"Entonces volvió Moisés ante el Señor y le dijo: “Este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro. Te ruego que perdones su pecado. Y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito”" (Éxodo 32:31, 32).
Aunque Moisés había estado ausente del campamento de Israel durante solo cuarenta días, ¿qué sucedió? El pueblo de Dios se apartó de él y adoró a un ídolo, el becerro de oro.
¿Cómo pudieron hacer eso después de tantas señales poderosas, experiencias y milagros?
Podría haber muchas respuestas para ese interrogante y tal vez algo acertado en todas ellas. ¿Acaso el pueblo no entendía quién era Dios en realidad? ¿O fueron sus poderosas experiencias con él eclipsadas por sus deseos carnales y pecaminosos? ¿No apreciaban lo que Dios había hecho por ellos, sino que lo daban todo por sentado? ¿Estaba su entendimiento nublado, estropeado por sus preocupaciones cotidianas y su antigua manera pecaminosa de pensar? ¿Eran simplemente desagradecidos para con las misericordiosas acciones de Dios en su favor? ¿Olvidaron tan rápidamente los poderosos actos de Dios (Salmos 106:13, 21-23)? ¿O podría adjudicarse todo al fallido liderazgo de Aarón? «Con Aarón también el Señor se enojó en gran manera para destruirlo» (Deuteronomio 9:20).
Cualesquiera que hayan sido las razones de tan terrible apostasía, ¿qué lecciones podemos extraer de ella, no solo acerca de la pecaminosidad humana, sino del amor misericordioso de Dios hacia los seres humanos a pesar de su pecaminosidad?
I. LIDERAZGO FALLIDO
Dios llamó a Moisés para que pasara tiempo con él. Cuarenta días y cuarenta noches pudo haber sido un período corto para Moisés, pero pareció largo, demasiado largo, para los israelitas. Su líder visible estaba ausente. Se sintieron desorientados, impacientes, temerosos e inseguros. Querían tener un dios visible que los guiara, como los «dioses» que habían visto toda su vida en el Egipto idólatra.
"Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. 2 Y Aarón les dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos. 3 Entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas, y los trajeron a Aarón; 4 y él los tomó de las manos de ellos, y le dio forma con buril, e hizo de ello un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto. 5 Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón, y dijo: Mañana será fiesta para Jehová. 6 Y al día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz; y se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse". Éxodo 32:1 al 6.
¿Cómo fue posible que el liderazgo de Aarón fracasara tan estrepitosamente?
Aarón no estuvo a la altura de las circunstancias. No supo aprovechar el momento y hacer lo correcto. En lugar de confiar en el Señor, cedió ante la presión de la mayoría. El pueblo exigió lo impensable: «Haznos un dios que vaya delante de nosotros» (Éxodo 32:1), y él consintió.
La gente dio voluntariamente oro para hacer el ídolo, y Aarón no solo no los detuvo, sino que los animó a donar. Luego participó en la fabricación de este falso dios. Después, el pueblo declaró: «Israel, este es tu dios que te sacó de Egipto» (Éxodo 32:4). Cuán pecadores, malvados y estrechos de miras. Aunque acababan de fabricar este ídolo, declararon que él los había liberado. ¿No es asombroso cómo los deseos pecaminosos pueden pervertir nuestro pensamiento y nuestras acciones? La gente celebra sus propias creaciones mientras su humanidad y su moralidad se degradan en el proceso.
«Para hacer frente a semejante crisis, hacía falta un hombre de firmeza, decisión, y ánimo imperturbable, un hombre que considerara el honor de Dios sobre el favor popular, sobre su seguridad personal y su misma vida. Pero el jefe provisional de Israel no tenía ese carácter. Aarón reprochó débilmente al pueblo, y su vacilación y timidez en el momento crítico no sirvieron sino para hacerlos más decididos en su propósito. El tumulto creció. Un frenesí ciego e irrazonable pareció posesionarse de la multitud. Algunos permanecieron fieles a su pacto con Dios; pero la mayor parte del pueblo se unió a la apostasía» (PP, 326, 327).
