INTRODUCCIÓN
Por casi 1500 años, Dios se comunicó con Israel por medio de profetas. La iglesia de Dios del siglo V a.c se había apartado de Él, viviendo de modo equivocado en muchas áreas de la vida. En su misericordia, Dios envió el profeta Malaquías, que significa “Mi mensajero”. Malaquías siendo el último mensajero del Antiguo Testamento, tenía un mensaje especial para su iglesia, pues, a través de su intermedio Dios hace la última invitación y ofrece la última oportunidad para volver de sus caminos equivocados antes que lleguen sus “juicios” (3:5).
Dice Elena G. de White que “nadie era dejado sin esperanza; las profecías de juicio que emitía Malaquías iban acompañadas de invitaciones a los impenitentes para que hicieran la paz con Dios” (PR, 521).
Nuestro deseo en este día es descubrir lo que Dios espera de nosotros en relación al cumplimiento de sus Estatutos, como la fidelidad que le debemos en los diezmos y ofrendas, pues solo así podremos reclamar sus bendiciones. Analicemos el mensaje y la invitación de Dios para su iglesia.
I. DIOS INVITA SU IGLESIA A NO DESVIARSE
1. La iglesia no es fiel en guardar la Ley de Dios
– 7 “Habéis apartado de mis leyes”. La iglesia de Dios es acusada de no guardar y apartarse de la Ley del Señor. La idolatría, el adulterio y la apostasía comenzaron temprano en la historia de Israel y persistió por mucho tiempo. “Con miopía fatal, se desviaron vez tras vez de su glorioso destino” (PR, 520).
- Los sacerdotes y todo el pueblo, la “nación toda” (v. 9), tuvieron esta actitud rebelde de pecar y burlarse de Jehová. Todos se habían colocado contra los estatutos de Dios, a través de los cuales él había revelado su deseo y su voluntad (Deuteronomio. 4:4-8).
Si las palabras dichas por Oseas: “el pueblo es como su sacerdote” (4:9) se aplica a esta nación que estaba en rotunda desobediencia. Por esta situación, el profeta hace la invitación de Dios diciendo: “Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros”.
Mismo así, “los israelitas, dice Elena G. de White, titubeaban en entregar sus orgullosos corazones en una obediencia presta y amante para una cooperación cordial” (PR, 522). Fe y obediencia fueron apenas episodios pasajeros en la vida de la iglesia en el pasado. El Señor se alegra cuando obedecemos su Palabra.
2. La iglesia no es fiel en su honestidad
– 9 “Me habéis robado”. Aquí el principio es la honestidad, pues robar las posesiones materiales del otro es un gran pecado. Todo robo es pecado. En la literatura talmúdica significa “tomar por la fuerza”. La iglesia estaba siendo injusta por el hecho de estar robando por “la fuerza” a Dios lo que le pertenece por derecho. Mismo así, el pueblo rechaza en admitir su culpa (v. 8). El pueblo está anestesiado, no siente la gravedad de su pecado. No había disculpa.
Solo no fueron destruidos, porque Dios es fiel a su promesa e inmutable en su carácter (Santiago 1:17; Hebreos 13:8). Dios jamás había fallado con su pueblo, quien estaba en falta era la nación. Por eso la severa reprensión: “Malditos sois” La maldición seguía la desobediencia, así como la bendición seguía la obediencia.
En nuestros días dice Elena G. de White que: “su pueblo no le da los diezmos y las ofrendas que le pertenecen. Este robo perpetrado contra Dios, practicado tanto por ricos como por pobres, ha llevado oscuridad a las iglesias” (CSMC, 92).
Pero, este robo será severamente castigado. “Quienquiera que se apodere para su propio uso de la porción que Dios se ha reservado... Perderá no solo lo que ha retenido de Dios sino también lo que se le dio como suyo” (CSMC, 93).
Es un mal negocio retener todo el dinero y recursos para sí mismo. Somos llamados a no defraudar a Dios, pues: “defraudar a Dios es el delito más grande que un hombre pueda cometer; y sin embargo este pecado está muy arraigado y extendido”. RH, oct. 13, 1896.
II. DIOS INVITA SU IGLESIA A SER FIEL
1. La iglesia debe ser fiel en los diezmos
– 8 a La iglesia pregunta: “¿En qué te hemos robado? Dios responde: En los “diezmos”. La devolución del diezmo es una orden de Dios (Levítico 27:30,32; Números 18:21).
Cuando Dios establece una norma no se cuestiona, pues Él “ha especificado que los diezmos y las ofrendas constituyen nuestra obligación, y desea que demos en forma regular y sistemática…” (CSMC, 86).
Los israelitas fueron ladrones de las cosas divinas, un crimen agravado. Solo un necio intentaría robar a Dios, pero ellos no dudaron en hacer exactamente eso. El diezmo es un recordatorio de que Dios es el Creador y dueño de todas las cosas y que nada es nuestro (Hageo 2:8).
Él colocó el diezmo con un propósito especial, “Dios ha establecido el sistema de la beneficencia para que el hombre pueda llegar a ser semejante a su Creador, de carácter generoso y desinteresado” (CSMC 17).
