"Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).
Perdidos en la tierra del olvido. Si vas por Irlanda por un camino rural angosto bordeado de setos, quizás encuentres el camino bloqueado por una vacada que vuelve a casa después de una comida crujiente. Incluso si no hay un pastor con ellas, irán al cobertizo de su dueño. Sabrán adónde ir y a quién pertenecen.
Si un niñito en una tienda se separa de su madre y grita, “¡Perdí a mi mamá!”, es posible que no sepa exactamente dónde está él ni dónde está su madre, pero en medio de un mar de madres que caminan por la tienda reconocerá a la madre que es suya únicamente.
Lamentablemente, a diferencia de esas vacas irlandesas (o de ese niño perdido), el pueblo de Judá olvidó que pertenecía al Señor, su Padre celestial, y por lo tanto perdió su verdadera identidad como pueblo del Pacto.
“Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento” (Isaías 1:2, 3).
"Se me mostró el peligro que corremos como pueblo de llegar a asemejarnos al mundo más bien que a la imagen de Cristo" 4TI, 301.
Esta semana veremos la obra de Dios con el fin de restaurar a su pueblo para sí.
I. OÍD, CIELOS (ISAÍAS 1:1–9)
El libro de Isaías se presenta brevemente identificando al autor (“hijo de Amoz”), la procedencia de su mensaje (una “visión”) y el tema (Judá y su capital, Jerusalén, durante el reinado de cuatro reyes). El tema también identifica al principal destinatario de Isaías como el pueblo de su propio país durante la época en que él vivió. El profeta les habló acerca de su condición y su destino.
Al mencionar a los reyes en cuyos reinados estuvo activo, Isaías reduce la audiencia y vincula el libro a los acontecimientos históricos y políticos de cierto período determinado. Este marco temporal nos dirige a los relatos de 2 Reyes 15 al 20 y 2 Crónicas 26 al 32.
Lee Isaías 1:2.
¿Cuál es la esencia de este mensaje? ¿Qué dice el Señor?
¿Cómo se aborda esta misma idea a lo largo de la historia bíblica?
¿Podría decirse esto también de la iglesia cristiana actual?
Observa que el mensaje de Isaías comienza con las palabras “Oíd, cielos, y escucha tú, tierra” (comparar con Deuteronomio 30:19; 31:28).
El Señor no insinúa que el cielo y la Tierra en sí puedan escuchar y entender; lo dice para establecer un énfasis.
Cuando un antiguo rey del Cercano Oriente, como un emperador hitita, hacía un tratado político con un gobernante menor, invocaba a sus dioses como testigos para enfatizar que cualquier violación del acuerdo seguramente sería advertida y castigada. Sin embargo, cuando el divino Rey de reyes hizo un pacto con los israelitas en los días de Moisés, no aludió a otros dioses como testigos. Como es el único Dios verdadero, llamó a los cielos y la Tierra a cumplir este papel (ver además Deuteronomio 4:26).
Leamos Isaías 1:1 al 9.
¿De qué era culpable Judá y qué sucedió debido a su culpa?
Al mismo tiempo, ¿qué esperanza se presenta en el versículo 9?
II. RITUALISMO PUTREFACTO (Isaías 1:10-17)
Leamos Isaías 1:10. ¿Al usar las imágenes de Sodoma y Gomorra que pretendía Dios? ¿Qué quería dejar en claro el Señor?
Lee Isaías 1:11 al 15. ¿Qué le está queriendo decir el Señor al pueblo? ¿Por qué rechazó la adoración que su pueblo le ofrecía?
Las mismas manos que ofrecían sacrificios y se extendían en oración estaban “llenas de sangre” (Isaías 1:15, NVI); es decir, eran culpables de violencia y opresión hacia los demás (1:15; 58:3, 4).
¿Cómo puedes “lavarte” (Isaías 1:16)? ¿Qué significa esa frase? (Ver Filipenses 2:12, 13.)
Al maltratar a otros miembros de la comunidad del Pacto, mostraban desprecio por el Protector de todos los israelitas. Los pecados contra los demás eran pecados contra el Señor.
Por supuesto, Dios mismo había instituido el sistema de adoración ritual (Levítico 1-16) y designó el Templo de Jerusalén como el lugar apropiado para ello (1 Reyes 8:10, 11). Pero los rituales estaban destinados a funcionar dentro del contexto del pacto que Dios había establecido con este pueblo. Fue el
pacto de Dios con Israel lo que le permitió vivir entre ellos en el Santuario/ Templo. Por lo tanto, los rituales y las oraciones realizados allí eran válidos solo si expresaban fidelidad a él y a su Pacto. Los que ofrecían sacrificios sin arrepentirse de su accionar injusto hacia otros miembros de la comunidad del Pacto estaban mintiendo en sus rituales. Por lo tanto, sus sacrificios no solo eran inválidos, ¡eran pecados! Sus rituales expresaban que eran leales, pero su comportamiento demostraba que habían quebrantado el Pacto.
