Seguramente, todos hemos experimentado situaciones difíciles, de diversa índole, donde nos hemos sentido angustiados, preocupados, impotentes e incapaces de encontrar una salida.
Sin embargo, aunque no podamos ver a Dios y sus ángeles, Él ha estado allí para ayudarnos a encontrar la salida y poder cruzar ese sendero de aflicción.
La historia que consideraremos el día de hoy, nos habla del poder y de la protección de Dios a su pueblo en un momento de gran necesidad.
I. VIVIMOS EN UNA GUERRA CONSTANTE
2 Reyes 6:8-13
"Tenía el rey de Siria guerra contra Israel, y consultando con sus siervos, dijo: En tal y tal lugar estará mi campamento. Y el varón de Dios envió a decir al rey de Israel: Mira que no pases por tal lugar, porque los sirios van allí. Entonces el rey de Israel envió a aquel lugar que el varón de Dios había dicho; y así lo hizo una y otra vez con el fin de cuidarse. Y el corazón del rey de Siria se turbó por esto; y llamando a sus siervos, les dijo: ¿No me declararéis vosotros quién de los nuestros es del rey de Israel? Entonces uno de los siervos dijo: No, rey señor mío, sino que el profeta Eliseo está en Israel, el cual declara al rey de Israel las palabras que tú hablas en tu cámara más secreta. Y él dijo: Id, y mirad dónde está, para que yo envíe a prenderlo. Y le fue dicho: He aquí que él está en Dotán."
1. Dios conoce nuestros planes, todo lo que pensamos.
“Israel y Siria estaban en un estado de guerra casi continua en esta época. Si no había un conflicto declarado se sucedían incursiones fronterizas. Cuando Acab murió, los ejércitos habían ido a guerrear contra Siria para retomar a Ramot de Galaad en Transjordania (1 Reyes 22:3, 4). Después de la muerte de Acab, Siria predominó, y nuevamente en esta ocasión sus ejércitos avanzaron en territorio israelita. Ben-adad II era todavía rey de Siria (2 Reyes 6:24)”. 2CBA, 68.
En su intención de hacer guerra contra Israel, el rey de Siria comunicaba sus estrategias a sus siervos; seguramente Naamán ya no figuraba como general del ejéricito sirio. Sin embargo, Dios revelaba a su siervo Eliseo los planes del rey de Siria a fin de que tales planes no tuvieran éxito e Israel fuese protegido de ellos. El profeta advertía al rey Joram del peligro.
Los mejores espías profesionales no podrían haber servido a Joram con la eficiencia y precisión con que lo hizo Eliseo. El ejército sirio ponía mucho cuidado en desarrollar sus estrategias de invasión para penetrar las fronteras de Israel. Sin embargo, antes de que sus tropas recibieran la orden, el rey de Israel, por medio de Eliseo, ya lo sabía y los planes enemigos se veían burlados.
Al ver frustrados sus planes en más de una ocasión, Ben-adad, rey de Siria, se turbó y convocó una reunión con sus siervos para indagar quién lo estaba traicionando, o si había algún espía entre ellos que informaba al rey de Israel sus estrategias militares.
No debemos olvidar que Dios conoce todo lo que pensamos, todo lo que hablamos y todo lo que planificamos. Nada puede esconderse delante de Él.
En ocasiones puede “intervenir” nuestros planes para que nos ajustemos a los suyos para nuestro propio beneficio o de otros.
En el caso del ejército sirio, Dios “intervino” sus planes para beneficio de su pueblo, Israel.
“Son muchos los que, al idear planes para un brillante porvenir, fracasan completamente. Dejen que Dios haga planes para ustedes... Dios no guía jamás a sus hijos de otro modo que el que ellos mismos escogerían, si pudieran ver el fin desde el principio” CE, 196.
2. Vivimos en una guerra cósmica
Al igual que el pueblo de Israel con Siria, vivimos en una guerra constante, un conflicto cósmico que libramos cada día entre dos poderes, el bien y el mal; dos reinos, el de Cristo y el de Satanás.
Estamos expuestos a continuos ataques y a una lucha sin cuartel pero de carácter espiritual.
El apóstol Pablo afirma que “No tenemos lucha contra carne y sangre, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).
El enemigo siempre persiste en atacar y tentar a los hijos de Dios. Aunque sabe que ya ha sido derrotado por Cristo en la cruz, su pasión es acosar a los hijos de Dios.
En Efesios 6, tenemos una descripción detallada de la armadura que debemos emplear en esa guerra espiritual para apagar los dardos de fuego del maligno (Efesios 6:14-18).
Podemos tener la seguridad que así como Dios libraba al pueblo de Israel del ejército sirio, así nos librará a nosotros de las acechanzas del enemigo y podremos salir victoriosos, si permanecemos en Él, porque separados de Él, nada podemos hacer.
II. ¿QUÉ HAREMOS?
1. No tengas miedo
“ Y levantándose de mañana el que servía al varón de Dios para salir, he aquí el ejército que tenía cercada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, Señor mío! ¿Qué haremos? Y él le dijo: No tengas miedo; porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos” 2 Reyes 6:15,16.
No se menciona el nombre del siervo de Eliseo. Es muy probable que ya no fuera Giezi, ya que a él se le había pegado la lepra de Naamán debido a su pecado y había quedado imposibilitado para llevar a cabo esa función.
