“Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11:27).
La definición de fe en el libro de Hebreos siempre es un desafío. “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). ¿Cómo podemos estar convencidos de lo que no vemos? Con todo, esto es exactamente lo que ilustra Moisés en nuestro versículo para memorizar: “Se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11:27). Es aún más provocador comprender que somos llamados a ver “al Invisible” no solo cuando los tiempos son buenos, sino especialmente cuando todo va mal. Para ello necesitamos fe, una fe semejante a la de Cristo, moldeada por la verdad acerca de Dios y el Reino de Dios. La verdad sobre la bondad de nuestro Padre, el poder del nombre de Jesús, el poder de la resurrección y la compasión de Dios son verdades esenciales que nos permitirán mantenernos firmes cuando estemos en el crisol y podamos sentir la tentación de dudar de todo.
"La fe es lo que nos habilita para mirar más allá del presente, con sus cargas y congojas, hacia el gran porvenir de la vida venidera, donde se aclarará todo lo que ahora nos deja perplejos. La fe ve a Jesús de pie como Mediador nuestro a la diestra de Dios. La fe contempla las mansiones que Cristo ha ido a preparar para aquellos que le aman. La fe ve el manto y la corona aparejados para el vencedor, y oye el canto de los redimidos... La fe no es sentimiento. “Es pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven”. La verdadera fe no va en ningún sentido aliada a la presunción. Únicamente aquel que tiene verdadera fe está seguro contra la presunción, porque la presunción es la falsificación de la fe por Satanás (OE, 273, 274)
¿Qué tipo de cosas en las que creemos pero no vemos, cosas que sabemos que son reales pero que están más allá de nuestra vista. ¿Cómo puede esto ayudarnos a entender lo que significa ver a “al Invisible”?
Si lo peor que imaginamos sucedió, a pesar de las oraciones y grandes esfuerzos. ¿Cómo entendemos esto a la luz de la divina Providencia?
¿Qué verdades acerca de Dios pueden ayudarnos a sostenernos aun en las peores situaciones?
I. LA EXTRAVAGANCIA DE NUESTRO PADRE
“¡Si de verdad Dios me amara, seguramente haría ___________________ por
mí!”
Me pregunto cuántas veces ese pensamiento ha pasado por nuestra mente.
Observamos las circunstancias y luego comenzamos a preguntarnos si Dios
realmente nos ama, porque si así fuera realmente, las cosas serían diferentes.
Hay dos argumentos que a menudo nos llevan a dudar de la bondad de
Dios.
En primer lugar, cuando tenemos un deseo ardiente en nuestro corazón
y nuestra mente por algo que creemos que es bueno, la idea de que Dios desee
algo diferente para nosotros puede parecernos ridícula.
En segundo lugar, podemos dudar de la bondad de Dios porque nuestra experiencia choca con lo que
creemos. Si algo se ve bien o se siente bien, o suena bien o sabe bien, entonces
debe ser bueno. Por lo tanto, nos enojamos con Dios cuando no podemos tenerlo.
Aquí es donde interviene la fe. La fe entra en juego precisamente en aquellos
momentos en que nos vemos tentados a dudar de Dios y de su bondad.
"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro". Romanos 8:28-39.
Este es un pasaje poderoso que describe la bondad de
Dios hacia nosotros. En Romanos 8:32, hay una lógica importante que es extremadamente útil
para protegernos del agobio de nuestras circunstancias. “El que no escatimó
ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará
también con él todas las cosas?” ¿Cómo podríamos pensar que Dios enviaría a
Jesús a morir por nosotros y que luego se volvería tacaño?
Esto significa que la verdad de la generosidad de Dios hacia nosotros, que
constatamos en la muerte de Cristo, debe tener un impacto más fuerte en nuestro
pensamiento que todas las dudas que el crisol pueda generar en nosotros.
¿Cómo es posible que una verdad (la bondad de Dios) tenga un efecto más poderoso en ti que tus dudas? Dedica un momento a meditar sobre la verdad de que
Dios dio a Jesús para morir en tu lugar, y que esta increíble generosidad continúa
de mil maneras diferentes para ti hoy. ¿Qué impacto causa esto sobre tu fe?
La fe de los hijos del Dios del cielo debería ser fuerte, activa y perseverante: la certeza de lo que se espera. En ese caso se expresarán de este modo: “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre”, porque ha obrado generosamente conmigo (HR, 132, 133).
