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Señor yo voy - Fortaléceme

Josué 1:9

Todos nosotros, en alguna u otra ocasión, hemos sido víctimas del miedo. Y el miedo, aunque usted no lo crea, puede impedirnos alcanzar el ideal para el cual fuimos destinados. Debido al temor, algunas personas han cambiado de trabajo; otros se han mudado a otro lugar del país, se han encerrado en sus casas o se han internado en un asilo. Es increíble, pero el temor impide al vendedor ofrecer su mercancía; al joven, pedir la mano de una joven; al que busca un puesto, hablar con el gerente; al ejecutivo, tomar una decisión fundamental; y al que busca la verdad, entregar su vida a Dios.

Queridos amigos y hermanos, el temor no respeta personas ni edad. Golpea al débil y al poderoso. Atormenta al joven y al viejo, al rico y al pobre. Incluso hasta los que parecen tenerlo todo; las celebridades, los héroes y los líderes, confiesan tener una amplia variedad de temores.

Quién se podría imaginar, por ejemplo, que César Augusto, el gran emperador romano, le tenía miedo a la oscuridad.
Que Napoleón Bonaparte, ese estratega y genio militar, tuvo miedo de los gatos. 
Que Richard Nixon le tenía miedo a los hospitales, y 
Que a George Washington le aterraba la idea de que lo enterraran vivo. Pero más aún, quién podría pensar que Johnny Depp, el actor que ha protagonizado algunas de las películas más taquilleras de los últimos años, confiese tener miedo a los payasos. Que Michael Jordan, ese astro del baloncesto, posea el raro temor de sumergirse en el agua; y que Oprah Winfrey, una de las mujeres más reconocidas del mundo entero, sienta temor ante la toma de decisiones.

DESARROLLO

Llama profundamente la atención que la Biblia, el libro por excelencia, aborde de manera amplia el tema del miedo. De acuerdo con los estudiosos, la expresión “no temas” aparece unas 365 veces a lo largo de todas las Escrituras, siendo así el mandamiento que se repite con más frecuencia. Por otro lado, la palabra “miedo” aparece más de 200 veces, mientras que “temor” y “terror” más de 100 veces cada una. Y para que no creas que los héroes de la Biblia no tuvieron miedo, en las Escrituras se dice que más de 200 individuos tuvieron miedo.

El Antiguo Testamento presenta la historia de un hombre llamado Josué, quien era un líder reconocido en Israel. Este hombre, tal como lo describe Elena White, era un guerrero “valeroso, resuelto y perseverante, pronto para actuar, incorruptible, despreocupado de los intereses egoístas en su solicitud por los encomendados a su protección y, sobre todo, inspirado por una fe viva en Dios”14.

Pero, a pesar de todo su heroísmo y valor, Josué luchaba con el temor. Las Escrituras relatan que en cierta ocasión el Señor le dijo:

“Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie. Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Éufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio” (Josué 1:2-4).

Grandes desafíos se erguían delante de Josué. 

El primero de ellos era sustituir a Moisés. Sustituir a alguien nunca es tarea fácil, pero sustituir a un líder de la talla de Moisés complica un poco más las cosas. Moisés, tal como lo muestra la Biblia y lo confirma la historia, está clasificado entre los hombres más grandes que el mundo alguna vez haya conocido. Como estadista, guerrero, líder, emancipador, escritor, poeta o profeta, no tenía par. Pero es importante agregar que la Biblia también nos dice que

“El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como cuando alguien habla con un amigo” (Éxodo 33:11). Este era el tipo de líder que Josué estaba llamado a sustituir. Indiscutiblemente, la tarea no era nada fácil.

El segundo desafío que Josué tenía que enfrentar era “pasar el Jordán”. El Jordán es el río más importante de Palestina. Divide el país en dos partes: Palestina Occidental, la parte más importante y rica; y Transjordania.

Normalmente, cruzar el Jordán no representaba un reto, sin embargo, para el tiempo cuando Josué recibió esta orden las cosas eran diferentes. Era primavera y para esta temporada el río se desborda, siendo casi imposible atravesarlo. Debemos recordar que

Josué estaba dirigiendo una multitud de aproximadamente dos millones de personas.

Humanamente hablando, el cruce del Jordán parecía una misión imposible.

Por último, Josué debía “conquistar la tierra”. Para poseer la tierra, Josué debía dirigir los ejércitos de Israel en contra de pueblos desconocidos que le superaban en número y armamento. Por otro lado, las ciudades de Canaán eran fortalezas amuralladas, imponentes e imposibles de derrumbar.

Por consiguiente, Josué estaba entre grandes y desafiantes circunstancias: sustituir a uno de los líderes más excepcionales de la historia, organizar el cruce del pueblo a través de las desbordantes aguas del río Jordán, y enfrentar pueblos, ejércitos y ciudades formidables. Te pregunto: ¿Cómo crees que se sintió Josué?

