“Por eso me afano, luchando con la fuerza de Cristo que actúa poderosamente en mí” (Colosenses 1:29, RVA 2000).
Sentaron juntos a un hombre y una mujer en un programa de entrevistas. Ambos habían experimentado la pérdida de un hijo. El hijo de la mujer había sido asesinado veinte años antes, y su enojo y su amargura eran tan grandes como siempre. La actitud del hombre era totalmente diferente. Su hija había sido asesinada por terroristas pocos años antes. Él hablaba de perdón para los asesinos y sobre cómo Dios había transformado su dolor. Aunque el dolor era terrible, este hombre se convirtió en una ilustración de cómo Dios puede brindar sanidad en los momentos más oscuros de la vida.
¿Cómo dos personas pueden responder de manera tan diferente ante una situación similar? ¿Cómo se produce el cambio espiritual en la vida de un cristiano, que le permite madurar en medio de los crisoles de la vida en vez de sentirse completamente abrumado por ellos?
¿Cuál es el papel de nuestra fuerza de voluntad en la batalla contra el yo y el pecado? ¿Cómo podemos evitar el error de permitir que nuestros sentimientos gobiernen las decisiones que tomamos? ¿Por qué debemos perseverar, y no rendirnos cuando estamos en el crisol?
I. EL ESPÍRITU DE VERDAD
¿Alguna vez oraste: “¡Por favor, Dios, hazme bueno!”, pero viste pocos cambios? ¿Cómo es posible que oremos pidiendo que el gran poder transformador de
Dios obre dentro de nosotros, pero nuestra vida aparentemente continúe siendo
la misma?
Sabemos que Dios tiene recursos sobrenaturales ilimitados que nos
ofrece anhelante y generoso. Realmente queremos sacar provecho de todo; sin
embargo, nuestra vida no parece cambiar de una manera que concuerde con
lo que Dios ofrece.
¿Por qué? Por una simple razón: Si bien el Espíritu tiene poder ilimitado
para transformarnos, con nuestras decisiones es posible que limitemos lo que
Dios puede hacer.
En Juan 16:5 al 15, Jesús llama al Espíritu Santo el “Espíritu de verdad” (Juan 16:13). ¿Qué implica esto que el Espíritu Santo hace
por nosotros?
Si bien el Espíritu Santo puede mostrarnos la verdad sobre nuestra pecaminosidad, no puede forzarnos a arrepentirnos. También puede mostrarnos
la mayor verdad acerca de Dios, pero no puede obligarnos a creer en ella ni a
obedecerla. Si Dios nos obligara de alguna manera, aunque sea mínima, perderíamos el libre albedrío, y Satanás acusaría a Dios de manipular nuestra mente y
corazón y de hacer trampa en el Gran Conflicto. Cuando estalló el Gran Conflicto
en el cielo, nuestro Padre no obligó a Satanás ni a ninguno de los ángeles a creer
que él era bueno y justo, ni a los ángeles caídos a arrepentirse. Y en el Jardín
del Edén, cuando nuevamente había tanto en juego, Dios dejó muy en claro la
verdad sobre el árbol que estaba en el medio del huerto, pero no impidió que
Adán y Eva ejercieran su libre albedrío para desobedecer. Dios no actuará de
manera diferente con nosotros hoy. De modo que el Espíritu presenta la verdad
acerca de Dios y el pecado, y luego dice: “En vista de lo que te he mostrado, ¿qué
harás ahora?”
Lo mismo ocurre cuando estamos en el crisol. A veces, el crisol aparece
precisamente porque no hemos obedecido o no nos hemos arrepentido de
nuestros pecados. Para que nuestro Padre obre en esos casos, debemos decidir
conscientemente abrir las puertas del arrepentimiento y la obediencia de modo
que el poder de Dios entre y nos transforme.
¿De qué te convenció el “Espíritu de verdad” recientemente? ¿Cuánto escuchas su
voz? Más aún, ¿qué decisiones tomas con tu libre albedrío?
II. LA COOPERACIÓN DIVINO-HUMANA
¿Cuál es tu mayor realización en la vida?
Sea lo que fuere, lo más probable
es que no haya ocurrido simplemente al levantarte de la cama a la mañana.
Si queremos lograr algo que valga la pena en esta vida, necesitamos tiempo y
esfuerzo. Ser discípulos de Cristo no es diferente.
"A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí." Colosenses 1:28 y 29.
Si bien Pablo habla de que Dios obraba en él,
¿de qué manera también muestra el esfuerzo humano?
En Colosenses 1:29, hay una perspectiva muy interesante de la forma en
que Pablo ve su relación con Dios en esta obra. Dice que él lucha, pero con el
poder de Dios.
La palabra para “trabajo” significa “cansarse”, “trabajar hasta quedar exhausto”.
Esta palabra se utilizaba específicamente para los atletas cuando entrenaban.
