La decepción puede surgir de varias formas. A veces ocurre de repente. Otras, nos toma desprevenidos gradualmente. Normalmente, nos llega cuando esperamos algo y ocurre otra cosa. Cuando nuestras expectativas no son atendidas es fácil decepcionarse. Los cristianos no están inmunes a la decepción.
Cuando usted fue bautizado no fue vacunado contra la decepción.
El cristiano que falla y comete errores, en un momento de pruebas puede decepcionarse a sí mismo y a Dios.
Los padres que esperan que su hijo sea un cristiano fiel, pero este demuestra poco interés con relación a la iglesia y a las cosas espirituales, pueden decepcionarse.
El miembro de iglesia que realmente desea trabajar para Dios, pero siente como si tuviera poca oportunidad de servir en la iglesia, puede sentirse decepcionado.
El miembro de iglesia que espera tener un cargo en la iglesia y está calificado para esa posición, pero se le da preferencia a alguien notablemente menos calificado puede sentirse decepcionado.
El creyente que ve acciones de herejía por parte del líder cristiano puede decepcionarse profundamente.
El líder cristiano da el mejor consejo posible, el otro sigue su consejo, pero las cosas salen mal. Ese líder puede decepcionarse.
El sueño de comprar una casa desaparece, el trabajo que deseamos se lo dan a otra persona o las relaciones se acidifican. Una o todas esas cosas pueden desencadenar la decepción.
Podemos decepcionarnos con nosotros mismos, con los demás o con los resultados de circunstancias inesperadas.
El problema fundamental no es si la decepción cambia o cambia lo que la causa. El verdadero problema es cómo luchar con ella.
No es difícil cultivar un espíritu cristiano cuando las cosas van bien. Es mucho más difícil cuando no podemos alcanzar nuestras expectativas, ¿no es cierto?
Abramos la Palabra de Dios para descubrir cuatro maneras de luchar con la decepción a partir de la vida del apóstol Pablo y dos maneras de no luchar.
1. El primer principio es este: Cuando está enfrentando decepciones porque sus expectativas no fue- ron alcanzadas, concéntrese nuevamente. Pregúntese a sí mismo: ¿Será que Dios está preparando algo especial aquí que yo todavía no entiendo?
Hay momentos cuando necesitamos un cambio en nuestra perspectiva.
El apóstol Pablo realmente tuvo que cambiar su perspectiva muchas veces.
En Hechos, en el capítulo 16, vemos que las expectativas de Pablo fueron decepcionadas y tuvo la necesidad de cambiar de perspectiva.
Por favor abra su Biblia en Hechos 16 y comencemos con el versículo 6: “Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia”. (Probablemente ellos estaban yendo a Éfeso).
¡Qué decepcionante! ¡Qué preocupación! Asia estaba necesitando el evangelio. Sus grandes ciudades estaban delante de ellos, y el Espíritu Santo les prohibió predicar allá. No parece tener ningún sentido.
Versículo 7: “y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió” (Al norte de su ruta en Turquía y más allá).
Me imagino que Pablo estaba no solo decepcionado, sino también confundido cuando llegó a Troas. Estaba perplejo). ¿Qué debería hacer después? Las puertas que él creía que estarían abiertas estaban siendo totalmente cerradas.
Fue en Troas donde, de acuerdo con el versículo 9, el Espíritu Santo le reveló la voluntad de Dios: “Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos. Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio” (Hechos 16:9, 10).
Cuando Pablo le estaba explicando a la iglesia de Corinto lo que había sucedido, lo describió de esta forma: “Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, aunque se me abrió puerta en el Señor” (2 Corintios 2:12).
Dios cerró la puerta a las ciudades de Asia, pero las abrió para las ciudades de Europa. Pablo encendió el fuego del evangelio en Filipos, Tesalónica, Atenas y Corinto. El mensaje del evangelio se esparció, y todo el continente europeo fue abrasado por Dios.
Aquí está el punto: Cuando Dios cierra una puerta, abre una puerta mayor.
Piense en Daniel, un adolescente cautivo en Babilonia que ejerció influencia en toda una nación y llevó a Nabucodonosor a la conversión.
Piense en José en Egipto, fue traicionado por sus propios hermanos y produjo un impacto en todo un imperio.
Piense en Martín Lutero. Después de su juicio en Worms, cuando parecía que su ministerio había ter- minado, fue llevado al Castillo de Wartburg y allá, en la soledad del bosque alemán, tradujo el Nuevo Tes- tamento al idioma alemán de la clase media. Él realizó más en su llamado “cautiverio” de lo que jamás podía imaginar.
Piense en el apóstol Pablo preso en Roma por causa de su fe, reenfocando los lentes de su vida para testificar a la casa del César.
Cuando una puerta se cierra, reenfoque los lentes de la vida.
