INTRODUCCIÓN
Que la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo esté con ustedes ahora y siempre. Estamos comenzando una travesía muy especial, una serie sobre familia. Una serie de ocho temas, y el tema de la semana es: Jun- tos rumbo al cielo. Cuando se habla de semana de oración generalmente la gente piensa en sermones, en temas, pero nosotros queremos invitar- los a tener una Semana Especial de Oración. Dedicar tiempo para orar. Y la propuesta que tenemos para ustedes es muy sencilla. Deberán orar al final de cada tema, pero queremos invitarlos también a orar el comienzo de cada mañana y cada noche antes de ir a dormir. Y cada día de esta semana oraremos por un grupo específico de personas. Pediremos a Dios que tenga misericordia de un grupo específico de personas. ¿Aceptan el desafío? ¿Vamos a participar juntos de esta semana? Estudiaremos la Biblia, haremos algunas consideraciones sobre temas especiales y también nos pondremos en la presencia de Dios para pedirle misericordia y la bendición para nuestros seres queridos.
ORACIÓN INICIAL
Señor nuestro Dios y Padre. Antes de abrir tu Palabra, nos reunimos aquí para pedirte que el Espíritu Santo, que es el Autor de las Sagradas Escrituras, sea también nuestro Intérprete en este instante, pues solo él conoce lo más profundo de nuestro ser, sabe nuestras necesidades reales. Por eso, te suplicamos que hables a nuestro corazón, queremos y necesitamos oír tu voz. Te lo pedimos y agradecemos en el nombre de Jesús, amén.
1. ¿CUÁL ES NUESTRA CONDICIÓN HOY?
Quiero invitarlos a abrir la Biblia junto a mí para leer Éxodo 10:8-10: “Y Moisés y Aarón volvieron a ser llamados ante Faraón, el cual les dijo: ‘Andad, servid a Jehová vuestro Dios. ¿Quiénes son los que han de ir?’. Moisés respondió: ‘Hemos de ir con nuestros niños y con nuestros viejos, con nuestros hijos y con nuestras hijas; con nuestras ovejas y con nuestras vacas hemos de ir; porque es nuestra fiesta solemne para Jehová’. Y él les dijo: ‘¡Así sea Jehová con vosotros! ¿Cómo os voy a dejar ir a vosotros y a vuestros niños? ¡Mirad cómo el mal está delante de vuestro rostro!’”.
¡Miren qué interesante! Faraón le hizo una propuesta a Moisés, ocurrió entre la octava y la novena plaga. ¿Recuerdan? El pueblo de Dios estaba cautivo en Egipto, y ahora están listos para ser librados del cautiverio, y ante la dureza del corazón de Faraón, el Señor comienza a enviar las plagas, y Faraón está imperturbable, y después de la plaga de las langostas, Faraón llama a Moisés y le hace la siguiente propuesta: “Vayan ustedes, pero dejen aquí en Egipto a vuestros hijos”. Faraón sabía que, si ellos iban a adorar y los niños quedaban, tendrían que volver, y así él no perdería a los esclavos. Faraón sabía el cuidado que el pueblo de Dios tenía con sus hijos. ¿Y cuál fue la respuesta de Moisés? “Mira Faraón, nosotros iremos y llevaremos con nosotros a nuestros hijos, a nuestras hijas, a nuestros ancianos y nuestros animales, saldremos y llevaremos todo”. Lo que Moisés estaba diciendo es que no dejarían absolutamente a nadie atrás. Pero ahora la pregunta que no podemos callar: Para dejar de ser esclavo, para tener la libertad, ¿dejaría a su hijo o a su hija atrás? Usted que es padre, usted madre, ¿abandonaría a su hijo y a su hija? Felizmente, el líder Moisés respondió con mucha determinación a Faraón. “No dejaremos a nadie atrás y punto. Todos, como una sola familia, iremos a celebrar al Señor, juntos adoraremos al Señor, iremos juntos a la tierra prometida”.
Saben, aquí vemos con claridad algunas lecciones importantes para nuestros días. Pero, la realidad es que hoy no es diferente. Somos esclavos, estamos como esclavos, estamos aquí en este mundo oscuro, en este mundo lleno de pecado, y en ese contexto trazando un paralelo, nuestra realidad es semejante a la del pueblo de Dios en el pasado. Y la buena noticia es que nosotros ya estamos listos a ser librados de la esclavitud del pecado. Y la pregunta que surge es: ¿Será que dejaremos atrás a nuestros seres queridos?
