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Venid a mí - El descanso

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). 

Judson Van De Venter escribió su himno más famoso en 1896. "Salvador a ti me rindo, obedezco solo a ti". Resulta que estas líneas eran autobiográficas. Más tarde escribió:
"Escribí el himno mientras dirigía una reunión en East Palestine, Ohio, en casa de George Sebring...Durante algún tiempo, había luchado entre desarrollar mis talentos en el campo del arte y dedicarme al trabajo evangelizador de tiempo completo. Por fin llegó la hora crucial de mi vida y entregué todo. Un nuevo día entró en mi vida. Me convertí en evangelista y descubrí en el fondo de mi alma un talento hasta ahora desconocido para mí. Dios había guardado una canción en mi corazón, y había tocando un acorde tierno; me hizo cantar."
Salvador a ti me rindo,
Obedezco solo a ti.
Mi guiador, mi fortaleza,
todo encuentro, Oh Cristo, en ti.
Yo me rindo a ti.
yo me rindo a ti;
Mi flaqueza, mis pecados,
todo rindo a ti.

¿Recuerdas el momento, en tu experiencia con Jesús, cuando finalmente te entregaste? Comparte ese momento con tu clase y concéntrate particularmente en la razón por la que te entregaste. 

Qué maravillosa promesa nos ha dejado Jesús en nuestro versículo para memorizar. Al fin y al cabo, ¿Quién no se ha sentido agobiado a veces, no tanto por el trabajo en sí (aunque con frecuencia también puede ocurrir) sino por la carga y la fatiga pesada que conlleva la vida misma? Y Jesús aquí nos está diciendo que él sabe por lo que estamos pasando, que puede ayudarnos; es decir, si se lo permitimos. Y luego, después de indicarnos que llevemos su yugo, Jesús dice: “Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:30). En otras palabras, deshazte de los yugos y las cargas que llevas (dámelos) y toma los míos sobre ti, porque los míos son más fáciles de llevar. ¿Cómo podemos experimentar el descanso del que habla Jesús? A fin de cuentas, vivimos en un mundo donde, después del pecado, el Señor le dijo a Adán: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan” (Génesis 3:19). Por lo tanto, sabemos lo que es trabajar y llevar cargas que pueden parecer demasiado difíciles de soportar, al menos por nuestra cuenta.

1. “YO OS HARÉ DESCANSAR”

En Mateo 11:20 al 28 Jesús dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”.


¿Cuál es el contexto de esta declaración? 
¿Cómo nos da Jesús este descanso? 

"Vengan" puede significar muchas cosas. Puede significar una invitación amistosa. Un simple "ven" nos mueve a la acción. También es una expresión de amistad, confianza, afecto. "Vengan" presupone una relación previa. Necesitamos conocer a aquel que nos invita a ir. El "ven" de Dios a menudo requiere valor y confianza. A menudo nos enfrentamos a decisiones críticas que requieren que nos concentremos en lo que es prioritario. Necesitamos rendirnos.
Mateo 11 marca un punto de inflexión en el Evangelio de Mateo. 
Las declaraciones que denuncian a importantes ciudades galileas son las más duras que se hayan oído hasta ahora en el Evangelio. Jesús no intenta congraciarse; pone el dedo en la llaga. Se relaciona con la gente “equivocada” (Mateo 9:9-13); su pretensión de poder perdonar pecados es escandalosa a los ojos de los dirigentes religiosos (Mateo 9:1-8). De hecho, Jesús pronuncia algunas palabras poderosas de condenación sobre el pueblo, e incluso lo compara, desfavorablemente, con Sodoma, que en ese entonces (al igual que hoy) era considerada un lugar de implacable maldad. “Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti” (Mateo 11:24). Las tensiones aumentan y, no obstante, en medio de todo esto, Jesús cambia de marcha y ofrece un verdadero descanso. Él puede hacerlo porque “todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre” (Mateo 11:27). La capacidad de Jesús para dar descanso se basa en su divinidad y su unidad con el Padre. Antes de que podamos llegar a deshacernos de nuestras cargas, debemos comprender que no podemos llevarlas solos. De hecho, la mayoría no podrá deshacerse de ellas a menos que reconozca su verdadera condición. La invitación de Jesús se basa en la necesidad. “Venid” representa la condición previa para encontrar descanso. “Venid” significa que debemos ceder el control. En una época en la que podemos controlar convenientemente muchas cosas de nuestra vida a través de los teléfonos inteligentes, ir a Jesús no es el camino natural. De hecho, para la mayoría, rendirse es la parte más difícil de la vida cristiana. Nos encanta hablar, y con razón, sobre todo lo que Dios hace por nosotros en Cristo y que no podemos salvarnos a nosotros mismos, o cosas por el estilo. Todo eso es cierto. Pero, al final, todavía tenemos que tomar la decisión consciente de “venir” a Jesús, lo que significa entregarnos a él. Aquí es donde la realidad del libre albedrío se convierte en el centro de la vida cristiana. 

