INTRODUCCIÓN
¡Qué bueno es encontrarnos otra vez! Estamos en una Semana de la Familia cuyo tema general es Juntos rumbo al Cielo. Bien, ¿qué queremos llevar al Cielo con nosotros? ¿Quiénes queremos que no falten en la eternidad cuando Jesús regrese? Creemos que todos ya estamos orando por esas personas.
Estamos agradecidos a Dios por el privilegio de la oración. La oración es realmente una gran bendición de Dios, un privilegio que tenemos de hablar con Dios, de presentarle nuestros deseos y nuestras necesidades. Hoy oraremos por nuestros hijos adolescentes. ¿Tiene un hijo o hijos adolescentes? Esa es, tal vez, la fase de nuestros hijos con más desafíos. En los días anteriores, ya hablamos un poco sobre el hecho de que no vienen con un manual de instrucciones, de que cada uno es diferente al otro y de que debemos adaptarnos a cada fase de sus vidas. Por eso, reconocemos que necesitamos de la orientación divina.
Antes de abrir la Biblia, oremos a Dios y pidamos su iluminación en el estudio de la Palabra.
ORACIÓN INICIAL
Cierre los ojos para pedir la iluminación, la bendición y la presencia de nuestro Padre celestial.
“Maravilloso Dios, te agradecemos por esta semana de oración, por los temas que estamos tratando aquí y por el propósito de orar cada día por un grupo específico de personas. Hoy queremos pedir por nuestros queridos adolescentes. Ellos tienen muchos desafíos, son inteligentes, y por eso cada día, Padre, sentimos la necesidad de depender más de ti. Queremos pedir la unción de tu Espíritu para nuestro tema de este momento. Suplicamos que tú nos des la iluminación necesaria para entender tus propósitos. Oramos en el nombre de Jesús, amén.
Hoy vamos a hablar de alguien que hizo una elección acertada. Abramos la Biblia en Daniel 1:8
“Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse”.
Cuando fue llevado cautivo como esclavo a Babilonia, Daniel era solo un adolescente. Se cree que debía tener aproximadamente 17 años. Muchas veces subestimamos a nuestros hijos creyendo que un adolescente todavía no tiene condiciones de tomar una decisión acertada, o de hacer buenas elecciones. Pero hoy aprenderemos como podemos vencer ese desafío y ayudar a nuestros adolescentes a pasar bien de la adolescencia hasta la fase adulta.
La preocupación principal que como padres tenemos con nuestros hijos adolescentes es que ellos se preparen para la vida, que estudien, que sean buenos alumnos, que tengan buenas relaciones, y sobre todo, relaciones saludables, pero también nos preocupamos por su preparación para la eternidad.
Sin embargo, existe una preocupación mayor y más importante que la preparación para la vida, que por desgracia para algunos pasa desapercibida. Por eso, hoy nos enfocaremos la preparación de nuestros hijos para la eternidad.
No podemos olvidar jamás que la mayor influencia para la cuestión espiritual viene de nosotros mismos. Y, por supuesto, nos preocupamos cuando se apartan de los caminos de Dios, de los principios dados por Dios. Recibimos innumerables pedidos de oración de los padres por sus hijos, que se apartaron de los caminos de Dios (el autor se refiere a los pedidos de oración que recibe en el programa “Lugar de Paz” en la TV Nuevo Tiempo, en el cual él es el presentador). Cuántos de ellos se encuentran sumergidos en las drogas, en el mundo del crimen y en tantos otros problemas. Esos padres muchas veces mencionan: “Ah, mi hijo se fue de la iglesia, fue Conquistador, fue a la escuela adventista, fue bautizado en la iglesia, pero hoy...”
Y el deseo de esos padres es que sus hijos sean rescatados, que vuelvan a los caminos del Señor. Ningún padre o madre quiere perder a un hijo para el enemigo.
Pensemos un poco en la historia de Daniel. Ese esclavo que fue seleccionado para vivir en el palacio, en Babilonia. Él podría haberse ambientado allí, haberse acomodado y podría hasta haber pensado: “Bien, yo ya estoy lejos de mis padres, en otro país. Aquí necesito adaptarme a la nueva cultura. Si quiero ser bien recibido, tendré que hacer todo lo que me ordenan”. Pero no fue así.