Las señales dejadas por Jesucristo y registradas en Mateo 24 ya están prácticamente cumplidas, casi todo lo que tenemos revelado en las Escrituras como señales que anteceden a la segunda venida de Cristo se están cumpliendo. O sea, dentro de poco dejaremos nuestro cautiverio aquí. De a poco vemos la angustia apoderándose de la humanidad, y pronto tendremos la convicción de que Jesús vendrá y nos llevará a vivir con él para siempre. Pero, la gran pregunta es: ¿Dejaremos atrás a nuestros queridos? Cuando leemos en Hebreos 10:36, 37, vemos: “porque os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará”.
Lo que está diciendo la Biblia es que Jesús vendrá pronto. Siendo así, todo lo que debemos hacer es prepararnos para subir y vivir la eternidad con Jesús y con nuestra familia. ¿Entiende querido hermano, querida her- mana, la gravedad del momento en que estamos viviendo? Este tiempo en que enfrentamos una pandemia, sin duda, es una prueba de que pronto dejaremos el cautiverio, la esclavitud del planeta Tierra.
Saben, hasta podemos tener buenos momentos todavía aquí, podemos vivir bien en familia y disfrutar cosas buenas, pero son raros. La ver- dad es que la mayoría de las veces lo que tenemos es preocupación, dolor, sufrimiento, y la gran pregunta es: ¿Está dispuesto a prepararse junto con su familia para ir juntos al cielo? Y otra pregunta que debemos hacernos hoy es: ¿Quiénes queremos que vayan con nosotros al cielo? ¿A quiénes pensamos preparar para que vayan con nosotros al cielo?
2. ¿QUIÉN QUEREMOS QUE VAYA AL CIELO CON NOSOTROS?
La presencia de Jesús y las incontables ventajas de vivir sin las con- secuencias del pecado hacen que deseemos más la eternidad. ¿Hemos soñado, deseado la eternidad donde no tendremos pérdidas, dolor, preocupaciones, enfermedades y luchas?
El deseo que debe apoderarse totalmente de nuestro corazón es que nuestra familia esté con nosotros. Quiero preguntarle en este momento: ¿Por qué familiar suyo se está preocupando en este instante? ¿Quién de su familia todavía no aceptó a Jesús? O tal vez está apartado de los caminos del Señor, o está en la iglesia y está débil espiritualmente. Tal vez esa persona de la que usted piensa: si Jesús volviera hoy, probablemente no iría al cielo. ¿Ya pensó en uno o más nombres específicos?
Existen dos maneras de ayudar a esas personas de nuestra familia que queremos que estén en el cielo. Primero, ofrecerle lo mejor de nuestro testimonio. Necesitamos vivir en la práctica las enseñanzas de Jesucristo. Créalo, es una influencia poderosa en la vida de las personas que están a nuestro alrededor. Mucho más que nuestras palabras, nuestro ejemplo influye mucho más. Quizás tiene alguien en su familia a quien le gustaría influenciar. Vivamos los principios bíblicos en nuestra vida, y puede creer, ellos lo observan como también me observan a mí.
Y lo segundo, es que necesitamos orar para que Dios haga una obra verdaderamente transformadora en la vida de las personas que queremos ver en el cielo. Necesitamos pedir que Dios ponga en el corazón de esas personas el interés por las cosas espirituales. Hay una cita que dice: “Si en el seno del hogar hay alguien que no se ha convertido, debería ser objeto de las mejores atenciones por parte de los que conocen al Señor. Esta obra hay que realizarla con sabiduría para lograr el objetivo. En la medida en que el temor y el amor a Dios motive a los padres para salvar a los suyos, con toda seguridad el Señor bendecirá sus esfuerzos. Jesús está aguardando para concedernos dicha gracia” (EGW, Y recibiréis poder, MM, p. 138).
