Qué opinan ustedes, ¿cuál es el sentimiento más importante del mundo? (Dejar un tiempo para la reflexión).
Yo creo en verdad, y tengo la seguridad de que es el amor.
El amor es mucho más que un sentimiento, es un principio. Amar y ser amado es el sueño y el objetivo de vida de todo el mundo. Gran parte de los sueños que la gente tiene en la vida derivan de ese deseo de ser amado y aceptado.
Con eso en mente quiero hacerles una segunda pregunta: ¿Ustedes se sienten
amados por alguien? En serio, ¿existe alguien en esta tierra que ustedes están seguros que los ama?
Profundizando más las preguntas, ¿Ustedes que están aquí ahora se sienten amados por Dios? Es fuerte esa cuestión, ¿no?
Ayer conversamos un poco sobre la llamada “Gracia de Dios”, y hoy hablaremos sobre la base de la gracia de Dios que es su amor por nosotros, que de paso, digo que es gigante.
I. EL AMOR DE DIOS
Juan 3:16 es uno de los versículos más importantes de toda la Biblia. Dice:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
La Biblia deja claro que Dios nos ama mucho. Ese amor es tan grande que él permitió que su hijo muriera para que ustedes y yo tuviéramos la oportunidad de pasar la eternidad con él.
Efesios 3:17-19 completa:
“Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”.
Ese texto muestra que el amor de Dios es tan grande que llega a ser difícil entenderlo. Es un amor difícil de explicar, aunque sea fácil aceptarlo. El autor del versículo dice que al conocer el amor de Cristo seremos llenos de toda la plenitud de Dios. ¿Ya pensaron en eso?
Tener una vida plena, llena, completa es el sueño que todo el mundo tiene. La
Biblia dice que al recibir el amor de Dios, esa alegría, esa plenitud, entra en nuestro corazón y completa todo en nuestra vida. ¡Qué increíble!
Lo curioso es pensar en cuánto de nuestra vida gastamos buscando amor y plenitud en lugares equivocados. Ponemos nuestro sueño en un empleo, en un noviazgo o en un bien material, con la expectativa de ser felices y plenos, pero esas cosas no nos llenan totalmente, ¡solo Dios y su amor puede hacerlo!
Por eso nos frustramos, porque en nuestro corazón tenemos un vacío del tamaño del infinito, que solo un amor infinito es capaz de llenar.
Solo conociendo el amor de Cristo estarán llenos de toda plenitud de Dios. El amor de personas, el uso de cosas que facilitan nuestra vida, todo eso es agradable, pero solo tiene sentido cuando aceptamos el amor “loco” de Dios por nosotros.
Sí, Dios nos ama mucho, tienen que creerlo. Cuando reciban y acepten ese amor, todo cambiará en sus vidas. ¿Quieren saber cuáles son los cambios y recompensas que el amor de Dios les dará? Vean a continuación:
II. LAS RECOMPENSAS DEL AMOR DE DIOS
La primera recompensa de ese amor es la eliminación del miedo que tenemos de Dios.
1 Juan 4:18 “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el
temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”.
El respeto ennoblece pero el miedo paraliza, por eso Dios pide que tengamos respeto y consideración por él, pero nunca miedo, pues él sabe que el miedo en vez de acercarnos, nos aleja de él.
¿Cuál será el sentimiento de un niño que NO se siente amado por su padre cuando se equivoca? Sufre y se entristece mucho al saber que su padre se sentirá furioso.
Pero si ese niño está consciente del amor y de la aceptación que el padre tiene por
él, ese dolor puede hasta existir, pero no va a consumir su corazón, pues conoce el tamaño del amor de su padre por él, y por eso en vez de huir cuando se equivoca, corre hacia él en busca de amor y perdón.
Con Dios funciona de la misma manera, cuando entendemos cuánto él nos ama,
responderemos en amor y hasta nuestros errores nos acercarán más a él.