Devolver el diezmo es un acto de adoración, así como lo hizo Abraham cuando dio el diezmo a Melquisedec, reconociendo que Melquisedec era el representante del Dios altísimo (Génesis 14:20; Hebreos 7).
Hoy Dios invita su iglesia para que: “su diezmo sea llevado a su tesorería. Devuélvase esa parte en forma estricta, honrada y fiel” (CSMC, 87).
2. La iglesia debe ser fiel en las ofrendas
– 8 b La iglesia pregunta: “¿En qué te hemos robado?” Dios responde: en las “ofrendas”. La iglesia de Dios no solo estaba robando en los diezmos, mas también en las ofrendas que eran exigidos por la ley (Números 18:21-24).
Elena G. de White menciona algunas de las características de cómo debe ser la ofrenda: “El asunto de la dadivosidad no ha sido librado al impulso. Dios nos ha dado instrucciones definidas concernientes a él. Ha especificado que los diezmos y las ofrendas constituyen nuestra obligación, y desea que demos en forma regular y sistemática...” (CSMC, 86).
Cuando ofrendamos, Dios mira nuestro corazón. Él sabe que no podemos dar de lo que no tenemos, pero desea que seamos generosos de acuerdo con las bendiciones recibidas, “según haya prosperado” (1 Corintios 16:2).
La ofrenda nace de un corazón agradecido, por todo lo que Cristo hizo por nosotros, especialmente en la cruz del calvario (Juan 3:16).
Ofrendar es un acto de adoración a Dios (Salmos 96:8).
Dios invita a su iglesia a ser fiel, pues “el ángel registrador anota fielmente lo que se relaciona con cada ofrenda dedicada a Dios y colocada en la tesorería y también registra el resultado final de los medios así donados” (CSMC, 206).
3. La iglesia debe ser fiel en traerlos a la casa del tesoro
– 10 a Dios dice: “En mi casa”. Dios pide para que su pueblo lleve los diezmos y las ofrendas hasta “su casa” y no a otro lugar. La “casa” mencionada en Malaquías es la misma descrita en Nehemías, que es llamada de “Cámaras de la Casa de Dios” o “Cámaras de la Casa del Tesoro” (Nehemías 10:37-39).
Los israelitas no estaban siendo fieles en este aspecto, pues la parte que correspondía al Señor estaba quedando en “sus casas”, en vez ir para la “casa del tesoro”. Por eso, Malaquías clama por la fidelidad total dentro del plan establecido por Dios, o sea llevar todos los diezmos y ofrendas consagradas al Señor a la tesorería centralizada en el Templo. Después debían ser almacenadas y contabilizadas para luego ser redistribuidos para el mantenimiento de los equipos sacerdotales y de los levitas en todas las regiones de Israel (Nehemías 12:44). Así como en los días de Malaquías, Dios invita su iglesia para que: “estos (diezmos y ofrendas) deben colocarse en su tesorería y considerarse sagrados para su servicio tal como Él lo ha designado” (CSMC, 106). Y todo esto se expresa en dos acciones:
(1) La responsabilidad del donante
– 10 a “Traed todos los diezmos…”. Hay una gran responsabilidad por parte del donante. Debe “traer” los diezmos y las ofrendas consagradas a la “Casa del Tesoro”. El donante no puede retener ni darse el derecho de administrar la donación. es apenas un contador de las bendiciones del Señor Quien debe gestionar algo donado es el receptor -la iglesia- y nunca el donante.
La ofrenda y los diezmos, en hebreo, son llamados generalmente de Terumah (Nm. 18:24; Mal. 3: 8). Esta palabra significa una ofrenda para uso sagrado, un regalo, un sacrificio, un impuesto para el templo. Por eso, son recursos sobre los cuales perdemos totalmente el poder de controlar cuando los damos, pero, si el donante gestiona lo que ha sido donado, entonces no ha sido donado de hecho, nunca fue un regalo, sacrificio o tributo.
Elena G. de White menciona que: “La porción que Dios se ha reservado no debe usarse para ningún otro propósito fuera del que él ha especificado. Que nadie se sienta libre para retener sus diezmos con el fin de usarlos según su propio juicio. No debe emplearse en caso de emergencia, ni como parezca conveniente, aun en cosas que conciernan a la obra de Dios” (CSMC, 106).
Ella advierte que, cualquier tentativa de usar los recursos del Señor a nuestro modo, puede traer consecuencias eternas. “El diezmo le pertenece a Dios, y los que se entremeten con él serán castigados con la pérdida de su tesoro celestial, a menos que se arrepientan” (9TI, 201).
(2) La responsabilidad de la autoridad de la iglesia
– 10 b “Haya alimento en mi casa”. Los líderes de la iglesia son llamados a aplicar bien los recursos para producir y esparcir el pan espiritual. Los diezmos son de Dios y deben ser usados apenas para la manutención del ministerio y la predicación del evangelio (1 Co. 9:8 al 14).
Dice Elena G. de White que: “este fondo en ningún caso debería dedicarse a otro uso; debe dedicarse únicamente para el sostén del ministerio evangélico” (CSMC, 86).