El Comentario Bíblico Adventista menciona lo siguiente:
“Este siervo no era Giezi, que había sido objeto de una terrible maldición por su pecado (cap. 5:27). Tal vez fuera uno de los discípulos de los profetas que había acompañado a Eliseo hasta Dotán. Al trabajar con el profeta, estos estudiantes adquirían una valiosa experiencia.” 2CBA, 70.
El siervo de Eliseo, se levantó muy de mañana y vio que el ejército sirio tenía sitiada la ciudad de Dotán, con gente de a caballo y carros, con el fin de capturar al profeta Eliseo. Esto le causó temor, miedo, y el temor dominó su fe. Aterrorizado, el siervo comunicó las noticias a Eliseo diciendo: “¡Ah, señor mío! ¿Qué haremos?”.
La preocupación del siervo era real y justificada desde el punto de vista humano, ya que él estaba viendo la situación con ojos humanos, con una visión humana, mas Eliseo la veía con visión espiritual, centrada en el poder de Dios. Respondió el profeta:
"No tengas miedo; porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos. Y para que el siervo reconociese esto por su cuenta, oró Eliseo y dijo: “Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró: y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo.” PP, 192.
El temor que sintió el criado de Eliseo al ver la ciudad rodeada del ejército sirio le hizo pensar que no podrían escapar, y que pronto serían capturados y matados. Pero, Eliseo hizo lo que todos nosotros tenemos que hacer al vernos en situaciones similares. ¡Eliseo oró! “...Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea...”
Debemos pedirle a Dios que abra nuestros ojos espirituales para que podamos ver su gloria, poder y majestad.
“Repetidas veces el Señor dice a sus hijos estas palabras reanimadoras. A menudo, en el transcurso de la vida, los creyentes se encuentran en situaciones que les infunden temor e incertidumbre; pero Dios revela su presencia y habla palabras de ánimo y esperanza (ver Génesis 15:1; 46:3; Éxodo 14:13; Números 14:9; Deuteronomio 1:21; Isaías 43:1; Lucas 12:32).
Mientras el pueblo de Dios viva en el mundo, se levantarán dificultades y surgirán peligros que deberá afrontar. Satanás hará todo lo posible para que los justos cedan ante la duda y el temor, pero a través de la niebla de la incertidumbre y la duda aún les llega en forma clara y animadora la voz de Dios: "No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo" (Juan 14:27).” 2CBA, 70.
“Cuando los hijos de Dios se ven puestos en estrecheces, y a todas luces no pueden escapar, deben confiar tan sólo en el Señor”. PP, 192.
En situaciones difíciles, cuando el temor o el miedo asalte nuestras vidas, tengamos en mente las siguientes promesas:
“Sed fuertes y valientes; no temáis ni os acobardéis a causa del rey de Asiria, ni a causa de toda la multitud que está con él, porque el que está con nosotros es más poderoso que el que está con él....” 2 Crónicas 32:7,8.
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” Isaías 41:10.
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios por nosotros, ¿quién contra nosotros? Romanos 8:31.
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” Salmos 46:1.
III. PROTECCIÓN DIVINA
“Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró. Y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo” 2 Reyes 6:17.
El siervo de Eliseo pudo constatar con sus propios ojos que el ejército celestial de ángeles que rodeaban a Eliseo era mayor y más poderoso que el ejército sirio. Es admirable como Dios protege a sus hijos.
“Entre el siervo de Dios y las huestes de enemigos armados había un círculo protector de ángeles celestiales. Había descendido con gran poder, no para destruir ni para exigir homenaje, sino para rodear y servir a los débiles e inermes siervos del Señor”. PP, 192.
“Cuando un creyente se encuentra rodeado por los enemigos del Señor, siempre puede tener la seguridad de que la fuerza que lo acompaña es infinitamente mayor que la del enemigo... El más débil hijo de Dios, aparentemente solo y olvidado en la tierra, nunca necesita temer de fuerza alguna que el enemigo pueda enviar contra él. Con Dios a su lado, su fuerza será mayor que la de las más potentes huestes del mal...
Los ángeles de Dios son los compañeros constantes de los justos. En torno a éstos hay mensajeros del cielo que los guardan, y por cuyas filas los ángeles malos nunca podrán pasar a menos que por su propia elección los santos rechacen la protección divina. Quien es ayudado por el Señor puede hacer frente fácilmente a las más grandes potencias de la tierra (ver Salmos 3:6; 27:1,3; 34:7). Los carros y caballos que rodeaban a Eliseo eran miríadas de poderosos ángeles enviados por Dios para cuidar a sus siervos”. 2CBA, 70, 71.
CONCLUSIÓN
Así como Dios protegió al profeta Eliseo, a su siervo y a todo el pueblo de Israel de la mano opresora del ejército sirio, así nos protege ahora de las acechanzas del enemigo.
Los ángeles de Dios siguen cumpliendo un ministerio protector a favor nuestro. Nuestros ojos no ven, no han visto la cantidad de situaciones de peligro en las cuales el cuidado protector de los ángeles de Dios obró a favor nuestro.
Hoy debemos expresar a Dios nuestra gratitud por la manera tan maravillosa como nos ha cuidado durante este año a través de sus ángeles.
Dios siempre se preocupa por nuestra seguridad. Su protección y su poder han estado con nosotros y seguirá disponible para quien lo necesite.
¡Gracias, Señor, por tu protección!
Comentarios
Publicar un comentario