Una segunda recompensa es que recibir ese amor elimina el sentimiento de culpa que existe en nosotros. Proverbios 28:17 dice: “El hombre cargado de la sangre de
alguno huirá hasta el sepulcro, y nadie le detendrá”.
Ese versículo muestra que la culpa atormenta. Pero entender y aceptar el amor de Dios nos libera del sentimiento destructivo de culpa que recae sobre nosotros cuando hacemos cosas equivocadas. Eso porque sabemos que nuestro Padre nos ama, y ese amor no cambia. Cuando nos equivocamos tenemos la seguridad de que ese amor todavía está con los brazos abiertos hacia nosotros y nos produce un
deseo enorme de responder con obediencia.
Un joven contó que había un regente en su escuela que era muy amoroso y cortés con todos. Trataba bien a los alumnos, y estaba realmente interesado en el bienestar de todos. Con el pasar del tiempo ese joven notó que los alumnos se portaban mejor en la escuela, incluso cuando ese monitor no estaba cerca, pues no querían hacer algo equivocado y así perjudicar a una persona que les tenía tanto cariño.
Esa es la obediencia que proviene del amor, de la consideración, y no del miedo de ser castigado o de la culpa por haber fallado. Ese es el tipo de obediencia que
Dios desea.
La tercera recompensa de entender y recibir el amor de Dios es que nos libra de la dependencia excesiva del amor y de la aceptación de otros.
Juan 6:37 dice: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no
le echo fuera”. Dios siempre nos acepta. ¿Y las personas? Diariamente luchamos
mucho para que nos acepten, lo que no siempre sucede.
Claro que relacionarnos con las personas es fundamental para nuestra felicidad,
pero cuando estamos afirmados en el amor de Dios, el amor y la aceptación de él son la fuente principal de contentamiento y felicidad, y cuando las personas nos fallan, nuestras decepciones no nos mueven el piso, pues nuestro suelo es el amor inmutable de Dios, y no el volátil amor de las personas.
Con eso, los elogios no nos llevan excesivamente “a la cima”, pues sabemos que todo lo que tenemos y todo lo que somos, proviene de Dios. Y las críticas tampoco nos dejan tan desanimados, pues sabemos el valor inmenso que tenemos para Dios, y es eso lo que importa.
Estar conscientes del amor de Dios por nosotros nos da libertad. Libertad de no necesitar compararnos con los demás para sentirnos importantes. La libertad de ser feliz siendo quiénes somos, pues fuimos creados a “imagen y semejanza” de Dios quien nos creó. La libertad de ser feliz, es que al final ustedes se sienten amados por Dios. Entiendan esto hoy, ¡Dios los ama! ¡Dios los ama! Sí ¡Dios nos ama!
El cristianismo solo ocurre cuando entendemos esa simple verdad: somos amados por Dios.
III. LA DIFICULTAD DE COMPRENDER EL AMOR DE DIOS
Uno de los grandes problemas que nos impide aceptar el amor de Dios es el hecho que no nos sentimos amados por los que deberían amarnos. Veamos la historia de Claudio.
Claudio fue abandonado por su padre cuando era niño, y su madre alcohólica lo maltrataba diariamente. En su juventud escuchó que Dios es nuestro Padre y que nos ama, pero no podía ver a Dios como un padre de amor, pues la comprensión
que tenía de la figura paterna era la de alguien que lo había abandonado cuando más lo necesitaba.
¿Entienden? La visión de amor que recibimos o dejamos de recibir de las personas que amamos tiene una influencia directa en nuestra percepción del amor de Dios.
Yo no sé cuáles son sus referencias de amor, pero sé que vivimos en un mundo
de pecado, y a veces nuestros familiares nos fallan en su tarea y en ser ejemplos
del amor que Dios tiene por nosotros. Pero a pesar de sus faltas, deben tener la seguridad de que:
“¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de
su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti” (Isaías 49:15).
