El tema de hoy podría parecer difícil, pero este tema es el más fácil de la semana. Vamos al texto bíblico:
“¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me estáis robando. Y preguntáis: ¿En qué te hemos robado? En los diezmos y las ofrendas” Malaquías 3:8.
Nuevamente, la pregunta tonta que viene repitiéndose: ¿Por qué dices que nos amas? ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? ¿Por qué dices que te hemos cansado? ¿Por qué dices esto? ¿Por qué dices aquello?
Ahora pregunta Dios:
¿Robará el hombre a Dios?
Y seguro que si hubiera un diálogo, Dios diría así ¿Robará el hombre a Dios? Y todo el mundo diría: ¡No! Y el otro lado diría: ¡Amén!
Entonces el Señor nos echaría un balde de agua fría y diría, pero ustedes me han robado, pero ¿en qué? ¿No te llevamos la ofrenda, no te llevamos el sacrificio, no te llevamos la oveja?
Sí. Pero la coja, la ciega.
Es que así somos los seres humanos, estamos preocupados por lo que se ve y no por lo que no se ve. ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado y dijiste ¿en qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.
Ahora viene la parte dura que la voy a leer después, pero voy a hablar un poquito del contexto para que entiendan lo que está sucediendo.
El problema de Israel en los días de Malaquías no era que habían abandonado la Iglesia, no era que se habían retirado de la iglesia, no era que habían apostatado, por decirlo así.
El problema de Israel no era ese, porque ellos estaban todos los sábados en la iglesia, ellos adoraban a Dios, ya lo dijimos en uno de los mensajes anteriores.
En el texto se mencionan los elementos del culto, de la liturgia, del culto; osea, las personas estaban en la iglesia, llevaban sacrificios, pero preguntan ¿En qué menospreciamos tu nombre?
Jesús les dice: “En que no reconoces que soy tu padre, que soy tu Dios”. ¿Pero cómo no?
Dios dice: “A ver, presenta a tu rey lo que me traes a mí, a ver si te acepta, ve vestido así como vienes a mí, a tu rey, a ver si te acepta.
Cuando tu rey te está hablando, a ver si miras el reloj para ver a qué hora termina de hablar. A ver si te pones a mirar en el celular las noticias que tienes.
Si tu rey te ve haciendo eso, estás muerto en el instante.
Ahora, vienes y me dices: "Oh Señor, tú eres lo más importante en nuestra vida, estamos aquí en tu iglesia cantando, alabando con todos los elementos del culto". Pero ¿Qué tipo de culto es ese? ¿Quién es el centro de toda la liturgia y del culto? ¿Tú o yo?
Es que, a veces, no nos damos cuenta de que el centro del culto es Dios, pero con nuestra manera de adorar, de proceder y de hacer las cosas, le robamos la gloria a Dios y ese fue el problema de Lucifer en el cielo, quiso quitarle la gloria a Dios, sentarse en el trono de Dios.
Dios es soberano, el culto es de él, el sábado es de él, mi vida es de él, mi cuerpo y todo lo que tengo es de él, pero eso no es para cantarlo, eso es para hacerlo. Tienes que probar con tus actitudes y actos que Dios es Dios.
Con la boca es fácil hablar, llorar, declarar, pero tienes que hacerlo con tus actos, con tu vida, aunque los hombres no te vean, aunque los hombres no sepan, tienes que vivir para Dios, reconocerlo como tu Señor.
Dice el Texto: ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me estáis robando. Y pre- guntáis: ¿En qué te hemos robado? En los diezmos y las ofrendas”.
Porque cuando le robas los diezmos y las ofrendas a Dios, le estás robando su gloria, le estás robando el derecho de ser el dueño de todo, te estás apoderando de lo que es de Dios, le estás diciendo:
- "Dios, yo no te necesito, yo voy a resolver mis problemas, mi casa es mía, no es tuya, mi tiempo es mío, no es tuyo, mi cuerpo es mío, no es tuyo, mi dinero es mío, no es tuyo. Soy yo el que se levanta a las cuatro de la mañana, soy yo el que trabaja, son mis manos las que tienen callos. Señor discúlpame, tú eres mi Dios, pero yo soy el dueño."
