Un hombre de origen chino, que se había convertido al cristianismo, contó cómo fue su conversión.
Un día caí en un profundo pozo. Cuando ya casi me estaba ahogando con el barro, clamé para que alguien me ayudara. De pronto, apareció un anciano de aspecto venerable que me miró desde arriba y me dijo:
–Hijo, este es un lugar muy desagradable.
–Sí que lo es. ¿No puede usted ayudarme a salir?
–Hijo mío, me llamo Confucio. Si hubieses leído mis obras y seguido lo que ellas enseñan, nunca hubieras caído en el pozo–. Y con eso se fue.
Pronto vi que llegaba otro personaje, esta vez un hombre que se cruzaba de brazos y cerraba los ojos. Parecía estar lejos, muy lejos. Era Buda y me dijo:
–Hijo mío, cierra tus ojos y olvídate de ti mismo. Ponte en estado de reposo. No pienses en nada desagradable. Así podrás descansar como descanso yo–.
–Sí padre, lo haré cuando salga del pozo. Mientras tanto, ¿podría...?
Pero Buda se había ido.
Yo ya estaba desesperado cuando se me presentó otra persona, muy distinta. Llevaba en su rostro las huellas del sufrimiento, y le grité:
–Padre ¿puedes ayudarme?
Y entonces bajó hasta donde yo estaba. Me tomó en sus brazos, me levantó y me sacó del pozo. Luego me dio de comer y me hizo descansar. Y cuando yo ya estaba bien no me dijo “No te caigas más”, sino “ahora andaremos juntos”.
Y desde entonces andamos juntos.
Así contaba el chino la historia de la compasión del Señor Jesucristo.
Hoy veremos que Dios conoce nuestra triste realidad; es su plan que no sigamos en esa condición desesperada. Por eso, nos llama para que nos acerquemos a él, y, arrepentidos de nuestros pecados, seamos limpiados y transformados.
Hoy veremos su plan de rescate a través de profeta Isaías.
DIOS NOS LLAMA (ISAÍAS 1:18a)
La expresión “Venid luego” involucra la cariñosa invitación que nos hace Dios para encontrarnos personalmente con él.
Esta invitación divina es parte de su plan para salvar al hombre.
Por medio de esta invitación desea que tratemos con él, libre y francamente, sobre nuestra real situación.
En este acercamiento, la expresión no presenta a Dios como un juez desconsiderado, ni un tirano arbitrario, sino como un padre bondadoso, un amigo comprensivo.
Un maravilloso Dios, amante y generoso por cada uno de nosotros.
Dicho de otra forma, Dios se interesa por las cosas que afectan a la humanidad y que la destruyen física, mental y espiritualmente.
El pecado oscurece nuestra vida como la negrura de la grana (v. 18b).
En sus diversas formas, es la carga más pesada que llevamos y que puede conducirnos finalmente a la muerte.
Debido a que Dios se preocupa por el bienestar de todos sus hijos, él es quien nos hace una invitación insistentemente para estar “a cuentas” con él.
Esta expresión implica que Dios es razonable, y desea que comprendamos que, para provecho nuestro, debemos abandonar el pecado y andar “por sendas de justicia” (Salmos 23:3).
Considerando que fuimos creados, dotados con la capacidad para razonar, debemos ponernos a cuenta con él.
Note que la limpieza del pecado no viene si no reconocemos que estamos en pecado. Cuando me presenta su Santa Ley, podemos ver la negrura de nuestro pecado y cuán grave es nuestra condición.
En este diálogo con Dios somos movidos al arrepentimiento verdadero.
“La carga más pesada que llevamos es la carga del pecado. Si tuviéramos que llevarla solos nos aplastaría. Pero el que no cometió pecado se ha hecho nuestro sustituto. ‘Yahvé cargó en él, el pecado de todos nosotros’ (Isaías 53:6). Él llevó el peso de nuestra culpa. También quitará la carga de nuestros hombres cansados. Nos dará descanso. Llevará por nosotros la carga de nuestras penas. Nos invita a echar sobre él todos nuestros afanes; pues nos lleva en su corazón.”