¿Cómo pudo Aarón, un dirigente, haber sido tan débil? ¿De qué maneras podría haber intentado justificar en su corazón sus acciones equivocadas?
II. LA IDOLATRÍA Y EL MAL
"Y al día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz; y se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse". Éxodo 32:6.
¿Adónde los condujo rápidamente su idolatría?
"Los ídolos de ellos son plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no ven; orejas tienen, mas no oyen; tienen narices, mas no huelen; manos tienen, mas no palpan; tienen pies, mas no andan; no hablan con su garganta. Semejantes a ellos son los que los hacen, y cualquiera que confía en ellos". Salmos 115:4-8
"Los ídolos de las naciones son plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; tienen orejas, y no oyen; tampoco hay aliento en sus bocas. Semejantes a ellos son los que los hacen, y todos los que en ellos confían". 135:15-18
"Los formadores de imágenes de talla, todos ellos son vanidad, y lo más precioso de ellos para nada es útil; y ellos mismos son testigos para su confusión, de que los ídolos no ven ni entienden. 10 ¿Quién formó un dios, o quién fundió una imagen que para nada es de provecho?" Isaías 44:9, 10.
El becerro de oro se parecía al dios-toro egipcio Apis, o al dios-vaca Hathor. Se trataba de una flagrante transgresión del primer y segundo mandamientos (Éxodo 20:3-6). Esta violación no podía quedar impune porque rompía abiertamente la relación del pueblo con el Señor viviente. En lugar de adorar a su Creador, los israelitas adoraron a su propia creación, que no podía ver, oír, oler, hablar, cuidar, amar ni guiar.
El orden de la Creación se invirtió: en lugar de comprender que habían sido creados a imagen de Dios, hicieron un dios, ni siquiera a su propia imagen, lo que ya habría sido considerablemente malo, sino a imagen de un animal. ¿Este era el dios al que querían servir? Habían pecado así gravemente contra el Señor.
"Porque en aquel día arrojará el hombre sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, que para vosotros han hecho vuestras manos pecadoras". Isaías 31:7.
"Serán vueltos atrás y en extremo confundidos los que confían en ídolos, y dicen a las imágenes de fundición: Vosotros sois nuestros dioses". Isaías 42:17.
"Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío". Romanos 1:22-27.
¿De qué maneras refleja la apostasía del becerro de oro lo que dice el texto anterior?
La idolatría rechaza la verdad teológica de que Dios es Dios y el hombre es hombre, borra la brecha entre la Deidad y el ser humano (Eclesiastés 5:2) y destruye la conexión entre ambos.
Ya sea de manera descarada y abierta u oculta en el corazón, la idolatría destruye rápidamente nuestra relación con el Señor y nos conduce a una espiral moral descendente. No es de extrañar que se pusieran a festejar después de ofrecer sacrificios al ídolo, lo que Elena G. de White describió como «una imitación de las fiestas idólatras de Egipto» (PP, 292).
Los humanos son brillantes a la hora de fabricar sus propios ídolos. Crean sus propios dioses, lo cual ya es malo, pero luego van y los sirven. Sustituyen al Creador por cosas que, tarde o temprano, conducen a la degradación moral.
¿De qué maneras rinden culto los seres humanos actualmente a la Creación en lugar de adorar al Creador?
¿De qué maneras podemos rendir culto a la Creación en lugar de adorar al Creador? ¿Cómo podemos ser buenos administradores del planeta y proteger el medio ambiente sin adorarlo o convertirlo en un ídolo en sí mismo?
III. CORROMPIÉNDOSE A SÍ MISMOS
"Entonces Jehová dijo a Moisés: Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido. Pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho un becerro de fundición, y lo han adorado, y le han ofrecido sacrificios, y han dicho: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto". Éxodo 32:7, 8.
