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Cartas de Egipto - Fe y Acción

Imaginemos que estás haciendo una investigación histórica en una biblioteca. 
Estás buscando entre varios tipos de documentos conectados con la historia antigua de Egipto. Inesperadamente, encuentras varias cartas personales de alguien llamado José. Las cartas, obviamente, no fueron enviadas a los destinatarios. 
Al leer más, descubres que José tuvo una carrera increíble, comenzando como esclavo hasta llegar a ser el primer ministro de Egipto. Aunque haya vivido muchos siglos antes que nosotros, ¿será que algunas lecciones de su vida todavía son relevantes para nosotros hoy? 

PRIMERA CARTA DE EGIPTO 
Querido padre Jacob: Te escribo desde Egipto. Soy esclavo ahora en la casa de Potifar, el jefe de seguridad del palacio de Faraón. Te extraño mucho. Nunca imaginé que mi vida cambiaría tan drásticamente. Nunca pensé que mis hermanos serían tan crueles conmigo. Todavía puedo escuchar sus voces llenas de ira en mi cabeza cuando fui a visitarlos a Dotán. Sabes, padre, querían matarme. Y si esa caravana de mercaderes no hubiese pasado en ese momento, probáblemente me hubieran asesinado. No sé qué te habrán dicho de mí. Tal vez que me perdí en el desierto y nunca llegué a verlos. ¿Te llevaron mi túnica, tu regalo, la que me sacaron brutalmente? Seguramente la habrán hecho pedazos, la salpicaron con sangre de cordero y te habrán dicho que un animal salvaje me comió. ¿Qué les hice? ¿Me envidiaban porque me amabas mucho y me cuidabas de forma especial desde que mamá murió? ¿Me odiaban por los sueños que vi, en los que ellos se inclinaban hacia mi? 
Ellos me vendieron a los madianitas, que me trajeron a Egipto y me vendieron aquí a Potifar. Las personas en Egipto no conocen sobre el Dios verdadero que hizo los cielos y la tierra. Ellos adoran al sol y a la luna, consideran a su río como sagrado y al Faraón como un hijo de Dios. Tienen muchos ídolos. Su idioma es extraño, y al principio no entendía una sola palabra. Comen comida muy fea pero estoy agradecido por la variedad de frutas y arroz. Aunque no dan mucho a los esclavos, al menos la comida que como es limpia. 
Hace mucho calor aquí, pero refresca por las noches y hay suficiente agua para lavarme antes de la noche, regar los cultivos, las palmeras y las flores. Las personas adineradas tienen piscinas en sus casas, visten túnicas de lino blanco y usan un sistema interesante para construir sus casas y pirámides. Hacen todo de forma diferente y nos considerarían como personas primitivas con nuestras carpas y ovejas. No es fácil ser un esclavo aquí, pero recuerdo lo que me enseñaste y trato de ser responsable aun en las cosas pequeñas. 
Decidí hacer todo como si lo hiciera para Dios. Hablo con él frecuentemente. Oro por un milagro, pero parece que Dios está en silencio ahora. No entiendo por qué Dios permitió que esto ocurriese. ¿Me estará castigando por algo que hice? ¿O solo me está probando? No entiendo. Intento recordar que él nunca me abandonará y que no hay nada tan malo que pueda haber hecho en el pasado o e el presente que haría que él me abandonara. Pero a veces es difícil creer que está a mi lado. En las noches en las que no logro dormir, miro las estrellas y recuerdo tu tienda, tus ojos bondadosos y tu voz diciéndome cuánto me amas. Recuerdo todas las historias que me contaste sobre la providencia de Dios en tu vida. Intento creer que él me está guiando ahora, aunque a veces sea difícil de creer. A pesar de lo que mis hermanos hicieron conmigo, daría lo que sea para volver a casa. A veces siento que los odio y me preocupa si mi hermanito Benjamín está seguro con ellos cerca. Te amo y te extraño mucho mucho. Tu hijo José. 