La decisión de Daniel fue totalmente diferente. Veamos lo que Daniel y sus amigos decidieron y escogieron hacer. Sus decisiones hicieron la gran diferencia y seguramente la harán también en la vida de nuestros hijos.
1. DECISIONES QUE HICIERON LA DIFERENCIA
En la primera comida como esclavo en Babilonia, él tuvo una actitud extraordinaria. Junto a sus amigos decidió lo siguiente: “Yo no comeré de las cosas que están poniendo sobre la mesa. No voy a comer las finas comidas ofrecidas a los jóvenes de la corte”.
Las actitudes y elecciones de Daniel determinaron su éxito en Babilonia:
a) Ser temperante, esa fue su primera elección (Daniel 1:8). No comer ciertos alimentos que, según había aprendido en su casa, no hacen bien a la salud y a la mente.
b) Eligió continuar orando tres veces al día (Daniel 6:10). Seguramente en su casa él había visto a sus padres orar y lo habían invitado a orar en los horarios específicos, de mañana, al medio día y por la tarde. Él continuó practicando lo que ya hacía en su hogar.
¡Qué bueno sería si en nuestros hogares tuviéramos esa práctica! Eso sería una buena referencia y ayudaría a nuestros adolescentes a enfrentar las tentaciones del mundo. Ellos no serían influenciados por sus colegas que viven de otra manera.
c) Eligió ser siempre leal a los principios divinos (Daniel 6:22). Citaremos aquí el episodio del foso de los leones. Daniel rehusó adorar al monarca, adorar al rey que, aunque era su jefe, él sabía que no podría poner a una persona en el lugar del único Dios verdadero. Daniel prefirió pasar una noche en el foso de los leones hambrientos que cambiar la adoración al Dios soberano. Él no cambió sus principios.
No siempre nuestros hijos toman actitudes como esas, desgraciadamente. Esa es la gran razón de nuestra preocupación como padres. A veces, justamente con la mala elección de las amistades, vienen los vicios y los malos hábitos, que generalmente comienzan con un simple: “Papá, mamá, eso no tiene nada que ver”.
A veces es una decisión con una elección aparentemente sin consecuencias, pero que traerá terribles consecuencias, y es obvio, muchas preocupaciones para los padres.
Tal vez alguien pueda estar oyendo este mensaje, y pensando así: “Yo ya no sé qué hacer con mi hijo. ¡Cuántas noches de sueño perdidas esperando que mi hijo vuelva a casa, esperando que llegue a ver si está todo bien!”
La verdad es que Dios sigue de cerca la situación de nuestros hijos y está dispuesto a ayudarnos en la obra de rescatarlos.
Bueno sería si nuestros hijos fueran como Daniel, que decidió mantenerse firme a los principios que recibió de sus padres. Y aunque estaba lejos no se desvió del camino del Señor.
¡Cuántos pedidos de oración de madres cuyos hijos están involucrados con las drogas, el alcohol, la prostitución, entre otras cosas! Muchos de ellos se culpan por las elecciones de sus hijos. Pero no podemos olvidarnos de que allá en el Edén, en un ambiente de perfección, Adán y Eva eligieron pecar. Y en el Cielo, en medio y la santidad y perfección, un tercio de los hijos de Dios, que eran los ángeles perfectos, eligió rebelarse contra un Padre perfecto, Dios.
Ahora piense que nosotros no somos perfectos. Somos pecadores y fallamos. Por eso, no se martirice, no se culpe. Dios dio libre albedrío, y nosotros no podemos decidir por nuestros hijos.
La historia del pecado es muy cruel. Aun haciendo lo mejor posible, con las mejores intenciones, aun así, las cosas pueden resultar equivocadas. Al final de cuentas, estamos en un mundo de pecado.
A nuestros ojos parece que sería bueno si pudiéramos elegir por nuestros hijos, si pudiéramos prestarles nuestra madurez. Pero, existe algo que no podemos olvidar: la individualidad, el libre albedrío. Nuestros hijos no son muñecos o nuestros esclavos. Dios no actuó así con nosotros, y nosotros no tenemos el derecho de hacerlo con nuestros hijos. Ellos deben hacer sus elecciones, tomar sus decisiones y cargar las consecuencias. Y qué duro es verlos irse por caminos de destrucción. A veces, hablamos, los alertamos, pero ellos no nos escuchan.
