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La tumba está vacía - Restaurados

Podemos tener victoria a través de la resurrección de Jesús!

Texto: Juan 20:1-10
Cuatro amigos estaban conversando sobre la muerte. Uno de ellos preguntó a los otros tres: “Cuando ustedes mueran y estén en su cajón y la gente esté llorando y lamentando, ¿qué les gustaría que las personas dijeran de ustedes? El primero dijo: “Yo espero que dijeran que fui un buen médico y un excelente jefe de familia”. El segundo dijo: “Me gustaría que dijeran que fui un marido maravilloso y un profesor dedicado, que hizo una gran diferencia en la vida de los alumnos”. El tercero respondió: “Yo quiero que digan: ‘Miren, se está moviendo”.

Esta ilustración es graciosa, pero imaginen ahora una escena real en la que Jesús dice que el muerto está solo durmiendo. ¿Les gustaría escuchar las palabras que Jesús le dijo a Marta después de que su hermano murió? Le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. La resurrección, es la muerte derrotada y es una de las creencias esenciales del cristianismo.

Casi todas las civilizaciones antiguas inventaban medios extravagantes para “sepultar” a sus reyes y nobles. Algunas de esas tumbas se transformaron hoy en puntos turísticos y algunos son piezas de arquitectura majestuosas, como las pirámides de Egipto, el Taj Mahal en India o la tumba de Lenin en la Plaza Roja de Moscú, la Abadía de Westminster en Londres, las tumbas de la Dinastía Ming en China y las tumbas de los Incas y de los Aztecas. Todas esas tumbas, así como las tumbas de nuestros seres queridos, son sagradas por a quién o qué contienen.

Pero lo interesante es que la tumba más sagrada, la tumba de la persona más importante y el que tuvo el mayor impacto en nuestro mundo, es una sencilla caverna cerca de Jerusalén. No sabemos el lugar exacto de esa tumba. Y ¿por qué es tan importante esa tumba? No es por los restos de la persona que fue enterrada allá y mucho menos por ser una obra de arte de la arquitectura. Esa tumba es importante simplemente porque está vacía. La persona que la ocupó fue un humilde carpintero de Nazaret, y no está más ahí. Además, su contrato de alquiler fue muy corto.

El viernes santo fue un día sombrío y triste, pero el domingo el Señor triunfó sobre la muerte y conquistó la victoria para todas las personas. Sin embargo, la mañana de Pascua no comenzó como un gran triunfo. Para los discípulos, el hecho de que la tumba estuviera vacía y que el cuerpo de Jesús hubiera desaparecido, era algo absurdo, una injusticia. Es curioso notar que tres personas diferentes fueron a la tumba ese día, y cada una reaccionó de una manera diferente.

I. Juan se concentró en la fe

El primero en llegar a la tumba de Jesús fue Juan (vs. 3-5). Cuando Juan oyó la noticia, se levantó y corrió con todas sus fuerzas para llegar a la tumba. Quería creer. Él amaba a Jesús, y de todos los discípulos había sido el más fiel. Estuvo en el patio cuando Jesús fue interrogado y condenado a muerte. Estuvo al pie de la cruz cuando Jesús se estaba muriendo. Voluntariamente llevó a la madre de Jesús a su casa para cuidar de ella. Estaba tan entusiasmado con la posibilidad de que Jesús estuviera vivo que corrió más rápido que nunca. Pero cuando llegó a la tumba, no entró. Miró hacia adentro y vio lo que María había dicho, miró mejor y se quedó del lado de afuera.

Tal vez se quedó del lado de afuera porque tuvo que recuperar el aliento después de la larga corrida. Tal vez se quedó del lado de afuera porque sintió miedo. ¿Y si María estaba equivocada, y el cuerpo de Jesús había sido movido a otra sepultura? No quería ver el cuerpo de Jesús mutilado.

Después de algunos minutos llegó Pedro a la tumba (vers. 6-8). Llegó y entró sin la menor duda. Aunque Juan lo había aventajado, él también fue lo más rápido que pudo; y mientras Juan observaba con cautela del lado de afuera de la tumba, Pedro vino y sin miedo entró en la tumba.