SEGUNDA CARTA DE EGIPTO 
Querido padre Jacob: No puedo decirte cuan agradecido estoy al Dios de nuestros padres, que me mantuvo seguro aquí en esta extraña tierra de Egipto. Y no solo por eso. Él me favoreció a los ojos de Potifar y me llevó a una posición que nunca imaginé. Potifar me hizo mayordomo de toda su casa. Confió todo en mis manos y me trata como a un hijo. Estoy lidiando con tantas tareas y personas diferentes todos los días y recuerdo tantas veces todas las lecciones que me enseñaste. Gracias por todo lo que me enseñaste. No podría administrar esta gran casa sin ese conocimiento. Hago todo como si lo estuviera haciendo para el Señor, ¡y dicen que todo lo que toco prospera! Pero sé que eso ocurre por causa de la bendición del Señor. Potifar también lo reconoce. Dice que percibió que mi Dios bendijo su casa gracias a mí y que sus riquezas y prosperidad aumentan porque mi Dios está bendiciendo su casa por medio de mí. 
En mi posición de responsabilidad, trato a todas las personas por igual, sin importar su estatus. No humillo a los esclavos porque sé lo que significa ser un esclavo. Todos los días son interesantes, con nuevas oportunidades y algunos desafíos. Me siento más cómodo ahora, aunque te extraño mucho. Solo hay una cosa que me incomoda. 
Mi amo es un hombre muy bueno y, como ya dije, confía mucho en mí. Él tiene una esposa muy bonita. Es muy atractiva, adora la belleza y el lujo, y está interesada en mí. Oro para ser fuerte y fiel a Dios. No puedo quebrantar el mandamiento o deshonrar a mi amo. Nunca hablé contigo de esas cosas, pero espero poder ser fiel a lo que Dios nos dijo de la santidad del matrimonio y no deshonrar a Dios y a su Nombre. Si tuviera un amorío, también dañaría y destruiría la buena relación con mi amo. Recuerdo como amabas a mi madre y la tragedia que ocurrió cuando Dina fue a Siquem. 
Quiero tener un hogar y una familia feliz algún día. Quiero hacer las cosas bien. No quiero decir algo que pueda dificultar mi felicidad en el futuro. Este pequeño problema envenena mi vida, que si no fuera por esto, es muy buena ahora. Oro para que el Señor me proteja del maligno y me mantenga a salvo de esta tentación. Te amo y te extraño mucho. Tu hijo José 

TERCERA CARTA DE EGIPTO 

Querido padre: Mi vida cambió drásticamente otra vez. Estoy en la cárcel. Fui acusado de intentar violar a la esposa de Potifar, un crimen que nunca cometí. En realidad salí corriendo de la sala, dejando mi túnica en sus manos cuando ella me agarró de la ropa. Pregunté de nuevo ¿por qué? ¿Por qué Dios permitió que eso ocurriese cuando yo era tan fiel a él? ¿Cómo podría hacer eso a los ojos de mi Señor? Él siempre estaba delante de mis ojos. Día y noche hablaba con él, hacía todo en su nombre glorioso. Solo podía sobrevivir allí por su ayuda y sus bendiciones. ¿Cómo podría traicionar a mi Dios y la confianza de mi amo? No podría hacerlo. 
Cuando me pusieron en prisión, aquellos que me envidiaron estaban felices. Sin embargo, sabía en quién había creido. ¿El Señor me está probando otra vez? ¿Necesito más paciencia de la que he desarrollado? No lo sé. Pero elijo recordar cada una de las cosas buenas que Dios permitió que me sucedieran en Egipto. Una vez más elegí confiar en él, a pesar de las circunstancias. Y no me decepcionó. Dios me favoreció a los ojos del encargado de la prisión, y él me hizo su asistente. Me puso a cargo de todos los prisioneros, y ahora cuido de todo por aquí. Ahora entiendo a las personas, especialmente a aquellas que no merecen su sufrimiento. Trato de ser amable con ellas. 
Tres días atrás ocurrió algo extraño. Vi a dos personas muy perplejas y tristes. Cuando les pregunté acerca de sus problemas, ellos me contaron los sueños que tuvieron aquella noche. Cuando oí sus historias, les conté sobre el Dios que conoce el futuro y podía interpretar los sueños. Le pregunté a Dios por el significado, y él me dio entendimiento sobre aquellos sueños. Y hoy todas las cosas se cumplieron de la misma manera que Dios me había mostrado. El panadero de Faraón fue ejecutado y el copero de Faraón fue restaurado a su puesto y recuperó su lugar en el palacio. Padre, eso me hizo recordar los sueños especiales que tuve en casa, que un día mis hermanos se inclinarían ante mí. No sé cómo ni cuándo ocurrirá, pero tengo este sentimiento extraño de que Dios me incentivó en aquel momento y de que ahora mi 61 futuro siempre estará en sus manos. Pedí al copero de Faraón que se acordase de mí cuando le estuviera yendo bien y me ayudara a salir de la prisión, pues no hice nada para estar donde estoy. Espero lo mejor, pero también sé que mi destino depende de Dios y no de las personas. También recordé tu sueño sobre la escalera y los ángeles subiendo y bajando por ella. Sé que Dios está al control. Esperaré pacientemente por sus planes para mi futuro. Tu hijo José 

