PASOS DE RENUNCIA
Texto Bíblico: Mateo 27: 27-56
Objetivo del sermón: Recordar la muerte de Jesús como la mayor demostración de entrega y renuncia e imitar esos pasos.
INTRODUCCIÓN
1. Dios había creado a la criatura para que viviera para siempre.
2. Lamentablemente el ser humano eligió de manera caprichosa y voluntaria rechazar la vida de Dios y transitar un camino de pecado y de autodestrucción.
3. Si Dios lo pasaba por alto ¿Dónde estaba su justicia? Y si, el Señor le hacía pagar a la criatura la consecuencia de su pecado ¿Dónde estaba su amor?
4. “La justicia es el fundamento de su trono y el fruto de su amor. Había sido el propósito de Satanás divorciar la misericordia de la verdad y la justicia. Procuró demostrar que la justicia de la ley de Dios es enemiga de la paz. Pero Cristo demuestra que en el plan de Dios están indisolublemente unidas; la una no puede existir sin la otra.‘La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron’” (El deseado de todas las gentes, p. 711).
5. Dios hizo justicia y al mismo tiempo manifestó su amor dándonos una nueva oportunidad.
6. En el mayor acto de renuncia y entrega, Jesús muere por nosotros y paga un precio infinito por nuestro rescate.
7. Analicemos juntos Mateo 27:27-56 viendo las evidencias de esa renuncia.
I. SALVÓ A OTROS Y NO A SÍ MISMO
1. “llegaron a un lugar llamado Gólgota” (v.33), cerca de Jerusalén, lugar donde los mayores criminales eran sacrificados a la justicia de los hombres, pero Jesús fue sacrificado a la justicia de Dios.
2. “Le crucificaron” (v.35). La crucifixión era la mayor condena para el mayor delito. ¿Cuál fue el delito de Jesús? Llevar sobre sus hombros todos nuestros pecados.
3. “Le dieron a beber vinagre mezclado con hiel” (v.34). Era costumbre dar a los ajusticiados una mezcla de vino e incienso, como un anestésico que aliviaba su dolor, pero a Cristo le agregaron vinagre para hacer más amargo su trago. Jesús solo lo probó pero no lo tomó, quería estar consciente, despierto y concentrado en su misión.
4. “Repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes” (v.35; Sal.22:18). Lo desnudaron, para exponerlo a la vergüenza pública; los pintores piadosamente taparon la impúdica escena. El quedó desnudo para que nosotros pudiésemos ser vestidos de su manto de justicia y de su gloria.
5. Los “soldados se sentaron y le guardaban allí” (v.36). Una fuerte custodia para evitar que se llevaran el cuerpo. ¡Qué ironía!, cuando en realidad lo que lo ató a la cruz no fueron los clavos sino su amor por nosotros. Ellos fueron testigos de la admirable renuncia y entrega al punto tal que el centurión declaró: “Verdaderamente, éste era Hijo de Dios” (v.54).
6. “El título que pusieron sobre su cabeza” (v.37). Sobre la cabeza del ajusticiado colocaban un cartel que anunciaba el delito o crimen cometido. ¿Qué escribir en el caso de Jesús? “Este es Jesús nazareno, el Rey de los judíos” No era ningún delito o crimen, era una simple expresión de la verdad. Pilato, el juez de aquel tribunal, lejos de acusar a Cristo como criminal, lo proclamó Rey, por tres veces, pues el título estaba escrito en las tres grandes lenguas del Imperio ( Juan 19:20): En hebreo, el idioma de la religión; en griego, el lenguaje de la cultura; y en latín, la lengua del poder.
7. “Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda” (v.38): así se cumplía la profecía de Isaías 53:12 “fue contado con los pecadores”. Jesús en el medio, como si fuese el peor. Él fue contado entre los pecadores para que nosotros pudiésemos ser contados entre los santos.
8. ¿Dónde estaban los que hace una semana habían gritado ¡Hosanna!, ¡bendito! y batían palmas aclamándolo como Rey? ¿Dónde estaban los discípulos testigos de tantas enseñanzas y milagros?
9. Le cobraban en la cara que “pretendía destruir el templo” (v.40),y que se llamara el Hijo de Dios; “si lo eres, desciende de la cruz”. Pero él iba a demostrar que era el Hijo de Dios, no bajando de la cruz, sino saliendo de la tumba; no siguiendo las sugerencias del enemigo, sino cumpliendo la voluntad de Dios.