¿Por qué envió Dios a Moisés nuevamente al campamento de Israel?
Al recurrir a un ídolo, los israelitas estaban divorciándose del Dios verdadero, quien los había liberado de Egipto. El Señor los culpó directamente, diciendo que se habían corrompido (Éxodo 32:7) al punto de atribuir su liberación a esta estatua. ¡Qué contradicción tan directa con lo que Dios les dijo! (Éxodo 20:2). Esta negación de la presencia de Dios y de sus poderosos actos era un asunto grave. Su pensamiento y sus sentimientos estaban distorsionados y completamente corrompidos.
Para el profeta Ezequiel, la idolatría estaba en el centro de toda la miseria del pueblo de Dios, y de allí brotaban todos los demás pecados (ver, por ejemplo, Éxodo 8:1-18; 20:1-44; 22:1-12). Nos preguntamos a menudo cómo podían los antiguos creyentes ser tan ingenuos e incorregibles, al punto de adorar objetos de fabricación humana. Estamos bastante seguros de que nosotros nunca haríamos algo así. Pero ¿estamos realmente libres de la idolatría? Los ídolos de hoy pueden tener formas y figuras diferentes, pero tienen un atractivo similar.
La idolatría consiste en rendir culto a algo que sustituye a Dios aun a sabiendas de que eso es incorrecto. Un ídolo es todo aquello que capta nuestra imaginación, afecto, tiempo y mente más que Dios y puede incluso esclavizar nuestro pensamiento. De hecho, nos convertimos en lo que contemplamos y no llegaremos más alto que el «dios» al que sirvamos.
Si Dios no está en el centro de tu vida, entonces otros dioses ocuparán su lugar. Si no disfrutamos y cultivamos la presencia viva de Dios, disfrutaremos y dedicaremos nuestra vida a algo o a alguien más. Lo que adoramos en lugar de Cristo puede tener diferentes apariencias: orgullo, egoísmo, dinero, poder, sexo, comida, televisión, drogas, alcohol, pensamientos impuros, pornografía, placeres, trabajo, deportes, familia, videojuegos, películas, compras, ideas, política, música, posición, títulos, calificaciones, etcétera. La lista no tiene fin.
Somos muy creativos en este sentido. Podemos convertir cualquier cosa buena, hermosa y significativa en un ídolo. La idolatría es extremadamente peligrosa porque transforma nuestra personalidad, nuestra forma de pensar, nuestros afectos y nuestra vida social. Cambia nuestra identidad y sustituye las relaciones personales auténticas por interacciones huecas y sin sentido que no pueden salvarnos.
IV. LA JUSTA IRA DE DIOS
"Dijo más Jehová a Moisés: Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz. 10 Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación grande. 11 Entonces Moisés oró en presencia de Jehová su Dios, y dijo: Oh Jehová, ¿por qué se encenderá tu furor contra tu pueblo, que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte? 12 ¿Por qué han de hablar los egipcios, diciendo: Para mal los sacó, para matarlos en los montes, y para raerlos de sobre la faz de la tierra? Vuélvete del ardor de tu ira, y arrepiéntete de este mal contra tu pueblo. 13 Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel tus siervos, a los cuales has jurado por ti mismo, y les has dicho: Yo multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo; y daré a vuestra descendencia toda esta tierra de que he hablado, y la tomarán por heredad para siempre. 14 Entonces Jehová se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo. 15 Y volvió Moisés y descendió del monte, trayendo en su mano las dos tablas del testimonio, las tablas escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas. 16 Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas. 17 Cuando oyó Josué el clamor del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: Alarido de pelea hay en el campamento. 18 Y él respondió: No es voz de alaridos de fuertes, ni voz de alaridos de débiles; voz de cantar oigo yo. 19 Y aconteció que cuando él llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte. 20 Y tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel. 21 Y dijo Moisés a Aarón: ¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan gran pecado? 22 Y respondió Aarón: No se enoje mi señor; tú conoces al pueblo, que es inclinado a mal. 23 Porque me dijeron: Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. 24 Y yo les respondí: ¿Quién tiene oro? Apartadlo. Y me lo dieron, y lo eché en el fuego, y salió este becerro. 25 Y viendo Moisés que el pueblo estaba desenfrenado, porque Aarón lo había permitido, para vergüenza entre sus enemigos, 26 se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví. 27 Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente. 28 Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés; y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres. 29 Entonces Moisés dijo: Hoy os habéis consagrado a Jehová, pues cada uno se ha consagrado en su hijo y en su hermano, para que él dé bendición hoy sobre vosotros". Éxodo 32: 9 al 29.
