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Una Onda Global - La Mayor Esperanza

En apenas un minuto, la gente de todo el mundo mira 4 millones de videos en YouTube y comparte más de 460 mil publicaciones personales en Twitter. En la misma fracción de tiempo, los usuarios comparten alrededor de 530 mil fotos en Snapchat y otras 50 mil en Instagram. Al mismo tiempo, se hacen 18 millones de consultas sobre el clima y otras 3,6 millones de búsquedas en Google, mientras 46 mil usuarios de Uber solicitan un viaje. También se envían 103 millones de correos electrónicos de spam, y Amazon, la mayor empresa minorista de Internet, factura más de 260 millones de dólares.1 ¡Todo esto en solo 60 segundos! 

Ahora piensa en un día entero, con sus 1.440 minutos. Es casi imposible concebir mentalmente el volumen de la información generada y enviada en apenas 24 horas, algo en torno a 2,5 quintiles de bytes, o, poniéndolo en números, ¡2.500.000.000.000.000.000! Son cantidades tan exageradas, con tantos ceros, datos y dólares en movimiento que no logramos comprenderlo, juntar todo en el aire y formar un cuadro mínimamente comprensible. Es una masa extraordinaria, veloz e inestable que va de aquí para allá en todo el mundo. Se trata de una cantidad tan abrumadora de información que corta el tiempo y el espacio que no alcanzamos a formarnos un juicio sobre ella. Con más de la mitad de la población mundial conectada a Internet y cientos de millones de ordenadores que integran la red mundial cada año, estos números no dejan de crecer. Recibimos y generamos información como nunca. ¡Alcanza con considerar que el noventa por ciento de los datos existentes hoy fueron producidos en los últimos dos años de la historia humana!

Para tener una idea, solo sobre la muerte del león Cecil, en el lejano Zimbabue, se escribieron 3,2 millones de artículos periodísticos.2 Vivimos en la era de la información y, para tener éxito en la vida, hay que estar bien informados y saber navegar con seguridad en el agitado océano digital. Como hemos visto en el capítulo 3, las fake news son una grave amenaza para los países y para cualquier persona. Pero el desafío no es solamente ese. Constantemente somos monitoreados por grandes corporaciones que mapean y almacenan cualquier información pequeña sobre nuestra vida: dónde vivimos, en qué horario dormimos, dónde trabajamos, cuál es el trayecto utilizado, qué videos miramos hasta el final, cuáles son nuestras preferencias políticas y religiosas, los patrones de consumo y las opiniones, en una interminable lista de “huellas” digitales que dejamos en Internet. Los enlaces en los que haces clic y hasta tus expresiones faciales o el rubor de tu piel en ciertas situaciones entregan información sobre ti.

Para Franklin Foer, autor del libro Un mundo sin ideas (2017), no tenemos idea de cuán vulnerables somos en las redes sociales y en Internet como un todo. Las grandes corporaciones monitorean lo que hacemos en la red y emprenden un intenso trabajo de cruce de datos, buscando montar un perfil individual que les permita anticiparse y ofrecer algo que deseamos o incluso utilizar ese deseo para conducirnos a una acción esperada por ellas. Al poseer estos datos, estas empresas crean algoritmos que se utilizan para sugerir la próxima película, las próximas publicaciones o el feed de noticias. Envuelven al usuario con lo que le gusta, pero eso acaba dificultando el contacto con otras ideas sobre el mismo tema. De alguna forma, esto refuerza las burbujas de creencias y prejuicios en que la gente está sumida, y se acentúa el clima de polarización actual. Según Foer, esa arquitectura invisible de control amenaza nuestra capacidad de pensar libremente; es decir, afecta aquello que nos hace humanos. Con sus feeds (“alimentaciones”) de noticias, fotos y publicaciones, las grandes redes sociales alimentan la mente de los usuarios con datos al gusto del cliente. Hacen que el usuario permanezca el mayor tiempo posible conectado y se convierta en un dependiente psicológico. Foer utiliza esa comparación al referirse al mismo proceso ocurrido en la industria de la comida rápida en los últimos cincuenta años. Es decir, la gente alimenta la mente con información distorsionada, innecesaria y potencialmente peligrosa para la construcción de su identidad y su visión del mundo. Según Yuval Hariri, no existe libre albedrío si las personas que utilizan las redes son manipuladas por ellas.