La
palabra “luchar”, que viene a continuación, en algunos idiomas puede significar
“agonizar”. Por ende, tenemos la imagen verbal de un atleta que se esfuerza con
todo para ganar. Pero luego Pablo agrega un giro a la idea, porque él no se está
esforzando con todo lo que tiene, sino con todo lo que Dios le da. Por consiguiente,
nos quedamos con esta sencilla conclusión sobre el ministerio de Pablo: era un
ministerio que realizaba con gran esfuerzo y disciplina personal, pero lo hacía
con el poder de Dios. Esta relación funciona exactamente de la misma manera
con nosotros cuando procuramos desarrollar el carácter de Cristo.
Es importante recordar esto, porque vivimos en un mundo en el que cada vez
queremos más, pero con menos esfuerzo.
Esa idea también se ha infiltrado en
el cristianismo. Algunos evangelistas cristianos prometen que, si simplemente
crees, el Espíritu Santo descenderá sobre ti con asombroso poder sobrenatural y
realizará grandes milagros. Pero esto puede ser una peligrosa verdad a medias,
porque puede llevar a la conclusión de que ¡solo tenemos que esperar que el
poder de Dios venga sobre nosotros mientras estamos cómodamente sentados!
¿Tienes alguna experiencia con el tipo de luchas de las que habla Pablo? ¿Qué
cosas ha puesto Dios en tu corazón con las que estás luchando? ¿Cómo puedes
aprender a rendirte a la voluntad de Dios?
III. LA VOLUNTAD DISCIPLINADA
Uno de los mayores enemigos de nuestra voluntad son nuestros propios
sentimientos. Vivimos en una cultura cada vez más bombardeada con imágenes
y música que pueden apelar directamente a nuestros sentidos y desencadenar
nuestras emociones (enojo, miedo o lujuria), sin que nos demos cuenta. ¿Con
cuánta frecuencia pensamos en cosas como “¿Qué tengo ganas de comer para
la cena?” “¿Qué tengo ganas de hacer hoy?” “¿Me siento bien comprando esto?”
De esta manera, los sentimientos han llegado a estar íntimamente relacionados
con nuestra toma de decisiones. Los sentimientos no son necesariamente malos,
pero lo que siento con respecto a algo puede tener poco que ver con lo que es
correcto o con lo que es mejor. Por cierto, los sentimientos pueden mentirnos
(“Engañoso es el corazón más que todas las cosas” [Jeremías 17:9]) y pueden crear
una imagen falsa de la realidad, lo que nos hace tomar malas decisiones y nos
coloca en un crisol de fabricación propia.
¿Qué ejemplos puedes encontrar en la Biblia en los que las personas
tomaron decisiones basadas en sentimientos, y no en la Palabra de Dios?
¿Cuáles fueron las consecuencias? Veamos por ejemplo:
"Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella". Génesis 3:6.
"Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa. Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo. Y envió David mensajeros, y la tomó; y vino a él, y él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y se volvió a su casa." 2 Samuel
11:2 al 4.
"Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. 12 Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión." Gálatas 2:11 y 12.
"Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado". 1 Pedro 1:13.
¿Qué le preocupa a Pedro y qué quiere que hagan realmente sus lectores?
Pedro comprendió que la mente es el timón del cuerpo que controlamos. Si
quitamos el control de la mente, seremos controlados por cualquier sentimiento
que se nos presente.
Imagínate caminando por un sendero estrecho hasta la casa del Pastor. A lo
largo del camino hay muchos senderos que conducen a diferentes direcciones.
Algunas de estas sendas dirigen a lugares que no querríamos visitar. Otros senderos parecen tentadores; apelan a nuestros sentimientos, emociones y deseos.
Sin embargo, si tomáramos alguno de ellos, nos saldríamos del camino correcto
e iríamos por un camino del que podría ser extremadamente difícil salir.
¿Qué decisiones importantes enfrentas? Pregúntate honestamente: “¿Cómo puedo saber si baso mis decisiones en sentimientos, emociones o deseos y no en la
Palabra de Dios?
IV. COMPROMISO RADICAL
“Si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues
mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo
sea echado al infierno” (Mateo 5:29).
¿A qué cuestión fundamental aluden las palabras de Jesús en Mateo 5:29 y 30?
¿Realmente se nos insta a mutilarnos en forma literal?
¿Dirías que las palabras de Jesús son radicales?
Es necesario actuar en forma radical, no porque Dios haya hecho que la vida
cristiana sea difícil, sino porque nosotros y nuestra cultura nos hemos alejado
mucho de los planes de Dios. La gente a menudo despierta y se pregunta: “¿Cómo
pude haberme alejado tanto de Dios?” La respuesta es siempre la misma: de a
un paso a la vez.
Jesús está hablando en el contexto del pecado sexual;
sin embargo, los principios subyacentes también se aplican a otros pecados.
Por cierto, los principios pueden aplicarse a nuestro crecimiento en Cristo en
general.
Jesús no nos está llamando a causarnos daños físicos, ¡de ninguna manera!