II. EN EL NOMBRE DE JESÚS
“Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:14).
"En mi nombre”, ordenó Cristo a sus discípulos que orasen. En el nombre de Cristo han de permanecer siguiéndole delante de Dios. Por el valor del sacrificio hecho por ellos, son estimables a los ojos del Señor. A causa de la imputada justicia de Cristo, son tenidos por preciosos. Por causa de Cristo, el Señor perdona a los que le temen. No ve en ellos la vileza del pecador. Reconoce en ellos la semejanza de su Hijo en quien creen. El Señor se chasquea cuando su pueblo se tiene en estima demasiado baja. Desea que su heredad escogida se estime según el valor que él le ha atribuido. Dios la quería; de lo contrario no hubiera mandado a su Hijo a una empresa tan costosa para redimirla. Tiene empleo para ella y le agrada cuando le dirige las más elevadas demandas a fin de glorificar su nombre. Puede esperar grandes cosas si tiene fe en sus promesas (DTG, 621).
Jesús no estaría mucho tiempo más con los discípulos; quien había sido su
apoyo y aliento se iría al cielo. Y los discípulos comenzaron a sentirse confundidos e impotentes. Pero, si bien los discípulos ya no podrían verlo físicamente,
Jesús les dio una promesa extraordinaria.
Según Juan 14:1 al 14. Jesús promete hacer por nosotros “todo” lo que pidamos en su nombre. Debido a esto, casi siempre agregamos
al final de nuestras oraciones: “En el nombre de Jesús, amén”.
Al decir esto, ¿qué pensamos normalmente que significa? ¿Qué quiso
decir Jesús cuando nos animó a orar así? ¿Qué pistas hay en estos versículos
que nos ayudan a comprender lo que él nos plantea?
Cuando pedimos “en el nombre de Jesús”, podemos estar seguros de que toda
la maquinaria celestial está obrando en nuestro favor. Quizá no veamos a los
ángeles actuar a nuestro alrededor, pero allí están: son enviados desde el Trono
celestial en el nombre de Jesús, para atender nuestras peticiones.
A veces, cuando oramos en el nombre de Jesús, abrimos los ojos y esperamos
que todo sea diferente a nuestro alrededor; pero todo sigue igual. No obstante,
aunque el poder de Dios puede llegar con un efecto dramático, como cuando
Jesús calmó la tormenta, también puede llegar en silencio, sin que nadie lo note,
como cuando el poder de Dios sostuvo a Jesús en el Getsemaní. Quizá no suceda
nada dramático de repente, pero eso no significa que Dios no esté obrando en
favor de nosotros.
Al leer Juan 14:1 al 14. mientras lees, imagina que Jesús te está hablando
directamente, cara a cara. ¿Qué esperanza y ánimo puedes obtener de estas promesas? Al mismo tiempo, pregúntate: “¿Qué cosas de mi vida podrían obstaculizar el cumplimiento de estas promesas en mí? ¿Qué cambios debo proponerme
hacer en mi corazón?
“Tú le guardarás en completa paz, cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti se ha confiado”. Isaías 26:3. El brazo del Omnipotente está extendido para guiarnos hacia adelante y siempre hacia adelante. Id adelante, dice el Señor; os enviaré socorro. Pedís para gloria de mi nombre; y recibiréis. Aquellos que esperan veros fracasar verán el triunfo glorioso de mi Palabra. “Todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis”. Mateo 21:22 (Obreros evangélicos, pp. 277, 278).
III. EL PODER DE LA RESURRECCIÓN
La resurrección resuelve el problema de la impotencia humana. Al meditar
sobre la vida, la muerte y la resurrección de Jesús, a menudo nos planteamos
que la muerte de Jesús fue el acontecimiento que nos hizo legalmente justos
ante Dios. Y eso es cierto, por supuesto.
Sin embargo, la resurrección añade una dimensión específica a la salvación.
La resurrección de Jesús es significativa no solo porque nos muestra que un
día nosotros también resucitaremos, sino también porque sentó a Jesús a la
diestra del Padre, en una posición de absolutos poder y autoridad. ¡Este poder
de resurrección es el mismo poder que Dios pone a nuestra disposición hoy!
