Jesús les dio a sus discípulos un nuevo sentido de propósito, un nuevo motivo para alegrarse en su ascensión.
Texto: Lucas 24:36-53
En la trilogía de las películas Volver al futuro, Michael J. Fox hace una aventura al pasado usando un auto Delorean que se transforma en máquina del tiempo. En el primer viaje, vuelve al año de la graduación de sus padres. Se da cuenta de que hacer cualquier alteración en el pasado puede alterar radicalmente el presente que conoce y el futuro. En su viaje al pasado, su madre, que es apenas una adolescente en la época, se enamora de un extraño que aparece de la nada, Michael. Él ve que eso puede impedir que sus padres se casen y, en consecuencia, que él deje de existir. Al final, Michael logra juntar a sus padres, pero su padre termina con una nueva autoimagen, algo que no había sucedido en el pasado original. Cuando Michael regresa al presente, tiene una vida con la cual solo podría soñar antes. El padre llega a ser un escritor de ficción científica de éxito, y Michael descubre que tiene el auto de sus sueños. Aunque no exista una máquina del tiempo, usted puede mirar hacia atrás en el tiempo y transformar su vida presente y futura.
Volvamos en el tiempo al año 31 a.C. aproximadamente, un domingo de maña- na al comienzo de la primavera. Si leemos Lucas 24:33, veremos que después que Jesús se apareció a los dos discípulos en el camino a Emaús, se quedó a cenar con ellos. La cena entre los judíos era tradicionalmente a la puesta del sol o alrededor de las 18. Para un judío, el día terminaba con la puesta del sol y comenzaba un nuevo día. Emaús quedaba a once kilómetros de distancia de Jerusalén. Por eso, probablemente eran las 18:30 cuando Jesús se apareció a los creyentes allá. Y es interesante observar que ellos estaban con las puertas cerradas por miedo de los judíos cuando se realizó el milagro.
La escritora Elena de White describió la escena: “Llamaron para que se los admitiese, pero sin recibir respuesta. Todo estaba en silencio. Entonces dieron sus nombres. La puerta se abrió cautelosamente; ellos entraron y Otro, invisible, entró con ellos. Luego la puerta se volvió a cerrar, para impedir la entrada de es- pías”. La presencia de Jesús, sin embargo, transformó totalmente la actitud y el comportamiento de los discípulos. En esa historia podemos ver cuatro cosas que Jesús ofreció a los discípulos antes de subir al cielo, cuatro cosas que todavía nos ofrece hoy.
I. Él transformó el pánico en paz (vers. 39-43)
La paz es algo que se busca universalmente. Las personas buscan cosas que les traigan paz, aunque sea momentánea. Algunos la buscan por medios artificiales, como las drogas y el alcohol; algunos a través de emociones temporarias como el sexo; y algunos intentan encontrar paz consultando a médiums o practicando meditación oriental. Sin embargo, cuando esas personas se dan cuenta que esos métodos no les producen paz real o duradera, se sienten más angustiadas y des- esperadas. La pregunta que muchos se hacen es: ¿dónde podemos encontrar la verdadera paz?
En Lucas 24:36 al 43, encontramos:
“Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: ‘Paz a vosotros’. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ‘¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?’
Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo’. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ‘¿Tenéis aquí algo de comer?’. Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos”.
Las primeras palabras de Jesús a este grupo de discípulos confundidos y con miedo fueron: “Paz a vosotros”. En el griego original, simplemente son dos palabras. Entonces, en el versículo treinta y ocho, les hace una pregunta: “¿Por qué estáis turbados?”. Al verlos agitados y con miedo, Jesús hizo dos cosas para tranquilizar a sus discípulos y mostrarles que realmente era él y no un fantasma.
Primero, permitió que ellos lo tocaran. Quería que entendieran que no era una mera aparición. En segundo lugar, pidió y recibió algo para comer. Todo el mundo sabe que un fantasma no come, ¿no es cierto?
Le preguntaron alguna vez a alguien “¿Cómo estás?” y lo que le responde es: “Todo bien, dadas las circunstancias”. Hay un dicho que dice así “las circunstancias son como un colchón. Si usted se queda debajo de un colchón se sofocará, pero si se pone encima, descansará”. Tenemos que hacer una elección: concentrarnos en nuestras circunstancias o concentrarnos en Cristo. Hay un himno famoso que dice:
Fija tus ojos en Cristo,
tan lleno de gracia y amor,
y lo terrenal sin valor será
a la luz del glorioso Señor.