¿Qué cargas llevas?
Muchas veces sentimos que la rendición está relacionada de alguna manera con la derrota y la debilidad, no obstante, solo al rendirnos podemos encontrar descanso. Jesús simplemente nos llama a ir a él.  Tenemos que aceptar a Jesús en su invitación y dejarnos llevar por la promesa de su amor y su poder, abandonar la lucha y entrar en su descanso. Jesús nos ofrece un proceso de transformación de por vida, para recrear en nosotros la persona que originalmente quiso que fuéramos.
¿Cómo puedes aprender a dárselas a Jesús y experimentar el descanso que él ofrece, y a un costo tan grande para él?

2. “LLEVAD MI YUGO SOBRE VOSOTROS” 

En Mateo 11:29 y 30. ¿Por qué nos exhorta Jesús a llevar su yugo inmediatamente después de habernos invitado a entregarle nuestras cargas y hallar verdadero descanso? 

“Llevad” y “aprended” centran la atención de la audiencia (y del lector) en Jesús. Debemos llevar su yugo y aprender de él. La íntima relación de la Deidad entre el Padre y el Hijo (que ya se insinúa en Mateo 11:25 al 27) ofrece una ilustración poderosa que puede explicar la metáfora del yugo en estos versículos. El Padre y el Hijo trabajan unidos para salvar a la humanidad. Si bien el yugo es un símbolo de sumisión (ver Jeremías 27), también es una metáfora que comunica unidad de propósito. Nos sometemos a su yugo y aceptamos la tarea que él nos encomienda de bendecir a quienes nos rodean. Nosotros no llevamos su yugo; simplemente, estamos uncidos a él porque su yugo “es fácil” y su carga “es ligera” (Mateo 11:30). 

“Aprended de mí”, reitera este concepto. En griego, el verbo “aprender” se relaciona con el término “discípulo”. Cuando aprendemos de Jesús, somos verdaderamente sus discípulos. La obediencia y el compromiso son características del discipulado. ¿Cuál es la diferencia entre estar “cargados” (Mateo 11:28) y llevar su yugo (11:29)? El yugo como metáfora de la Ley era común en el judaísmo. Hechos 15:10 lo utiliza en referencia a la ley de la circuncisión. Gálatas 5:1 contrasta la libertad que ofrece Jesús con el yugo de la esclavitud, que es una referencia a la Ley como medio de salvación. El hecho de estar uncidos a Jesús enfatiza la obediencia y el compromiso de seguir sus pasos y participar en su misión. Si bien no podemos aspirar a agregar nada a la salvación que Jesús ganó para nosotros en la Cruz, sí podemos convertirnos en sus embajadores y compartir las buenas nuevas con quienes nos rodean. 

La interpretación que Jesús hace de la Ley, como lo demuestra en el Sermón del Monte (Mateo 5-7), es aún más radical que la que adoptan los fariseos. Requiere cirugía del corazón y transforma nuestras motivaciones; y su yugo es fácil y su carga es ligera (Mateo 11:30). ¡Qué promesa maravillosa! Descanso para vuestras almas. 
¿Cómo has vivido ese descanso? ¿Cómo es? 
Al centrarnos en Jesús y en lo que él nos ofrece, ¿cómo podemos comenzar a conocer ese descanso?