"El mismo poder que resucitó a Cristo de los muertos resucitará a su iglesia y la glorificará con él, por encima de todos los principados y potestades, por encima de todo nombre que se nombra, no solamente en este mundo, sino también en el mundo venidero". (DTG, 730, 731).
"Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo". Efesios 1:18-23.
En este pasaje Pablo habla del poder de Dios. ¿Qué nos enseñan
estos versículos sobre el poder de la resurrección? ¿Qué esperanzas y promesas puedes encontrar para ti en este pasaje?
Pablo ora para que los efesios comprendan algunas cosas que solo pueden
entenderse correctamente con ayuda divina:
(1) Que existe la esperanza de transformación y un futuro eterno al que Jesús nos ha llamado;
(2) El poder que se
manifestó en nuestro favor.
Pablo luego trata de describir cuán asombroso es este poder. El poder que
está disponible para nosotros hoy es el mismo poder que resucitó a Jesús: no
solo lo sacó de la tumba y le devolvió la vida, sino también le devolvió el sitial
de poder a la diestra del Padre.
Pero Pablo no se detiene allí. La resurrección no le dio a Jesús cualquier clase
de poder, sino el poder de gobernar y proveer todo lo que su pueblo pudiera
necesitar, ¡por toda la eternidad!
Haz una lista de las facetas de tu vida en las que necesitas del poder del Jesús
resucitado. Cuando termines, ora para que este poder se aplique en todas estas
esferas de necesidad. Al mismo tiempo, ¿en qué puedes mejorar, qué decisiones
puedes tomar para que este poder actúe con más libertad en tu vida?
IV. ECHAR TODA NUESTRA ANSIEDAD
Hay una placa que algunos tienen en sus hogares que dice: “¿Por qué orar,
cuando puedes preocuparte?” Nos hace reír, porque sabemos con qué frecuencia
nos preocupamos en lugar de acudir a Dios y darle nuestras preocupaciones.
Alguien dijo cierta vez que cuando en nuestra vida esté todo enredado,
debemos dársela a Dios y permitir que él desate los nudos. Cuántos deseos
tendrá Dios de hacer esto por nosotros. Sin embargo, es increíble cómo nos las
arreglamos para aferrarnos a nuestros problemas hasta que estamos a punto de
estallar.
¿Por qué esperamos hasta estar desesperados antes de acudir a Dios?
Lee 1 Pedro 5:7. Pedro cita Salmos 55:22. ¿Cuál es el mensaje básico para
nosotros? Ver también Mateo 6:25 al 33.
Este es un versículo muy sencillo. No esconde ningún secreto, y significa
literalmente lo que expresa. Echar significa hacer precisamente eso, arrojar,
entregar, de modo que lo que causa dolor y preocupación ya no tenga ninguna
conexión con nosotros. Pero, por supuesto, no arrojamos nuestras cargas a
cualquier parte. Nuestra preocupación no desaparece en el vacío. Se la damos
a nuestro Padre celestial, quien promete resolverla. Eso es lo que Jesús nos
asegura en los versículos de Mateo. El problema para ponerlo en práctica no
es que sea difícil, sino todo lo contrario: parece demasiado fácil, demasiado
bueno para ser verdad.
Hay muchas cosas que causan ansiedad. Podría ser la presión del trabajo,
la crítica inesperada, la sensación de que no nos quieren o que no nos aman,
las preocupaciones financieras, los problemas de salud, la impresión de que no
somos lo suficientemente buenos para Dios, pensar que no somos perdonados
y otras.
Sin importar cuáles sean, una de las razones por las que nos aferramos a
nuestros problemas es que creemos que podemos resolverlos mejor que nadie.
Pero Pedro nos insta a reconsiderar esa idea. La razón por la que no tenemos
que preocuparnos es que a Dios le importa. Pero ¿a Dios todavía le importa lo
suficiente como para intervenir cuando se avecina un divorcio o nos sentimos
totalmente inútiles? La Biblia afirma que le importa lo suficiente como para
transformar cualquier situación.
