Varios años atrás, investigadores llevaron a cabo un experimento para ver el efecto que tiene la esperanza en quienes están pasando por momentos de adversidad.
Dos grupos de ratas de laboratorio fueron colocados en diferentes tubos de agua. Los investigadores dejaron a un grupo en el agua y descubrieron que después de 1 hora todas se habían ahogado. Las otras ratas fueron periódicamente sacadas del agua y luego volvían. Cuando eso sucedió, el segundo grupo de ratas nadó por más de 24 horas. ¿Por qué? No porque se les había dado un descanso, ¡sino porque de pronto tenían esperanza!
Esos animales de alguna forma tenían la esperanza de que, si podían mantenerse a flote solo un poco más, alguien las rescataría. Si la esperanza tiene ese poder en roedores sin razonamiento, cuánto mayor debería ser su efecto en nuestras vidas.
El director de una clínica médica contó de un joven con una enfermedad terminal que fue para su tratamiento usual. Un nuevo doctor que estaba de guardia le dijo de forma casual y cruel:
- “Sabes que no llegarás a fin de año, ¿verdad?”. Cuando el joven se estaba yendo, pasó por la oficina del director y lloró.
- “Ese hombre me quitó la esperanza”, dijo.
- “Supongo que sí”, respondió el director.
- “Tal vez es hora de encontrar una nueva esperanza”.
Comentando ese incidente, Lewis Smedes escribió: “¿Hay alguna esperanza cuando la esperanza nos es quitada? ¿Hay esperanza cuando la situación es imposible? Esa pregunta nos lleva a la esperanza cristiana, porque en la Biblia, la esperanza ya no es una pasión por lo posible. Se convierte en una pasión por la promesa”.
La Biblia está llena de promesas de esperanza. Uno de los más grandes propósitos de la Escritura es darnos esperanza.
“Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15:4).
Notemos cuidadosamente... las experiencias de los creyentes del Antiguo Testamento fueron registradas para darnos esperanza. Una de las historias más desalentadoras y sin embargo esperanzadora en el Antiguo Testamento es la historia de Jacob. Su historia es la historia de esperanza en medio del fracaso. Es una historia de esperanza en medio de la derrota. Es una historia de engaño, mentiras, ira y relaciones rotas, pero también es una historia de arrepentimiento, perdón, cambio y gozo. Es una historia sobre huir de Dios y encontrarse con Dios. Es la historia de Dios convirtiendo lo que parecía ser desastroso en bendición. Es la historia de Jacob, y es especialmente relevante para el pueblo del tiempo del fin que pasará por lo que la Escritura llama “la angustia de Jacob”.
Jacob y Esaú, los hijos de Isaac y Rebeca, eran mellizos. Esaú nació poco antes que Jacob. Como resultado, él era el heredero legítimo de la bendición de la primogenitura. Sin embargo, con el nacimiento de Jacob, Dios le dio a Rebeca esta promesa que encontramos en Génesis 25:23, “y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor”. El mayor, Esaú, serviría a su hermano Jacob.
En otras palabras, el hijo menor heredaría la promesa de la primogenitura. Al crecer los niños, Esaú amaba cazar y Jacob disfrutaba de la vida tranquila en el hogar. Jacob era más un líder espiritual y Esaú era más un hombre aventurero.
EL ENGAÑO DE REBECA Y JACOB
Como Dios había prometido la bendición de la primogenitura a Jacob, Rebeca comenzó a complotar con Jacob sobre cómo obtener lo que Dios había prometido.
Encontramos la historia en Génesis 27. Rebeca escuchó una charla entre Isaac y Esaú sobre la bendición de la primogenitura. Cuando Esaú salió al campo para cazar la presa favorita de su padre para luego preparar la comida en armonía con el concepto de un banquete antes de concederle la bendición, Rebeca entró en acción.
Urgió a Jacob a vestirse como Esaú, colocarse vestimentas peludas como Esaú y acercarse a su padre con la mentira de que era su hermano. Aunque con algo de duda, Isaac creyó la mentira y bendijo a Jacob con la primogenitura. Aquí vemos la solicitud de Jacob a su padre, que se encuentra en Génesis 27:19.