Más bien, nos está llamando a controlar la mente y, por lo tanto, el cuerpo, sin
importar el costo. Fíjate que el pasaje no menciona que debemos orar y que
Dios eliminará instantáneamente las tendencias pecaminosas de nuestra vida.
A veces Dios, en su misericordia, hace esto por nosotros, pero a menudo nos
llama a asumir un compromiso radical de renunciar a algo, o de comenzar a
hacer algo que quizá no tengamos ganas de realizar. ¡Vaya crisol!
Cuanto más
seguido tomemos las decisiones correctas, más fuertes seremos y más débil
será el poder de la tentación en nuestra vida.
A veces Dios utiliza crisoles para llamar nuestra atención cuando hay muchas distracciones ruidosas a nuestro alrededor. Es en el crisol donde nos damos
cuenta de cuánto nos hemos alejado de Dios. El crisol puede ser el llamado de
Dios para que tomemos la decisión radical de regresar al plan que nuestro Padre
tiene para nosotros.
V. LA NECESIDAD DE PERSEVERAR
Podemos saber lo que está bien y ejercitar nuestra voluntad para hacer lo
correcto; pero cuando estamos bajo presión, puede ser muy difícil mantenernos
aferrados a Dios y a sus promesas, porque somos débiles y temerosos. Por ende,
una de las fortalezas importantes del cristiano es la perseverancia, la capacidad
de seguir adelante a pesar de querer darse por vencido.
Uno de los mayores ejemplos de perseverancia en la Biblia es Jacob. En Génesis 32 se nos muestra la perseverancia e Jacob. Muchos
años antes, Jacob había engañado a su hermano, Esaú, y a su padre para que le
asignaran la primogenitura (Génesis 27), y desde entonces había estado huyendo
por temor a que Esaú quisiera matarlo. En su sueño de una escalera que llegaba
hasta el cielo, Dios le había dado maravillosas promesas de conducción y bendiciones (Génesis 28), pero él todavía estaba asustado. Jacob estaba desesperado
por contar con la seguridad de que Dios lo aceptaba y de que las promesas que
le había presentado muchos años antes seguían vigentes.
Cuando luchaba con
alguien, que en realidad era Jesús, se le dislocó la cadera. Desde ese momento, lo
más probable es que no haya podido seguir luchando, ya que el dolor debió haber
sido insoportable. Debió haber habido un cambio sutil: de luchar a aguantar.
Jacob se aferra a Jesús en medio de un dolor insoportable hasta que recibe la
seguridad de su bendición. Entonces, Jesús le dice: “Déjame, porque ya raya el
alba” (Génesis 32:26).
Jacob recibió la bendición porque se mantuvo firme a pesar del dolor. Lo
mismo sucede con nosotros. Dios también puede “dislocar nuestra cadera” y
luego llamarnos a aferrarnos a él en medio del dolor. Es más, Dios permitió que
las dolorosas secuelas continuaran; Jacob todavía cojeaba cuando se reencontró
con su hermano. Las apariencias externas mostraban debilidad, pero para Jacob
eran una indicación de su fortaleza.
¿Qué decisiones prácticas puedes tomar (relaciones, estilo de vida, material de
lectura, hábitos de salud, vida espiritual) que te ayuden a perseverar más en el
Señor en medio del desánimo y la tentación?
CONCLUSIÓN
Esta voluntad, que es un factor tan importante en el carácter del ser humano, fue en ocasión de la caída del hombre entregada al dominio de Satanás;
y él desde entonces ha estado obrando en el hombre el querer y el hacer de su
propia voluntad, para la ruina y la miseria del ser humano” (5TI, 486).
“Para recibir ayuda de Dios, el hombre debe reconocer su debilidad y deficiencia; debe aplicar su propia mente al gran cambio que se ha de verificar en
él; debe despertar a la necesidad de la oración y el esfuerzo perseverantes y
ardientes. Los malos hábitos y costumbres deben desterrarse; y solo mediante
un decidido esfuerzo por corregir estos errores y someterse a los principios
rectos se puede obtener la victoria. Muchos nunca llegan a la posición que podrían ocupar porque esperan que Dios haga por ellos lo que él les ha dado poder
para hacer por sí mismos. Todos los que están capacitados para ser de utilidad
deben ser educados mediante la más severa disciplina mental y moral; y Dios
los ayudará, uniendo su poder divino al esfuerzo humano” (PP, 255).
El Señor purifica el corazón de la misma manera como nosotros ventilamos una habitación. No cerramos las puertas y las ventanas e introducimos alguna sustancia purificadora en ella; sino que la abrimos ampliamente y dejamos que entre la atmósfera purificadora del cielo… Las ventanas del impulso, del sentimiento, deben abrirse hacia el cielo, y el polvo del egoísmo y de lo terreno debe ser expulsado. La gracia de Dios debe invadir las cámaras de la mente, la imaginación debe contemplar temas celestiales, y todo factor de la naturaleza debe ser purificado y vitalizado por el Espíritu de Dios (Dios nos cuida, 238).
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