Pero eso no se lo dices con palabras, porque con palabras jamás te atreverías a decirle eso.
Eso lo dices cuando no le devuelves a Dios lo que es de Dios. Porque cuando le devuelves a Dios lo que es de Dios, ¿Sabes lo que le estás diciendo? No con palabras, sino con tu actitud, y ciertamente, uno de los momentos de adoración más bonitos del sábado es, cuando llevas tu sobre de diezmo.
Pero en el momento que coloques tu sobre, haz una oración en tu corazón y dile a Dios: “Sabes Señor ¿Por qué te estoy devolviendo esto? Porque tú eres mi Dios, tú eres el dueño de todo lo que tengo y tú me has pedido que te devuelva la décima parte, para declarar que tú eres mi Dios”.
Cuando Dios te pide el diezmo, no es porque él necesita dinero. Dios no te pide el diezmo porque necesita dinero.
En esta tierra, mientras vivamos y estemos peregrinando aquí, claro que se necesita dinero, para la manutención de los ministros dedicados exclusivamente a la predicación del Evangelio, para construir templos, para cumplir con la misión, para hacer conferencias, para predicar...
¡Miren toda la tecnología maravillosa! Canal de televisión... hoy día hay 46 emisoras de radio y eso cuesta dinero.
Pero querido, Dios dice: “Mía es la plata, mío es el oro. Dios dice: si yo tuviera hambre, no te lo pediría a ti.
Entonces, cuando él te pide el diezmo, no es porque necesita dinero, y jamás pienses que cuando le estás devolviendo el diezmo a Dios, le estás devolviendo dinero, le estás devolviendo la gloria que le pertenece a él. Le estás devolviendo el derecho de ser el Dios de tu vida.
Continúa el Texto: “Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me estáis robando”.
Esto parece muy fuerte, porque Dios no es un Dios de maldición.
Vuelvo a repetir la característica propia de la literatura hebrea que es atributiva. Dios por ser Dios es el responsable de todo, pero la maldición no viene directamente de Dios.
La maldición es una consecuencia, es un resultado de apartarse del Dios de la bendición.
Si Dios es la bendición, es la vida y tú te apartas de él, te estás apartando de la bendición y de la vida, entonces entras al terreno de la maldición, de la muerte. No es que Dios te manda la maldición. Aquí está la característica de la literatura hebrea.
“Malditos sois con maldición porque vosotros la nación toda, me estáis robando. Traed todos los diezmos al alfolí y probadme ahora...”
Pero antes de probarme, primero trae los diezmos al alfolí.
El alfolí está en la casa del Señor. Tú no puedes construir el templo con los diezmos, pero el dinero de los diezmos de la casa del Señor te puede ayudar a construir Tú templo; más, no puedes administrar el diezmo como tú quieres, porque no te pertenece.
Solo puedes administrar lo que te pertenece y aunque todo le pertenece a Dios, él dijo: “El 90% dejo en tus manos para que lo administres, pero el 10% no es tuyo, eso es mío, no tienes derecho de administrarlo”.
El otro día encontré a un amigo que durante muchos años fue fiel a Dios y le devolvía el sagrado diezmo.
De repente, el presidente me preguntó si quería hacer una visita con él, a tal persona, que hace algún tiempo, hace algunos meses, no estaba siendo fiel a Dios en los diezmos.
Fuimos y él nos dijo:
- “Pastor yo soy el en los diezmos, no he dejado de devolver el diezmo a Dios, considero que eso es sagrado, es de Dios, jamás lo tocaría”.