Muchas veces pensamos que podemos cargar el peso del pecado; y es más, pensamos darle la solución al mismo tiempo.
Lamentablemente, nuestro orgulloso corazón nos traiciona.
Frank, fue un joven a quien le dimos estudios bíblicos y lo ayudamos a tomar la decisión de bautizarse a sus 40 años. Pero, esta decisión no fue fácil. Porque desde los 15 años había estado involucrado en las drogas y el alcohol, y por muchos años no logró salir de allí. Parecía que las oraciones de sus padres no surtían ningún efecto, y pronto se encontró atado.
En esa condición se casó y tuvo dos hijos. Con un doble desafío encima, un día escuchó la invitación de su madre para buscar a Dios.
Lo había intentado tantas veces que creía que era imposible. No obstante, la situación delicada de salud de su madre, a consecuencia de la preocupación generada por la vida desordenada de su hijo, lo hizo entrar en razón, suplicó a Dios que lo ayudara.
Unos días después, nos encontramos dándole los estudios bíblicos. Y unos meses después, entregó su vida por medio del bautismo. Esa tarde, al testi car sobre su conversión, afirmó que diversas circunstancias lo habían llevado a colocar su vida en orden con Dios. Se arrepintió y Dios hizo lo demás.
Por esa razón, Dios nos llama a que entremos en razón con él, y que le permitamos solucionar nuestro problema y quitar el peso de pecado que nos agobia y destruye.
EL BLANQUEAMIENTO ESPIRITUAL (ISAÍAS 1:18b)
El sentido fundamental del término “grana”, en su idioma original es: “teñido dos veces”.
Esto es interesante, porque nos permite comprender lo profundamente fijo que está el pecado en nuestro corazón, que no bastan las lágrimas para poder borrarlo de nuestro corazón.
La promesa que encontramos aquí es que aún el peor de los pecadores puede hallar consuelo y esperanza.
Es decir, no está perdido.
La promesa aquí es que no importa cuán culpables podamos haber sido en lo pasado, ni cuán consumado haya sido nuestro pecado, todavía el Señor puede devolvernos la pureza y la santidad.
Este puede ser erradicado y eliminado por completo de nuestra vida. No importa la condición de nuestra vida, aún si esta se haya transformado en una oscura tela como la “grana” o el “rojo carmesí”, o tenga manchas que la afean. Dios tiene el poder suficiente para limpiar.
Pero, como lo vimos más arriba, antes de ser emblanquecidos como “la nieve” o la “blanca lana”, debe haber un profundo arrepentimiento.
Dios no perdona a quien no quiere reconocer que se encuentra en pecado, ni mucho menos a quien no quiere arrepentirse.
Un niño fue enviado a la escuela por una buena madre, muy limpio y aseado. Cuando volvió venía lleno de barro de alguna batalla con sus compañeros.
– ¡Muchacho!– le gritó la madre. – ¡No entres en mi casa, no sé quién eres, no te conozco! Veamos ¿Cómo te llamas? El chico respondió:
–¡Mamá, si soy yo, tu Manolito! Es que... es que... estoy aquí debajo del barro, mamá...
Así nos ve Dios como pecadores.
Por eso, en el plan de Salvación (Génesis 3:15), Cristo vino a nuestro planeta para “lavarnos con su sangre” derramada en la Cruz del Calvario.
Apocalipsis menciona que nos “lavó de nuestros pecados con su sangre” (1:5). Incluso añade que las vestimentas blancas de los santos han sido lavadas en su sangre (7:14; cf. 22:14).
Note que sólo así el Padre podrá reconocernos como sus hijos.
- Puede que hayas caído profundamente.
- Puede que hayas llegado a tener un vicio, o llegaste a la drogadicción, al alcoholismo o tal vez a la prostitución.
- Puede que hayas destruido tu hogar, o te convertiste en ladrón o asesino; Dios está dispuesto a limpiarte totalmente por medio de la sangre de Cristo y a hacer de ti una nueva persona.
