Vivimos en los días finales de la historia humana, y Satanás está “con gran furor”, pues sabe que le queda poco tiempo (Apocalipsis 12:12).
En su pelea final contra el pueblo remanente que guarda “los mandamientos de Dios” y tienen “el testimonio de Jesús” (Apocalipsis 12:17), el enemigo se vale de instrumentos humanos dentro del propio pueblo de Dios como sus más eficaces agentes (ver Mateo 13:24-30).
Pretendiendo ser parte del pueblo de Dios y demostrando un celo superior para con la verdad, esos agentes consiguen gran éxito en infiltrar dentro de su propia iglesia el mismo espíritu belicoso que siempre caracterizo al “acusador de nuestros hermanos” (Apocalipsis 12:10).
Al mismo tiempo que Cristo nos amonesta a no juzgar las motivaciones interiores de las personas (Mateo 7:1), Él también nos estimula a evaluar las características personales de los profesos portavoces de la verdad, a fin de no ser engañados por ellos (Mateo 7:15-23).
Elena de White en su libro La iglesia remanente, p. 21-31, nos advierte contra los acusadores de la iglesia. Creo, por lo tanto, sería oportuno considerar más detenidamente el perfil de los críticos y sus estrategias, para no ser engañados por ellos y para evitar que nuestras congregaciones sean divididas por ellos.
I. Perfil de los críticos
Existen algunos críticos de la iglesia que llevan, por lo menos aparentemente, una vida normal y sin mayores problemas personales. Sería inadmisible, por lo tanto, atribuir el mismo perfil a todos los críticos. Pero muchos de ellos, que conocí personalmente o a través de informaciones biográficas obtenidas de otras personas, revelan por lo menos algunas de las siguientes características:
1. Desequilibrio emocional.
Muchos críticos de la iglesia parecen afectados en mayor o menor grado por el así llamado Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). El comportamiento de ellos se caracteriza por un fuerte impulso obsesivo-compulsivo a la agresividad para con todos los que están en desacuerdo con ellos. Todos los que se le oponen son considerados enemigos para ser combatidos en nombre de Dios.
2. Frustraciones personales.
Gran parte de los críticos son personas frustradas por no haber conseguido determinado cargo de liderazgo o cierto reconocimiento público, o aún por haber sido destituidos de una función destacada socialmente. No consiguiendo convivir con el “luto” por la pérdida, ellas acaban proyectando sobre otros su amargura personal.
3. Problemas morales y familiares.
Algunos de los críticos más agresivos son personas emocionalmente desestructuradas por problemas morales o traumadas por la perdida del cónyuge, por su muerte o separación. Sin la estabilidad de una familia bien estructurada, la persona tiende a ejercer una influencia desestabilizadora sobre otros segmentos sociales, incluyendo la propia iglesia.
4. Dificultades financieras.
Algunos de los críticos más amargados son personas que tuvieron estabilidad económica, pero acabaron desequilibrándose financieramente. En muchos casos la persona incurre en infidelidad en los diezmos y ofrendas. No son pocos los que llegan a desviar los fondos de la iglesia hacia sus intereses particulares alegando que hay corrupción en el uso de esos fondos por parte de la denominación.
5. Problemas de autoestima.
Conozco personas que fueron maltratadas en la infancia o que acarrean alguna deficiencia física o emocional y que buscan incesantemente algo para superar su baja autoestima. No consiguiendo proyectarse positivamente en la comunidad ellas recurren a la crítica como una forma de superación. No siéndoles conseguida la oportunidad de predicar pasan a criticar a otros predicadores que usan el púlpito.
6. Egocentrismo.
Prácticamente todos los críticos son personas egocéntricas, que se colocan a sí mismas y a sus ideas como un punto de referencia para la espiritualidad de los demás. Aquellos que concuerdan con ellos son tenidos como buenos cristianos; aquellos que están en desacuerdo son considerados como en estado de apostasía. Consideran sus propias ideas como las mejores, y sus juicios como los más acertados.
7. Individualismo e independencia.
El egocentrismo de los críticos genera en ellos una postura individualista e independiente que termina por distanciarlos del pensamiento colectivo de la iglesia. Para ellos la libertad de pensamiento individual es mucho más importante que el consejo de los hermanos. Quien esta en desacuerdo con ellos es tenido generalmente como retrogrado o destituido del verdadero espíritu democrático.
