Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre” (Proverbios 1:8).
Como seres humanos, siempre estamos aprendiendo. De hecho, "la vida misma es una escuela."
“Desde los tiempos más remotos, los fieles de Israel habían prestado mucha atención a la educación de la juventud. El Señor había indicado que, desde la más tierna infancia, debía enseñarse a los niños de su bondad y grandeza, especialmente como está revelada en la Ley divina y expuesta en la historia de Israel. Los cantos, las oraciones y las lecciones de las Escrituras debían adaptarse a las mentes en desarrollo. Los padres y las madres debían instruir a sus hijos en que la Ley de Dios es una expresión de su carácter, y que al recibir los principios de la Ley en el corazón, la imagen de Dios se grababa en la mente y el alma. Gran parte de la enseñanza era oral; pero el joven también aprendía a leer los escritos hebreos, y se abrían a su estudio los pergaminos del Antiguo Testamento” (DTG 49, 50).
Durante la mayor parte de la historia humana, por lo común la educación se impartió en el hogar, especialmente durante los primeros años.
¿Qué dice la Biblia acerca de la educación en la familia, y qué principio podemos extraer de ella, cualquiera que sea nuestra situación familiar?
¿Qué ejemplos podrías dar en que la educación se haya pervertido y convertido en algo malo? ¿Qué podemos aprender de esos ejemplos negativos que podría ayudarnos a hacer que la educación sea algo bueno?
¿Qué maestros ejercieron influencia sobre ti, los que tenían más conocimientos o los que se conectaron contigo al mostrar interés en tu persona?
Hoy analizaremos el medio por el cual llega la educación: La Comunicación. Puesto que, para tener una educación efectiva es necesario desarrollar vínculos, al mismo tiempo que, expresar tu aprecio por los jóvenes construye una relación con ellos que permite al adulto ser una influencia en su vida.
I. LA PRIMERA FAMILIA
"La familia nos hace lo que somos"
No se dan muchos detalles (en realidad, ninguno), en las primeras páginas de las Escrituras, con respecto al tipo de educación familiar que se impartía en los primeros días de la historia humana, aunque podemos asegurar que la educación tenía lugar en la misma estructura familiar en aquel entonces.
“El sistema de educación establecido en el Edén tenía por centro la familia. Adán era ‘hijo de Dios’ (Lucas 3:38), y de su Padre recibieron instrucción los hijos del Altísimo. Su escuela era, en el más exacto sentido de la palabra, una escuela de familia” (Ed 33).
Y, aunque no sabemos exactamente lo que se enseñaba, podemos estar seguros de que se abordaban las maravillas de la Creación y, después del pecado, el plan de redención.
¿Qué enseñan los siguientes textos, y por qué estos seguramente fueron parte de la educación que Adán y Eva impartieron a sus hijos? Génesis 1; 2; 3:1–15; 2 Corintios 4:6; Lucas 10:27; Gálatas 3:11; Apocalipsis 22:12.
“El sistema de educación instituido al principio del mundo debía ser un modelo para el hombre en todos los tiempos. Como una ilustración de sus principios, se estableció una escuela modelo en el Edén, el hogar de nuestros primeros padres” (Ed 20).
La educación cristiana es un compromiso con el aprendizaje de las familias y sus miembros sobre doctrina, adoración, instrucción, camaradería, evangelización y servicio. El hogar es donde conferimos a los miembros de la familia el amor y las promesas de Dios. Es donde los niños aprenden de Jesús como su Señor, Salvador y Amigo, y donde se ensalza la Biblia como la Palabra de Dios. La familia es donde demostramos cómo es una relación saludable con nuestro Padre celestial.
En Génesis 4:1 al 4, tanto Caín como Abel llevan sus ofrendas al Señor.
Seguramente, podemos suponer que aprendieron el significado y la importancia de las ofrendas como parte de su educación familiar con respecto al plan de salvación.
Por supuesto, como muestra la historia, una buena educación no siempre conduce al tipo de resultado que esperamos.
Cualquiera que sea la situación en tu hogar, ¿qué decisiones puedes tomar para que sea un ambiente donde se enseñe y viva la verdad?
Tal vez el consejo de una buena maestra frente al fracaso pueda ser útil: "No dejes que esto te defina, puede ser mejor que esto".
II. LA NIÑEZ DE JESÚS
Las Escrituras nos dan muy pocos detalles sobre la infancia de Jesús.
