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Alejandro Bullón
El Propósito del mensaje de hoy es dar a entender que cuando dejamos de devolver el diezmo estamos en deuda con Dios y debemos tener la certeza que necesitamos poner nuestra vida al día devolviendo a Dios todo lo que es de Él.
I - INTRODUCCIÓN
No existe motivo para ser infiel a Dios. Sin embargo, algunas personas administran de manera equivocada lo bienes que Dios les confió, y al verse en dificultades, la primera solución que encuentran es usar el sagrado diezmo para resolver sus problemas financieros. Esto no tiene mucho sentido porque esos problemas aparecieron justamente como resultado de la infidelidad. Por esta razón tan pronto como el cristiano percibe que ha usado mal el dinero del Señor, debe hacer planes inmediatos para restituir el diezmo sagrado.
II - DIOS ESPERA QUE REDIMAMOS EL PASADO
¿Cómo ve Dios la cuestión del diezmo atrasado?
Muchos creen que basta con pedir perdón y todo está resuelto. Y Dios, ¿qué piensa?
“Y cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; si él se convirtiere de su pecado, e hiciere según el derecho y la justicia, si el impío restituyere la prenda, devolviere lo que hubiere robado, y caminare en los estatutos de la vida, no haciendo iniquidad, vivirá ciertamente y no morirá” (Eze. 33:14-15).
Existen actos que practicamos en la vida que no pueden ser “redimidos”. Por ejemplo: adulterio, homicidio, difamación, etc. Sin embargo, algunos pueden ser “redimidos” y entre ellos está el “robo”.
¿Qué piensa Dios con respecto a aquel que no devuelve el diezmo?
ROMANOS 13:8
“¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado… Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Mal. 3:8, 9, 7).
Aunque estas palabras puedan parecer duras, fueron dichas por Dios a un pueblo a quien amaba y quería salvar. Sin embargo, pueden parecernos duras, y a muchos no les gusta escucharlas. Ellas están allí registradas, llamándonos al arrepentimiento y a la restitución. Al unir los textos leídos, en la Biblia y en el espíritu de profecía, tenemos que afirmar: En este caso no es suficiente orar. La oración debe llevarnos a la acción: restituir el diezmo atrasado.
1. La oración no sustituye el diezmo
“La oración no tiene por objeto obrar un cambio en Dios; nos pone a nosotros en armonía con Dios. No reemplaza al deber. Dios nunca aceptará en lugar del diezmo la oración hecha con frecuencia y fervor. La oración no pagará nuestras deudas a Dios” (La oración, pág. 310).
2. El diezmo atrasado sigue siendo de Dios
Aunque algunas personas no quieran aceptarlo, la verdad es una sola: Dios no renuncia al diezmo. Él dice: “El diezmo es mío”, y el hecho de “pensar” que él no lo tendrá en cuenta, teniendo el conocimiento de su pedido y convicciones respecto al asunto, no cambiará su concepto con respecto a nosotros y del diezmo santo.
“Muchas personas durante largo tiempo no han tratado honradamente con Dios. Al no separar el diezmo […] han dejado que éste se acumule […] y ahora se resisten a pagarlo. Conservan esos diezmos atrasados y los utilizan como si les pertenecieran. Pero son propiedad de Dios que ellos han rehusado poner en su tesorería” (CSMC, 101).
3. El diezmo atrasado debe ser devuelto
Al final de un año, Elena de White aconsejó a aquellos que habían dejado de devolver el santo diezmo del Señor, no solo a devolverlo sino a hacerlo con arrepentimiento. Esto significa que el corazón tiene que acompañar a las obras. No es suficiente con devolver, es necesario hacerlo conscientemente, con contrición por el acto equivocado practicado: la retención del diezmo.
“Si habéis robado a Dios, hacedle restitución hasta donde sea posible, enderezad lo pasado y luego pedid al Salvador que os perdone. ¿No devolveréis al Señor lo que le pertenece, antes que este año con todas las anotaciones hechas en los registros celestiales pase a la eternidad?” (CSMC, 103).
4. Antes de pedir las bendiciones de Dios sobre los medios para la predicación del evangelio, debemos hacer la restitución “Cuando quiera que hayáis descuidado de devolver al Señor lo que es suyo, arrepentíos con alma contrita y haced restitución, para que su maldición no recaiga sobre vosotros... Cuando hayáis hecho todo lo posible de vuestra parte, sin retener nada que pertenezca a vuestro Hacedor, entonces podéis pedirle que proporcione recursos para enviar el mensaje de verdad al mundo.”
III - CÓMO RESTITUIR
Con frecuencia las personas preguntan: “¿Cómo restituiré? No sé cuánto fue. No tengo condiciones de hacerlo de una sola vez…”
Haga el cálculo lo más justo y honesto posible. Pida ayuda a Dios. Si tiene dificultad de lidiar con cálculos, pídale a alguien que sepa.