10. "No podía salvarse a sí mismo” (v.42). Insinuaban que no tenía poder para salvarse cuando en realidad él no quería salvarse, renunció a eso. Podría no haber venido, podría haberse ido en el Getsemaní. Una legión de ángeles lo podría haber librado. Él no quería salvarse, quería salvarnos, quería morir para que nosotros podamos vivir. Renunció a la tentación de bajarse de la cruz, como lo desafiaban, con el cuento que así creerían. No abandonó su puesto del deber. Hasta los ladrones en la cruz, que estaban en el lugar indicado a sus hechos, también le gritaban: “Si tú eres el Cristo sálvate a ti mismo y a nosotros”.
11. “Cristo podría haber descendido de la cruz. Pero por el hecho de que no quiso salvarse a sí mismo tiene el pecador esperanza de perdón y favor con Dios” (El deseado de todas las gentes, p. 696).
II. SINTIÓ LA SEPARACIÓN DEL PADRE
1. Jesús arriesgó todo, incluso la posible separación definitiva del Padre.
2. Evidencias de ese sentimiento de desamparo: un eclipse de sol fuera de lo natural, milagroso, por cuanto sucedió en luna llena, cuando es físicamente imposible. Este eclipse duró tres horas (v.45). Jesús la luz del mundo, en su primera venida fue anunciado por una estrella, en su muerte por un eclipse.
3. El corazón de Jesús estaba en tinieblas separado de la Luz, y de la Presencia del Padre por causa de nuestros pecados. Mientras la tierra le negaba una gota de agua, el cielo le negaba un rayo de luz. Y pensar que él vino para sacarnos del pecado a la luz admirable del evangelio.
4. Cerca de la hora novena, justo en la hora que solía hacerse en el templo la oración principal de cada día (v.46) (Hech.3:1), y en la penumbra que seguía a la gran crisis, Jesús gritó: “Dios mío, Dios mío, ¿a qué me has desamparado?” No dice por qué, dice a qué me has desamparado. Jamás hubo una angustia tan profunda en toda la Historia de la Humanidad.
5. Desamparado significa “abandonado, dejado, encerrado, sin salida ni escapatoria” El apóstol Pablo lo diría de esta manera: “fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz” (Fil.2:8).
6. “a gran voz” lo cual indicaba la extrema intensidad de su dolor y angustia.
7. Jesús en medio de sus sufrimientos fue, por algún tiempo, desamparado por su Padre. Este es un profundo misterio. Sin cortar esa mutua y recíproca relación de amor, el Padre lo desamparó: lo entregó en manos de sus más terribles enemigos. En su agonía en el huerto, un ángel apareció para confortarlo, pero en la cruz ningún ángel desde el cielo fue enviado para librarlo, así como ningún amigo de la tierra surgió para aliviarlo.
8. Dios ocultó completamente su rostro de él. Cristo estaba siendo hecho pecado y maldición por nosotros (2Cor.5:21; Gál.3:13). Jesucristo, en su naturaleza humana, no sólo fue víctima por el pecado, no sólo pagó la pena por el pecado, sino que, sin culpa personal porque “no conoció pecado” sufrió en sí el efecto directo e inmediato de la culpa: la muerte espiritual, que consiste en la ausencia de la comunión con Dios. Dios el Padre lo amaba como a Hijo, pero lo odiaba como a Sustituto.
9. Esta experiencia fue su mayor angustia y la máxima evidencia de su renuncia.
10. Y como si todo eso fuese poco, se burlaron hasta de su clamor, “A Elías llama” veamos si viene Elías a salvarle (v.49). “Deja, es decir, no le prestes ninguna ayuda ni consuelo; que se las arregle él con Elías”.
11. “El Señor de gloria estaba muriendo en rescate por la familia humana [...] No era el temor de la muerte lo que le agobiaba. No era el dolor ni la ignominia de la cruz lo que le causaba agonía inefable. Cristo era el príncipe de los dolientes. Pero su sufrimiento provenía del sentimiento de la malignidad del pecado, del conocimiento de que por la familiaridad con el mal, el hombre se había vuelto ciego a su enormidad” (El deseado de todas las gentes, p.701).