3. “SOY MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN” 

La mansedumbre es una cualidad menospreciada en la actualidad. La humildad es motivo de burlas. Las redes sociales nos han enseñado a prestar atención a lo estridente, lo ruidoso, lo misterioso y salvaje, y lo extravagante. “El conocimiento de la verdad no depende tanto de la fortaleza intelectual como de la pureza de propósito, la sencillez de una fe ferviente y dependiente. Los ángeles de Dios se acercan a quienes con humildad de corazón buscan la dirección divina. Se les da el Espíritu Santo para abrirles los ricos tesoros de la verdad” (PVGM 39). 

Leamos Mateo 5:5; 1 Pedro 3:4; e Isaías 57:15. ¿Cómo definirías la mansedumbre y la humildad sobre la base de estos versículos? Pablo alude a “la mansedumbre y ternura de Cristo” en 2 Corintios 10:1. 

¿Por qué Dios oculta el plan de salvación (“estas cosas”) de los sabios y entendidos y se las revela a los niños? 

La mansedumbre y la humildad no son descripciones de una presa fácil, de gente que no puede mantenerse firme en su postura. El mismo Jesús no buscaba la confrontación, y con frecuencia la evitó porque su misión aún no se había cumplido (Juan 4:1-3). Sin embargo, cuando lo confrontaron, respondió con valentía, pero al mismo tiempo se expresó con amabilidad. Al lamentarse sobre Jerusalén justo antes de la Cruz, por ejemplo, no profirió maldiciones, sino imágenes verbales de un futuro devastador bañadas en lágrimas (Lucas 19:41–44). El Nuevo Testamento a menudo describe a Jesús como el segundo Moisés. Él habla desde un monte al exponer los principios de su Reino (Mateo 5:1). Provee comida milagrosa a grandes multitudes (14:13-21). Números 12:3 describe a Moisés como “manso”, lo cual se repite en Mateo 11:29. Los testigos de la alimentación de los cinco mil exclaman maravillados: “Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo” (Juan 6:14). La humildad y la mansedumbre de Jesús superan claramente a las de Moisés. 

En definitiva, él es nuestro divino Salvador. Aunque Moisés se ofreció a entregarse para salvar a su pueblo (Éxodo 32:32), su muerte no habría logrado nada, porque Moisés era pecador y él mismo necesitaba un Salvador, alguien que cargara con sus pecados y que pagara por ellos. Si bien podemos aprender de Moisés y la historia de su vida, no podemos hallar salvación en él. Antes bien, necesitamos un Salvador que pueda ocupar nuestro lugar, no solo como Intercesor sino además como nuestro Sustituto. La intercesión es importante, pero solo el Dios que pende de la Cruz con la carga de nuestro pecado, aquel que pagó en sí mismo el castigo de nuestro pecado, es quien puede salvarnos de las consecuencias legales que nuestros pecados nos causarían merecidamente. Por eso, por más grande que fuera el ejemplo que Jesús nos haya dejado, todo sería en vano sin la Cruz y la Resurrección.

4. “PORQUE MI YUGO ES FÁCIL” 

Reflexiona en esta idea de ser “manso y humilde de corazón”. ¿No es eso malo para la autoestima de una persona? ¿No deberíamos sentirnos bien con nosotros mismos, especialmente con alguien que de todos modos lucha con sus propias dudas? La Cruz, y lo que esta representa, ¿cómo nos ayuda a entender lo que Jesús quiere decir acerca de ser “manso y humilde”? Es decir, en presencia de la Cruz, ¿por qué la mansedumbre y la humildad son las únicas actitudes realmente apropiadas que debemos tener?
Ya hemos notado que el uso que hace Jesús de “yugo” en esta parte refleja el uso que hace el judaísmo del término y de otros pasajes del Nuevo Testamento que se refieren a una interpretación errónea de la Ley. El término griego traducido como “fácil”, en Mateo 11:30, también se puede traducir como “bueno, agradable, útil y benévolo”. Muchos a nuestro alrededor consideran que la Ley de Dios es pesada, difícil de cumplir y, a veces, irrelevante. ¿Cómo podemos ayudarlos a descubrir la belleza de la Ley e inspirar amor por el Legislador? 