“Y Jacob dijo a su padre: Yo soy Esaú tu primogénito; he hecho como me dijiste: levántate ahora, y siéntate, y come de mi caza, para que me bendigas”.
En lugar de esperar el tiempo de Dios y permitir que Dios resolviera el problema de su propia manera, Jacob y su madre Rebeca recurrieron al engaño, a la mentira y a la tergiversación.
Instado por su madre Rebeca, Jacob engañó a su padre y mintió sobre su identidad. Él deseaba la primogenitura que pronto se le otorgaría a su hermano mayor, Esaú.
¿Cuál era la raíz del problema de Jacob? ¿Falta de fe y autocompasión? En la cultura hebrea la primo- genitura conllevaba por lo menos tres responsabilidades significativas.
1. El primogénito que recibía la primogenitura tenía preminencia sobre toda la familia.
2. El primogénito que recibía la primogenitura era el líder espiritual de la familia.
3. El primogénito que recibía la primogenitura heredaba la mayoría de la riqueza de su padre.
Esaú tenía poco interés en las cosas espirituales. Sí quería la riqueza de su padre. Viendo su falta de liderazgo y espiritualidad, Rebeca presionó a su esposo Isaac para que le diera la primogenitura a Jacob. De hecho, Dios había prometido que la primogenitura sería para Jacob. En el libro Patriarcas y profetas, Elena de White hace esta esclarecedora afirmación:
“Jacob y Rebeca triunfaron en su propósito, pero por su engaño no se granjearon más que tristeza y aflicción. Dios había declarado que Jacob debía recibir la primogenitura y si hubiesen esperado con confianza hasta que Dios obrara en su favor, la promesa se habría cumplido a su debido tiempo. Pero, como muchos que hoy profesan ser hijos de Dios, no quisieron dejar el asunto en las manos del Señor. Rebeca se arrepintió amargamente del mal consejo que había dado a su hijo; pues fue la causa de que quedara separada de él y nunca más volviera a ver su rostro. Desde la hora en que recibió la primogenitura, Jacob se sintió agobiado por la condenación propia. Había pecado contra su padre, contra su hermano, contra su propia alma, y contra Dios. En sólo una hora se había acarreado una larga vida de arrepentimiento. Esta escena estuvo siempre presente ante él en sus años postrimeros, cuando la mala conducta de sus propios hijos oprimía su alma” (PP, 179).
Jacob creía que la primogenitura debía ser suya y no de su hermano. Se sentía dejado de lado e injustamente tratado. Su actitud puede resumirse en las siguientes palabras: “¡Pobre de mí! Mi hermano está recibiendo la primogenitura y yo no”.
El autor Stephen Fry hace esta afirmación esclarecedora sobre la autocompasión.
“La autocompasión destruirá relaciones, destruirá todo lo que sea bueno, cumplirá todas las profecías que haga y se dejará solo a sí misma. Y es tan simple imaginar que a uno le cuesta trabajo, y que las cosas son injustas, y que uno no es apreciado, y que, si tan solo uno tuviera una oportunidad con eso, si tan solo tuviera una oportunidad en aquello, las cosas hubieran salido mejor, uno sería más feliz si tan solo eso, que uno no tiene suerte. Todas esas cosas. Y algunas de ellas incluso pueden ser ciertas. Pero, tenerse autocompasión como resultado de ellas es hacerse a uno mismo un enorme daño”.
La autocompasión llevó a mentir y engañar. La mentira y el engaño llevaron a romper la relación con su hermano Esaú. Esto llevó a tener que huir del hogar con culpa.
Cuando Esaú regresó de su expedición de caza y se enteró que su padre le había dado la bendición de la primogenitura a Jacob, se puso furioso. Su único deseo ahora era matar a su hermano.
JACOB HUYE
Rebeca escuchó sus planes y urgió a Jacob para que huyera. El pecado tiene consecuencias. Lleno de culpa, Jacob huyó como fugitivo. Nunca más vería a su madre. La relación que alguna vez habían tenido se había terminado para siempre. Impulsado por una conciencia que lo condenaba, comenzó el largo y arduo camino desde Beerseba hasta Harán, el hogar del hermano de su madre, Labán.