Aunque nuestros familiares se equivoquen con nosotros, y no cumplan la tarea de representar de verdad el amor de Dios por nosotros, ese mismo Dios nunca se olvida de nosotros. Sí, ese Dios nunca se olvidó de ustedes. Dios los ama y quiere una oportunidad para mostrarle qué es el amor verdadero. ¿Están dispuestos a aceptar?
IV. CÓMO SER MÁS AMADOS POR DIOS
Pregúntenle a una madre qué necesita hacer su hijo para que ella lo ame más. La mayoría de las madres responderá: ¡Nada! El simple hecho existir ya es un motivo más que suficiente para amar. Nada que el hijo haga o deje de hacer puede aumentar o disminuir el amor que su madre tiene por él, pues ese amor es inmenso.
A veces creemos que tenemos que ser perfectos para que Dios nos ame, eso no es verdad. Dios no nos ama por lo que hacemos o dejamos de hacer, Dios nos ama por lo que somos. Y somos hijos amados de Dios.
Ninguna buena acción será capaz de hacer que Dios nos ame más.
Ningún pecado que cometamos hará que Dios nos ame menos. Dios no nos ama basado en lo que hacemos, sino en quiénes somos. Y cada uno de ustedes es un hijo amado de Dios.
Mateo 9:13 lo deja claro: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento”.
No necesitamos ser justos para que Dios nos ame. Los justos creen que no necesitan un salvador, pero los pecadores conocen su incapacidad de auto salvación y por eso se apegan verdaderamente a Dios. Aquel a quien mucho se le perdona, se siente agradecido y mucho ama. Quien no se considera necesitado de perdón, no
necesita estar agradecido por nada y por lo tanto no ama.
Cuando no entendemos esa verdad y pecamos, nos alejamos de Dios, porque
creemos que él no nos amará más, o que nos castigará con su ira. La ira de Dios
existe, pero tiene como blanco el pecado, y no el pecador. Si yo entiendo eso,
que soy amado por Dios, cuando peque no me voy a esconder o huir de él, por el
contario, voy a correr y echarme a sus pies, pues sé que él me ama, me cura y me restaura. Con el pasar del tiempo, voy a querer pecar menos, porque recibí tanto amor de ese Dios que mi obediencia será una respuesta natural a ese amor.
Dios nos ama mucho, no importa si no lo amamos, o hasta si nos alejamos de él,
él igual nos ama y estará siempre dispuesto a buscarnos, a recibirnos y cuidarnos, porque somos hijos amados, y los padres de verdad no desisten de sus hijos.
“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las
luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17).
Dios no cambia, y el amor que él siente por nosotros tampoco cambia.
CONCLUSIÓN
¿Cuántos de ustedes tienen un perro como mascota? Una característica de ellos es que sienten mucho amor por sus dueños. Dónde va el dueño el perro va detrás.
Las personas son también así, cuando nos gusta alguien, no queremos alejarnos de esa persona, ¿verdad?
Dios también quiere estar cerca de nosotros. Él nos ama mucho, y por eso su mayor alegría es estar en nuestra compañía. Él no es como la mayoría de las religiones cree, un ser distante que necesita sacrificios para no airarse con sus criaturas, no.
Todo lo contrario, Dios es un ser amoroso por naturaleza, y le gusta mucho estar en nuestra compañía, a tal punto que vino a vivir en nuestro medio en la forma de su hijo Jesús.
Permitamos que ese Dios que nos ama viva en nosotros, para que ya no vivamos nuestra vida, sino que vivamos la vida de Dios en nosotros. Y podamos decir: “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20).
Ese es el mayor deseo de Dios, estar con nosotros y estar en nosotros.
LLAMADO
Quiero desafiarlos a creer en el amor inmenso de Dios. Quiero desafiarlos a no buscar más en lugares equivocados y simplemente recibir y disfrutar el amor enorme de Dios por nosotros.
¿Quiénes de los que están aquí hoy quieren vivir una vida plena?
¿Quiénes quieren hoy aceptar a Jesús y responder a ese amor?
Quiero orar con los que hoy están tomando esa decisión y darles la bienvenida a la vida plena que Dios nos ofrece.
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