Pregúntese: “¿Qué está haciendo Dios aquí?” Él está preparando algo especial porque Dios nunca cierra una puerta sin abrir otra.
Cuando usted se sienta decepcionado, busque la puerta abierta.
Cuando usted se sienta desanimado, busque la puerta abierta.
Cuando usted se sienta acorralado, bloqueado por todos lados, busque la puerta abierta.
Cuando sus sueños se arruinen y sus planes fracasen, busque la puerta abierta.
Cuando la esperanza se desvanezca y el futuro parezca sombrío, busque la puerta abierta.
El apóstol Pablo enfrentó la decepción con la capacidad de reorientar su perspectiva.
2. El segundo principio para enfrentar la decepción es la capacidad de ajustar sus expectativas y reorientar sus prioridades.
Cuando Dios abre una puerta, no significa que todos los problemas están resueltos. Significa que el Espíritu Santo está dándole una oportunidad no común. Cuando el apóstol Pablo y su pequeño equipo, formado por Timoteo, Silas y el Dr. Lucas, llegaron a Filipos, en poco tiempo tuvieron éxito evangelístico. Lidia, una empresaria próspera y toda su familia fueron bautizados. Una esclava fue a Jesús, y el carcelero romano y su familia fueron el núcleo de la iglesia recién plantada. Aproximadamente diez años después Pablo escribió a los creyentes de Filipos desde una prisión romana.
Con frecuencia se llama al libro de Filipenses “la epístola de la alegría”. Desde la prisión, Pablo escri- bió: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4).
Él reorientó sus prioridades. Ajustó sus expectativas. Note cómo explica la situación en Filipenses 1:12-14:
“Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido han redundado más bien para el progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pre- torio, y a todos los demás. Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor”.
Pablo reorientó sus prioridades. Él afirma: “Vea, por razón de mi prisión tuve una oportunidad de impactar el centro de la civilización en Roma, y el evangelio penetró hasta en la guardia del palacio. En segundo lugar, mis colegas han sido más fervorosos en proclamar el evangelio y tuvieron un éxito in- creíble.”
En vez de sumergirse en la decepción, Pablo buscó la mano de Dios en lo que estaba haciendo, ajustó su perspectiva y reorientó sus prioridades.
Cuando usted se encuentra pasando por un período de decepción en la vida, hágase esta segunda pre- gunta: ¿Será que Dios tiene prioridades diferentes para mi vida de las que yo mismo tengo? Pase tiempo reflexionando sobre cuáles pueden ser las prioridades de Dios que pueden ser diferentes de las suyas.
Programado para realizar una reunión de evangelismo en una ciudad del centro oeste, me encontré con los pastores. Me encontré con los miembros de la iglesia. Me encontré con la administración de la Asociación. Todo parecía estar en el camino correcto, pero Teenie y yo comenzamos a notar que algo simplemente no estaba bien. La preparación para la serie no estaba realizándose como deseábamos. No había un compromiso total con las reuniones. Yo estaba un poco decepcionado, pero reconocía que necesitaba realinear mis prioridades y ajustar mis expectativas.
Después de orar sobre esto, estuvimos convencidos de que era necesario cancelar las reuniones. Dios abrió la puerta en Orlando y tuvimos una de las reuniones más increíbles en todo nuestro mi- nisterio en Norteamérica.
Hay momentos cuando Dios dice: Yo estoy guiándote en una dirección diferente de la que pensabas. Entonces, reoriente sus prioridades para oír mi voz y seguir mi liderazgo.
3. Aquí está el tercer principio para enfrentar la decepción.
Redireccione sus energías. No se quede ahí sentado. Haga algo. No se hunda en el lodo de la autocom- pasión. No comience a concentrarse en lo que le sucedió, despertando dudas sobre por qué Dios permitió que ocurriera aquello.
“En la vida futura, se aclararán los misterios que aquí nos han preocupado y chasqueado. Veremos que las oraciones que nos parecían desatendidas y las esperanzas defraudadas figuraron entre nuestras mayores bendiciones” (El ministerio de curación, p. 376).
Cuando el apóstol Pablo fue puesto en la prisión en Roma, él no juzgó ni puso la culpa en otros. Reo- rientó sus energías para predicar el evangelio.
Hubiera sido muy fácil para Pablo culpar a los demás por su destino. Para comenzar, fueron las ac- ciones de los líderes de la iglesia las que lo llevaron a la prisión. Las personas buenas a veces cometen errores. Los líderes de la iglesia a veces se confunden.
Busque Hechos 21 y leeremos algunos versículos, del 15-36.
“Después de esos días, hechos ya los preparativos, subimos a Jerusalén” (vers. 15).
“Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos”
(vers. 18).
Ahora, cuando usted tiene al pastor Santiago y a todos los ancianos, debe ser la voz de Dios, ¿verdad?
No necesariamente.