Gran parte de esos años continúan siendo un misterio. Sin embargo, se nos ha dado una idea del carácter de sus padres terrenales, María y José, y lo que aprendemos de ellos podría ayudarnos a explicar algo de la infancia y la educación temprana de Jesús.
Leamos Lucas 1:26-38; Lucas 1:46-55 y Mateo 1:18-24 ¿Qué nos enseñan estos pasajes sobre María y José? ¿Cómo nos podrían ayudar a comprender la manera en que Jesús fue educado por sus padres?
En estos pasajes podemos percibir que tanto María como José eran judíos fieles que procuraban vivir en obediencia a las leyes y los mandamientos de Dios. Y en efecto, cuando el Señor se acercó a ellos para decirles lo que ocurriría, ellos hicieron fielmente todo lo que se les dijo.
“El niño Jesús no recibió instrucción en las escuelas de las sinagogas.
Su madre fue su primera maestra humana. De labios de ella y de los rollos de los profetas aprendió las cosas celestiales. Las mismas palabras que él había hablado a Israel por medio de Moisés le fueron enseñadas sobre las rodillas de su madre. Y, al pasar de la niñez a la juventud, no frecuentó las escuelas de los rabinos. No necesitaba la instrucción que podía obtenerse de tales fuentes, porque Dios era su instructor” (DTG 50, 51).
Sin duda, sus padres fueron buenos y fieles maestros para el niño, pero, como revela la historia de Lucas 2:41 al 50, había muchas cosas de su hijo que ellos no entendían, porque Jesús poseía conocimiento y sabiduría divinos, que solo el Señor le había impartido.
Jesús fue el alumno modelo porque:
- Tenía curiosidad
- Tenía sed del conocimiento de Dios
- Era un oyente atento
- Hacia preguntas porque era un aprendiz activo, no pasivo.
- No era reacio a ofrecer respuestas
- Mostraba que podía ser vulnerable poniendo sus ideas sobre la mesa para que otros las juzguen, critiquen o afirmen.
Un niño que ha estado hablando de Dios desde que tenía doce años (y probablemente antes) no podía ser intimidado. Los buenos alumnos son siempre los mejores maestros.
¿Cómo abarcar con nuestra mente lo que ella escribió aquí acerca de que Jesús aprendió sobre las rodillas de su madre las palabras que él mismo había pronunciado? ¿Qué nos dice esto acerca del asombroso amor de Dios? ¿Cómo debemos responder nosotros, criaturas caídas y pecadoras?
III. COMUNICACIÓN
Concretamente, la educación en cualquier nivel es comunicación. El maestro tiene conocimiento, sabiduría, información, hechos y demás para transmitir al alumno. Alguien con mucho conocimiento debe tener la capacidad de comunicarlo a los demás; de lo contrario, ¿de qué sirve todo lo que sabe, al menos, en términos de enseñanza?
No obstante, por otro lado, las buenas aptitudes docentes no consisten solo en la capacidad de comunicarse. También es fundamental entablar una relación para todo el proceso.
“El verdadero maestro puede impartir a sus alumnos pocos dones tan valiosos como el de su compañía. Puede decirse de los hombres y las mujeres mucho más de los jóvenes y los niños, que solamente los podemos comprender al ponernos en contacto con ellos por medio de la simpatía; y necesitamos comprenderlos para poder beneficiarlos más eficazmente” (Ed 212).
En otras palabras, la buena enseñanza también funciona en los niveles emocional y personal.
En el caso de la familia como escuela, esto es muy importante. Se debe construir una buena relación entre el alumno y el maestro. Las buenas relaciones se entablan y se fomentan mediante la comunicación.
Cuando los cristianos no se comunican con Dios, por ejemplo, mediante la lectura de la Biblia o la oración, su relación con Dios se estanca. Las familias necesitan la conducción divina para crecer en la gracia y el conocimiento de Cristo.
Entablar relaciones familiares (o de cualquier tipo) sólidas, según Salmos 37:7–9; Proverbios 10:31, 32; 27:17; Efesios 4:15; 1 Juan 3:18; Tito 3:1, 2; Santiago 4:11 precisa dedicar tiempo a sembrar las semillas adecuadas de la comunicación no solo preparará a los miembros de la familia para una relación personal con Cristo, sino también ayudará a desarrollar relaciones interpersonales dentro de la familia. Abrirá canales de comunicación que te alegrarás de haber formado una vez que tus hijos lleguen a la pubertad y a la edad adulta. E incluso si no tienes hijos, los principios que se encuentran en estos versículos funcionan para todo tipo de relaciones.