Dios ha sido misericordioso. Quiero creer que hoy el Señor puso delante de nosotros este mensaje especialmente para hacernos reflexionar y pensar que estar culpándose solo empeorará la situación. Pero todavía hay esperanza. Para Dios no hay casos perdidos. Él no desistirá de su hijo. Por eso continuemos orando e intercediendo por nuestros hijos.
Volvamos a la historia de Daniel. La propuesta en el corazón de Daniel de mantenerse fiel a sus principios y a su Dios hizo toda la diferencia en su vida. Él decidió practicar las costumbres y principios que había aprendido en su casa.
Aquí hay una lección importante que necesitamos aprender como padres.
De la Mediocridad
Personas sin sueños, sin planes, sin metas y sin objetivos
Personas desordenadas y desorganizadas
Conformismo
De la Vanidad
Personas desordenadas y desorganizadas
Conformismo
De la Vanidad
Autosuficiencia, arrogancia,
Derroche, Despilfarro
Auto compasión, Autogratificación
Del Libertinaje
Derroche, Despilfarro
Auto compasión, Autogratificación
Del Libertinaje
Vicios
Extravagancia
Hedonismo autóctono, pop y religioso
El camino de la Excelencia - El tercer camino
Rompe la Rutina
Supera la Mediocridad
Nos libra de ser Indiferentes
Impide el Conformismo
Nos rescata de la Tibieza - Más o menos - Tibios (Apocalipsis 3:15, 16). El evangelio de la tibieza es el evangelio del diablo. Oseas 7:8 - Efraín era Torta a medio cocinar.
Debemos ser siempre lo mejor. Proverbios 14:12
Recuerda que cuando Jesús venga habrá 3 grupos:
Extravagancia
Hedonismo autóctono, pop y religioso
El camino de la Excelencia - El tercer camino
Rompe la Rutina
Supera la Mediocridad
Nos libra de ser Indiferentes
Impide el Conformismo
Nos rescata de la Tibieza - Más o menos - Tibios (Apocalipsis 3:15, 16). El evangelio de la tibieza es el evangelio del diablo. Oseas 7:8 - Efraín era Torta a medio cocinar.
Debemos ser siempre lo mejor. Proverbios 14:12
Recuerda que cuando Jesús venga habrá 3 grupos:
Los que se alegrarán
Los que se esconderán
Los que Jesús no conoce
Los que se esconderán
Los que Jesús no conoce
Ten en cuenta que nuestro Dios es un Dios de calidad total. Romanos 12:1.
2. PADRES DESCONOCIDOS, PERO FUNDAMENTALES
La Biblia no dice absolutamente nada de los padres de Daniel. No sabemos sus nombres, pero ellos fueron fundamentales para que Daniel lograra vencer las tentaciones y las malas influencias de Babilonia. Siempre destacamos a Daniel como un joven notable. Usamos su ejemplo de actitud de no contaminarse con las cosas del mundo. Sin embargo, sus padres tuvieron una importancia fundamental en su educación.
Fueron ellos los que le enseñaron a comer saludable, a elegir no embriagarse, a usar agua en vez de vino. Fueron los padres los que enseñaron a Daniel a tener una vida de oración, no solo con las palabras, sino sobre todo, con el ejemplo. Fueron sus padres los que le enseñaron a tomar decisiones y a hacer elecciones correctas.
¡Cuántas generaciones fueron bendecidas por los principios de vida implantados en la educación de Daniel! ¡Cuántos han sido beneficiados con esa experiencia de Daniel! ¡Y cuán real es la historia de Daniel para nuestros días!
Nosotros también podemos implantar marcas espirituales en la vida de nuestros hijos. Al final de este mensaje veremos cómo podemos mar- car esa diferencia en la vida de nuestros hijos.
3. LOS JÓVENES REFLEJAN A SUS PADRES
Créalo, los jóvenes, los adolescentes reflejan a sus padres. Por supuesto eso aumenta más nuestra responsabilidad. El gran mérito de Daniel fue simplemente utilizar todo lo que aprendió en su casa y ponerlo en práctica en su vida personal. Él fue de bendición para muchas vidas con su estilo de vida, y nosotros también somos bendecidos al leer su historia en la Biblia.
Hoy, muchos hijos son verdaderos dueños de su tiempo, de sus alimentos, de sus bebidas, de sus actitudes, tienen sus gustos, sus preferencias, porque no recibieron principios de sus padres.