A Todas las Naciones

La circulación rápida y global de información es un asunto profundamente ligado a la segunda venida de Cristo a la Tierra. La realidad de la comunicación instantánea es una revolución tecnológica extrema, antes impensable. Por otro lado, los intereses que están detrás de esta comunicación global apuntan a preocupaciones reales, como vimos. Jesús afirmó que el mensaje de la mayor esperanza alcanzaría a todas las naciones, pueblos o etnias de la Tierra, y eso sería el último acontecimiento antes de su regreso. “Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). Por lo tanto, el alcance global del movimiento de Jesús antes de su regreso a este mundo indica que cada persona en la faz de la Tierra será advertida, en una comunicación total.5 Ante esto, surgen algunas preguntas: ¿Por qué cada persona necesita ser advertida? ¿Por qué ese acto será la última señal antes de la segunda venida de Cristo? Ezequiel da una sugerencia valiosa: “Yo no quiero la muerte de nadie. ¡Conviértanse, y vivirán! Lo afirma el Señor omnipotente” (Ezequiel 18:32). En el regreso de Jesús, los destinos ya estarán decididos. Él viene para rescatar a todos aquellos que se convirtieron a Dios y aceptaron a Jesús como Salvador y Señor. Por lo tanto, Cristo nos invita todos los días, y nos concede más tiempo y nuevas oportunidades para elegir el camino de la vida y prepararnos para el encuentro con él. Después de todo, la gente no puede ser tomada por sorpresa. Necesita ser advertida para decidir mientras haya tiempo, antes del encuentro con él.

La hora decisiva No podemos jugar con nuestro destino ni podemos ignorar nuestras debilidades. Tenemos que anticiparnos a las crisis. No sabemos si estaremos vivos mañana, ni siquiera dentro de cinco minutos. Una de las peores alternativas es procrastinar, dejar todo para después. Por eso, se nos insta a elegir el camino de la esperanza ahora, mientras haya vida y oportunidad, antes de que sea demasiado tarde: “Este es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación!” (2 Corintios 6:2). Muchas veces, Dios llega a representar solo un poco más que una cadena en el cuello, un talismán colgado en el coche, o una frase grabada en un lugar cualquiera. Debido a nuestro ritmo frenético, muchos lo ignoran o lo relegan al último lugar en la lista de prioridades. Sin embargo, la verdadera fe va más allá de una relación superficial con Dios, como hemos visto en el capítulo 5. Ella implica un vínculo profundo con él; implica conocerlo, oírlo en su Palabra y obedecer sus mandamientos. Estos mandamientos son la esencia de su carácter, que se puede resumir en el amor. Dios es un ser relacional; es nuestro Padre; el amoroso Creador que desea profundamente redimir, liberar y salvar. Rechazar ese amor, abandonando nuestra Fuente de vida, es locura. Jesús nos advierte: “¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?” (Marcos 8:36). Cuando priorizamos las conquistas materiales en una búsqueda egoísta, olvidándonos de Dios y de nuestros semejantes, decretamos nuestra propia destrucción. Al mirar hacia el futuro, Jesús señaló el ejemplo del pasado: “Porque en los días antes del diluvio comían, bebían y se casaban y daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no supieron nada de lo que sucedería hasta que llegó el diluvio y se los llevó a todos. Así será en la venida del Hijo del hombre. [...] Por eso también ustedes deben estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen” (Mateo 24:38, 39, 44). No hay ningún problema en casarse, en alegrarse y en vivir la vida. El problema es transformar todo eso en una experiencia egoísta y secularizada, que excluya o ignore la realidad de Dios. Lamentablemente, muchas ceremonias de matrimonio y las propias bodas actuales se transformaron en un monumento al ego y reflejan exactamente lo que Jesús dijo que iba a suceder. Esto es una de las señales del tiempo en que vivimos