"Con toda ternura [Jesús les] decía a los cansados: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mateo 11:29. Con estas palabras, Cristo se dirigía a todo ser humano. Sabiéndolo o sin saberlo, todos están trabajados y cargados. Todos gimen bajo el peso de cargas que solo Cristo puede quitar. La carga más pesada que llevamos es la del pecado. Si tuviéramos que llevarla solos nos aplastaría. Pero el que no cometió pecado se ha hecho nuestro substituto. “Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”. Isaías 53:6…Nos invita a echar sobre él todos nuestros afanes; pues nos lleva en su corazón…Está velando sobre ti, tembloroso hijo de Dios. ¿Estás tentado? Te librará. ¿Eres débil? Te fortalecerá. ¿Eres ignorante? Te iluminará. ¿Estás herido? Te curará. Jehová “cuenta el número de las estrellas”; y, no obstante, es también el que “sana a los quebrantados de corazón, y liga sus heridas”. Salmo 147:4, 3. Cualesquiera que sean tus angustias y pruebas, expónlas al Señor. Tu espíritu encontrará sostén para sufrirlo todo. Se te despejará el camino para que puedas librarte de todo enredo y aprieto. Cuanto más débil y desamparado te sientas, más fuerte serás con su ayuda. Cuanto más pesadas sean tus cargas, más dulce y benéfico será tu descanso al echarlas sobre Aquel que se ofrece a llevarlas por ti" (MC, 47, 48).
¿Qué cosas te preocupan ahora? Aunque sean legítimas y parezcan angustiosas,
¿hay algo demasiado difícil para Dios? Quizá nuestro mayor problema sea que,
aunque creemos que Dios está al tanto y puede solucionarlas, no creemos que las
resolverá como nos gustaría a nosotros.
¿Cuán a menudo nos encontramos en esa situación? ¿Qué podemos hacer para confiar más en que el camino del Señor es el mejor, si bien eso no es lo que queremos?
"El que está lleno del espíritu de Cristo vive en Cristo. Lo que le suceda viene del Salvador, que le rodea con su presencia. Nada podrá tocarle sin permiso del Señor. Todos nuestros padecimientos y tristezas, todas nuestras tentaciones y pruebas, todas nuestras pesadumbres y congojas, todas nuestras privaciones y persecuciones, todo, en una palabra, contribuye a nuestro bien. Todos los acontecimientos y circunstancias obran con Dios para nuestro bien" (MC, 389).
V. CONTINÚA SIENDO FIEL AUN CUANDO NO
PUEDAS VER A DIOS
Creer que a nadie le importa lo que nos está pasando es muy desagradable.
Pero, pensar que Dios no nos conoce o no se preocupa por nosotros puede ser
muy angustioso.
Para los judíos exiliados en Babilonia, Dios no parecía preocuparse mucho
por su situación. Todavía estaban en el exilio, todavía se sentían abandonados
por Dios debido a su pecado. Pero Isaías les transmite palabras de consuelo.
Isaías 40 es un hermoso pasaje en el que Isaías habla al pueblo con mucha
ternura acerca de su Dios: “Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién
paridas” (Isaías 40:11). Pero, después de tanto tiempo, los exiliados pensaban:
¿Dónde estás, Señor? No podemos ver ninguna evidencia de que todavía estás allí,
¡ni de que te preocupas!
"El hablar de religión de una manera casual, el orar sin hambre del alma ni fe viva, no vale nada. Una fe nominal en Cristo, que lo acepta meramente como Salvador del mundo, no podrá nunca reportar sanidad al alma. La fe que salva no es un mero reconocimiento intelectual de la verdad. Aquel que aguarda hasta tener conocimiento completo antes de querer ejercer fe, no puede recibir la bendición de Dios. No es suficiente creer acerca de Cristo; tenemos que creer en él. La única fe que nos beneficiará es la que lo acepta como Salvador personal; la que se apropia de sus méritos para nosotros mismos. Muchos estiman la fe como una opinión. Pero la fe salvadora es una transacción, por la cual aquellos que reciben a Cristo se unen a Dios por un pacto. La fe verdadera es vida. Una fe viva significa un aumento de vigor, una confianza implícita, por la cual el alma llega a ser una fuerza vencedora". (OE, 274, 275).
"¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel: Mi camino está escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio? ¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán." Isaías 40:27 al 31.
¿Cómo describe Isaías a Dios? ¿En qué sentido
esta descripción de Dios responde a su creencia de que “mi camino está
escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio” (Isaías 40:27)?