El presidente dice:
- “Pero no tenemos registro que los diezmos están entrando”. Allí nuestro hermano dijo:
- “Ah no, pues yo estoy dando mis diezmos a un pastor que tiene un ministerio independiente. Pero yo estoy siendo fiel, y él es un hombre de Dios, que está haciendo el trabajo de Dios. Discúlpenme, pastores, pero nosotros somos como un elefante, tenemos una organización paquiderma, (nunca había escuchado ese término) somos un elefante, que para mover una pata, tenemos que tener 400 juntas administrativas y comisiones. Para mover la segunda pata, otras 300 juntas, solo que el mundo se mueve. Al pastor que devuelvo mis diezmos, él no necesita juntas administrativas, simplemente vuela, él actúa. Y yo estoy colaborando con mis diezmos para que la obra continúe."
En primer lugar, ¿Cómo que estoy colaborando con mis diezmos? ¿Quiere decir que el diezmo te pertenece?
Si el diezmo no es tuyo, no puedes dárselo a cualquiera, por más santo que parezca, por más obra maravillosa que sea lo que haga.
El diezmo es de Dios y la orden es clara, ¿Acaso dice: “Traed todos los diezmos al ministerio independiente, traed todos los diezmos a Bullón, traed todos los diezmos a Camarena, etc.?”.
¿Eso es lo que está escrito?
No. Traed los diezmos al alfolí, a la casa del Señor.
El otro día me encontré con otra persona que me dijo: “Pastor pero el problema se extiende. Yo no creo en los líderes, porque los líderes no gastan bien el diezmo, no quiero mencionar lo que hacen, pero ellos no usan bien el diezmo. Yo doy mi diezmo a esa persona, porque él hace y yo veo lo que hace”.
Hay mucha gente sincera que hace y que piensa así, y te explico por qué la incoherencia de esta actitud.
No sé si ustedes saben y si no lo saben, hoy lo van a saber.
La iglesia tiene un sistema de administración en el cual está incluido el sistema de auditoría y cada tres meses, o seis meses viene un auditor.
El auditor hace su trabajo y observa: “Pastor aquí dice que usted fue a una ciudad el 23 y gastó en hotel y comida, pero aquí está su itinerario y este dice que usted no debería estar en tal ciudad, sino en otra ciudad. ¿Qué pasó?
- Ah sí, es que tuve que ir...
- ¿Y dónde está el voto que dice que cancelaba su viaje a una ciudad e iba a otra?
¡Eso es terrible!
Aquí dice que compró 100 bolígrafos. ¿Dónde está el recibo? Aquí dice que fue para tal lugar... ¿dónde está el recibo? Aquí dice que pagó peaje, ¿dónde está el recibo?
Eso sucede cada 3 o 6 meses en todas nuestras instituciones, misiones, uniones, asociaciones, iglesias, colegios, escuelas, universidades, hospitales etc. Ahora, a una persona independiente a quien le das el diezmo, nadie le hace auditoría, a él nunca le llega una persona para preguntarle en qué gastó el dinero, cómo lo hizo, qué hizo o dónde están los recibos.
Esa persona administra el dinero como quiere, gasta como quiere, no lo consulta con nadie, porque es dueño del ministerio independiente.
Ahora observen la inocencia de algunos hermanos. Dicen:
- "A la obra no le doy porque es lenta, a él le doy porque hace las cosas rápidas."
A la obra no le doy porque no confío en cómo administran el dinero, pero a él si le doy.
Sólo que a ese nunca le revisan las cuentas; y a la obra le están revisando cada 3 o 6 meses las cuentas.
En la obra no confías, pero en aquel, sí confías.
Pero no se trata solo de eso, se trata de quién es el dueño del diezmo, no eres tú, no lo puedes administrar como quieres, eso es de Dios. Tienes que devolverle a Dios lo que es de Dios.