Misión (im)posible

Antes de ascender al cielo después de la resurrección, Jesús les dejó una misión a los discípulos: “Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:18-20). La misión de los discípulos era alcanzar al mundo con el mensaje de Jesús. Ellos comenzaron su obra en Jerusalén, en el año 31 d.C., y en pocas décadas, millones de personas en todo el Imperio Romano oyeron hablar de Jesús. A menudo los perseguían, los expulsaban y los mataban por su fe. Los hombres, las mujeres y los niños eran lanzados al Coliseo romano para ser devorados por las fieras. En esa misma ciudad, cientos de miles de cristianos fueron sepultados en complejos túneles y galerías subterráneas: las catacumbas. Allí, muchos cristianos también se escondieron antes de la oficialización del cristianismo, en el siglo IV. Aunque los perseguían, ellos se mantuvieron firmes en su fe, y su ejemplo de piedad ganó el corazón de muchos, incluso entre sus mayores enemigos. 

La creencia en Jesús no dependía ni depende de la nacionalidad, el sexo, la edad, o la posición social (Gálatas 3:28). En la pureza de esta fe, no hay distinción ni privilegios exclusivos (Romanos 3:22). Todos son iguales ante Dios, sin castas privilegiadas; un poderoso concepto que cayó como agua fresca sobre millones de corazones sedientos de esperanza. El mensaje de Cristo hablaba al corazón de judíos y griegos, ricos y pobres, señores y esclavos, hombres y mujeres, ancianos y niños. Miles se convertían a esa fe día a día en el período inicial de este movimiento, que no tenía ninguna relación con la política ni con el Estado. El amor y la serenidad de los cristianos, revelados en gestos prácticos, incluso bajo cruel persecución, convencían a más personas de conocer a Jesús y de ser como él. En general, los cristianos eran ciudadanos honestos, procuraban ser trabajadores eficientes, ejercían la caridad y adoptaban niños abandonados en los bosques, algo que era común encontrar en una época en que no se daba valor a los pequeños. En aquel tiempo también había condiciones muy favorables para la comunicación; entre ellas, la libre navegación por el Mar Mediterráneo, una lengua internacional (el griego) y más de ochenta mil kilómetros de carreteras que permitían el transporte rápido por tierra y el envío más seguro de correspondencia. Es decir, las condiciones del mundo en esa época eran favorables para que la fe en Jesucristo se internacionalizara. Aunque estos elementos eran importantes, el principal motor de la expansión de la fe en Jesús era el testimonio y el amor auténtico de los cristianos. La bondad, la firmeza y la coherencia de ellos eran el argumento más poderoso en favor de su fe. Y esos principios no provenían de ellos; eran fruto del Espíritu Santo, a quien ellos buscaban de todo corazón (Gálatas 5:22, 23). Lo que parecía imposible ante los ojos humanos ocurrió gracias al poder divino que actuaba entre personas comprometidas con un gran ideal. Miles y miles de personas creían en el Salvador crucificado y resucitado. Según la Biblia, esto sucederá de nuevo y en una escala mucho mayor, y ya está pasando, como veremos a continuación.

En medio del cielo 

Apocalipsis describe simbólicamente el movimiento mundial de la predicación del evangelio poco antes del regreso de Jesús. En el capítulo 14, tres ángeles vuelan por en medio del cielo con los mensajes más solemnes alguna vez dados a los mortales. El primero de ellos tiene en sus manos el evangelio eterno para predicar al mundo entero: “Luego vi a otro ángel que volaba en medio del cielo, y que llevaba el evangelio eterno para anunciarlo a los que viven en la tierra, a toda nación, raza, lengua y pueblo. Gritaba a gran voz: ‘Teman a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. Adoren al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales’ ” (Apocalipsis 14:6, 7). 
Este pasaje simbólico y profético tiene una importancia fundamental en nuestros días. Revela la dimensión global del último movimiento de predicación del evangelio de Cristo. La acción del ángel representa la movilización de personas de carne y hueso, discípulos modernos que llevan el nombre de Jesús. El vuelo por en medio del cielo y el anuncio a gran voz indican el amplio alcance de ese mensaje, que puede ser visto y oído alrededor del planeta. Por otra parte, hay una conexión entre ese texto y la misión dada por Jesús de alcanzar a todas las naciones, la misma expresión que aparece en Mateo 24:14 y 28:18. 