¿Cuál fue la reacción de Moisés ante la decisión divina de destruir a Israel?
Mientras Moisés estaba todavía en el Monte Sinaí, Dios dijo que destruiría a los rebeldes y haría de la posteridad de aquel una gran nación. Pero eso no era lo que Moisés quería, sino que suplicó al Señor en favor de los israelitas, señalando que no eran el pueblo de Moisés, sino el de Dios, y que no había sido él, Moisés, quien los sacó de Egipto, sino Dios mediante sus poderosos hechos. Moisés invocó las promesas que Dios había hecho a los patriarcas, actuando verdaderamente como intercesor entre Dios y la humanidad.
Después de que «el Señor desistió del mal que dijo que haría a su pueblo» (Éxodo 32:14), Moisés volvió con ellos. A diferencia de lo que sucedería en Éxodo 34:29, 30, no se menciona que su rostro resplandeciera tras haber estado en la presencia del Señor, tal vez porque en esta circunstancia reflejaba su ira.
«Cuando Moisés llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, se enardeció de ira. Arrojó las tablas de sus manos y las quebró al pie del monte» (Éxodo 32:19). La acción de romper las tablas que contenían el Decálogo era una señal externa de la ruptura de su contenido. Dios más tarde le ordenó a Moisés que cincelara dos tablas para sustituir «las primeras tablas que quebraste» (Deuteronomio 10:2). Dios mismo reescribiría los Mandamientos.
Moisés reprendió duramente a Aarón por rendirse a las exigencias del pueblo. «¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan grande pecado?» (Éxodo 32:21).
Aarón trató de excusar su transgresión
(1) culpando a otros y
(2) sugiriendo que el ídolo había aparecido por arte de magia: «Lo eché [el oro] en el fuego y salió este becerro» (Éxodo 32:24).
Lo que empeoraba las cosas era que el propio Aarón había sido muy honrado por Dios, pues se le habían concedido muchos privilegios, que incluyeron subir a la montaña con Moisés y los ancianos (Éxodo 24:1).
¡Qué trágica ironía! Al afirmar que había ocurrido un milagro, Aarón quiso engañar a su hermano (nota cómo un pecado conduce a otro; en este caso, de la idolatría a la mentira). Sin embargo, Moisés no se dejó engañar al ver el comportamiento desenfrenado del pueblo. Las consecuencias negativas eran evidentes, y Moisés tuvo que detener la rebelión de inmediato.
¿Qué debería enseñarnos esta historia acerca del poder de la oración intercesora? ¿Por quién deberías orar ahora mismo?
V. LA INTERCESIÓN
"Y aconteció que al día siguiente dijo Moisés al pueblo: Vosotros habéis cometido un gran pecado, pero yo subiré ahora a Jehová; quizá le aplacaré acerca de vuestro pecado. Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito". Éxodo 32:30-32.
¿Cuán lejos fue Moisés en su oración intercesora en favor de los pecadores?
Terribles cosas ocurrieron en el campamento israelita a causa de la rebelión del pueblo, incluso la muerte de muchas personas (Éxodo 32:28). Al día siguiente, Moisés dijo lo siguiente al pueblo: «Ustedes han cometido un gran pecado. Pero subiré ahora al Señor; quizá consiga el perdón de su pecado» (Éxodo 32:30).