8. Espíritu acusador.
Los críticos normalmente no se contentan con discutir ideas y conceptos. Para conseguir su espacio, ellos necesitan acusar y rotular negativamente a otras personas influyentes. Con ese mecanismo de auto defensa ellos consiguen transferir sutilmente el foco de atención de sus propios problemas personales hacia los supuestos problemas de otros. En ese proceso recurren a falsedades, no siempre detectables por sus interlocutores. Además de propagadores de todo lo malo son detractores de todo lo bueno.
9. Tendencia generalizadora.
El ser humano ya posee una tendencia natural a la generalización, pero los críticos son maestros en esa área. El comportamiento indebido de un líder de la iglesia o de un pequeño grupo de lideres es atribuido como característico de toda la denominación. Consecuentemente, los millones de miembros de la iglesia alrededor del mundo son responsabilizados por el comportamiento de uno o más individuos (Ezequiel 18:20).
Las características anteriores son frecuentemente encontradas entre los críticos de la iglesia, y nos ayudan a entender mejor el perfil de ellos. Pero ellas por si solas no consiguen explicar como personas con tales características consiguen atraer para si un número significativo de discípulos. Por eso, es importante considerar también algunas estrategias que los críticos usan para diseminar sus ideas.
II. Estrategia de los críticos
Las estrategias usadas en el proceso de diseminación de las críticas pueden variar tanto como el propio perfil de los críticos, pero entre las más comunes se destacan las siguientes:
1. Demostración de aparente profundo conocimiento de la Biblia y de los escritos de Elena G. de White.
En una época en que gran parte de los miembros de la iglesia carece de un conocimiento más profundo de la Biblia y de los escritos de Elena de White, los críticos aparecen como poseedores exclusivos de ese conocimiento. Una vez reconocidos en la iglesia, ellos no se inhiben de enfatizar lo que les agrada en los escritos inspirados y simplemente descartar lo que no les interesa.
2. Manipulación psicosocial.
Una de las formas más comunes de cautivar a los oyentes es a través de la técnica de recitar públicamente gran numero de textos bíblicos o citas de Elena de White, previamente memorizados. Recitando textos que nadie en el auditorio había memorizado, los críticos consiguen vender la idea de que ellos poseen un conocimiento superior a todos los demás, y que ese conocimiento debe ser aceptado como una nueva luz de origen divino.
3. Supuesta originalidad.
Muchos críticos desconocen o tuercen las raíces históricas de sus ideas, para dar la impresión de que, finalmente, alguien honesto surgió para restaurar la verdad en su pureza bíblica y para revelar las falsedades de la denominación. De esta forma los oyentes menos esclarecidos no conseguirán identificar la pretendida “nueva luz” como no más que viejas distorsiones doctrinales con las cuales la iglesia ya tuvo que enfrentarse en el pasado.
4. Difamación del liderazgo de la iglesia.
No consiguiendo la aprobación del liderazgo de la iglesia para sus teorías personales, los críticos pasan entonces a difamarlos en la tentativa de conseguir adeptos que confíen más en ellos que en los lideres de la denominación. El apóstol Pedro advirtió que en los últimos días surgirán personas atrevidas o arrogantes que menospreciarían “cualquier gobierno” y difamarían las “autoridades superiores” (2 Pedro 2:10).
5. Postura del “salvador de la patria”.
Habiendo minado la confianza en el liderazgo de la iglesia, los críticos están en condiciones de ser reconocidos como los únicos poseedores de la verdad y los auténticos líderes del pueblo de Dios. De esta forma, ellos finalmente consiguen asumir una posición de liderazgo que jamás le sería confiada por la propia iglesia.
6. Síndrome de mártir.
Cuando la iglesia decide aplicar la debida censura eclesiástica a esos críticos disidentes ellos acostumbran a hacerse las víctimas del sistema eclesiástico, considerado por ellos algo tan intolerante como el que persiguió a Martín Lutero. Con esa comparación ellos consiguen más simpatizantes todavía, pues existe una tendencia natural de justicia en el ser humano, de defender instintivamente a las “víctimas” (los que están siendo censurados) y de juzgar a los “agresores” (los que aplican la censura).