Josué sintió temor. El mismo temor que siente una madre soltera que tiene que criar sola a sus hijos. Sintió el mismo temor que experimenta un inmigrante al llegar a un país desconocido. Sintió el mismo temor que enfrenta un estudiante que no tiene los medios para costear sus estudios universitarios.

Sintió el profundo miedo de fracasar. Pero justo cuando el temor tocó la puerta de su corazón, la Palabra de Dios vino a él, diciéndole:

“Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos. Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:6-9).

Ante sus desafíos, Dios le dijo a Josué “no temas”. También le entregó tres garantías especiales que le habilitarían para vencer el temor al fracaso. La primera garantía que Dios le entregó fue la seguridad de sus promesas. La tierra que Josué debía conquistar había sido entregada muchos años atrás. Dios le prometió la tierra de Canaán a Abraham, Isaac y Jacob. Por lo tanto, Josué no debía temer ante sus desafíos, pues las promesas divinas garantizaban su triunfo.

La segunda garantía que Dios le dio fue la certeza de su presencia. El Señor le dijo:

“No temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:9). Cuando la presencia de Dios nos acompaña, el temor no tiene razón de ser. No importaba cuantos desafíos se presentarán en el camino, Josué tenía la garantía de que Dios estaría a su lado dándole la victoria.

En último lugar, Dios le entregó el poder de su Palabra.

A Josué se le dijo:
“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8).

Para que Josué pudiera superar sus temores debía aceptar, creer, meditar, obedecer y vivir la Palabra de Dios. Solo la Palabra de Dios le daría las fuerzas suficientes para derrotar al miedo.

Gracias al poder de la Palabra de Dios, Josué recibió la fortaleza para enfrentar sus temores y cumplir con la misión que el Señor le había encomendado. Queridos hermanos, solo la Palabra de Dios nos dará la fortaleza para enfrentar los desafíos que tenemos por delante con valentía y fortaleza. Un famoso escritor, hablando del poder de la Palabra de Dios, dijo:

“La Biblia es la fuente de ánimo más grande que está disponible actualmente. Cuando la leemos somos transformados, porque es un libro vivo. Cuando tenemos miedo al fracaso o sentimos que somos un fracaso, la Palabra de Dios debería ser nuestra prioridad absoluta. Las palabras que encontramos allí llenarán nuestros corazones y mentes de fortaleza y de valor. Mientras más nos enfoquemos en Dios y en su Palabra, menos lugar habrá para el miedo”15.

Pero, para que el poder de la Palabra de Dios llegue a ser una realidad en nuestras vidas, es necesario que ejecutemos tres acciones:

▶ Primero: Aceptar su autoridad. Hemos de recordar que la Biblia es la autoridad suprema de la verdad.

El profeta Isaías lo expresó bien al escribir: “¡A la ley y al testimonio! [La Escritura de su tiempo] Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:20).

▶ Segundo: Internalizar sus enseñanzas. No basta con solo aceptar la autoridad de las Escrituras, es menester asimilar sus enseñanzas. Debemos dedicar tiempo para leer la Palabra de Dios y meditar en sus grandes verdades.

El rey David estaba consciente de esto cuando escribió: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado. Sino que en la ley de Jehová está su delicia. Y en su ley medita de día y de noche” (Salmos 1:1, 2).

▶ Tercero: Aplicar sus principios. Es completamente inútil aceptar la autoridad de las Escrituras o internalizar sus enseñanzas, si no estamos dispuestos a poner en práctica sus principios. “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:22).

CONCLUSIÓN

1. ¿Cuáles eran los desafíos que Josué tuvo que enfrentar?
2. ¿Cuáles fueron las tres garantías de victoria que le dio Dios a Josué?
3. ¿Qué debía hacer Josué en relación con la Palabra de Dios?
4. ¿Qué tres acciones en relación con la Palabra de Dios hemos de hacer?

Hace un tiempo atrás, vi una interesante entrevista realizada a un famoso jugador de béisbol. Este hombre contaba cómo durante años había vivido una vida completamente vacía. Para compensar su situación se refugió en el alcohol y las fiestas. Pero un día, contó él, fue impactado por el poder de la Palabra de Dios y su vida cambió por completo. Lo que más me llamó la atención de la entrevista fue cuando se le preguntó: ¿Cuál es el mayor logro de tu carrera? El entrevistador se sorprendió al escuchar a aquel exjugador decir: “Conocer a Cristo y darlo a conocer a otros”.

Amigos y hermanos, cuando el poder de la Palabra de Dios impacte nuestras vidas seremos fortalecidos y diremos que el mayor logro que podemos alcanzar es dar a conocer a Jesucristo. Cuando recibas el poder de la Palabra de Dios en tu vida, al igual que Josué, tú también dirás:

“Señor, yo voy”.

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