Los padres siempre recuerdan el momento en que su hijo dio ese primer paso. A un primer paso vacilante le sigue un segundo paso tentativo, luego un tercero, y para entonces es más probable que el niño tropiece y caiga. Puede haber algunas lágrimas y quizás hasta un moretón, pero una vez que el niño haya sentido la libertad del movimiento, se levantará y volverá a intentarlo. Caminar, caerse, levantarse, caminar, caerse, levantarse... La secuencia se repite muchas veces antes de que el niño pueda caminar con seguridad. Y, sin embargo, en medio de tropiezos y caídas, hay una carita orgullosa que declara triunfal: ¡Papá, mamá, puedo caminar! Caminar con Jesús quizá no siempre sea fácil, pero siempre es bueno y apropiado. Podemos tropezar, incluso podemos caer; sin embargo, podemos levantarnos y seguir caminando con él a nuestro lado. 

En Gálatas 5:1, Pablo escribió: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”. ¿Qué significa eso? ¿De qué modo Cristo nos ha hecho libres? ¿Cuál es la diferencia entre el yugo que nos pide que llevemos y el “yugo de esclavitud” contra el que nos advierte Pablo? Si bien no sabemos exactamente lo que Pablo quiso decir con el “yugo de esclavitud”, podemos asegurar que no se refería a la obediencia a la Ley de Dios, los Diez Mandamientos. 

Al contrario, es a través de la obediencia, mediante la fe (sabiendo que nuestra salvación está asegurada no sobre la base de la Ley, sino de la justicia de Cristo que nos cubre), que podemos tener verdaderos descanso y libertad. 
¿Por qué hay más descanso en llevar una vida de obediencia a la Ley de Dios que en desobedecer esa ley?

5. “Y LIGERA MI CARGA” 

La declaración final de Jesús en Mateo 11:30 usa la imagen de llevar una carga: “Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Moisés estaba contento al ver a su suegro Jetro después de que Israel salió de Egipto y cruzó el mar. Lee Éxodo 18:13 al 22. ¿Cómo es llevar la carga de otra persona en esta historia? Éxodo 18:13 nos dice que el pueblo acudía a Moisés para resolver pleitos desde la mañana hasta el atardecer. Cuando el suegro de Moisés vio esto, le suplicó encarecidamente a su yerno que organizara una estructura que le permitiera concentrarse en las cosas grandes, mientras confiaba a otros que se encargaran de las cosas más simples. Las Escrituras nos dicen que Moisés escuchó la voz de Jetro e implementó estos cambios alentadores. Cuando Jesús nos dijo que su carga es ligera, quiso recordarnos que podemos confiar en él, el mayor Portador de cargas. Como Moisés, debemos aprender que necesitamos que otros compartan nuestras cargas. 

En 1 Corintios 12:12 al 26, la imagen de Pablo acerca del cuerpo de Cristo ofrece una buena ilustración de cómo se pueden compartir las cargas. Necesitamos un cuerpo funcional para poder soportar cualquier peso. Necesitamos piernas, brazos, hombros, músculos y tendones para llevar cualquier cosa. 

Lee Gálatas 6:2. Ayudarnos a llevar los unos las cargas de los otros ¿cómo nos ayuda a cumplir la ley de Cristo? El contexto inmediato de este pasaje puede ofrecer alguna ayuda. En Gálatas 6:1, Pablo declara que si un hermano cae en tentación debemos restaurar a esa persona con un espíritu de mansedumbre (recuerda la declaración de Jesús en Mateo 11:29 de que él es manso). 

Llevar las cargas significa restaurar a alguien que se ha desviado para ayudar a esa persona a ver la gracia divina. Pero también significa ayudarnos unos a otros cuando nosotros, o ellos, padecemos dificultades. El término griego para “carga” puede referirse a un peso pesado o una piedra. Es un recordatorio de que todos llevamos cargas y que todos necesitamos a quienes puedan ayudarnos a llevar la carga. Compartir la carga es una actividad de la iglesia, ordenada por Dios, que requiere mansedumbre y produce compasión. 