La realidad es triste, hermanos. Cuando vemos que muchos hogares tercerizan la educación y hasta la paternidad. Los hijos están siendo enviados a las guarderías en los primeros meses de vida, donde reciben los cuidados y son alimentados por personas sin ningún temor de Dios y sin sus principios. Esa tercerización parece llegar a la iglesia también. Muchos padres solo dejan a sus hijos en la clase de la iglesia, no les compran la lección de la Escuela Sabática, no estudian diariamente con ellos. Solo los dejan en Aventureros o Conquistadores, pero no los acompañan en sus actividades.
Se nos exhorta a discipular a nuestros hijos. Sin embargo, ese discipulado tiene un precio, porque antes nosotros necesitamos vivir esos principios. Antes, necesitamos ponerlos en práctica en nuestra vida para que ellos aprendan, mucho más con nuestras palabras y con nuestro ejemplo.
Los textos del libro La educación cristiana de la educadora Elena de White nos ayudan mucho a enfrentar el desafío de educar a nuestros adolescentes. En uno de ellos, leemos:
“Se necesitan mucho estudio y oración ferviente en procura de sabiduría celestial para saber cómo tratar con las mentes juveniles, porque muchísimo depende de la dirección que los padres dan a la inteligencia y la voluntad de sus hijos” (24).
Queridos hermanos y amigos, necesitamos de esa sabiduría. Porque, como ya dijimos, los hijos son diferentes uno del otro, y no vienen con un manual de instrucciones.
Por eso, la oración es importante, y no podemos olvidarnos de nuestra propuesta del primer día. Hoy ya estamos en el tercer día de oración.
Queremos que nuestros hijos estén con nosotros en la eternidad. Deseamos que estén con nosotros en el Cielo y después en la Tierra Nueva, disfrutando junto con nosotros de lo que el Señor ha preparado para nosotros. No queremos que nuestros hijos queden atrás, y por eso queremos incentivarlos a orar, orar y orar por sus hijos, y a colocarlos en las manos de Dios todos los días. Que Dios nos use en la misión de formar herederos, no solo en esta Tierra, no solo buenos profesionales, no solo buenos ciudadanos, sino especialmente, que también estén preparados para vivir la eternidad con el Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
Mi sincero deseo es que nuestros hijos sean como Daniel, que siempre tomen decisiones del lado de Cristo; que sus principios sean los principios eternos aprendidos en el hogar. Que sean prósperos como lo fue Daniel.
Queremos invitarlos a orar no solo ahora, sino a orar en su casa en varios momentos del día. Escribiremos los nombres de nuestros hijos en un cuaderno, en una agenda de oración. Pongan papeles en varias partes de su casa para interceder continuamente a Dios por ellos. Si usted tiene dificultades para educar a su hijo, si tiene problemas con él, abra su corazón a Dios y converse con él: “Yo no sé criar a mi hijo para ti Señor, no logro conducir a mi hijo. Ayúdame, oriéntame...”.
Reconozcamos que tenemos falencias, somos débiles, somos pecado- res, que de repente no hemos sido un buen ejemplo, le diremos a Dios que no tuvimos la formación adecuada para educar a nuestros hijos, por eso necesitamos de la sabiduría divina, de la orientación de la Palabra de Dios. Busquemos en los Testimonios (El hogar cristiano, La conducción del niño, Consejos para los maestros, padres y alumnos) y supliquemos el bautismo diario del Espíritu Santo.
Pedimos que los adolescentes vengan aquí al frente en este momento. Queremos orar por ustedes.
ORACIÓN
Nuestro Padre celestial, queremos presentarte a nuestros hijos adolescentes en este momento. Queremos pedirte que les des la fuerza, el poder y la sabiduría de Daniel. Que continúen creciendo y desarrollándose. Y que tu nombre, Padre, sea glorificado en la vida de cada uno. Y al mismo tiempo en que oramos por nuestros queridos adolescentes, suplicamos también por nosotros, los padres. Porque queremos darles a nuestros hijos la mejor experiencia, queremos darles a nuestros hijos el mejor aprendizaje, y queremos pedirte Señor que nos instruyas cada día para que seamos sus mejores ejemplos. Nos colocamos junto con nuestros hijos en tus santas y bondadosas manos. Lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.
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