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La Pasión de Cristo eres tú - Él murió por tí



ÉL MURIÓ POR TI

¡Jesús, el Hijo de Dios, murió para salvarte! Este fue y siempre será el mensaje más importante de cualquier orador. El mundo necesita este mensaje tanto como necesita alimento.

El tema de hoy nos presenta las raíces del mal de este planeta: el pecado y sus consecuencias: la muerte, el orgullo, la indiferencia, el odio, la violencia, el sentimiento de culpa, la crisis existencial y mental.

La parábola de la oveja perdida (Luc. 15:3-7)

“Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?

Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros, gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.

Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”.

Estar perdido bíblicamente es lo mismo que estar muerto: “estando nosotros muertos en pecados” (Efe. 2:5).

La ovejita de la parábola moriría ciertamente si no era encontrada. Si Jesús no nos hubiese encontrado, ciertamente estaríamos muertos. No solo desde el punto de vista físico, sino sobre todo del espiritual.

I. CONSECUENCIAS DOLOROSAS DEL PECADO Y DE LA MUERTE

El pecado trajo dos consecuencias: muerte y esclavitud. “Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Juan 8:24, 34).

El hombre no puede resolver el problema del pecado y de su esclavitud.

“Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor” (Jer. 2:22). Jesús dice: “Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).

Apartarse de Dios es el primer paso para caer en cualquier pecado y para pasar a vivir como esclavo de ese pecado. Como dice la Biblia: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4). Existe un camino presentado por la Biblia de cómo ser libre de la muerte y de la esclavitud del pecado: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte” ( Juan 8:32, 51). 

El sufrimiento de Dios por causa del pecado

Uno de los versículos más conocidos del Nuevo Testamento es, sin duda, Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte”.

Por culpa del pecado y, consecuentemente, de la muerte, 102 personas mueren por minuto en el mundo, una cada 1,7 segundos, víctimas del pecado y de la muerte.

El Dr. Carlos Ramos nos hace reflexionar con la siguiente pregunta. ¿Quién fue la primera víctima del pecado y de la muerte? ¿Adán? ¿Abel? La respuesta la encontramos en Apocalipsis 13:8: el “Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo”. 

Ayer hablamos sobre ese Cordero de Dios que Juan vio y declaró como el único “camino”, la única “verdad” para la “vida” y para ir al cielo y el “Padre” (Juan 14:6).

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Cristo fue la primera víctima y, al final, la única (2 Cor. 5:14; Heb.10:12). 

Nadie debería quedar para siempre en el sepulcro, el sacrificio de Cristo fue tan grande que “La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 6:23).

II. LA PRIMERA VÍCTIMA COMO HECHO HISTÓRICO

Después de que el Señor creara todas las cosas, colocó a Adán y a Eva en el jardín del Edén para que lo cultivaran y cuidaran, con una restricción y consecuencia el Señor Dios ordenó al hombre: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gén. 2:16, 17).

Ellos sufrieron inmediatamente la primera consecuencia del pecado, y después una lista de otros pecados comenzó a aparecer. Ellos buscaron desesperadamente una solución humana. “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales” (Gén. 3:7). 

Vea lo que eso provocó:
• Concupiscencia de los ojos.
• Indiferencia e independencia de Dios.
• Soberbia.
• Vergüenza.
• Miedo.
• Excusas evasivas.
• Condenación.
• Muerte.

La solución humana es inútil, no funciona, son “obras muertas”. El pecado deja al hombre sin condiciones para estar en la presencia de Dios. Entonces él huye, se esconde, se va lejos de él. Todo intento humano solo lo aparta más de Dios. Las hojas de higuera no alcanzaban para cubrir el pecado. 

Una higuera no era suficiente. El jardín del Edén entero no fue suficiente.

III. SOLUCIÓN DIVINA

Dios busca al hombre como te busca a ti. Es un error decir “cuando yo encontré a Jesús”... y en realidad fue él quien te encontró. La iniciativa siempre es divina, y aquí tenemos una teología profunda.

“Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?” (Gén. 3:9). “¿Y a dónde huiré de tu presencia?” (Sal. 139:7).

Fue Dios quien también dio las soluciones, y el cordero es la primera víctima en morir. “Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió” (Gén. 3:21).

“Cuando Adán, de acuerdo con las indicaciones especiales de Dios, presentó una ofrenda por el pecado, fue para él una ceremonia sumamente penosa. Tuvo que levantar la mano para tomar una vida que sólo Dios podía dar, para presentar su ofrenda por el pecado. Por primera vez estuvo en presencia de la muerte. Al contemplar la víctima sangrante en medio de las contorsiones de su agonía, se lo indujo a observar por fe al Hijo de Dios, a quien esa víctima prefiguraba, y que moriría como sacrificio en favor del hombre.

La sangre de los animales debía relacionarse en la mente de los pecadores con la sangre del Hijo de Dios. La muerte de la víctima debía ser una evidencia para todos que el castigo del pecado es la muerte” (EGW, Exaltad a Jesús, p. 19).