Después de haber calculado todo, si puede devolver de una sola vez, aunque tenga que vender algo, hágalo inmediatamente, ¡Dios lo ayudará! Si no pudiese hacerlo de una sola vez, siga el siguiente procedimiento:
1º) Sea fiel en la devolución del diezmo de los ingresos actuales.
2º) Hable con el tesorero, ponga en la tesorería de la iglesia un vale total de la cantidad debida y divida en las veces que sean necesarias. Dios lo ayudará.
Vea el consejo de Dios, ofrecido en el espíritu de profecía:
“A medida que han recibido la luz muchas personas han confesado que están endeudadas con Dios y han manifestado su determinación de pagar esa deuda... Les propuse que llevaran a la tesorería sus pagarés prometiendo pagar la cantidad completa correspondiente a un diezmo honrado tan pronto como pudieran obtener el dinero” (CSMC, 102).
IV - DIOS NO ESPERA LO QUE NO PODEMOS OFRECER
Muchos, al hacer las cuentas, ven que no tienen condiciones de restituir lo atrasado. ¿Qué hacer?
¡Nuestro Dios es maravilloso! Él nunca pide lo que no tengo. Pero de lo que tengo, él pide. No porque necesite, sino porque nosotros necesitamos. Sin embargo, no debo olvidarme de que todo lo que tengo es porque él es quien lo da.
Así, si usted le debe diezmos atrasados al Señor, y no puede restituirlos, pida a Dios condiciones para hacerlo. Sin embargo, si no puede hacerlo, y solo usted y Dios saben, si puede o no, oiga la palabra de Dios a través de Elena de White:
“Si habéis rehusado tratar honradamente con Dios, os ruego que penséis en vuestra deficiencia, y si es posible que hagáis restitución. Si esto no puede hacerse, orad con humildad y contrición que Dios, por amor a Cristo, perdone vuestra gran deuda. Comenzad ahora a actuar como cristianos. No presentéis excusas por haber dejado de dar al Señor lo que le pertenece. Ahora, mientras aún se escucha la dulce voz de la misericordia, mientras aún no es demasiado tarde para corregir los errores, mientras se dice hoy, si oís su voz no endurezcáis vuestros corazones” (CSMC, 105).
V - ZAQUEO, UN EJEMPLO A SER SEGUIDO
La historia de Zaqueo ilustra muy bien lo que hay que hacer: antes de conocer a Cristo, él solo quería recibir, solo buscaba para sí, tomaba los bienes de los hombres y los de Dios.
Sin embargo, cuando conoció a Cristo, y lo recibió en su hogar, hizo su profesión de fe: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (Luc. 19:8). Entonces Jesús afirmó: “Hoy ha venido la salvación a esta casa;” (Luc. 19:9).
La verdadera conversión siempre será fruto del verdadero arrepentimiento. Y el verdadero arrepentimiento siempre será el reconocimiento de que se está errando y el sincero deseo de reparar los errores del pasado. La verdadera conversión, sin embargo, no se contenta solo con el “deseo”, sino que lleva a la acción.
Hablando de la experiencia de Zaqueo, Elena de White hace esta declaración inspirada:
“Ningún arrepentimiento que no obre una reforma es genuino. La justicia de Cristo no es un manto para cubrir pecados que no han sido confesados ni abandonados; es un principio de vida que transforma el carácter y rige la conducta. La santidad es integridad para con Dios: es la entrega total del corazón y la vida para que revelen los principios del cielo” (DTG, 509).
Dios, hoy, también está diciendo a aquellos que viven la vida que vivía Zaqueo antes de la conversión: “Hay muchos que no serán bendecidos hasta que restituyan los diezmos que han retenido. Dios espera que redimáis el pasado [...] Que los que han retenido el diezmo hagan un cálculo exacto y devuelvan al Señor lo que han robado de su obra. Haced restitución y llevad al Señor ofrendas de paz. “¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo”. Isaías 27:5 (CSMC, 92).
CONCLUSIÓN
Querido hermano, no temamos servir al Señor con todo nuestro corazón. No temamos devolverle a él lo que es de él. No temamos darle lo que nos pide. ¡Sus promesas a los fieles son maravillosas! Él promete que nos aceptará. Él promete que nos perdonará. Él promete que nos bendecirá ricamente; y ¿qué bendición mayor existe que estar en paz con nuestro querido Dios y Padre?
Vaya a él sin temor, y, “haga paz con él”. Y serán suyas estas maravillosas promesas:
“Si reconocéis que habéis obrado mal al apropiaros de sus bienes, y os arrepentís cabalmente, él perdonará vuestra transgresión” (CSMC, 92).
No solo nos perdonará, sino también nos bendecirá, capacitándonos para la fidelidad. Y fue él quien nos prometió: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan. 1:9).
LLAMADO
Nuestra fidelidad no depende de las promesas de Dios, sino del reconocimiento de que él merece nuestra honra. Reconociendo que es bueno no deber nada a nadie, y mucho menos a Dios, decido restituir el sagrado diezmo, si por algún motivo no fui fiel al Señor.
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