“Sobre Cristo como substituto y garante nuestro fue puesta la iniquidad de todos nosotros. Fue contado por transgresor, a fin de que pudiese redimirnos de la condenación de la ley. La culpabilidad de cada descendiente de Adán abrumó su corazón. La ira de Dios contra el pecado, la terrible manifestación de su desagrado por causa de la iniquidad, llenó de consternación el alma de su Hijo [...] Al sentir el Salvador que de él se retraía el semblante divino en esta hora de suprema angustia, atravesó su corazón un pesar que nunca podrá comprender plenamente el hombre. Tan grande fue esa agonía que apenas le dejaba sentir el dolor físico” (El deseado de todas las gentes, p. 701)
III. PAGÓ MI RESCATE CON SU VIDA
1. Jesús fue clavado en la cruz entre la hora tercera y sexta, es decir, entre las nueve y las doce de la mañana, y murió poco después de la hora nona, esto es, entre las tres y las cuatro de la tarde. Era tiempo de la oración principal del día, en la hora del sacrificio vespertino y cuando estaba siendo matado el cordero pascual. Él fue el Cordero de Dios que llevó y quitó el pecado del mundo.
2. “Y habiendo inclinado la cabeza entregó el espíritu”. Los demás mortales inclinan la cabeza como efecto de la muerte, pero Jesús la inclinó antes de morir. Nadie le quito la vida, él la puso voluntariamente.
3. Quien había vivido haciendo milagros los haría también en su muerte.
4. “Cristo no entregó su vida hasta que hubo cumplido la obra que había venido a hacer, y con su último aliento exclamó: “Consumado es” ( Juan 19:30). La batalla había sido ganada. Su diestra y su brazo santo le habían conquistado la victoria. Como Vencedor, plantó su estandarte en las alturas eternas. ¡Qué gozo entre los ángeles! Todo el cielo se asoció al triunfo de Cristo. Satanás, derrotado, sabía que había perdido su reino” (El deseado de todas las gentes, p. 706).
5. “El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo”. Este velo, que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo, se rasgó, no de abajo arriba, como si fuera por poder humano, sino de arriba abajo, como por una mano invisible, por un poder sobrenatural. Y eso aconteció en la hora del sacrificio, porque el sacrificio de Jesús terminaba con todos los otros sacrificios. El velo impedía el acceso a la presencia de Dios. La muerte de Cristo quitó el velo, el acceso es libre y directo.
6. “La tierra tembló...Las rocas se partieron” hasta las piedras proclamaron la salvación en el Señor.
7. “Se abrieron los sepulcros” (v.52). La renuncia produjo sus primeros frutos, la muerte tuvo su efecto, el poder del terremoto abrió las tumbas y el poder de Dios, devolvió la vida a los muertos.
CONCLUSIÓN
1. “El Cielo contempló con pesar y asombro a Cristo colgado de la cruz, mientras la sangre fluía de sus sienes heridas y el sudor teñido de sangre brotaba en su frente. De sus manos y sus pies caía la sangre, gota a gota, sobre la roca horadada para recibir el pie de la cruz. Las heridas hechas por los clavos se desgarraban bajo el peso de su cuerpo. Su jadeante aliento se fue haciendo más rápido y más profundo, mientras su alma agonizaba bajo la carga de los pecados del mundo. Todo el cielo se llenó de asombro cuando Cristo ofreció su oración en medio de sus terribles sufrimientos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Lucas 23:34. Sin embargo, allí estaban los hombres formados a la imagen de Dios uniéndose para destruir la vida de su Hijo unigénito. ¡Qué espectáculo para el universo celestial” (El deseado de todas las gentes, p. 708).
LLAMADO
1. “..la destrucción del pecado y de Satanás estaba asegurada para siempre, como también la redención del hombre, y el universo quedaba eternamente seguro. Cristo mismo comprendía plenamente los resultados del sacrificio hecho en el Calvario [...] cuando en la cruz exclamó: “Consumado es” (El deseado de todas las gentes, p.713).
2. Jesús renunció a salvarse a si mismo, renunció a quedarse al lado del Padre y murió por nosotros porque no quería vivir sin nosotros; compró nuestra salvación y destino eterno al precio infinito de su sangre y su vida.
3. Solo aceptando la entrega y renuncia de Jesús, un camino de esperanza se abre para nosotros.
4. ¿Podríamos aceptar esa renuncia y entrega como nuestra única esperanza de salvación? El renunció a todo por mí y por ti.
5. ¿Estamos dispuestos también a renunciar y arriesgar todo por él?
Oremos.
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