¿Quiere que él transforme hoy su desesperación en paz?
II. Él transformó la confusión en claridad (vers. 44-48)
“Y les dijo: ‘Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos’. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: ‘Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón en todas las naciones, comenzando en Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas’”.
Con frecuencia, cuando Jesús les enseñaba a los discípulos, ellos no entendían completamente lo que quería decir. Un ejemplo está en Lucas 9:45, donde leemos: “Mas ellos no entendían estas palabras, pues estaban veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre esas palabras”. Mas tarde, en Lucas 18:34, cuando Jesús había explicado lo que sucedería con sus discípulos, leemos: “Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía”. Felizmente, después de que Jesús se les apareció, ya no fue así. En adelante entendían lo que el Maestro quería decir.
■ ¿Se ha sentido confundido? ¿Muy confundido? Puede ser que esté igual a un estudiante universitario que usaba una camiseta con una gran letra K impresa en el frente. Cuando alguien le preguntó qué significaba esa “K”, dijo: “Confundido”. Cuando le preguntaron por qué si confundido no comienza con “K”, solo respondió: “Usted no sabe cuán confundido estoy”.
¿Quiere que Cristo transforme hoy su confusión en claridad?
III. Él transformó la perplejidad en propósito (v. 49)
“He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”.
El deporte es algo que atrae a millones de personas alrededor del mundo. A la gente le gusta estar en equipos: equipos de fútbol, de vóley, de básquet, etc. Y si usted pertenece a un equipo que está ganando, es mejor todavía. Cuando a su equipo le va bien en un campeonato, y usted es parte de él, tiene un sentimiento de propósito y pertenencia. Hay una meta por la cual se está esforzando. Y, cuando vence, tiene un sentimiento de alegría. Pero aparece un sentimiento de decepción después de que todo termina. Los festejos se terminan, la temporada termina. Ese sentimiento de propósito y alegría que tenía antes también pasa. Y entonces siente la necesidad de buscar otro objetivo, otra competencia, algo que nuevamente le proporcione esa sensación de propósito y alegría.
Y esto se da no solo en el deporte, sino en prácticamente todo lo que hacemos en este mundo. Todos queremos tener un sentido de propósito en nuestra vida. Y todos queremos tener algo que nos produzca alegría. El deporte puede proporcionarlo, pero solo por un tiempo. Los hobbies son buenos, pero el objetivo y la alegría que nos producen no duran mucho tiempo.
En el versículo 48 podemos ver el relato de la gran comisión de Lucas. Ese relato se repite y se cumple en el libro de Hechos, también escrito por Lucas. Hechos 1:8 dice: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
El gran propósito de la iglesia no cambió. El mensaje de perdón y arrepentimiento debe ser predicado a todo el mundo. Así como los discípulos, no podemos enfocarnos solo en los problemas internos de la iglesia y olvidarnos de nuestro propósito.
■ Un pastor joven y soñador fue llamado para servir en cierta iglesia. Su antecesor le avisó que esa congregación estaba “muerta”. No valía la pena intentar animarla. Pero ese pastor aceptó el llamado porque creía que con la orientación de Dios podría reavivar esa iglesia. Era optimista y trabajó duro visitando a los miembros y predicando sus mejores sermones con entusiasmo. Intentó desarrollar un programa de visitación para miembros activos e inactivos, como también para los miembros nuevos y las visitas. Cuanto más lo intentaba, com- probaba que su antecesor le había dicho la verdad, esa era una iglesia muerta. No tenían pasión por el ministerio ni entusiasmo en compartir el evangelio. Entonces, un domingo, hizo un anuncio sorprendente a los pocos que estaban en el culto. Les dijo: “Como ustedes son una congregación muerta, que no responde a mis esfuerzos de resucitarla, haré el funeral de esta iglesia el próximo domingo de mañana a las 10. Los miembros, por lo menos los pocos que estaban, se quedaron asombrados. El pastor y su anuncio de un funeral para la iglesia fue- ron el asunto principal de conversación de la pequeña ciudad rural durante la semana. Llegó el domingo siguiente y, cuando la gente entró en la iglesia, había un cajón abierto en el frente. El pastor vio que la iglesia estaba llena. Comenzó el servicio fúnebre leyendo las Escrituras, y compartió un sermón triste sobre la muerte de esa iglesia con más de cien años de existencia. Después de terminar su sermón, hizo algo que nuevamente sorprendió a los miembros. Pidió que se levantaran y pasaran por el cajón. Y cada uno tenía la misma mirada avergonzada y asustada. Ellos se apartaban rápidamente. El cajón estaba vacío, solo tenía un espejo en su interior. Mientras cada persona miraba lo que había dentro del cajón, pensando ver a alguien fallecido, cada uno miraba su propio rostro.