¿Qué manda el Señor que haga su pueblo en Isaías 1:16, 17?
¿En qué sentido estos versículos, dentro de este contexto, son paralelos a lo que Jesús dijo en Mateo 23:23 al 28? ¿Qué mensaje podemos encontrar para nosotros hoy en estos pasajes y en el contexto en el que se dan?
III. EL ARGUMENTO DEL PERDÓN (Isaias 1:18)
Lee Isaías 1:18. Después de repasarlo varias veces, escribe lo que crees que el Señor está queriendo decir aquí (lea algunos versículos más para captar todo el contexto).
Dios expuso evidencias poderosas de que los judíos, los acusados, eran culpables de incumplimiento del contrato (Isaías 1:2–15), y les pide que se reformen (1:16, 17). Este llamado sugiere que hay esperanza. A fin de cuentas, ¿por qué instar a un criminal que merece ejecución a cambiar sus hábitos?
¿Cómo podría un prisionero en el corredor de la muerte “restitui[r] al agraviado, hace[r] justicia al huérfano, ampara[r] a la viuda” (NVI)?
Pero, cuando Dios dice: “Vengan ahora. Vamos a resolver este asunto” (Isaías 1:18, NTV), podemos comprender que el Señor aún trata de razonar con su pueblo, aún trata de hacer que se arrepienta y se aparte de sus malos caminos, no importa cuán degenerado se haya vuelto.
El Señor les dice que sus pecados “rojos” se volverán blancos.
¿Por qué los pecados son rojos?
Porque el rojo es el color de la “sangre” (culpa de sangre), que cubre las manos del pueblo (Isa. 1:15). El “blanco”, al contrario, es el color de la pureza, la ausencia de culpa de sangre. Aquí, Dios les ofrece cambiarlos. Este es el tipo de lenguaje que el rey David usó cuando clamó a Dios que perdonara su pecado de tomar a Betsabé y exterminar a su esposo (lee Salmos 51:7, 14). ¡En Isaías 1:18, el argumento de Dios es un ofrecimiento para perdonar a su pueblo!
¿En qué medida el ofrecimiento de perdón de Dios sirve como argumento para que ellos cambien su modo de actuar? Comparemos Isaías 1:18 con 44:22.
Ahora vemos el propósito de las duras palabras de advertencia de Dios contra su pueblo: no son para rechazarlo sino para llevarlo de regreso a él. El ofrecimiento de perdón es el poderoso argumento que respalda su llamado para que el pueblo se purifique moralmente (Isaías 1:16, 17). El perdón hace posible que sean transformados por su poder. Aquí vemos la simiente del “Nuevo Pacto”, profetizado en Jeremías 31:31 al 34, en el que el perdón es la base de un corazón nuevo para una nueva relación con Dios. Comenzamos “en rojo”, debido a una deuda que nunca podremos pagar. Desde la humilde posición del reconocimiento de nuestra necesidad de perdón, estamos listos para aceptar todo lo que Dios tiene para darnos.
¿Cuál es la relación entre el perdón que Dios ofrece y la transformación que realiza en nuestra vida? ¿Qué viene primero, la transformación y luego el perdón, o el perdón y luego la transformación?
Y ¿por qué es importante saber qué está primero?
IV. COMER O SER CONSUMIDO (Isaías 1:19–31)
Lee Isaías 1:19 al 31. ¿Qué tema aparece aquí que se repite en toda la Biblia?
Observa la estructura lógica de Isaías 1:19 y 20: Si el pueblo decide estar dispuesto a obedecer a Dios, comerá el bien de la tierra (Isaías 1:19).
Al contrario, si rechaza el ofrecimiento de perdón y restauración, y se rebela contra él, será consumido a espada (Isaías 1:20). La decisión es de ellos. Estos versículos, entonces, contienen una bendición y una maldición condicionales.
Isaías 1 reitera y aplica las palabras de Moisés registradas en Deuteronomio 30:19 y 20 en el momento en que se estableció el Pacto con la nación de Israel:
“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición”.
Considera esas palabras de Moisés. Fíjate que no hay término medio. Es vida o muerte, bendiciones o maldiciones.
¿Por qué crees que solo hay una de dos opciones para nosotros? ¿Por qué no puede haber algún tipo de transigencia?
Estas palabras de Moisés resumen la serie de advertencias, bendiciones y maldiciones que concluyen la articulación del Pacto en Deuteronomio 27 al 30 (comparar con Levítico 26). Los elementos de este pacto incluyen (1) el relato de lo que Dios había hecho por ellos, (2) las condiciones/estipulaciones (mandamientos) que deben observarse para que el Pacto se mantenga, (3) la referencia a testigos y (4) bendiciones y maldiciones para advertirle al pueblo qué pasaría si violaba las condiciones del Pacto.