Nuestras palabras cumplen una función vital en el proceso de entablar relaciones por qué no solo importa lo que decimos sino cómo lo decimos. Porque ¿Quién no tuvo situaciones en las que su forma de decir algo arruinó el impacto de lo que dijo, por más que había dicho lo correcto?
Siempre esperamos que nuestras familia sean el lugar de una educación que nos prepare para la piedad, la estabilidad emocional y relacional, las actividades intelectuales y el bienestar físico. Un lugar donde prevalezca la sumisión mutua antes que el antagonismo constante. Para ello es necesario: Forjar relaciones. La relación entre padres e hijos, educadores y alumnos, a menudo determina si existe un aprendizaje efectivo.
Necesitamos dedicar tiempo de calidad a nuestros hijos e hijas; invertir en nuestra relación, así todo el trabajo no será en vano y es probable que los dividendos sean una educación efectiva, que culmine en un compromiso de por vida con Cristo y la vida eterna.
"Si más a menudo (los padres) reunieran en torno de ellos a los niños y manifestaran interés en sus tareas, aún en sus juegos deportivos, se ganarían su amor y su confianza, y las lecciones de respeto y obediencia se aprenderían con más rapidez, porque el amor es el mejor maestro. Un interés similar manifestado hacía los jóvenes produciría resultados similares. El corazón joven es rápido en responder ante un toque de simpatía" (FCE, 60, 61).
IV. NO OS OLVIDÉIS
Antes de que los hijos de Israel entraran en la Tierra Prometida, Moisés les habló nuevamente, relatando la manera maravillosa en que el Señor los había guiado, y los exhortó vez tras vez a no olvidar lo que el Señor había hecho por ellos. En muchos aspectos, Deuteronomio fue el testamento de Moisés. Y, aunque se escribió hace miles de años, en una situación cultural y de vida radicalmente diferente de cualquier cosa que experimentamos hoy, esos principios también se aplican a nosotros.
Leamos Deuteronomio 6. ¿Qué podemos aprender de este capítulo sobre los principios de la educación cristiana? ¿Qué debería ser primordial para todo lo que enseñamos, no solo para nuestros hijos sino también para cualquiera que no sepa lo que nosotros sabemos acerca de Dios y sus grandes actos de salvación? ¿Qué advertencias encontramos en estos versículos también?
Lo esencial para todo lo que debían enseñarles a sus hijos era la maravillosa obra de Dios entre ellos. Y además se les dio una clara advertencia de no olvidar todo lo que Dios había hecho por ellos.
Por supuesto, si los padres deben desempeñar el papel principal para la integración de las enseñanzas bíblicas en la vida de sus hijos, entonces tienen la responsabilidad de organizarse y de preparar su propia vida de tal manera que tengan el conocimiento y el tiempo adecuados para dedicarles a sus hijos.
“El primer maestro del niño es la madre. En las manos de esta se concentra en gran parte su educación durante el período de mayor sensibilidad y más rápido desarrollo” (Ed, 275).
Este es el momento crucial en que los padres deben satisfacer las necesidades de sus hijos relacionadas con el amor y las promesas de Dios.
Establecer un horario regular para enseñar la sabiduría y las promesas de Dios personalmente a sus hijos tendrá un impacto positivo en tu familia para las generaciones venideras.
La influencia de los padres es grande.
"Hasta la tercera y cuarta generación" (Números 14:18) La transferencia de pecados no es un castigo de un Dios vengativo, sino una simple declaración de cómo funciona la vida.
George Bernard Shaw dijo alguna vez: "La vida para mí no es una vela que se apaga. Es más bien una espléndida antorcha que sostengo en mis manos durante un momento, y quiero que arda con la máxima claridad posible antes de entregarla a las futuras generaciones".
Podemos pasar la antorcha en nuestro hogar a través de la aprobación y la aceptación de nuestros hijos. Pasamos la promesa del pacto de la gracia, que es la misma gracia que nosotros hemos recibido. Aprobamos el pacto al aceptar, aprobar y bendecir a nuestros hijos.
Por ello la constante necesidad de una buena instrucción y la repetición continúa a los hijos de estas enseñanzas.
“Y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:7).
Ningún padre es perfecto, ningún hijo es perfecto. Solo hay uno que es perfecto. Encontrar nuestra identidad en Dios nos libera para desarrollarnos hacia su ideal. Encontrar nuestra identidad en Dios nos ayuda a no depender de ninguna disfunción de nuestra familia humana en relación con nuestro sentido de identidad.