Por lo tanto, la autoridad de la iglesia, en este caso, los presidentes de las Asociaciones son los responsables por la fidelidad y la administración de los diezmos. “Los que están en el centro de la causa deben examinar detenidamente las necesidades de los diferentes campos… de la obra” y deben “asignar a las necesidades de la obra del Señor los recursos de su tesorería” (OE, 469, 470).
Al traer el diezmo a la casa del tesoro, sus hijos no sólo están sustentando y “alimentando” el ministerio del Templo, más también están dando gracias a Dios por la provisión abundante de sus necesidades.
III. DIOS INVITA SU IGLESIA A DISFRUTAR SUS BENDICIONES
1. La iglesia recibirá bendiciones sin medida
– 10 b “Probadme ahora en esto”. La iglesia de Dios debe creer fielmente en las promesas del Señor. Pero, si todavía alguien acalora pensamientos de duda, así como el discípulo Tomas ante la resurrección de Jesús (Juan 20:25), Dios pide para “probarlo ahora” y así disfrutar de sus bendiciones.
“Su palabra constituye nuestra seguridad de que nos bendecirá de tal modo que llegaremos a dar diezmos y ofrendas aún mayores” (CSMC, 94).
Hay grandes bendiciones para los que le obedecen. “Todos los que deciden obedecer a Dios de todo corazón; los que no se apoderen de los fondos reservados a Dios… los que devuelven la parte que él reclama como suya, recibirán bendiciones de Dios…” (CSMC, 97).
Es por eso que Dios promete:
(1) Bendiciones del cielo
– 10 b “Abriré las ventanas de los cielos”. El Dios del cielo promete abrir las ventanas del cielo para bendecirnos. No sólo habría lluvia para remover todo temor de la sequía, pero a través de estas ventanas la bendición divina sería derramada en abundancia (Levítico 26:3-5).
Hoy en día “Dios tiene un cielo lleno de bendiciones para los que cooperen con él. Todos los que le obedezcan pueden con confianza reclamar el cumplimiento de sus promesas” (Or. 366).
(2) Bendiciones de la tierra
– 11 “No os destruirá el fruto de la tierra”. En los días de Malaquías prácticamente 95% de las personas eran agricultores o ganaderos y dependían de los frutos de la tierra para su sobrevivencia. Los profetas siempre prometieron las bendiciones de Dios en términos de frutos de la tierra (Hageo 2:19, Zacarías 8:12).
Ahora Malaquías agregó que éste sería protegido del devorador. Había tres tipos de langostas perjudiciales, “el saltón, el revoltón y la langosta, y ellos eran muy temidos debido a sus cualidades destructivas (Joel 1:4). Pero, Dios promete “reprender” el “devorador”.
Esta es una promesa que ya había sido prometida “Jehová te enviará su bendición sobre tus graneros, y sobre todo lo que pusieres tu mano, y te bendecirá en la tierra que el Señor tu Dios te da” Deuteronomio 28:8.
(3) Bendiciones en su vida personal
– 12 “Os dirán bienaventurados”. Cuándo obedecemos y somos fieles a Dios en cumplir sus mandatos, la bendición de Dios está en nuestra vida. La alegría y la felicidad permea nuestro ser. Y esta bendición no es solo para él, los demás también son bendecidos. Dice el salmista
“Benditas serán en él todas las naciones; lo llaman bienaventurado” (Salmos 72:16,17).
Dios promete prosperar y bendecir a quienes dan con liberalidad (Lucas 6:38; 2 Corintios 9: 6-11; Proverbios 11:25).
Dios deseaba que su pueblo fuera feliz, bienaventurado, siendo una lección objetiva al mundo de los resultados de la obediencia.
CONCLUSIÓN
Cuando Dios mira nuestra vida y ve que no estamos caminando en sus caminos, Él nos reprende a fin de que seamos corregidos. Esto hace porque nos ama y está interesado en nuestra salvación. Él desea que reconozcamos nuestros desvíos y que, arrepentidos, volvamos a Él en busca de su bendición.
La invitación del Señor es “volveos a mí…, y yo me volveré a vosotros” (Zacarias 1:3)
Así, si damos un paso en dirección a Dios, Él vendrá a nuestro encuentro y nos bendecirá con Su salvación y también con todo lo que sea necesario para esta vida. “Jehová es mi Pastor y nada me faltará” (Salmos 23: 1).
En relación al texto que acabamos de estudiar, debemos examinar nuestra propia situación individual, a fin de verificar si estamos siendo fieles o no, en los diezmos y ofrendas. Si quizás estamos en falta, no dudemos en volver al Señor, atendiendo su amorosa invitación y decidiendo por su gracia ser fieles a Él, pero, si hemos sido fieles al Señor, reconozcamos que es privilegio hacer prueba de sus promesas.
“El Dios del cielo ruega a sus hijos errantes que vuelvan a él, a fin de poder cooperar de nuevo con él para llevar adelante su obra en la tierra” (PR, 521). Aceptemos hoy, antes que se tarde, la invitación de Dios para nuestra vida. ¡Amén!
Comentarios
Publicar un comentario