La misión dada por Jesús se cumple en el período final de la historia, cuando el evangelio eterno se predica a todo el mundo. Este texto simbólico de Apocalipsis 14:6 y 7 no revela solo la extensión global del último mensaje predicado a la humanidad, sino también el contenido de él. Se trata del evangelio eterno, del mensaje de salvación en Cristo anunciado en la Biblia desde el Génesis, cuando Dios le prometió a la primera madre que uno de sus descendientes pondría fin al dominio de la serpiente, que representaba al originador del pecado: Satanás (Génesis 3:15). 
El evangelio eterno estaba presente en los sacrificios desde los patriarcas; pasando por Abraham, Isaac, Jacob y todos aquellos que inmolaban a los corderitos que simbolizaban al “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Eso continuó en los complejos rituales del Tabernáculo de Moisés y del Templo construido por Salomón. Esta fe atravesó los siglos y fue atesorada por personas en todas las edades hasta llegar a nuestros días. Dios tiene un único plan de salvación, y ese plan se cumple en Jesucristo, quien murió, resucitó, ascendió al cielo (1 Corintios 15:4), intercede por nosotros en el Santuario celestial (Hebreos 8:1, 2) y muy pronto volverá como Rey de reyes y Señor de señores para establecer definitivamente el Reino de Dios entre la humanidad (Mateo 24:30, 31; Apocalipsis 1:7; 19:16). El mensaje del ángel también advierte sobre la llegada de un juicio. Se trata de un juicio que ya ha comenzado y que constituye una etapa fundamental para distinguir qué seres humanos, de entre los vivos y los muertos, serán rescatados en el regreso de Jesús. Se trata del juicio que constatará quién, a lo largo de las edades, eligió volver al Creador de la vida, y quién lo rechazó y se apegó a la muerte (Daniel 7:9, 10; 8:14). 
Para nosotros, que vivimos en el período más cercano a la Segunda Venida, ese mensaje tiene una importancia crucial. Cada día, con nuestros pensamientos, palabras y acciones, estamos decidiendo individualmente nuestro destino. Este mensaje llama a todos a adorar “al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales” (Apocalipsis 14:7). Es decir, exhorta al mundo a adorar al Creador. A esta altura, es necesario abrir un paréntesis y retroceder un poco en el tiempo. 
En el siglo XIX, cuando los primeros mensajeros del Advenimiento hicieron surgir un gran movimiento religioso en torno a la creencia del regreso de Jesús a la Tierra, surgía también la teoría de la Evolución, propuesta por Charles Darwin. En el siglo XX, el Evolucionismo ya dominaba el debate y el espacio público, conquistaba el estatus de “hecho” científico (en vez de teoría) en libros didácticos, revistas y programas de televisión. En realidad, es posible constatar que existen microevoluciones que llevan a variaciones genéticas dentro de cada especie y que estas prevalecen conforme a su aptitud para las condiciones del ambiente, según observó el propio Darwin. Sin embargo, hasta hoy no se ha descubierto ningún fósil intermedio entre especies y reinos animales (de anfibios a reptiles, por ejemplo) que compruebe esa teoría. 
Al contrario, el registro fósil apunta a la aparición simultánea de todas las especies. ¿Qué te sugiere eso? 