Vio todo como María les había dicho. El lienzo que cubría el cuerpo de Jesús estaba bien doblado en el lugar. Cuando Pedro llegó y entró en la tumba, Juan también tomó coraje y entró. Ambos vieron todas las evidencias, pero tuvieron reacciones diferentes (vers. 8b-9). Pedro vio y “se fue a casa maravillándose” (Lucas 24:12), pero Juan “vio y creyó)”. La tumba vacía era una evidencia suficiente para él de que lo que las otras mujeres habían dicho era verdad. Jesús realmente resucitó de los muertos. Juan no necesitaba ver a Jesús para saber que Jesús estaba vivo. Él había escuchado las profecías de Jesús sobre su muerte y resurrección venideras, y ahora, aquí estaba la tumba vacía. Fue suficiente.

Puede ser que haya muchas personas como Juan aquí hoy. Personas que creen porque existe una tumba vacía y porque hay testimonios de cristianos a lo largo de los siglos del hecho que Jesús está vivo. No necesitan ver para creer. Y a esas personas Jesús les dice: “Bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:29). Juan reaccionó ante la tumba vacía con fe.

II. Pedro se concentró en los hechos

Pedro fue un poco más lento que Juan en llegar a la tumba. Tal vez fue porque Juan era más joven que Pedro. O tal vez fue porque los años de pesca habían causado artritis y dolor en la espalda de Pedro. O tal vez fue porque él también tenía miedo de lo que podría encontrar. Él no les tenía miedo a los soldados. Le arrancó la oreja a uno de ellos cuando intentaron llevarse a Jesús. Pedro quería ver a Jesús, pero tal vez algo en él temía la idea de ver a Jesús nuevamente. La última vez que miró a los ojos de Jesús fue cuando lo negó. Es posible que Pedro temía ser confrontado con su pecado y culpa. No sabía cómo enfrentar esa situación. Las emociones de Pedro estaban bloqueadas por el dolor y la culpa que sentía. Quería que Jesús estuviera vivo, pero no sabía cómo sería capaz de enfrentarlo.

Es posible que haya aquí hoy personas así. Usted quiere creer, pero su pasado no lo deja. Es difícil creer que la resurrección de Jesús puede acabar con todo ese dolor. Déjeme contarle algo. Jesús puede perdonar, y Jesús puede curar. Pedro entró y examinó las evidencias por sí mismo, pudo ver los lienzos, vio que el cuerpo de Jesús no estaba allá. Fue suficiente para probar que algo había sucedido. Pero no fue suficiente para probar que Jesús estaba vivo. Aunque las evidencias sean buenas en convencer la mente, no logran cambiar la vida.

Otro relato de ese evento en el libro de Lucas dice que Pedro se fue “maravillado de lo que había sucedido” (Lucas 24:12). Él se orientaba por los hechos. Necesitaba de más pruebas. Entonces, Pedro hizo una de las cosas más tontas de toda su vida. Vea Juan 20:10 [léalo]. “Y volvieron los discípulos a los suyos”. Se fue, salió sin haber llegado a una conclusión sobre lo que había sucedido. Si Pedro se hubiera quedado un poco más, habría presenciado el mismo milagro que presenció María. No vio evidencias suficientes porque no esperó lo suficiente.

Muchas personas no tienen evidencias suficientes para confiar en Jesús porque no esperan lo suficiente. No leen la Palabra de Dios lo suficiente. No pasan tiempo suficiente con el pueblo de Dios. No pasan tempo suficiente en oración. Se arrodillan o salen por la puerta de la iglesia poco antes que suceda el milagro y no lo experimentan. No están presentes para ver el milagro del poder transformador de Dios. No salga hasta ver un milagro. Pedro se fue con el corazón partido.

III. María se concentró en el rostro de Jesús

Pedro y Juan fueron a investigar, pero desistieron muy rápido (v. 10)7. Cuando Pedro y Juan se fueron, María se quedó (Lea vs. 11-13). Y mientras ella lloraba, vio a dos ángeles sentados donde debería estar el cuerpo de Jesús. Y le hicieron una pregunta curiosa: “¿Por qué lloras?”.