«Entonces volvió Moisés ante el Señor y le dijo: “Este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro. Te ruego que perdones su pecado. Y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito”» (Éxodo 32:31, 32).
No es de extrañar que Moisés sea considerado un tipo o prefiguración histórica de Cristo. En virtud de su oración intercesora por los pecadores y su disposición a ofrecer su propia vida por ellos, reflejaba sin duda lo que Cristo hace por todos nosotros. ¡Qué compasión ejemplar por los transgresores! Moisés demostró su entrega total al Señor y su amor abnegado por las personas. El libro de Éxodo no indica cuánto tiempo permaneció con el Señor en el monte esta vez, pero Deuteronomio dice que estuvo en el Sinaí durante cuarenta días (ver Deuteronomio 9:18).
La palabra traducida como «perdonar» en Éxodo 32:32 proviene de un verbo cuyo significado básico es «llevar» o «cargar», como en Isaías 53:4, que dice lo siguiente acerca de Jesús: «Él llevó nuestras enfermedades». Qué poderosa visión del proceso de salvación y perdón, y de cuánto costó a Dios nuestra salvación.
Moisés estaba pidiendo al Señor que «llevara» el pecado del pueblo, precisamente lo que hizo en la cruz miles de años después. Éxodo 32:32 muestra no solo la idea de la expiación sustitutoria, sino también que Dios mismo es quien la realiza.
Este texto ilustra cómo ocurre el perdón. Dios cargó, en Cristo, con nuestros pecados, la única forma en que podíamos ser perdonados. Cuán poderosa expresión del plan de salvación y qué demostración para nosotros y para el cosmos de lo que Dios estuvo dispuesto a hacer para salvarnos.
Moisés pidió a Dios que cargara con los pecados del pueblo y el Señor lo hizo finalmente en Jesús. ¿Cómo podemos asimilar esta asombrosa verdad? ¿Qué nos dice ella acerca del amor de Dios por la humanidad caída?
¿Por qué la expiación sustitutiva es el único modelo correcto de expiación? ¿Por qué es un grave error teológico cualquier teoría de la expiación que niegue el fundamento sustitutivo del evangelio o le reste importancia?
"Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados". 1 Pedro 2:24.
¿Cómo revela este texto poderosamente la idea de que Jesús es nuestro Sustituto?
CONCLUSIÓN
La lección de esta semana presenta un enfoque especial acerca de la obra de Dios en los creyentes. El Señor puede hacer en nosotros «infinitamente más que todo cuanto pedimos o entendemos» (Efesios 3:20). No debemos centrarnos en nosotros mismos y gratificar nuestros deseos personales, porque esto conduce a la idolatría. Por el contrario, nuestra atención debe centrarse en Dios y en su poder. Él da la fuerza que conduce a una vida nueva y victoriosa (Filipenses 4:13; Judas 1:24, 25).
Uno puede discernir la gravedad de una situación o de un hecho por sus resultados o por la magnitud de la reacción que provoca. ¿Por qué ordenó Moisés la ejecución de aquellos que se negaban obstinadamente a arrepentirse y continuaban en su rebelión contra Dios y sus enseñanzas?
«El amor, no menos que la justicia, exigía que este pecado fuera castigado. Dios es Protector y Soberano de su pueblo. Destruye a los que insisten en la rebelión, para que no lleven a otros a la ruina. Al perdonar la vida a Caín, Dios había demostrado al universo cuál sería el resultado si se permitiera que el pecado quedara impune. La influencia que, por medio de su vida y su ejemplo, él ejerció sobre sus descendientes condujo a un estado de corrupción que exigió la destrucción de todo el mundo por el diluvio. […] Cuanto más tiempo vivían los hombres, tanto más corruptos se tornaban. «Así también habría sucedido con la apostasía del Sinaí. Si la transgresión no se hubiera castigado con presteza, se habrían visto nuevamente los mismos resultados» (PP, 295).
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