Tenemos dónde encontrar la victoria: “Y ellos le han vencido [a Satanás] por medio de la sangre del Cordero” (Apoc. 12:11). 

El hombre mató un cordero: “en el proceso de la salvación, las manos que osan pecar sirven solo para matar al Cordero” (Dr. Carlos Ramos). 

Así, en Jesús nos volvemos justos por la fe y no por las obras. Y las vestiduras en el cuerpo de nuestros primeros padres recuerdan la muerte del cordero.

Las vestiduras de justicia de Cristo cubren totalmente la desnudez del alma humana, devuelven el vigor, la seguridad de la salvación y la alegría eterna.

CONCLUSIÓN

Solo Cristo puede resolver nuestro mayor problema (Jer. 23:5, 6). 

Lo que Cristo hace es garantizar el perdón, la liberación y la purificación. La victoria de Cristo es nuestra victoria.

La visión de Jesús crucificado fue lo que cambió la vida de Pablo.

“No existe un camino que lleva al cielo que no pase por el calvario”. “Es preciso presentarse con una cruz” (EGW, El discurso maestro de Jesucristo, p. 97). 

Es por ese prisma que debemos divisar la vida: A TRAVÉS DE LA CRUZ. Las perturbaciones exteriores no afectan la vida vivida por la fe en el hijo de Dios.

Hace algunos años atrás un hijo se peleó con su padre y salió de la casa diciendo:

—No me verás más.

Pasaron tres años extremadamente difíciles. Él quería volver a casa, pero tenía miedo: ¿será que su padre lo aceptaría de vuelta? Un día le escribió a su madre diciéndole que estaría en el tren que pasaba por su casa. Pidió que colgara alguna cosa blanca en el patio si su padre estaba de acuerdo de que volviese a casa.

Él estaba intranquilo en el tren, y se cambiaba de un asiento a otro. Un pastor notó su nerviosismo y le preguntó cuál era su problema. Él se lo contó. Siguieron viajando juntos mientras el joven miraba por la ventana. De repente comenzó a ponerse nervioso.

—Vea, pastor, mi casa queda después de la curva contando la próxima montaña. ¿Podría fijarse por mí si ve alguna cosa blanca? ¡No puedo mirar! Si no ve nada blanco, ¿me avisa, por favor?

El tren disminuyó la velocidad al entrar en la curva. El pastor miró fijo al otro lado de la colina. Casi se descontroló y comenzó a gritar:

— ¡Mira, hijo!

Había una casa pequeña en una hacienda entre los árboles, pero no se podía ver por lo blanco. Parecía que aquellos padres solitarios habían colgado todas las telas de la casa, todas las alfombras, todos los manteles, hasta los mismos pañuelos, todo lo que pudieron encontrar de color blanco fue colgado del tendedero y de los árboles. El joven quedó blanco también. Sus labios temblaban. No podía hablar. Se bajó del tren antes de que parara. La última cosa que el pastor vio fue que iba corriendo montaña arriba lo más rápido que podía en dirección a las telas blancas que se balanceaban con el viento.

No sé cuánto tiempo hace que tú estás lejos de casa, de Jesús, de la iglesia... 

Mira el cielo y mira las miles de estrellas que Dios colgó allí. 

Ve la promesa: 

"Jeremías, fíjate en el sol y la luna, que siempre salen a su debido tiempo. Eso no cambia nunca, como tampoco cambiará el pacto que hice con mi servidor David, con los sacerdotes, y con los descendientes de Abraham, de Isaac y de Jacob. Nunca faltará en Israel un rey de la familia de David, ni faltarán sacerdotes de la familia de Leví. Serán tan numerosos como las estrellas del cielo, y como los granos de arena del mar; nadie podrá contarlos."(Jer. 33:22). 

Por lo tanto, el Señor en Jeremías 31:36,37 nos muestra su infinito amor:

»El día que estas leyes naturales
lleguen a faltar,
ese día el pueblo de Israel
dejará de ser mi nación preferida.
El día que alguien pueda
medir la altura del cielo
o explorar lo profundo de la tierra,
ese día yo rechazaré a mi pueblo
por todo el mal que ha hecho.
¡Pero eso nunca sucederá!
¡Les doy mi palabra!»

Hasta hoy eso no sucedió, por más que avance la ciencia. Mira las vestiduras blancas del Cordero. Mira hacia el pasado y mira a Jesús colgando del madero para concederte el perdón. Sobre la vuelta definitiva al hogar del Cielo, sólo el Padre es quien lo sabe. Con respecto al regreso de Jesús a tu corazón, solo tú lo puedes decidir.

Esta no puede ser una Semana más en tu vida. Si la pasión de Cristo eres tú, permite que él también sea tu pasión. Permite que su muerte te traiga vida en abundancia.

¿Por qué no este día? ¿Por qué no ahora? 



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