7. Discurso autobiográfico.
Una de las estrategias más usadas, consciente o inconscientemente, por los críticos es de proyectar sobre la iglesia y su liderazgo su propio perfil anticristiano y antiético. Por el principio del espejo ellos se ven reflejados en otros y pasan a acusarlos de aquello que ellos mismos son. Esto no pasa de una actitud de desesperación para consigo mismos que los lleva a proyectar sobre los otros sus propias frustraciones personales.
8. División en las iglesias.
Por más atractivo y convincente que pueda parecer el discurso de alguien, permanecen las indagaciones:
¿Cuáles son los “frutos” de la obra de ese individuo (Mateo 7:20)?
¿Sus palabras fortalecen la fe, el amor y la unidad de los creyentes (Juan 17:21)?
Pero lamentablemente, la obra de esos críticos han dejado siempre detrás de si un fuerte espíritu de contienda y una gran sensación de superioridad personal, completamente antagónicos a la religión de Cristo (ver Mateo 5:43-48).
"Muchos que tomaron el nombre de adventistas han incurrido en el error de fijar fechas para la venida de Cristo. Lo han hecho repetidas veces, pero el resultado ha sido, cada vez, el fracaso. Se nos declara que el tiempo definido de la venida de nuestro Señor está fuera del alcance de los mortales... Por haber pasado repetidas veces la fecha fijada por algunos, el mundo se encuentra en una estado de incredulidad más decidida que antes con respecto al próximo advenimiento de Cristo. El mundo considera con disgusto el fracaso de los que fijaron fechas; y porque hubo hombres que se dejaron seducir de este modo, muchos se apartan de la verdad presentada por la Palabra de Dios según la cual el fin de todas las cosas está cercano. Los que tan presuntuosamente predican una fecha definida, al hacerlo, satisfacen al adversario de las almas, porque promueven más la incredulidad que el cristianismo. Mediante textos de las Escrituras erróneamente interpretados, presentan una cadena de argumentos que aparentemente sostienen su teoría. Pero sus fracasos demuestran que son falsos profetas, que no interpretan correctamente el lenguaje de la inspiración. La Palabra de Dios es verdad y certidumbre, pero los hombres han pervertido su significado. Esos errores han desprestigiado la verdad de Dios para estos últimos días. Los ministros de todas las denominaciones ridiculizan a los adventistas; sin embargo, los siervos de Dios no deben callar...Los que creen que deben predicar una fecha definida a fin de causar impresión sobre la gente no actúan de acuerdo con el debido punto de vista. Los sentimientos de los oyentes se pueden conmover y despertarse sus temores; pero no obran basados en buenos principios. se crea excitación, y cuando se pasa la fecha, como ha sucedido repetidas veces, los que se conmovieron por la proximidad de la misma, recaen en la frialdad, las tinieblas y el pecado, y es casi imposible despertar su conciencia sin recurrir a alguna excitación". 4TI, 302, 303.
Otras estrategias pueden ser usadas por los críticos, pero las arriba mencionadas están entre las más comunes. Como miembros del cuerpo de Cristo, no podemos permitir que tales estrategias nos aparten de “la fe que una vez fue confiada a los santos” (Judas 3).
Una época de desconcierto y confusión
"En este tiempo también se levantan hombres de esa misma clase para traer la confusión y la rebelión al pueblo que profesa obedecer la ley de Dios. Pero, tan cierto como el juicio divino visitó a los falsos profetas, tales obreros del mal recibieron su retribución en la justa medida; el Señor es el mismo entonces y ahora. Quienes profetizan mentiras alientan a los hombres para que consideren el pecado como un asunto de poca importancia. Cuando los terribles resultados de sus crímenes sean puestos de manifiesto, si les es posible, así como los judíos culparon a Jeremías de su desgracia, querrán culpar de sus dificultades a los que los hayan advertido fielmente.
Los que llevan una vida de rebelión contra el Señor siempre encuentran falsos profetas que justifiquen sus actos y los adulan hasta la destrucción. Las palabras mentirosas, como en el caso de Acab y Sedequías, tienen muchos amigos. El pretendido celo por Dios de esos falsos profetas halló muchos más seguidores que el verdadero profeta que transmitía el sencillo mensaje del Señor". 4TI, 173.
