del Cordero. Una “canción nueva” puede representar un cántico novedoso que nadie ha escuchado antes, una canción que conmemora una experiencia vívida con la gracia de Dios en la vida personal. La “canción nueva” también puede expresar esperanza, en cuyo caso la novedad del cántico se demuestra en el anhelo de la experiencia única y sin precedentes de la majestad de Dios en el futuro. El verdadero culto va más allá de los sacrificios y las ofrendas, y refleja una relación viva con Dios, siempre fresca y dinámica. En cierto sentido, se podría decir, simplemente, que la “canción nueva” es una expresión nueva, e incluso diaria, de nuestros amor y aprecio por lo que Dios ha hecho por nosotros.
Considera las bendiciones que Dios derrama sobre tu vida. Si tuvieras que entonar una nueva canción, ¿cuál sería?
III. SEÑOR ¿QUIÉN HABITARÁ EN TU SANTUARIO?
Lee Salmo 15. ¿Quiénes son las personas dignas de adorar en la presencia de Dios?
La respuesta que se da en este salmo es el resumen de los requisitos ya dados en la Ley de Dios y en los profetas: aquellos cuyas acciones (“anda en integridad y practica la justicia”) y carácter (“en su corazón”) (ver Deut. 6:5; Miq. 6:6-8) son un reflejo de Dios. El Santuario era un lugar santo, y todo en él, incluidos los sacerdotes, estaba consagrado. Por ende, la santidad es un requisito obligatorio para entrar en la presencia de Dios. La santidad de Israel debía ser total; debía unir la adoración con la ética y debía ejercerse en todos los aspectos de la vida. La Ley fue dada al pueblo de Dios para permitirle alcanzar su mayor potencial: vivir como un reino de sacerdotes. El sacerdocio real incluye una vida de santidad en la presencia de Dios y llevar las bendiciones del Pacto a otras naciones.
Lee Salmos 24:3 al 6 y 101:1 al 3. ¿Qué significa ser santo?
La “integridad de corazón” es la mayor cualidad del adorador delante de Dios. El hebreo tamim (‘perfecto’, o ‘íntegro’) transmite la noción de “plenitud” y “totalidad”. Una vida “íntegra” está entera, intacta y sana (Eze. 15:5). Los animales ofrecidos en sacrificio debían ser tamim, o sin defecto (Lev. 22:21-24). El habla “íntegra” es totalmente veraz (Job 36:4). Por lo tanto, alguien “íntegro de corazón” es “puro de corazón” (Sal. 24:4), o alguien que anda en integridad (Sal. 15:2). Busca a Dios (Sal. 24:6) y el perdón de Dios lo restaura (Sal. 51:2-10). Una vida intachable es el resultado del reconocimiento de la gracia y la justicia de Dios. La gracia divina inspira y capacita a los siervos de Dios para vivir en el temor del Señor, lo que significa vivir en una comunión irrestricta con Dios y en sumisión a su Palabra. El testimonio de una vida devota y piadosa rinde alabanza a Dios y no al yo. Fíjate que la mayoría de los requisitos de Salmo 15 se dan en términos negativos (Sal. 15:3-5). No se trata de ganarse el favor de Dios, sino de evitar las cosas que nos separarían de Dios.
¿Cómo podemos tomar decisiones conscientes para evitar las cosas que nos alejan de Dios? ¿Cuáles son algunas de esas cosas y cómo podemos evitar hacerlas?
IV. DECLARA SU GLORIA ENTRE LAS NACIONES
Lee Salmo 96. ¿Qué múltiples aspectos de la adoración se mencionan en este salmo?
La adoración incluye cantar al Señor (Sal. 96:1, 2), alabar su nombre (Sal. 96:2), proclamar su bondad y su grandeza (Sal. 96:3, 4) y llevar ofrendas al Templo (Sal. 96:8). Además de estos rasgos familiares del culto, Salmo 96 destaca un aspecto no tan obvio del culto: la dimensión evangelizadora de proclamar el Reino del Señor a otros pueblos (Sal. 96:2, 3, 10).
Sin embargo, cantar, alabar, llevar ofrendas y proclamar el evangelio no son acciones independientes, sino diversas expresiones de la adoración. La proclamación de la salvación de Dios a todas las naciones da sustancia a la alabanza y contenido a la adoración. Fíjate que los motivos de la adoración coinciden con el mensaje proclamado a otros pueblos: “Porque grande es el Señor” (Sal. 96:4); “Todos los dioses de los pueblos son ídolos, pero el Señor hizo los cielos” (Sal. 96:5); “¡El Señor reina!” (Sal. 96:10); y “Viene a juzgar la tierra” (Sal. 96:13). Entonces, el objetivo de la evangelización es unir a otros pueblos con el pueblo de Dios y, en última instancia, a toda la Creación en la adoración al Señor (Sal. 96:11-13).
La adoración es el resultado de reconocer interiormente quién es el Señor; es decir, el Creador, el Rey y el Juez (Sal. 96:5, 10, 13). Por ello, la adoración implica recordar los actos pasados de Dios (la Creación), celebrar sus maravillas presentes (el hecho de que Dios sostiene al mundo en su reinado actual) y anhelar sus actos futuros (el Juicio Final y una vida nueva en Cielos y Tierra nuevos).
El juicio, en los salmos, significa la restauración del orden divino de la paz, la justicia y el bienestar en un mundo actualmente agobiado por la injusticia y el sufrimiento; de allí que toda la Tierra se regocije al esperar los juicios de Dios (Sal. 96:10-13; 98:4-9). Además, el hecho de que el Señor sea un Juez justo debería motivar a la gente a adorarlo en santidad y a “temerlo”, y debería advertirle que no se tome la adoración a la ligera (Sal. 96:9). La adoración implica tanto unas inmensas alegría y confianza (Salmos 96:1, 2, 11-13) como unos santos temor y sobrecogimiento (Sal. 96:4, 9).