SOLO HAY DOS OPCIONES (ISAÍAS 1:19-20)
La primera opción tiene que ver con la obediencia: “si quisiereis y oyereis”.
Aquí Isaías expone el fruto de la obediencia. Una vida de gozo y bienaventuranza es el resultado de la obediencia a la Ley de Dios.
Los goces celestiales no son dones otorgados arbitrariamente por Dios a los que le siguen, sino el resultado natural de cumplir con sus requerimientos.
Tenga en cuenta, que la cosecha de la obediencia se recoge no sólo en el cielo, sino también en la tierra.
Por otro lado, la segunda opción consiste simplemente en no querer seguir obedeciendo la Ley de Dios. Y eso también tiene sus consecuencias.
Si bien Dios no condena al pecador, sino que busca su salvación, debemos tener en cuenta dos aspectos:
(1) Que cosechamos lo que hemos sembrado, y son las consecuencias de nuestros errores; pero también,
(2) Dios finalmente destruirá a quienes insistan en seguir un camino impío y rebelde contra él (v. 20).
Así, cuando los hombres infringen los mandamientos de Dios, la muerte es el resultado inevitable.
Dios nos advierte acerca del resultado de la desobediencia y del pecado.
Un viejo avaro visitó a su rabino; luego de conversar un rato con él, lo llevó hasta la ventana del cuarto y le preguntó:
– ¿Qué ves?– El avaro le contestó:
– Veo hombres, mujeres y niños.
El rabino, entonces, tomándolo de la mano, lo llevó hasta un espejo y le pregunto:
– ¿Qué ves ahora?
– Me veo a mí mismo –, contestó el anciano. El maestro entonces le dijo:
– He aquí que, en la ventana había vidrio. Pero el vidrio del espejo está recubierto de plata, y tan pronto como se le agrega la plata, ya no es posible ver a los demás, y sólo se ve uno mismo.
Jesús afirmó que:
“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará aluno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” Lucas 16:13.
a. Así que, no se puede amar a Dios y desobedecerla su ley.
b. Dios nos dice qué será lo que tendremos si aceptamos cualquiera de las 2 opciones.
Está en solo en nosotros la decisión: la vida o la muerte.
CONCLUSIÓN
Dios nos está llamando a arreglar nuestra situación con él. Porque nos ama, él quiere lo mejor para nosotros y está preocupado por nuestra salvación.
Si nosotros vamos a él, a pesar de que hayamos tenido una profunda vida pecaminosa, Dios está dispuesto a perdonarnos y limpiarnos de todo pecado por medio de la sangre de Cristo.
En nosotros está la elección y decisión entre la vida y la muerte.
¿Cuál eliges tú?
Para aquellos que estamos en pecado, la promesa es que el perdón de los pecados está a nuestro alcance.
Dios nos la ofrece por medio de la sangre de Cristo que fue derramada en la Cruz del Calvario. Él desea transformar nuestra vida y darle pureza total. Nuestra opción debe ser aceptar su plan de rescate.
A los que son objeto del amor de Cristo, él nunca los abandonará; porque los perdonó siendo enemigos, y no les desamparará ahora que son amigos.
¿Deseas tener vida?
¿Te gustaría ser limpiado(a) y perdonado(a) por Dios totalmente?
Te invito a tomar la decisión de ir al encuentro de Dios y permítele que su plan de rescate sea efectivo en tu vida...
PREGUNTAS PARA DIALOGAR
1. ¿Qué pecados aparentemente inofensivos pueden convertirse en una carga demasiado pesada y que incluso podrían convertirse en una piedra de tropiezo para los cristianos de hoy?
2. Siguiendo la ilustración de Isaías, algunas personas perciben que el pecado deja una huella en la tela que puede verse aún a simple vista. ¿Cómo podemos explicar a una persona que aún revive su pasado de que la limpieza es total por parte de Dios?
3. Si bien es imposible amar y servir a dos señores, ¿qué medios podemos encontrar en la Biblia para evitar llevar una doble vida?
Comentarios
Publicar un comentario