A pesar de las debilidades fatales del Evolucionismo, que no se cuentan en los libros didácticos ni en los documentales de televisión, esta teoría domina la enseñanza pública. Al mismo tiempo, la creencia en el Creador ha sido puesta en ridículo. Pero, muchos no se dan cuenta de que se necesita mucha más fe para creer en la vida que surge de los minerales que creer en un diseño inteligente para la existencia de la vida en el planeta. Nadie está obligado a creer en el Creador, pero el mensaje del primer ángel apela a que el mundo lo reconozca, encuentre vida en él y sea salvo. Todavía hay un detalle fundamental más en esta invitación a adorar al Creador. La fraseología remite a uno de los diez mandamientos de la Ley eterna de Dios. Se nos llama a adorar “al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales”, y esas palabras solo están en el texto del cuarto Mandamiento, que también llama a las personas a recordar la adoración al Creador: “Acuérdate del sábado, para consagrarlo. Trabaja seis días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer, pero el día séptimo será un día de reposo para honrar al Señor tu Dios. No hagas en ese día ningún trabajo, ni tampoco tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni tampoco los extranjeros que vivan en tus ciudades. Acuérdate de que en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y que descansó el séptimo día. Por eso el Señor bendijo y consagró el día de reposo” (Éxodo 20:8-11). 
Presta atención a la repetición de palabras y al tema que se encuentra solo en el mandamiento sobre la observancia del séptimo día, el día de reposo; una palabra que lleva el significado original de “descanso” en español y en hebreo (shabat), así como en otros setenta idiomas. Observa las semejanzas en estos ejemplos: as-Sbt (árabe), shabat (armenio), savvato (griego), sabtu (indonesio), sabato (italiano), subbota (ruso), saptu (sudanés), shanivar (sánscrito), shambih (persa), yomessabt (“día sábado”, turco) y saptoe (javanês). Esta etimología del sábado se encuentra en prácticamente toda América Latina y en todos los continentes, incluyendo los lugares más lejanos y aislados como la Polinesia y el Extremo Oriente. 
En toda la humanidad hay un recuerdo antiguo compartido de que el séptimo día es el día de descanso, lo que apunta al reconocimiento de Dios como el Creador. Es curioso pensar que el cuarto mandamiento de la Ley de Dios es el único que comienza con la expresión “acuérdate”. Recordar tiene que ver con la memoria, con la reminiscencia y con rescatar algo que se ha perdido pero que puede ser reencontrado. El mandamiento del sábado tiene exactamente esa característica. “Acuérdate” presupone que el sábado podría ser olvidado, pero que sería recordado. Fue dado en la Creación para toda la humanidad (Génesis 2:1-3). El hecho de que haya sido olvidado no significa que haya perdido su validez. La Ley de Dios, como se muestra en los Diez Mandamientos, es eterna y nunca pasará, según el mismo Jesús afirmó: “Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido. Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos” (S. Mateo 5:18, 19). Por otra parte, la observancia de los Diez Mandamientos se describe como una de las características distintivas del pueblo de Dios en el tiempo del regreso de Jesús. En el contexto de la predicación mundial del evangelio, simbolizada por el mensaje de los tres ángeles, el pueblo remanente de Dios en la Tierra se presenta como “los que obedecen los mandamientos de Dios y mantienen la fe en Jesús” (Apocalipsis 14:12, RVC). 
Observa que ellos no solo tienen fe en Cristo, sino también guardan todos los mandamientos de Dios, y no los mandamientos creados por las religiones y las tradiciones humanas. En este punto, el mandamiento del sábado está en el ojo del huracán, pues fue y sigue siendo el mayor blanco de discusión y adulteración a lo largo de la historia. Aunque Jesús, María, los apóstoles y otros discípulos de Cristo guardaron el sábado (S. Mateo 24:20; S. Lucas 4:16; 23:54-56; Hechos 13:42-44; 16:13), este mandamiento sufrió terribles ataques a lo largo de la historia, justamente por ser el único que señala a Dios como el Creador. El emperador romano Constantino, en 321 d.C., oficializó el primer día de la semana como día de descanso y veneración del Sol.7 Poco después, en el Concilio de Nicea (325 d.C.), fue adoptado oficialmente por los cristianos. Posteriormente, en el Concilio de Laodicea (363-364 d.C.), la observancia del sábado fue prohibida oficialmente en la religión cristiana romana. Desde entonces, el domingo ha sido venerado como día de observancia, incluso por muchas otras iglesias. Por ende, mediante la estatización y la paganización del cristianismo en el siglo IV, el sábado fue adulterado y proscrito, cumpliendo la profecía de Daniel 7:25, de que un poder religioso dominaría por más de mil años y haría todo para cambiar “los tiempos y la ley”. 