"No piense que buscar el compromiso con sus amigos, resentidos con nuestra fe, le pondrá las cosas más fáciles" 4TI, 234.
"El hermano I tenía un espíritu celoso, acusador y envidioso. Si no podía ser el primero, no colaboraba en nada. Se consideraba a sí mismo mucho mejor de lo que Dios lo consideraba. Un hombre con ese carácter, a largo plazo, acabará por estar en desacuerdo con todos; sólo se encuentra en su líquido elemento cuando contiende y se alinea contra todo aquello que no se amolda a sus ideas. El Señor permitió que siguiera su camino y manifestara qué clase de espíritu lo guiaba. Introdujo en la iglesia el mismo espíritu que gobernaba en su familia y quiso que también allí imperara. Su amargura y sus crueles palabras contra los siervos de Dios han quedado registradas. No podrá desentenderse de ellas. Salió de nosotros porque no era de los nuestros. En ningún caso la iglesia deberá intentar su retorno; porque, con el espíritu que ahora lo domina, contendería aun con los mismos ángeles de Dios. Desearía gobernar y dictar la obra de los ángeles. Tal espíritu no puede entrar en el cielo. I y J, con quienes Dios no está satisfecho, se han atrevido a resistir a los siervos de Dios, a hablar mal de ellos, a imputarles motivos sesgados. Han intentado destruir la confianza de los hermanos en esos obreros y en los Testimonios. Pero si la obra es de Dios, no podrán destruirla. Sus esfuerzos serán vanos. Hermano G, usted se encontraba en una oscuridad tan densa que llegó a pensar que esos hombres tenían razón. Ha repetido sus palabras y ha hablado del “poder unipersonal”. ¡Cuán poco sabía de lo que hablaba! 4TI 234.
Algunos no han dudado en decir algo o proferir un cargo contra los siervos de Dios y ser celosos y acusadores. Si pueden encontrar alguna ocasión en que, celosos por la causa de Dios, piensan que los ministros han dicho palabras decididas, incluso severas, se apresuran a exagerarlas y se sienten con libertad para adoptar el más amargo y perverso espíritu y culpar a los siervos del Señor con motivos equívocos. Ya quisiéramos ver qué harían tales acusadores en circunstancias similares y soportando cargas parecidas. Ya quisiéramos verlos buscar y condenar sus propias ofensas, su propia conducta arrogante y dominadora y su propia impaciencia e irritación; y, después de haber eliminado todo pecado de sus vidas, lanzar la primera piedra de censura contra los hermanos que intentan traerlos al orden. El Dios santo no llevará almas a la verdad para que caigan bajo la influencia que existe en la iglesia. Nuestro Padre celestial es demasiado inteligente para llevar almas a la verdad y permitir que sean moldeadas por la influencia de hombres que no han consagrado sus vidas y sus corazones. Esos hombres no están en armonía con la verdad. No están unidos al cuerpo, sino que son causa de pérdida para la iglesia. Sus obras se oponen a las de aquellos que Dios emplea para traer almas a la verdad" 4TI, 235.
"Hermano G, corre el gran peligro de perder su alma. Ansia la preeminencia. A veces cree que es menoscabado. No es feliz. No será feliz si abandona el pueblo de Dios, porque considera una ofensa las palabras claras y los hechos como hicieron muchos de los seguidores de Cristo porque la verdad declarada era demasiado evidente. No será un hombre feliz porque seguirá siendo usted mismo. No está a bien consigo mismo. Su temperamento es su enemigo y, vaya donde vaya, llevará consigo su carga de infelicidad. Es un honor confesar un error tan pronto como se discierne. 4TI 236.
"Hay muchos asuntos relacionados con la obra de Dios en los que usted encuentra faltas, encontrar faltas es cosa natural en usted. Puesto que se ha vuelto contra la luz de Dios que sobre usted se le ha revelado, rápidamente pierde su discernimiento y, más que nunca, está pronto a encontrar defectos en todas las cosas. Da su opinión con confianza dictatorial y trata las consultas de los demás al respecto de sus opiniones como una crueldad personal. Ciertamente, la independencia refinada nunca desdeña pedir el consejo de los experimentados y los sabios y los trata con respeto". 4TI, 236.