Al comienzo de la historia, en el versículo 1, vemos que las mujeres, incluso María Magdalena, fueron al sepulcro mientras “todavía estaba oscuro”. Eso, no solo habla sobre el hecho de que el sol no había salido, sino también ilustra la condición del corazón de los discípulos. Fue el momento más sombrío de sus vidas. María estaba deprimida. Los psicólogos dicen que la depresión aparece cuando se pierde algo de valor. Cuanto más valiosa la persona o cosa que usted pierde, más profunda es la depresión. María había perdido lo que era más valioso para ella, había perdido a Jesús. Para ella, Jesús significaba:

- Liberación: Cuando María conoció a Jesús, era esclava de siete demonios. Jesús expulsó los demonios y la libró.
- Perdón: Jesús no solo la libró de los demonios, sino también la libró de su pecado. La perdonó por todos los pecados que permitieron que los demonios la habitaran
- Paz: ustedes, padres, saben cómo es tener varias personas diferentes que piden su atención al mismo tiempo, intentando que haya algo por ellas. Imagine tener siete demonios viviendo dentro de su cabeza constantemente guiándolo a direcciones que usted no desea. Cuando Jesús la libró ella encontró una paz que nunca había conocido.

Y cuando Jesús murió, tuvo miedo de que su vida volviera a ser como antes, entonces lloró.

Pero entonces sucedió un milagro (lea los vers. 14-18 haciendo comentarios, hasta llegar a la declaración de María de que había visto al Señor). Ver al Señor, era lo que María más quería, más que cualquier otra cosa, ella quería verlo más que cualquier otra persona. Ella tanto quería verlo que no permitió que los comentarios maliciosos o las amenazas que los soldados hicieron a los pies de la cruz la apartaron (Juan 19:25). Ella quería verlo tanto que, aunque él estuviera cubierto de sangre y su cuerpo torturado, ella no se apartó con asco. Quería verlo tanto que cuando su cuerpo fue retirado de la cruz y colocado en la tumba por José, ella se quedó allí (Mateo 27:61). Y cuando sellaron la tumba con una piedra a la entrada, ella se sentó del lado de afuera vigilando. Lo único que la apartó de la tumba fue el sábado. Pero tan pronto como terminó el sábado, volvió al lado de Jesús. María quería ver a Jesús y ella logró que su deseo se hiciera realidad. Ella dijo que había visto al Señor.

CONCLUSIÓN

¿Con cuál de los tres testimonios de la tumba vacía se asemeja su experiencia? 
Los tres estaban informados de lo que sucedió ese día. María recibió la información de los ángeles, Pedro y Juan recibieron la información de las otras mujeres. Los tres vieron la misma tumba y examinaron la misma evidencia, y los tres tuvieron reacciones diferentes. 

Es posible que muchos de ustedes sean como Juan. Ven la tumba vacía y creen. Y Jesús dijo bienaventurados son los que creen.
Algunos de ustedes son como Pedro. Ven la tumba vacía y no saben en qué creer. Está sucediendo algo, pero no saben qué es. Tal vez usted dice: “yo no puedo entender esas cosas religiosas. ¿Cómo Dios pude volverse hombre y morir por nosotros? ¿Cómo pudo resucitar al tercer día? ¿Cómo creer que volverá algún día para juzgar al mundo y llevarnos al cielo?

Y algunos de ustedes son como María. Ven la tumba vacía, el cambio en la vida de las personas y creen que debe haber una explicación para lo que sucedió. María tampoco creyó al comienzo. Pero ella permaneció lo suficiente para que sus preguntas tuvieran respuesta y su fe aumentó.

Así como los discípulos, nosotros hoy también tenemos dudas, angustias e incertidumbre. Y muchas veces, a pesar de las evidencias, es difícil creer que Cristo está vivo y que volverá para establecer su reino para siempre. Pero, como María, necesitamos esperar un poco más, buscar un poco más, perseverar un poco más, hasta ver a Jesús. Y así como el Señor guió a sus discípulos y a la iglesia primitiva, también nos guiará a nosotros. Por eso, ¿por qué estamos llorando? ¡La tumba está vacía! ¡Él resucitó! Y porque él vive, ¡nosotros también viviremos!

Llamado

¿Por qué llora? ¿A quién busca? (Juan 20:13, 15). Jesús está cerca de usted. 
No mire el sepulcro vacío. Jesús vive y, porque él vive, usted también puede tener una vida nueva si le entrega el corazón a Jesús.

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