Dios dice que si no lo haces, la maldición caerá sobre ti, porque entras al terreno de la maldición, porque para ser infiel en los diezmos, tienes que salir del territorio de la bendición, de Jesús, de la vida. Y en ese momento entras a otro lugar, donde tu corazón se llena de dudas, de sospechas, no crees en nadie, y cuando alguien viene con una palabra bonita le crees, y entonces tu conciencia comienza a decirte que tienes que devolver el diezmo, pero devuelves menos, o no devuelves, o sigues siendo fiel, pero no estás contento por algo, se lo das a otro y todo es terreno de confusión.
Como resultado de eso, estás en terreno de maldición.
Es interesante cuando Edom dice: “Hemos empobrecido, pero no hay pro- blema”.
Y Dios le dice: “Reconstruye, pues todo lo que levantes yo lo echaré por tierra”.
Por eso hay mucha gente que dice que Dios no la bendice, no le responde, que a otros le va bien, y a ella no”.
Pues bien, tienes que revisar tus actitudes, porque Dios ha dicho que si no le eres fiel; si estás en terreno de maldición y rebeldemente dices que con tu trabajo vas a levantar; levanta, pero él lo destruirá.
Luego dice así: “Pero si traes todo el diezmo al alfolí y hay alimento en mi casa [...] pruébame, te desafío, pruébame”. ¿Qué sucede?
“Yo os abriré las ventanas de los cielos, derramaré sobre vosotros bendición, no solo hasta que abunde, sino hasta que sobreabunde, no es solo eso, sino que voy a reprender también al devorador”.
El devorador en ese tiempo de agricultura era la langosta, hoy día ya no hay langostas y la gente ya no se dedica mucho a la agricultura.
Entonces ¿Quién es el devorador hoy?
- La enfermedad que viene y te hace gastar en remedios,
- El préstamo que pides y después tienes que pagar intereses y nunca terminas de pagar tu deuda.
- La televisión que te muestra tantas cosas bonitas para comprar y, llevado por la curiosidad, compras y llegas a tu casa y te das cuenta que ya no lo necesitas.
Hay muchos devoradores, pero Dios ha prometido que si eres fiel a él y le devuelves lo que es de él, te dice: “Yo reprenderé en tu nombre al devorador y no os destruirá el fruto de tu tierra, tu dinero te alcanzará para lo que necesites, se multiplicará en tus manos, harás maravillas, aunque ganes mucho, aunque ganes poco, lo poco que tienes en tus manos, si me has devuelto lo que es mío, yo lo multiplicaré, porque las ventanas del cielo estarán abiertas, y caerán las bendiciones sobre hasta que tu mesa sobreabunde.
El devorador saldrá de ti, porque Yo lo reprenderé.
Nuestra vida en el campo ya no será estéril, dice Jehová, de los ejércitos y todas las naciones, la gente de afuera cuando te vea, dirá: “Bienaventurados porque seréis tierra deseable, —dice Jehová de los ejércitos.
Cuatro veces dice, Jehová de los ejércitos, afirma—, pruébame” —dice.
Su firma está abajo: Jehová de los ejércitos.
Si te doy un cheque de 1 millón de dólares, no vayas al banco, vas a perder tiempo, porque no hay fondos.
Yo nunca en mi vida he tenido un millón de dólares. Si ves un cheque de 1 millón de dólares con firma de Alejandro Bullón, no pierdas el tiempo en ir al banco, pero si tienes un cheque a tu nombre y abajo dice Bill Gates, corre lo más rápido que puedas, porque allí si hay dinero, porque 1 millón de dólares no le hace cosquillas a Bill Gates.
Esa es la diferencia y esta promesa, este cheque te lo está dando Jehová de los ejércitos y no firma una vez, sino 4 o 5 veces para que no tengas la mínima duda de desconfiar.
Segundo pensamiento: “En qué te hemos robado, en vuestros diezmos y ofrendas...”
Pero no son solo los diezmos, ahí viene el asunto.