Pablo da un informe de las cosas maravillosas que Dios estaba haciendo entre los gentiles, pero había un problema. Los líderes de la iglesia oyeron algo sobre Pablo. Fue acusado de que estar enseñando a los gentiles a quebrantar la Ley de Moisés (ver vers. 21). Entonces, se le aconsejó que llevara cuatro hombres al templo para ser circuncidados de acuerdo con las costumbres de los judíos, como también seguir algu- nas de las costumbres ceremoniales.
Pablo cedió a las acusaciones de los líderes de la iglesia, y como resultado los judíos legalistas des- consideraron sus acciones, lo acusaron falsamente, y como consecuencia, Pablo fue llevado a la prisión.
Los líderes de la iglesia, ¿le dieron un buen consejo a Pablo? De ninguna manera, pero aquí está lo más increíble. Pablo no dice una palabra contra esos que erróneamente le pidieron que siguiera las costum- bres judías.
Él reorientó sus energías para ministrar donde quiera que Dios lo condujera. Cuando usted está decep- cionado y sus planes parecen no dar resultado, Dios tiene otro plan.
Pablo tenía esa sensación constante de la grandeza de Dios, de la majestad de Dios, de la genialidad de la causa de Dios. Fue cautivado por una visión de alcanzar a los perdidos, y donde quiera que Dios lo colocara, esa era su prioridad. El servicio era más importante que la posición.
Permita que sus decepciones se vuelvan insignificantes a la luz del llamado de Cristo para ministrar, servir y bendecir a otros.
Permita que la visión de Cristo para su vida ofusque las circunstancias de su vida. Usted es especial para Dios. Él tiene un lugar para usted. Él le dio dones para su servicio. Cuando las puertas se cierren y cuando la decepción venga, busque puertas abiertas y reoriente sus energías para nuevas oportunidades de servicio para las cuales Cristo lo conduzca.
4. Repiense lo que tiene valor para usted. Concéntrese en las cosas que realmente son importantes.
En los juicios de la vida, el apóstol Pablo efectivamente reflexionó en la declaración de Jesús registrada en Juan 13:7.
2 Corintios 4:7-9
“Estamos atribulados en todo, mas no angustiados”. Estar presionado es estar atribulado. La palabra angustiado es estar devastado emocionalmente o abatido.
El apóstol continúa “en apuros, mas no desesperados”. Estamos inseguros, confundidos, preguntán- donos, pero no desanimados o completamente perdidos sin saber qué hacer.
“Perseguidos, mas no desamparados”. La palabra significa “rodeado” pero no forzado, capturado, atacado, pero no abandonado.
Pablo tenía esa sensación eterna de que, cualquier circunstancia en la que se encontrara, Cristo jamás lo dejaría o lo abandonaría. Fue ese sentimiento de la presencia eterna de Cristo que lo sostuvo.
El libro de Salmos refleja eso probablemente mejor que cualquier otro libro de la Biblia. Tomemos por ejemplo el Salmo 30:8-12:
“Has cambiado mi lamento en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría”. Servimos a un Jesús que puede transformar nuestro “lamento en alegría”.
Un día todos nuestro sueños y decepciones, esperanzas frustradas y aflicciones de esta vida parecerán nada a la luz de la eternidad.
2 Corintios 4:16-18: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”.
El llamado urgente de Pablo a los que están enfrentando la decepción o están pasando por alguna prueba es: “no pierda su sentido de la perspectiva eterna”. Permita que las circunstancias lo lleven a una confianza y fe más profundas. Permita que el Espíritu Santo modele y forme su carácter por medio de las experiencias de su vida.
Solo hay dos principios eternos más que necesitamos seguir:
Salmo 30:11, 12
DOS COSAS QUE NO HAY QUE HACER.
1. Muchas personas tienen una memoria excelente para las cosas malas.
¿Dios tiene una memoria corta o amplia?
Lea Hebreos 8:12.
Dios quiere que usted tenga:
Una memoria corta para sus pecados.
Una memoria corta para los errores de otros.
Una memoria corta para nuestros propios errores.
Una memoria corta para el dolor que los demás nos causaron.
Si nos quedamos pensando en nuestras decepciones, perderemos la puerta abierta de la providencia de Dios y de la alegría de las “cosas nuevas” que él hará en nuestras vidas.
2. Algunas personas tienen una memoria débil para las cosas correctas.
Agradezca a Dios por su bondad. Agradezca a Dios por su grandeza Agradezca a Dios por su gracia
Agradezca a Dios por su poder
Agradezca a Dios por el don de Jesús. Agradezca a Dios por el regalo de su Palabra Agradezca a Dios por el don del Espíritu Santo Gracias a Dios Jesús regresará pronto.
Cuando su vida esté llena de gratitud, la decepción desaparecerá de la misma forma que la noche desaparece antes de salir el sol.
Comentarios
Publicar un comentario