Otro grupo de personas que podría haber considerado que su camino estaba
oculto de Dios se encuentra en el libro de Ester. En este libro, no se menciona
a Dios ni una sola vez. Sin embargo, la historia desarrolla un drama acerca
de la intervención de Dios para salvar a su pueblo de una ley irrevocable para
destruirlo. Esta historia no solo describe acontecimientos del pasado, sino
también simboliza un tiempo futuro en el que se volverá a perseguir al pueblo
de Dios y se introducirá nuevamente una ley para su destrucción (Apocalipsis 13:15).
¿Te imaginas cuán fácil sería llegar a la conclusión de que, si hoy existieran esas
circunstancias tan terribles, Dios seguramente habría abandonado a su pueblo?
Pero, no debemos temer. El mismo Dios que salvó a sus escogidos en la historia
de Ester los volverá a salvar en la crisis final.
Hemos leído cómo Isaías describió a Dios ante los exiliados. ¿Cómo describirías
a Dios ante personas que sienten que Dios desapareció y las abandonó? ¿Cómo
les enseñarías a ver con los ojos de la fe, y a dejar de depender de lo que ven a su
alrededor con sus ojos físicos?
"El mayor deseo de Cristo es redimir su herencia del dominio de Satanás. Pero antes de que seamos librados del poder satánico exteriormente, debemos ser librados de su poder interiormente. El Señor permite las pruebas a fin de que seamos limpiados de la mundanalidad, el egoísmo y los rasgos de carácter duros y anticristianos. Él permite que las profundas aguas de la aflicción cubran nuestra alma para que lo conozcamos, y a Jesucristo a quien ha enviado, con el objeto de hacer brotar en nuestro corazón anhelos profundos de ser purificados de la contaminación, y que salgamos de la prueba más puros, más santos, más felices. A menudo entramos en el crisol de la prueba con nuestras almas oscurecidas por el egoísmo, pero si somos pacientes bajo la prueba decisiva, saldremos reflejando el carácter divino". (PVGM, 138).
CONCLUSIÓN
“¿No ha dicho Dios que dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? ¿Y acaso
no es este Espíritu un guía real, verdadero y eficaz? Algunos parecen temerosos
de fiarse de lo que dice Dios, como si eso significara una presunción. Oran
para que el Señor nos enseñe, y sin embargo temen aceptar la palabra que Dios
ha dado y creer que hemos sido enseñados por él. Mientras nos presentemos
humildemente delante de nuestro Padre celestial, con un espíritu dócil, con
disposición y ansias de aprender, ¿por qué habríamos de dudar del cumplimiento
de su promesa? Ni por un momento debéis deshonrarlo dudando de él. Cuando
hayáis procurado conocer su voluntad, vuestra parte en la cooperación con Dios
es creer que se os dirigirá, guiará y bendecirá en el cumplimiento de su voluntad.
Quizá tengamos que desconfiar de nosotros mismos para no interpretar mal sus
enseñanzas, pero confiad en él; confiad en él hasta lo sumo, para que el Espíritu
Santo os guíe a fin de que interpretéis correctamente sus planes y la obra de su
providencia” (3CBA, 1173, 1774).
“La fe se fortalece al entrar en conflicto con dudas e influencias opositoras.
La experiencia obtenida en estas pruebas es de más valor que las joyas más
costosas” (3TI, 609).
Si “la fe se fortalece al entrar en conflicto con dudas e influencias opositoras” y esto conduce a algo sumamente valioso, “de más valor que las
joyas más costosas”, ¿cómo debería esto moldear la forma en que percibimos esos conflictos?
"El alabar a Dios de todo corazón y con sinceridad, es un deber igual al de la oración. Hemos de mostrar al mundo y a los seres celestiales que apreciamos el maravilloso amor de Dios hacia la humanidad caída, y que esperamos bendiciones cada vez mayores de su infinita plenitud. Mucho más de lo que hacemos, debemos hablar de los preciosos capítulos de nuestra vida cristiana. Después de un derramamiento especial del Espíritu Santo, aumentarían grandemente nuestro gozo en el Señor y nuestra eficiencia en su servicio, al repasar sus bondades y sus maravillosas obras en favor de sus hijos. Estas prácticas rechazan el poder de Satanás. Excluyen el espíritu de murmuración y queja, y el tentador pierde terreno. Fomentan aquellos atributos del carácter que habilitarán a los habitantes de la tierra para las mansiones celestiales (PVGM, 240, 241).
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