El llamado universal de Salmo 96 a adorar al Creador y Juez se refleja en la última proclamación evangélica de Dios para el mundo, el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14:6 al 12. En muchos sentidos, este salmo parece incorporar este mensaje del tiempo del fin: creación, salvación (“evangelio eterno”), adoración y juicio. Todo está allí.
Compara este salmo con el mensaje de los tres ángeles (Apocalipsis 14:6-12). ¿En qué medida enseña las mismas verdades básicas de este mensaje del tiempo del fin que debemos proclamar al mundo?
V. CUANDO DIOS NO SE DELEITA EN LOS SACRIFICIOS
Lee Salmos 40:6 al 8; 50:7 al 23; y 51:16 al 19. ¿Qué tema importante abordan estos textos? ¿Por qué Dios no se deleita en los sacrificios que ordenó en su Palabra (Éxodo 20:24)?
Al igual que los profetas, los salmistas denuncian diversos abusos en la adoración. Su principal argumento en estos versículos no es la aversión del Señor por los sacrificios y las fiestas de Israel, sino las razones de esa repugnancia: la fatal distancia entre la adoración y la espiritualidad.
Dios no está reprendiendo a su pueblo por los sacrificios y los holocaustos, sino por su maldad y los actos de injusticia que habían cometido en su vida personal (Salmos 50:8, 17-21). Los salmos no predican en contra del sacrificio ni la adoración, sino contra el sacrificio vano y la adoración vacía, demostrada en la injusticia de estos adoradores.
Cuando se quiebra la unidad entre la expresión externa de la adoración y la correcta motivación interna para adorar, los rituales suelen ser más importantes en sí mismos que la experiencia real de acercarse a Dios. Es decir, las formas de culto se convierten en un fin en sí mismas, en contraposición al Dios al que se supone que esos rituales señalan y revelan.
Lee Juan 4:23 y 24. ¿Qué quiere decir Jesús aquí que encaja exactamente con lo que advierten los salmos de hoy?
Los sacrificios por sí solos no bastan. ¿De qué servían estos sacrificios si el corazón de quienes los ofrecían no estaba lleno de arrepentimiento, fe y dolor por el pecado? Únicamente si iban acompañados de arrepentimiento y acción de gracias sinceros podían los sacrificios de becerros agradar a Dios como “sacrificios de justicia” (Salmos 51:19; ver también Samos 50:14). Jesús, citando a Isaías, lo expresó así: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Mateo 15:8). Los problemas que veían los salmistas eran los mismos que Jesús les planteó a algunos, especialmente a los dirigentes, durante su ministerio terrenal.
¿Cómo podemos asegurarnos de que nosotros, como adventistas, con toda la luz y el conocimiento que poseemos, no caigamos en la trampa de pensar que es suficiente solo con conocer la verdad y seguir los rituales de la verdad?
CONCLUSIÓN
Lee Elena de White, Un llamado a destacarse, “Cómo orar”, pp. 35-38.
Un factor esencial de la adoración estaba dado por la necesidad del arrepentimiento, el verdadero arrepentimiento: “El arrepentimiento incluye sentir tristeza por el pecado y abandonarlo. No renunciaremos al pecado a menos que veamos su pecaminosidad; mientras no lo abandonemos de corazón, no habrá cambio real en nuestra vida.
Muchos no entienden la verdadera naturaleza del arrepentimiento; y se entristecen por haber pecado, e incluso se reforman exteriormente, porque temen que su mala conducta les provoque sufrimiento. Pero esto no es arrepentimiento en el sentido bíblico. Lamentan el sufrimiento más bien que el pecado. Eso fue lo que sintió Esaú cuando vio que había perdido su primogenitura para siempre. Balaam, aterrorizado por el ángel que estaba en su camino con la espada desenvainada, reconoció su culpa porque temía perder la vida, pero no experimentó un sincero arrepentimiento del pecado; no cambió de propósito ni aborreció el mal. Judas Iscariote, después de haber traicionado a su Señor, se lamentó: ‘He pecado […] porque he entregado sangre inocente’. (Mat. 27:4)” (Elena de White, El camino a Cristo, p. 36).
“Aunque Dios no mora en templos hechos por manos humanas, honra con su presencia las asambleas de su pueblo. Prometió que cuando se reuniesen para buscarlo, reconocer sus pecados y orar unos por otros, él los acompañaría por medio de su Espíritu. Pero, los que se congregan para adorarlo deben desechar todo lo malo. A menos que lo adoren en espíritu y en verdad, así como en hermosura de santidad, de nada valdrá que se congreguen. Acerca de tales ocasiones, el Señor declara: ‘Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran’ (Mat. 15:8, 9). Los que adoran a Dios deben adorarlo ‘en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren’ (Juan 4:23)” (Elena de White, Profetas y reyes, p. 35).
Preguntas para dialogar:
Para Dios, ¿cuál es la mayor ofrenda del adorador? (Salmos 40:6-10; Romanos 12:1, 2).
¿Qué relación hay entre la adoración individual y la comunitaria? ¿Por qué necesitamos ambas? ¿De qué manera cada una fomenta a la otra?
Muchos entienden que la adoración se limita a la oración, el canto de himnos, y el estudio de la Biblia y de publicaciones espirituales. Aunque estas actividades son esenciales para el culto, ¿se limita a ellas? Brinda algunos ejemplos de otras formas de culto.
Elena de White escribió: “No deberíamos considerar que servirlo es un ejercicio penoso que entristece el corazón. Debería ser un placer adorar al Señor y participar en su obra” (CC, 104).
¿Cómo puede convertirse en un placer adorar al Señor?
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