3. LA IMPORTANCIA DE DEDICAR TIEMPO A LA ORACIÓN
Hay algo especial que Dios desea hacer a través de nosotros. Y Dios nos tiene a usted y a mí para poder ayudar a los que ahora no se están preparando para ir al cielo. Son personas que están viviendo de manera displicente, totalmente despreocupadas por el regreso de Jesús. A través de nosotros, Dios tocará la vida de esas personas. Necesitamos dedicar tiempo diario de oración para clamar, para interceder ante Dios pidiendo misericordia por esas personas. Si en realidad queremos tocar el corazón de esas personas, necesitamos las dos cosas citadas: Dar testimonio, dar el ejemplo, y que muchas veces se da sin palabras, siendo mansos, humildes, comprensivos. Y la otra es orar de manera incesante por esas personas.
Si oráramos tanto como hablamos sobre la oración, nuestra experiencia sería diferente. A veces, predicamos sobre la oración, hablamos sobre la oración, pero no tenemos una vida de oración. Si dedicáramos más tiempo a la oración, la realidad sería diferente. Por eso, repito una vez más, si queremos que las personas de nuestra familia estén con nosotros en el cielo, debemos vivir lo que predicamos (dar un buen testimonio) y orar incesantemente por esas personas.
¿Sabe cuál es la mejor noticia que tenemos hoy? Tenemos un canal abierto entre nosotros y el dirigente del Universo. Por desgracia, hemos descuidado nuestro contacto con él. Infelizmente, muchas veces, nos olvidamos de ingresar a ese canal e interceder por nuestros queridos; Dios puede tocar el corazón de esa persona, si le pedimos, si insistimos y suplicamos. En Santiago 5:16, última parte del versículo, leemos: “La oración eficaz del justo puede mucho”. Aquí, justo no es la persona que no peca, que no hace nada malo, justo es quien ya entregó la vida al Señor Jesucristo. Y si usted ya entregó su vida a Jesús, está incluido aquí, es considerado como justo, y puede ahora interceder por los que todavía no tomaron esa decisión. Dios puede sensibilizar los ojos, la vida de nuestros familiares, los que todavía no logran ver, observar la belleza del plan de salvación ofrecido por Jesucristo. Dios puede trabajar en sus corazones de manera tan intensa que comiencen a desear esa salvación.
Vea esta cita: “Cuando el Espíritu del Señor actúe en el corazón de los padres, sus oraciones y lágrimas llegarán hasta Dios. Como respuesta a sus suplicas sinceras, recibirán gracia y sabiduría celestial que les permitirá obrar en favor de sus hijos no convertidos” (EGW, Y recibiréis poder, MM, 138).
CONCLUSIÓN
¡Qué mensaje extraordinario el que la profetisa Elena de White nos está transmitiendo! Cuando los padres oran fervorosamente por sus hijos, estos serán sensibilizados a prepararse para el cielo, claro, la elección de- pende de cada hijo, la decisión final es del hijo, pero a través de nuestras oraciones podrá ser influenciado.
Por eso, le hago a usted una propuesta en esta Semana de Oración: Después de cada meditación, de la presentación del tema, invitaremos a un grupo diferente de personas que queremos que vayan al cielo con nosotros.
El domingo de noche queremos orar por nuestros niños de la iglesia.
El lunes oraremos por nuestros adolescentes.
El martes oraremos por los jóvenes solteros y los enamorados.
El miércoles la oración será por todos los padres.
El jueves será la vez de los viudos y divorciados.
El viernes oraremos por nuestros ancianos.
El sábado oraremos por los matrimonios de la iglesia y aprovecharemos para hacer una renovación de los votos matrimoniales.
ORACIÓN
Hoy oraremos por un grupo específico de personas, son los responsables por la espiritualidad de la familia, en cada hogar debe haber un líder espiritual. Puede ser que en su casa, por ausencia de su marido, la madre sea la líder; queremos invitar para orar en este momento a los que son líderes de casa. “Señor Dios, queremos pedirte por los que son sacerdotes en el hogar, los que son responsables de la espiritualidad de la familia. Padre querido concédeles ánimo, valentía para que puedan llevar adelante la tarea de instruir, educar y, sobre todo, la tarea de conducir espiritualmente a todos los que están bajo esa responsabilidad. Padre querido, colocamos en este momento a cada sacerdote del hogar en tus manos. Pedimos tu bendición y tu unción, lo hacemos en el nombre de Jesús, amén”.
Lo esperamos mañana para continuar la programación de esta semana especial de la familia: Juntos rumbo al Cielo.
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