III. La época de los disparates
Cierto día se presentó un individuo en una congregación asegurando que era un pastor adventista pero, por el momento, no estaba empleado por la denominación. Pronto logró que una familia se interesara por su amistad. El hombre conmovió a dichos creyentes con una historia de supuestas injusticias que algunos de los dirigentes de la iglesia le habían causado. Luego compartió con ellos algunas interpretaciones del libro de Apocalipsis, donde pretendidamente se presentaba una "nueva luz". Además, desacredito algunas doctrinas adventistas y las atacó ferozmente.
Al poco tiempo, el hogar de esta familia se conviritó en un lugar de reunión donde dicha persona exponía temas cada vez más ofensivos en contra de la directiva eclesiástica, a quienes lanzaba enardecidas acusaciones. Así mismo, manipulaba algunas interpretaciones de la profecía bíblica que favorecían su discurso. El grupo tomó fuerza y al poco tiempo causó una lamentable crsisi en la iglesia a la que pertenecía. El desgaste que ocasionó en la congregación dejó heridas aún sin cerrar. En cuanto se vio acorralado, el líder del grupo se trasladó a otro lugar a seguir sembrando su mala semilla.
Jesús advirtió que antes de su venida habría falsos maestros que desviando a mucha gente de la verdad (Mateo 24:11). Además las mentiras serían tan seductoras que atraparían también a personas de su propio pueblo (Mateo 24:24). Eso significa que algunos creyentes prestarían oído a doctrinas equivocadas que los conducirían a la destrucción de su fe (1 Timoteo 4:1).
No obstante, a pesar de que el propio Señor lo mencionó, muchas veces olvidamos que esta amonestación hemos de tomarla muy en serio.
En la actualidad, la iglesia padece una explosión de disidencia en diversas zonas del mundo. El pueblo de Dios está enfrentando serios ataques de parte de grupos disidentes que lanzan enfurecidas acusaciones a la directiva eclesiástica, las cuales van desde reclamaciones por algunas doctrinas que, supuestamente, la iglesia enseña mal - como el caso de "la Trinidad y la Naturaleza de Cristo", pasando por interpretaciones proféticas particulares, el uso de algunas versiones de la Biblia, ciertos estilos de adoración, hasta inconformidades irrelevantes, así como la verdadera construcción de teorías conspirativas dignas de una imaginación enfermiza o mitológica, como el rumor de que en la cúpula de la iglesia Adventista hay jesuitas infiltrados. Con justa razón alguien decía que "la imaginación es la loca de la casa".
Con todo, pocas personas son conscientes del daño que ocasionan a los creyentes con esta clase de actitudes.
No creas todo lo que oyes. Ten en cuenta las palabras de Proverbios 14:15
"El simple todo lo cree; mas el avisado mira bien sus pasos."
Es mejor evaluar lo que te dicen con la Palabra de Dios y con un poco de sentido común. Seguramente seguiremos escuchando disparates, pero no es necesario caer en esa trampa.
Consideraciones adicionales
El mundo contempla con alegría la desunión que se ve entre los cristianos. Los infieles se complacen. Dios pide un cambio en su pueblo. La unión con Cristo y la mutua es nuestra única seguridad en estos últimos días. No demos a Satanás la ocasión de señalar a nuestros miembros de iglesia, y decir: “Miren cómo se odia la gente que está bajo la bandera de Cristo… No tenemos nada que temer de ellos mientras empleen sus fuerzas en luchar entre sí”.
Después del descenso del Espíritu Santo, los discípulos salieron a proclamar al Salvador resucitado, con un deseo único: salvar almas. Se regocijaban en la comunión con los santos. Eran tiernos, considerados, abnegados, dispuestos a realizar cualquier sacrificio en favor de la verdad. En su asociación diaria mostraban el amor que Cristo les había mandado revelar. Mediante palabras y hechos desinteresados se esforzaban por encender este amor en otros corazones (Alza tus ojos, 356).