Anduvo solo desde Beerseba hasta Harán por unas 500 millas (unos 800 kilómetros aproximada- mente). Beerseba se encuentra en el sur de Israel y Harán está en la frontera turca. Luego de viajar por el árido desierto siempre atento por si se encontraba con bandidos y tribus hostiles, Jacob estaba exhausto y paró para descansar durante la noche.
Su corazón estaba apesadumbrado. La culpa lo consumía. Había mentido a su padre, engañado a su hermano y ahora estaba separado de su madre.
CONSUELO DE DIOS
Cansado y solo, exhausto y lleno de culpa, demasiado agotado para dar un paso más, Jacob se acostó en el suelo frío con una roca como almohada y se durmió, pero fue entonces cuando Dios se manifestó a través de un sueño y le dio al fugitivo el consuelo de su presencia.
“Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella”. Génesis 28:11-13.
Dios habló a Jacob en Génesis 28:15 “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”.
Aquí encontramos las buenas noticias increíbles: la escalera llega hasta donde usted se encuentra. La escalera llegó a Jacob en su culpa, soledad y desesperación.
La escalera, por supuesto, representa a Jesús, quien vincula a la humanidad caída con las delicias eternas del perfecto mundo celestial. Jesús llega hasta donde usted se encuentra. Cualquiera sea su circunstancia.
Relaciones rotas, amistades fracturadas, matrimonios dañados, la escalera llega hasta donde usted se encuentra. Fracasos, errores, culpa, condenación, un pasado que lo persigue, la escalera llega hasta donde usted se encuentra. Debilidad, debilidad espiritual, complacencia, tibieza, la escalera llega hasta donde usted se encuentra.
A pesar de los errores de Jacob, a pesar de haber mentido y engañado, a pesar de su egoísmo y avaricia, a pesar de su falta de fe y confianza fuera de lugar, Dios todavía tenía un plan para la vida de Jacob. La escalera llegó hasta donde él se encontraba.
Betel fue el lugar donde Jacob se encontró con Dios y tuvo un nuevo comienzo. Esta mañana puede ser el Betel de alguien. El lugar donde Dios lo toca y usted comienza de nuevo. La escalera llega hasta donde usted se encuentra. La mañana siguiente, Jacob se dirigió hacia Harán con un nuevo paso y una nueva re- solución en su corazón de servir a Dios. Se había encontrado con Dios en Betel y eso había marcado toda la diferencia. El viaje no parecía tan largo. Cuando viajamos en el camino de la vida con Jesús, hasta el viaje más difícil es más fácil. Al llegar a Harán, Jacob se encuentra con Raquel y casi inmediatamente sintió que ella era quien Dios había elegido para él. El amor creció en su corazón y él estaba dispuesto a trabajar siete años por ella. Pero notemos algo extremadamente fascinante.
NUESTRAS ACCIONES TIENEN CONSECUENCIAS
Jacob engañó a su hermano y su futuro suegro lo engañó. Trabajó siete años por Raquel y recibió a Lea y entonces tuvo que trabajar otros siete años.
Piensen sobre esta ley de sembrar y cosechar en la Biblia.
Los tres hebreos dignos son arrojados en el horno en llamas, y los que los estaban arrojando fueron consumidos.
Daniel es puesto en la cueva de los leones y los que lo colocaron allí son eventualmente comidos por los leones.
Amán es llevado a la horca que había hecho para Mardoqueo.
Asa puso al profeta en prisión y encadenó sus pies, Asa terminó con una enfermedad en sus pies.
David comete adulterio con Betsabé y hace que su esposo, Urías, muera en batalla. El hijo fruto del adulterio muere, y David vive una vida de gran dolor y pérdida.
Gálatas 6:7 es claro en ese punto.
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”.
Lo que sembramos es lo que cosechamos, sembramos más de lo que cosechamos y sembramos después de cosechar en el futuro.
“Siembra un pensamiento y cosecharás una acción; siembra una acción y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino” (Ralph Waldo Emerson).