Piensa en la última vez que alguien te ayudó a llevar una carga con la que estabas luchando. 
¿Por qué eso significó tanto para ti? ¿Qué carga puedes ayudar a llevar? ¿Cómo podemos ayudar a acercarse a Jesús y a hallar descanso a quienes nos rodean y luchan con sus cargas? 

CONCLUSIÓN

La entrega comienza con la sumisión. Reconocemos nuestra necesidad y entregamos voluntariamente "la llave" de nuestro corazón y voluntad. La entrega es ese momento en el que nos damos cuenta de que nuestra estrategias y mecanismos de afrontamiento son inútiles y destructivos. La entrega es el reconocimiento de que estamos enfermos del virus del pecado. Rendirse es darse cuenta de que nuestros esfuerzos y conductas no funcionan. La verdadera entrega de la decisión consciente de darnos sin reservas a Dios. Rendirse no significa que prometemos hacerlo mejor, porque todos sabemos que no podemos controlar nuestros pensamientos o compulsiones, gustos a anhelos profundos. Aún podemos rendirnos, incluso si sabemos, incluso si sabemos que no tenemos una fuerza de voluntad sólida o si estamos luchando con alguna adicción o años de malos hábitos firmemente establecidos. Rendirse no es rendirse a menos que sea al 100%. Rendirse es abandonar las promesas incumplidas y los intentos desesperados. Rendirse es darnos cuenta de que no sabemos cómo hacerlo. Aunque no sabemos cómo cambiar nuestro corazón o cómo liberarnos de las cosas que nos dominan, podemos optar por rendirnos. Debemos abandonar todo lo que sea un ídolo en nuestra vida. esto puede incluir relaciones, objetos, sueños, adicciones o placeres que alejan nuestro corazón de Jesús. Todo necesita ser entregado a Dios. Dios no quiere que renunciemos a nada que sea para nuestro beneficio eterno, y nos ofrece una vida mucho mejor que cualquier otra cosa a la que tratemos de aferrarnos. Como dice Jim Elliot: "No es tonto el que da lo que no puede conservar para ganar lo que no puede perder".
"Puedes darle tu voluntad; entonces él obrará en ti tanto el querer como el hacer de acuerdo con su voluntad. De este modo tu naturaleza entera será puesta bajo el dominio del espíritu de Cristo; tus afectos se centrarán en él y tus pensamientos estarán en armonía con él" CC, 42.

En Santiago 4:7 Someterse a Dios inicia el proceso de entrega. El siguiente paso es la resistencia activa al diablo.
En Proverbios 23:26 vemos que cuando  nos damos cuenta que somos hijos de Dios y de que nuestro Padre divino tiene buenas intenciones, podemos darle nuestro corazón. La segunda mitad de esta línea poética siempre sorprende. Cuando lo hagamos, encontraremos deleite en sus caminos. estaremos de pie con la boca abierta, mirando cómo nos transforma.
“Cuando les parezca que su trabajo es rudo, cuando se quejen de dificultades y pruebas, cuando digan que no tienen fortaleza para resistir la tentación, que no pueden vencer la impaciencia y que la vida cristiana es una tarea penosa, estén seguras de que no están llevando el yugo de Cristo; están llevando el yugo de otro maestro” (CN, 251, 252). 

“Se necesitan vigilancia constante y devoción ferviente y amante, pero ellas vendrán naturalmente cuando el alma sea preservada por el poder de Dios mediante la fe. No podemos hacer nada, absolutamente nada, para ganar el favor divino. No debemos confiar en absoluto en nosotros mismos ni en nuestras buenas obras. Sin embargo, cuando vamos a Cristo como seres falibles y pecadores, podemos hallar descanso en su amor. Dios aceptará a cada uno que acuda a él confiando plenamente en los méritos de un Salvador crucificado. El amor brota en el corazón. Puede no haber un éxtasis de sentimientos, pero hay una confianza continua y serena. Toda carga se hace liviana, pues el yugo que impone Cristo es fácil. El deber se convierte en una delicia; y el sacrificio, en un placer. La senda que antes parecía sumida en tinieblas se convierte en brillante con los rayos del Sol de Justicia. Esto es caminar en la luz así como Cristo está en la luz” (FO 38, 39).

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