Los eruditos descubrieron que estos elementos aparecen en el mismo orden en las alianzas políticas que comprenden a pueblos no israelitas, como los hititas. Por consiguiente, para establecer el Pacto divino con los israelitas, Dios utilizó una forma que ellos entenderían y les inculcaría con la mayor fuerza posible la naturaleza y las consecuencias de la relación mutuamente vinculante en la que decidían entrar. Los beneficios potenciales del Pacto eran asombrosos, pero si Israel infringía el acuerdo estarían peor que nunca.
En tu vida cristiana, ¿cómo has experimentado el principio de bendiciones y maldiciones?
V. EL FATÍDICO CANTO DE AMOR (Isaías 5:1–7)
Lee el cántico en los versículos anteriores. ¿Cuál es el significado de esta parábola?
Dios explica el significado de la parábola recién al final, en el versículo 7.
Al usar una parábola, ayuda al pueblo a verse objetivamente para admitir su verdadera condición. Dios efectivamente utilizó este enfoque con el rey David (ver 2 Samuel 12:1–13).
Al llamarlo “canción de amor” (BLP), Dios revela desde el principio su motivación hacia su pueblo. Su relación con él emana de su carácter, que es amor (1 Juan 4:8). Él espera una respuesta de amor a cambio. Pero, en lugar de “uvas”, obtiene “uvas silvestres”, lo que significa, en hebreo, “cosas apestosas”.
¿Qué quiere decir el Señor en Isaías 5:4 con: “¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Cómo, esperando yo que diese uvas, ha dado uvas silvestres?”
Dios dice en los siguientes versículos: “Os mostraré, pues, ahora lo que haré yo a mi viña: Le quitaré su vallado, y será consumida; aportillaré su cerca, y será hollada. Haré que quede desierta; no será podada ni cavada, y crecerán el cardo y los espinos; y aun a las nubes mandaré que no derramen lluvia sobre ella” (Isaías 5:5, 6).
¿Cómo adaptó, expandió y aplicó Jesús el canto de amor de la viña?
Mateo 21:33–45; Marcos 12:1–12; Lucas 20:9–19. ¿Qué lecciones encontramos en la historia anterior para nosotros, como adventistas del séptimo día?
Cuando pecamos, Dios no nos separa inmediatamente de él quitando su protección y destruyéndonos. Pacientemente nos da la oportunidad de aceptar el perdón (ver 2 Pedro 3:9). Él no deshecha a nadie que le responda.
Él llama, siempre que haya esperanza para una respuesta. No acepta inmediatamente un No como respuesta, porque sabe que somos ignorantes y que estamos engañados por el pecado. Pero, si sus esfuerzos no llegan a ninguna parte con nosotros, finalmente reconoce nuestra decisión y nos permite seguir siendo como decidimos ser (ver Apocalipsis 22:11).
Si rechazamos persistentemente las súplicas de Dios mediante su Espíritu, finalmente podemos traspasar el punto de no retorno (Mateo 12:31, 32).
Alejarse de Cristo es peligroso (Hebreos 6:4–6). Es muy limitado lo que Dios puede hacer, porque respeta nuestra libre elección.
Retoma la idea que se encuentra en Isaías 5:4, sobre “¿Qué más se podía hacer a mi viña?” y contémplala a la luz de la Cruz, donde Dios se ofreció como sacrificio por nuestros pecados, pagando con su carne por nuestra violación a su Ley.
¿Qué más se podría haber hecho por nosotros que lo que hizo allí? ¿Cuánta seguridad de salvación nos da el meditar en la Cruz, que nos motiva a arrepentirnos y cambiar nuestras acciones?
CONCLUSIÓN
En el contexto de Isaías 1:4, Elena de White escribió:
“El que pretendía ser el pueblo de Dios se había separado del Eterno, y había perdido su sabiduría y pervertido su entendimiento. No podía ver muy lejos, pues se olvidó de que había sido limpiado de sus antiguos pecados. Se movía inquieta e inseguramente en la oscuridad, procurando borrar de su mente el recuerdo de la libertad, la seguridad y la felicidad que antes había tenido. Se hundieron en toda clase de locuras insolentes y temerarias; se opusieron a las providencias de Dios, y ahondaron la culpa que ya pesaba sobre ellos. Escucharon las acusaciones de Satanás contra el carácter divino, y representaron a Dios como desprovisto de misericordia y perdón” (4CBA, 1159).
Esta cita dice que las personas se opusieron a “las providencias de Dios”. ¿Qué significa eso?
Resumen: Cuando el pueblo de Dios lo olvida y da por sentadas sus bendiciones, él les recuerda que son responsables de su pacto con él. Afortunadamente, señala su condición, les advierte sobre las consecuencias destructivas de abandonar su protección y los insta a permitirle que los sane y los limpie.
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