Después de servir fielmente a Labán por veinte años, Jacob sintió que era tiempo de volver a casa. Aunque tenía temor de lo que Esaú podría hacer, sabía que tenía que volver a la tierra de su niñez. Cada kilómetro del largo camino creaba mucha ansiedad. Temía por su propia seguridad y la seguridad de su familia.
Génesis 32:7 declara “Entonces Jacob tuvo gran temor, y se angustió; y distribuyó el pueblo que tenía consigo, y las ovejas y las vacas y los camellos, en dos campamentos”.
No es difícil ver la estrategia de Jacob aquí. Si un campamento era atacado, el otro podía escapar a un lugar seguro. Él no había visto a su hermano en 20 años y no estaba seguro de cómo reaccionaría. Sa- bía que su hermano era un guerrero y cuando escuchó que se acercaba con cuatrocientos hombres tuvo miedo y desesperación.
JACOB LUCHA CON DIOS
Génesis 32:22-32; Oseas 14:4.
Jacob se arrepintió... Jacob oró... Jacob perseveró... Jacob prevaleció.
Génesis 32:10 “menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo [...]”.
El primer paso en la reconciliación con otros es arreglar las cuentas con Dios nosotros mismos. Jacob no ponía excusas para sus acciones. No culpaba a Esaú por lo que él había hecho. Él se arrepintió ante Dios.
Génesis 32:24 añade: “Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba”.
En el libro Patriarcas y profetas, leemos “Por su humillación, su arrepentimiento y la entrega de sí mismo, este pecador y extraviado mortal prevaleció ante la Majestad del cielo. Se había asido con temblorosa mano de las promesas de Dios, y el corazón del Amor infinito no pudo desoír los ruegos del pecador” (p. 197).
Hay algunas cosas por las que vale la pena luchar: la relación de Jacob con Dios fue restaurada... su relación con su hermano fue restaurada, sus relaciones dentro de su propia familia fueron restauradas.
CUATRO LECCIONES DE LA NOCHE DE JACOB PELEANDO CON DIOS
Jacob reconoció sus faltas.
Jacob buscó a Dios en arrepentimiento.
Jacob perseveró hasta que prevaleció.
Jacob recibió fuerzas para ver a su hermano porque había visto el rostro de Dios.
Después de 20 años, Jacob se encontró con su hermano Esaú.
Génesis 33:4 “Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron”.
Dios todavía restaura relaciones. Dios todavía sana corazones heridos. Dios todavía reconstruye vidas quebrantadas.
“Mientras Jacob luchaba con el Ángel, otro mensajero celestial fue enviado a Esaú. En un sueño éste vio a su hermano desterrado durante veinte años de la casa de su padre; presenció el dolor que sentiría al saber que su madre había muerto; le vio rodeado de las huestes de Dios. Esaú relató este sueño a sus soldados, con la orden de que no hicieran daño alguno a Jacob, porque el Dios de su padre estaba con él” (PP, 198).
Jacob perseveró en oración y Dios obró enviando un ángel a Esaú para ablandar su corazón y prepararlo para encontrarse con Jacob en paz. Cuando oramos, Dios envía ángeles para obrar en los corazones de las personas por las cuales oramos.
Jacob había aprendido una lección vital que no había aprendido veinte años atrás: no depender de su propia fuerza sino confiar en las promesas de Dios.
LA ANGUSTIA DEL ÚLTIMO DÍA/ TIEMPO DEL FIN DE JACOB
Imaginen esta escena... los guerreros de Esaú se acercaban a Jacob. El miedo llena su corazón... él lucha toda la noche con el Ángel del Señor, Jesucristo.
Este es el momento de la angustia de Jacob. Un ejército enemigo se aproxima. Él no tiene poderío con- tra ellos. Todo a su alrededor habla de derrota. Ningún apoyo terrenal estaba a su disposición. El futuro se vislumbra lúgubre. La muerte parece una certeza. El profeta Jeremías escribiendo mil años después de este evento nos catapulta hacia el tiempo del fin.