CUARTA CARTA DE EGIPTO 

Querido padre: Muchas cosas ocurrieron desde mi última carta. Primero, aprendí una vez más que ningún hombre es olvidado por Dios. Me sorprendí mucho cuando fui llamado para interpretar los sueños de Faraón. Dos años habían pasado desde que interpreté los sueños del copero y el panadero. No ocurrió nada durante esos años, y ahora fui llevado al palacio de Faraón, y él me dijo que había tenido varios sueños extraños sobre siete vacas gordas y siete vacas flacas, y también siete espigas llenas y siete espigas menudas. En ambos casos, las vacas flacas y las espigas menudas devoraban a las vacas gordas y a las espigas llenas. Nadie podía interpretar estos sueños al Faraón y el copero se acordó de mí y me recomendó. Por supuesto, no soy yo, es el Señor quien me da entendimiento de los sueños. También me reveló el significado de los sueños. Dije a Faraón que a través de estos sueños Dios predecía siete años de gran abundancia y siete años de hambre. Y él me puso a cargo de toda la tierra para recojer la cosecha durante los siete años de abundancia para que la tierra esté preparada para los siete años de hambre. 
Y otra cosa: ¡Me casé! Me dieron una mujer muy hermosa de sangre noble, y la amo mucho. Ella dio a luz a nuestros dos hijos: Manasés (Olvidar) y Efraín (Prosperar). Estoy muy feliz y me gustaría que pudieses ver a mis niños. He recibido la bendición de olvidar, porque en casos de mucho dolor, Olvidar es prosperar. Cuando los tengo en mis brazos recuerdo cuando nos mirabas a Benjamín y a mí con la misma mirada. Ahora entiendo mucho mejor lo que significa ser padre. Y cuidar. Y amar. Y guiar.Y siempre preocuparse. Y estar orgulloso. Y querer protegerlos siempre. 
Pienso que comienzo a entender mejor el corazón de mi Padre Celestial también. Aprendí a vivir con él a lo largo de estos años en la tierra de mi sufrimiento. Él estuvo de mi lado durante toda mi esclavitud, durante mi estancia en la casa de Potifar, en la cárcel y en mi nuevo puesto. 
Los años de abundancia ya pasaron y comienzan los años de hambre. Me pregunto cómo están tú y mis hermanos; cómo están sus familias; cuántos hijos tiene cada uno. Me gustaría poder verlos a todos. Creo que los he perdonado. Fue difícil, pero Dios me ayudó. Oro para que él preserve sus vidas durante el tiempo de hambre. Me gustaría verte por lo menos una vez más. Ojalá pudiera ver tu sonrisa cuando tomes a mis hijos en tus brazos. Espero que llegue ese día. Oro por esto y espero que todos estén bien. Siempre tuyo, José. 

QUINTA CARTA DE EGIPTO 

Mi Padre que estás en el cielo: ¡No puedo creer que llevo viviendo tanto tiempo en esta tierra extraña! Se ha convertido en mi hogar. Sin embargo, nunca olvidé que fui extranjero aquí y sueño con volver a la Tierra Prometida que prometiste a mi bisabuelo, Abrahám. Es por eso que les pedí a mis hermanos que lleven mis huesos, mi ataud, con ellos cuando tú los visites aquí en Egipto y los lleves de aquí a la Tierra Prometida. No quiero que ellos me dejen aquí (aunque esté muerto), pues te pertenezco a ti. Al mirar mi vida, ¡solo puedo decir cuán agradecido estoy por tu guía y protección en mi vida! Cuando me trajeron a Egipto como esclavo no podía imaginar que tú podrías hacer que todo fuera para mi bien, para el de mi familia, y también para el de los egipcios. ¡Pero lo hiciste! Me salvaste, salvaste a las personas de Egipto del hambre, y trajiste a mi familia, a mi padre y a mis hermanos aquí. 
Todos se salvaron porque tú me mandaste aquí a preparar el camino. Por eso dije a mis hermanos: “Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. […] Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto” (Génesis 45:5, 7-8). 
“Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (Génesis 50:20). 
¡Eres un Padre maravilloso! Transformaste el mal que mis hermanos me hicieron en algo bueno! No sé que podría haberme pasado si no me hubieran llevado lejos de mi padre. Fue difícil, pero ahora veo cómo me preparaste para mi misión. Cada periodo de mi vida, en casa, en la casa de Potifar y en la prisión, fue un paso hacia tu plan para mí. Estoy agradecido de que me hayas usado como un medio para salvar a toda la nación egipcia y a mi familia del hambre. Estoy muy agradecido pues me permitiste ver a mi padre Jacob y que él pudiera ver a mis hijos. ¡Él los bendijo! Me vio, y vivió conmigo por diecisiete años más en Egipto, el mismo tiempo que viví con él en casa antes de ser vendido como esclavo. Tú nos cambiaste a todos durante ese tiempo. 
No sabía que tú habías programado la reunión con mis hermanos, pero lo hiciste. No puedo creer cómo has cambiado sus corazones. Los probé varias veces cuando vinieron a comprar comida, y era obvio que ya no eran los mismos crueles, egoístas y despiadados hermanos. Se amaban y cuidaban unos a otros, cuidaban a Benjamín y a nuestro padre. Tú eres Dios que transformas los corazones. Gracias por haber cambiado mi corazón también. 
Y ahora en vez de odio, venganza, y autocompasión, lo llenaste con amor, perdón, y misericordia. Quiero que el futuro de mis hijos esté con tu pueblo porque tú eres el único Dios verdadero que hizo los cielos y la tierra. Conoces a cada persona por nombre, y tú nos guías a la tierra que nos prometiste. ¡ Ahora puedo morir en paz porque sé que el futuro de mi pueblo y mis hijos está en tus manos! Tu hijo José.

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