El diezmo es una cantidad fija que Dios te ha dicho “trae la décima parte al alfolí”; la ofrenda es una expresión de amor, el diezmo no necesariamente es una expresión de amor, es una expresión de obediencia, pero la ofrenda sí es una expresión de amor.
Te lo voy a explicar con una historia.
Mi padre trabajaba en las minas, venía una vez al mes con el sueldo. Mi madre lo primero que hacía era separar el diezmo sagrado y devolvérselo a Dios.
Una noche mi padre despertó con sed y le dijo a mi hermano mayor: “Hijo, por favor, tráeme un vaso de agua”.
Mi hermano fue a traer el vaso de agua y demoraba y demoraba, y mi padre comenzó a ponerse impaciente y se preguntaba por qué se demoraba mi hermano, pues traer un vaso de agua no era algo difícil.
Después de unos minutos, gritó: “¡Héctor!”. De repente aparece mi hermano con un vaso de jugo de naranja. Le dijo: “Hijo yo solo te pedí agua”.
A eso, mi hermano le respondió: “Papá, tú solo me pediste agua, pero estoy tan feliz que estás en casa, te amo tanto, que te traje jugo de naranja”.
Pocas veces vi llorar a mi padre, esa fue una de las veces. Solo te pedí agua, pero como te amo tanto, hago más de lo que me has pedido, porque te amo.
Lo que no sabes es que lo que haces es por amor sin esperar nada, pero Dios desde el cielo ve y te lo devuelve multiplicado, por eso no tengas miedo en colaborar con tantos proyectos que hay.
Ese es un desafío, no tengas miedo, a veces digo, cuando ofrendas a Dios, cuando entregas además de tus diezmos una ofrenda de amor a Dios, tienes que hacerlo hasta que de cierta manera te duela, porque eso es sacrificio, dar todo. ¿Por qué decimos que Jesús es el sacrificio de Dios?
Dios al darnos la persona de Jesús no nos dio solo el 40%, 20% 15% o 50%, nos dio todo.
Y nosotros tenemos que aprender, después de devolver el diezmo a Dios, dar el 5%, el 10%, el siguiente año 12%, y el otro año el 13%, después vas au- mentando al 17%, después 18% y vas creciendo, vas aprendiendo a vivir menos por el dinero y más por la fe.
Y te digo una cosa: Cuando Cristo venga, todo será de él, porque ya no necesitaremos más dinero.
Pero no vas a comenzar, si no le dabas nada o le dabas poco, a darle el 100%. Porque si yo te digo esta noche que hagas 200 planchas, te mueres, no las haces, llegas a 7, 8, 10 y ya estás muerto.
Pero si te digo que hoy hagas 5, mañana puedes hacer otras 5 planchas, pasado mañana 5 planchas más.
La próxima semana puedes hacer 7.
En dos semanas ya puedes hacer 10. Pasa el empo, dos meses después haces 15.
Y un día haces 100, 200 sin sentir nada. Lo mismo pasa con las ofrendas, comienzas con poco, porque la vida del cristiano es crecer, crecer y crecer y si no creces estás muerto, porque el ser vivo crece, en tamaño tal vez no, pero sí en la dimensión interior, creces y creces sin parar.
Ahora, ten cuidado, no digas “Haré esto para que Dios me bendiga”. Así te irá mal. Tienes que decir: “Haré esto porque Dios es mi Dios”. Y el resultado final será la bendición.
Entonces:
¿Quieres tú, este día decidir ser fiel a Dios?
¿Quieres pedir que transforme tus actitudes para obrar con obediencia y amor?
¿Quieres probar su misericordia abundante devolviendo fielmente el díezmo que le pertenece y crecer en tus ofrendas como una respuesta de amor?
¿Quieres vivir por fe en el terreno del Dios de las bendiciones?
Dios te bendiga querido!
Y veas el favor del Señor en tu vida cada día!
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