Jeremías 30:5-7: “Porque así ha dicho Jehová: Hemos oído voz de temblor; de espanto, y no de paz. Inquirid ahora, y mirad si el varón da a luz; porque he visto que todo hombre tenía las manos sobre sus lomos, como mujer que está de parto, y se han vuelto pálidos todos los rostros. ¡Ah, cuán grande es aquel día! Tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado’”.
Hay un paralelo entre la noche en la que Jacob luchó con Dios en oración en su tiempo de aflicción y el pueblo de Dios atravesando el tiempo de angustia en los últimos días. El comentario de Elena de White sobre la angustia de Jacob lo hace simple: “Como Jacob estuvo bajo la amenaza de muerte de su airado hermano, así también el pueblo de Dios estará en peligro de los impíos que tratarán de destruirlo. Y como el patriarca luchó toda la noche pidiendo ser librado de la mano de Esaú, así clamarán los jus- tos a Dios día y noche que los libre de los enemigos que los rodean” (Patriarcas y profetas, p. 199).
En el esquema de las cosas del tiempo del fin, la angustia de Jacob comienza al final del tiempo de prueba. Todos han tomado su decisión final e irrevocable. Como lo declara enfáticamente Apocalipsis: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la jus- ticia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía” (Apocalipsis 22:11). O como dijo Moisés: "Si hubiere pleito entre algunos, y acudieren al tribunal para que los jueces los juzguen, estos absolverán al justo, y condenarán al culpable". Deuteronomio 25:1.
En el momento en que el juicio termine y cada ser humano en el planeta Tierra haya decidido en contra o a favor de Cristo, terminará el tiempo de prueba para la humanidad y poco después comenzará el tiempo de la angustia de Jacob.
¿Qué se necesitará para pasar el tiempo de las plagas cuando no haya ningún apoyo humano? Se necesitará de una experiencia de fe duradera, oración sincera y compromiso total. ¿Cuándo creen que aprenderemos esas lecciones de fe? ¿Cuándo creen que descubriremos los secretos de la oración ven- cedora? ¿Cuándo seremos dirigidos a un total compromiso con Cristo? ¿Cuándo creen que Dios nos está enseñando a estar de parte de lo correcto, aunque se desplomen los cielos?
¿Será que Dios anhela enseñarnos estas lecciones ahora? Lecciones de confianza, lecciones de dependencia absoluta de él, lecciones de compromiso total.
Jacob reconocía que no tenía otra ayuda y que, si Dios no realizaba un milagro, su vida terminaría. Mientras oraba, Dios lo aseguraba en su mano protectora. En el mismo momento de su oración, Dios en- vió ángeles para ablandar el corazón de Esaú y después de veinte años, los dos hermanos se encontraron, se abrazaron y lloraron.
JACOB Y LA SANTA CIUDAD
Podemos dar un último vistazo a Jacob en el último libro de la Biblia, Apocalipsis, en el capítulo 21, versículos 12 y 13.
Recuerden que el nombre de Jacob fue cambiado de Jacob, el engañador, a Israel, quien ha vencido. Al describir la Santa Ciudad y las puertas de esa ciudad, Apocalipsis revela que los nombres de las doce tri- bus de Israel están sobre las puertas. Al principio, esto puede parecernos una sorpresa. Los hijos de Jacob podrían ser juzgados en una corte por robo, adulterio, asesinato y muchos otros crímenes; sin embargo, sus nombres están sobre las puertas de la Santa Ciudad. ¿Por qué? Porque eran pecadores salvos por gra- cia. Aceptaron el consejo divino, se arrepintieron de sus pecados, experimentaron la gracia salvadora de Dios y fueron vencedores.
Sus nombres están escritos allí para darnos esperanza. Si ellos pudieron, nosotros también. Si ellos están allí, nosotros también podemos estar allí. Si la familia de Jacob que pasó por tantos conflictos y dificultades, relaciones dañadas, disfuncionalidad puede estar allí, nuestras familias también pueden estar allí. Nunca se rindan, amigos, porque hay esperanza para ustedes, para sus hijos, para sus familias porque Jesús, el poderoso guerrero está a su lado.
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