Yo no quiero ser parte de una iglesia muerta ¿y usted? ¿Quiere que Cristo transforme hoy su perplejidad en propósito?
IV. Él transformó la melancolía en alegría (vers. 50-53)
50. “Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo.
51. Y aconteció que, bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
52. Ellos después de haberlo adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo;
53. y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios”.
¿Que hicieron los discípulos después de la ascensión de Jesús?
El versículo 52 nos dice que ellos adoraron a Cristo en esa montaña. Y entonces volvieron a Jerusalén, rebosando de alegría. Ellos iban con frecuencia al templo para alabar a Dios por las cosas que habían oído y visto.
Piense sobre eso. Antes, los discípulos estaban escondidos en sus casas con miedo a los líderes judíos. Ahora, los vemos en público, adorando a Jesús llenos de alegría. ¿Qué hizo que cambiaran tanto? Acababan de ver a Jesús ascender victoriosamente a su trono celestial. En sus mentes ya no tenían dudas de que él era el Dios del universo, el Rey del cielo y la tierra. Habían terminado de escuchar a dos ángeles que decían que un día Jesús volvería en las nubes, así como lo habían visto subir. Y por eso se sintieron muy contentos.
Todos los seres humanos de una manera u otra buscan la felicidad. Algunos la encontraron con éxito, mientras otros no. Tal vez sea más fácil descubrir donde no se puede encontrar la felicidad:
En la incredulidad: Voltaire fue un infiel de la clase más intensa. Él escribió: “Me hubiese gustado no haber nacido”.
En el placer: Lord Byron vivió una vida de placer. Él escribió: “El gusano, el cáncer y el dolor son solo míos”.
En el dinero: Jay Gould, el millonario americano que tenía mucho dinero, cuando murió dijo: “Supongo que soy el hombre más infeliz del mundo”.
En posición y fama: Lord Beaconsfield poseía tanto posición como fama y aun así escribió: “La juventud es un error; la masculinidad es una lucha; y la vejez es un arrepentimiento”.
En la gloria militar: Alejandro el Grande conquistó el mundo conocido en sus días. Después de haberlo hecho, lloró en su tienda, diciendo: “No hay más mundos que conquistar”.
Entonces, ¿dónde se encuentra la felicidad?
Si usted está buscando un sentimiento de alegría en su vida, una felicidad real y duradera, mire hacia donde miraban los discípulos. Mire a Jesús. Por supuesto, habrá momentos en su vida cuando se sentirá desanimado. Sucederán cosas que lo irritarán y entristecerán. Pero con Cristo logrará enfrentar cualquier problema con la paz que solo él puede dar.
¿Existe alegría en su vida hoy?
¿Ha perdido la alegría de su salvación?
¿Existen personas o circunstancias en su vida que robaron la alegría?
Jesús es capaz de hacer por usted lo mismo que hizo por sus discípulos. Él puede transformar su tristeza en alegría si le permite que transforme su preocupación en adoración.
Conclusión
Así como Michael J. Fox en la película Volver al futuro su vida también puede ser transformada completamente si mira al pasado y ve lo que Cristo hizo por usted. Vea a Cristo resucitado y alégrese en el glorioso futuro que le espera hoy, mañana y siempre.
Él transformará su pánico en paz.
Él transformará su confusión en claridad.
Él transformará su perplejidad en propósito.
Él transformará su melancolía en alegría.
¿Quiere que él transforme su vida hoy?
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