“El secreto de la unidad se halla en la igualdad de los creyentes en Cristo. La razón de toda división, discordia y diferencia se halla en la separación de Cristo. Cristo es el centro hacia el cual todos debieran ser atraídos, pues mientras más nos acercamos al centro, más estrechamente nos uniremos en sentimientos, simpatía, amor, crecimiento en el carácter e imagen de Jesús. En Dios no hay acepción de personas (A fin de conocerle, 99).
Muchos de esos críticos hasta pueden ser sinceros en sus alegatos, pero su obra de difamación no fortalece la fe ni promueve la unidad de la iglesia. Elena White amonesta que tales personas jamás entrarán en el reino de Dios:
“Vi que algunos se están marchitando espiritualmente. Han vivido durante algún tiempo velando para mantener a sus hermanos en el camino recto, observando todo defecto para crearles dificultades. Y mientras hacían esto, su mente no se aferraba a Dios ni al cielo ni a la verdad, sino precisamente donde Satanás quiere que se aferre: a alguna otra persona. Los tales han descuidado sus almas; rara vez advierten sus propios defectos, porque han tenido bastante que hacer para observar los defectos ajenos. Ni siquiera analizan sus propias almas ni escudriñan su propio corazón. Les llama la atención el vestido de una persona, su sombrero o su delantal. Deben hablar a éste o aquél, y esto basta para ocuparlos durante semanas. Vi que toda la religión de algunas pobres almas consiste en observar las vestiduras y las acciones de los demás, y censurarlas. A menos que se reformen no habrá lugar para ellas en el cielo, porque hasta criticarían al Señor mismo.” 1JT, 44 y 45.
"Desafiar las palabras que el Señor habla a través de sus instrumentos escogidos sólo provocará su ira y, finalmente, traerá la ruina segura al transgresor. A menudo, la indignación enciende el corazón del pecador contra el agente que Dios escoge para hacerle llegar sus reprensiones. Siempre ha sido así, y ese mismo espíritu que encarceló a Jeremías por haber obedecido la palabra del Señor persiste en nuestros días.
A la vez que los hombres no aceptan humildemente las repetidas advertencias se complacen con falsos maestros que adulan su vanidad y refuerzan su maldad y, sin embargo, no son capaces de ayudarlos en los días de tribulación. Los siervos escogidos de Dios deben afrontar con valor y paciencia todos los sufrimientos y las pruebas que les traen los reproches, la negligencia o las interpretaciones erróneas porque cumplen fielmente el deber que Dios les ha encomendado. Deben recordar que los profetas de la antigüedad y el Salvador del mundo también sufrieron los malos tratos y la persecución por causa de la palabra. Deben esperar la misma oposición que se manifestó al quemar el rollo que había sido escrito al dictado de Dios.
El Señor prepara un pueblo para el cielo. Los defectos de carácter, la voluntad obstinada, la idolatría soberbia, la indulgencia con las faltas, el odio y las contiendas provocan la ira de Dios; el pueblo que guarda sus mandamientos debe abandonar todas esas taras. Las argucias de Satanás engañan y enceguecen a los que viven en esos pecados. Creen que están en la luz y, sin embargo, andan a tientas en las tinieblas. En nuestros días hay murmuradores entre nosotros, como también hubo murmuradores en el antiguo Israel. Los que, con una tolerancia imprudente, mueven a rebelión a los hombres, cuando su egoísmo los atenaza ante las reprensiones merecidas, no son amigos de Dios, el gran Reprensor. Dios enviará reprensión y advertencia a su pueblo mientras esté en la tierra.
Los que, valientemente, escogen el bando correcto, los que alientan la sumisión a la voluntad revelada de Dios, esforzándose por abandonar sus malas acciones, son amigos del Señor; el cual, por amor, desea corregir los errores de su pueblo para así poder limpiarlos y, tras borrar todas sus transgresiones, prepararlos para su santo reino." 4TI, 179, 180.
La iglesia siempre se enfrentó con críticos belicosos a lo largo de su historia, y el número de esos críticos se intensificará aún más a medida que nos aproximamos al fin. Pero para la iglesia permanece la gloriosa promesa de Isaías 54:17:
“Toda arma forjada contra ti no prevalecerá; y tu condenarás toda lengua que se levante contra ti. Esta es la herencia de los siervos del Señor y la victoria proviene de mi, afirma el Señor.”
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