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Facultad de Teología

Érase una vez un maestro... Hechos 1:1-11

Lleno de vida comenzó a dar instrucciones. Su método efectivo y trascendente abordaba: Los mandamientos, pruebas indubitables y el Reino de Dios. No siempre respondía a los alumnos las preguntas del modo en que ellos esperaban: a la pregunta cuándo; el respondía con un cómo; tal vez porque consideraba que los modos y formas eran más importantes que los tiempos. A pesar de que había estado dando una cátedra de 3 años y medio, era consciente de que su permanencia y su oportunidad de instruir se estaban acabando, así que procuró, certeramente, que la competencia primordial se alcanzara. Para él, la aptitud e idoneidad, además de no ser opcionales, debían estar acompañadas de un elemento revolucionario y transformador; de un Espíritu cuyo fuego y encendiese el amor congelado de miles de almas. Finalmente, el día había llegado:el maestro se despidió de sus alumnos. 

Más importante que el ser, saber o hacer, para él era el convivir. No era SIN, era CON; no era A PESAR, sino A TRAVÉS de sus estudiantes. 

(Hechos 2:1) Su orden era: Vamos a exigir más de nuestros estudiantes y formar un espíritu denodado en ellos y  durante cincuenta días les enseñaba los hábitos y disciplinas de formación espiritual, salía con ellos a visitar, a dar estudios bíblicos, a predicar, a organizar y administrar.

El kilometraje de sus zapatos no era de menos de 10 kilómetros diarios y no había un calor desmesurado que frene su paso, ni montaña que lo pudiera detener.

"Especialmente aquellos que tienen el ministerio en vista, deben sentir la importancia del método bíblico de adiestramiento ministerial. Deben dedicarse de corazón a la obra, y mientras estudian en las escuelas, deben aprender del gran maestro la mansedumbre y humildad de Cristo. Un Dios que es fiel a su pacto prometió que, en respuesta a la oración, su Espíritu será derramado sobre aquellos que aprendan en la escuela de Cristo, para que lleguen a ser ministros de la justicia". OE, 84.

Conocimiento del método bíblico de adiestramiento ministerial y dedicación es la clave para un adiestramiento adecuado

Érase una vez una escuela en un pequeño pueblo... Hechos 1:12-14

La facultad estaba compuesta de 120 alumnos. La primera promoción estaba conformada por 11 alumnos. Una vez despedidos por su tutor habían retornado al lugar acostumbrado. Todo estaba cerca y todo estaba junto, por este motivo "La Villa" le llamaban algunos. Algunos vivían en Alphavile y otros el Alfabela, pero estaban todos juntos y mezclados. Era la escuela de la perseverancia y la constancia. En esta escuela se aprendía a caminar al paso de las embarazadas y los niños; nadie se quedaba atrás ni era rezagado. Hombres y mujeres eran como una familia. Se enseñaba la unidad y se buscaba el conocimiento de los alto.

(Hechos 2:1-4) Su cátedra incluía la opción de varios idiomas antiguos con los cuales comprendieran las épocas pasadas y cuyas lecciones aplicaran al tiempo presente. Pero lo que no era opcional era aprender una lengua, la lengua del pueblo. Debían conocer el lenguaje de las personas en el escenario que les tocara estar. Sus palabras debían ser como fuego que despertaran el alma helada y los oídos congelados de todos los cansados peregrinos.

En esta escuela no solo se aprendía a leer, sino a interpretar. Aquí todos comían juntos y llenos de alegría, no había cabida para la mezquindad.

Muchas escuelas habían pasado por la historia; pero está había llegado para hacer historia. Había sido bendecida para bendecir. Otras escuelas llenas de envidia por su obra realizada se preguntaban ¿Qué haremos con estos hombres? acudieron a los poderes civiles para cerrarle el paso; el problema: cada vez eran más, ahora eran cerca de 5000.

Había aceptado el mayor reto y desafío existente: Tornar hombres sin letras y del vulgo, hombres con poco o ningún recurso, los últimos de la fila en la cabeza del ángulo. Esta escuela había llegado para poner el mundo de cabeza. Formaba hombres cuya lealtad a Dios estaban muy por encima de todas las amenazas del hombre.

Érase una vez unos estudiantes... Hechos 2:15-26

La primera promoción tenia un presidente maduro. Había aprendido a pasar las ganancias y perdidas por medio del filtro bíblico. Al tener un liderazgo espiritual había aprendido a ver a sus futuros colegas de ministerio como un regalo de Dios.

Al escucharlos, la gente se quedaba atónito y maravillada porque sus palabras eran capaces de superar todas las barreras y fronteras. Oyéndolos, los de cerca y los de lejos, llenos de asombro, podían entender las maravillas de Dios.

El trabajo había sido bien realizado y eran los estudiantes que defendían a su escuela. Así, habiéndose levantado los haters decididos a defenestrar todo el trabajo de la escuela, fueron confrontados por el presidente de la promoción. Con sencillez y completa seguridad, demostrando su pericia aprendida de las Escrituras, teniendo una interpretación bíblica e histórica de los hechos apuntaba el camino a seguir. Sus oyentes quedaron sacudidos y respondieron al ferviente llamado realizado. 

En la escuela habían aprendido a ser productores y no consumidores. Así el primer producto fue una cosecha de 3000 personas bautizadas. La semilla de mostaza había germinado. La explosión del reino de dios había comenzado. Ya era notorio a todos, nadie podía decir nada en contra; era un hecho que no se podía negar.

En la escuela habían aprendido a contraponerse al consumo y la acumulación. Como estudiantes eran instruidos a dar y entregar el don más valioso concedido al ser humano. Eran conscientes de que un individuo quebrantado y paralizado, un mundo caído y devastado por miles de guerras,  espera de ellos algo. Por eso, atendiendo la necesidad real, revolucionan las expectativas dando más de lo que se les había pedido. Por sus obras hacían a las personas andar, saltar y alabar a Dios. Sus palabras y hechos marcaban un antes y un después.Proclamaban al autor de la vida y la fe en su nombre.

El camino era claro, no había relativismo en sus palabras, ni escepticismo en sus corazones.

Habían aprendido que aunque los campeones fuesen pocos, debían sacar fortaleza de flaqueza, calor de la frialdad, lealtad de la traición y denuedo y fervor de las amenazas y aflicción. Habían aprendido a ser de un corazón y un alma. Su maestro les había dado gracia abundante y quienes se sumaban aprendían también que debían apostar todo por la causa de su maestro.

"Algunos de los que entran al ministerio no sienten la carga del trabajo sobre sus hombros. Han recibido ideas erróneas acerca de la idoneidad de un ministro. Han pensado que se requiere muy poco estudio de las ciencias o de la Palabra de Dios para ser un ministro. Algunos de los que están enseñando la verdad presente no están familiarizados con sus Biblias. Están tan deficientes en el conocimiento de la Biblia que les es difícil citar correctamente un texto de las Escrituras de memoria. Cometiendo estos errores en la manera necia en que lo hacen, pecan contra Dios. Enredan las Escrituras, y hacen que la Biblia diga cosas que no están escritas en ellas" 4 TI, 431.

Todo candidato al ministerio debe ser un estudiante esforzado de las ciencias y ser esmerado con su estudio personal de la Biblia.

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