¿Cuál es el propósito de esto? ¿Qué debería decirnos sobre la importancia de mantener siempre la realidad del Señor no solo delante de nuestros hijos sino también de nosotros mismos?
UNA RELACIÓN IMPORTANTE
“Sobre los padres y las madres descansa la responsabilidad de la primera educación del niño, como asimismo de la ulterior, y por eso ambos padres necesitan urgentemente una preparación cuidadosa y cabal. Antes de aceptar las responsabilidades de la paternidad y la maternidad, los hombres y las mujeres deberían familiarizarse con las leyes del desarrollo físico [...] deberían comprender también las leyes del desarrollo mental y de la
educación moral” (Ed, 276).
“La cooperación debería empezar con los padres en el hogar. Comparten la responsabilidad de la educación de los niños, y deberían esforzarse constantemente por actuar juntos. Entréguense a Dios y pídanle ayuda, para sostenerse mutuamente. [...] No es probable que los padres que imparten esta educación critiquen al maestro. Piensan que tanto el interés de sus hijos como la justicia hacia la escuela exigen que, tanto como sea posible, apoyen y honren a aquel que comparte su responsabilidad” (Ed 283).
A partir de lo que aprendimos hoy ¿Cómo puede influir tu familia en el lugar donde vives?
Todos recibimos el don sagrado del libre albedrío. Tarde o temprano, cuando los niños lleguen a jóvenes o incluso a adultos, tendrán que tomar sus propias decisiones con respecto al Dios del que aprendieron en sus primeros años de vida.
¿Qué patrones negativos dentro de tu familia te has propuesto que nunca transmitirán a tu propia familia joven?
¿De qué manera Dios y las Escrituras te ayudaron a identificar estos patrones negativos?
¿Qué ideas obtuviste que te enseñaron a evitar que se repitan?
¿Por qué todos (seamos padres o no) los que procuramos dar testimonio a los demás y enseñarles el evangelio siempre debemos tener en cuenta esta verdad crucial del libre albedrío?
CONCLUSIÓN
EL BOSQUE FENTON
Había una vez en el bosque FENTON, una ardillita llamada Corretón, que era hijo de la ardilla Corretona. Cómo típica ardilla que era, Corretón era muy curioso y siempre estaba buscando lugares para explorar. Pero su curiosidad a menudo lo metía en problemas. Una vez trepó hasta el nido de Carlota la gaviota, alterando sus huevos. En otra ocasión, casi pierde la vida cuando su exploración lo llevó directamente hasta el foso de Freddy el zorro. Pero Corretón era una pequeña ardilla intrépida y no se desanimó por estás experiencias, así que continuó explorando nuevos territorios y frecuentemente metiéndose en problemas.
Un día, Corretón desapareció. Bueno, no solo desapareció, sino que en una de sus excursiones, no regresó a casa. Su familia estaba preocupada y comenzó a buscarlo, sin éxito. Preguntaron por todo el bosque, pero nadie sabía nada. De hecho Freddy el zorro dijo: "Bueno, se lo merece por ser tan problemático". Y Carlota la gaviota dijo: "El bosque está mejor sin él".
La familia de Corretón había denunciado su desaparición en la oficina de Desaparecidos del Bosque FENTON, pero nadie mostró demasiada preocupación. Cuando Conejín se enteró de que Corretón se había perdido, dijo: "Bueno, sabía que algún día tendría problemas serios". El Oso Mañoso dijo: "Yo lo ví crecer en el bosque y siempre me pareció que no era muy bueno".
Algunos no fueron lo suficientemente valientes para decírselo en la ara a la familia, pero pensaron: ¿Será que ellos piensan que nosotros, los del bosque, tenemos que hacer el trabajo de ellos de preocuparnos por sus hijos?
Pero la familia de Corretón lo amaba, y decidieron encontrarlo, independientemente de lo que él fuera. Organizaron una comisión de búsqueda y cubrieron sistemáticamente el bosque de un extremo al otro. Finalmente descubrieron a Corretón perdido, hambriento y con frío. Lo trajeron a casa, lo alimentaron y lo calentaron. Hubo regocijo en su familia. Corretón estaba contento de haber regresado y dijo que había aprendido la lección de no alejarse.
Entonces el búho sabio añadió: "En la familia, nadie se olvida".
Nuestros hijos necesitan el amor incondicional de una familia.
¿Comunico yo palabras y acciones de amor y cuidado tierno a mis hijos e hijas para que sepan que los amo incondicionalmente?
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