La última invitación 

El último mensaje para ser anunciado por el pueblo de Dios es el evangelio eterno de salvación y gracia, por el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario. Sin embargo, también es un mensaje que nos invita a una reforma, a un regreso a la fe original, a la creencia en el Creador y a la observancia de todos los mandamientos de Dios. Este aspecto será fundamental en la última crisis de la historia humana: “El sábado será la gran prueba de lealtad, pues es el punto de verdad especialmente controvertido. Cuando la prueba final les sea aplicada a los hombres, entonces se trazará la línea de demarcación entre quienes sirven a Dios y quienes no lo sirven. Mientras que la observancia del falso día de reposo (el domingo) –en obediencia a la ley del Estado y en oposición al cuarto Mandamiento– será una declaración de obediencia a un poder que está en oposición a Dios, la observancia del verdadero día de reposo (el sábado) –en obediencia a la Ley de Dios– será una evidencia de lealtad al Creador”.8 

Dios levantó un movimiento en la Tierra para rescatar el Mandamiento olvidado. Este movimiento ha predicado el evangelio eterno en todos los continentes desde hace más de un siglo. Busca cumplir la misión encomendada por Jesús de anunciar el evangelio a toda criatura, a todas las naciones y lenguas del mundo. En la actualidad, está presente en más de doscientos países y mantiene miles de iglesias e instituciones educativas, cientos de hospitales, decenas de editoriales que distribuyen libros a millones (incluyendo este libro), redes de comunicación y una ONG global de asistencia social (ADRA), ministerios como el de las lanchas en la Amazonia y el de la aviación, para alcanzar a los pueblos más aislados de la Tierra. Millones de personas en todo el mundo están comprometidas con ese ideal. Este movimiento predica el advenimiento de Jesús, su segunda venida a este planeta. Surgió con el fin de preparar a un pueblo para ese momento grandioso. Invita a personas de todas las creencias, confesiones, religiones e incluso a aquellos que no tienen una formación religiosa a considerar este asunto con cariño, y tomar una decisión conforme a la Palabra de Dios y la conciencia individual. Dios tiene su pueblo esparcido en todas las iglesias, religiones y, ciertamente, entre muchos cuestionadores sinceros que condenan los abusos de la religión y algunas creencias distorsionadas que no constan en la Biblia. 
Entre las más perniciosas de estas enseñanzas está la doctrina del infierno eterno, que retrata al santo Dios como si fuera peor que Hitler. En realidad, muchos escépticos no rechazan a Dios, sino la deidad vista a través de las lentes distorsionadas de las tradiciones religiosas; y Dios, quien conoce cada corazón, lo sabe. Dios llama a todos en el tiempo del fin. Invita a que se alejen del engaño, el paganismo y la apostasía: “Salgan de ella, pueblo mío, para que no sean cómplices de sus pecados” (Apocalipsis 18:4). Una vez más, personas de todos los orígenes, clases sociales, lenguas y culturas son llamadas a prepararse para el encuentro con Cristo. Muchos están buscando a Dios con todo el corazón y orando por un poderoso reavivamiento que restituya el verdadero amor y la fidelidad que los cristianos tuvieron al inicio del movimiento de Jesús. Estas oraciones ya están siendo respondidas, y Dios ha realizado cosas extraordinarias alrededor del mundo. Milagros auténticos, sueños y otros acontecimientos inusitados han despertado a muchas personas al estudio de la Biblia y a conocer al Salvador. 

El evangelio eterno ya está siendo predicado en todo el mundo. Así como las carreteras romanas del siglo I, las tecnologías modernas de comunicación permiten que el testimonio de Jesús alcance rápidamente a gente de todas las lenguas y los pueblos. Mientras que muchos se entregan a los placeres y al fanatismo, otros abrazan el llamado divino y dedican su vida a Dios. Encuentran el verdadero sentido al aceptar el desafío de la misión que Jesús les confía. Se entregan de corazón a la tarea de anunciar el último mensaje de gracia y salvación a sus vecinos, sus amigos y sus parientes. Comparten el Pan y el Agua de vida que los alimenta, y se sienten felices de experimentarlo. Son discípulos modernos que anuncian la segunda venida de Cristo, así como los apóstoles anunciaban su resurrección. En los caminos de la historia humana, Dios permitió que llegáramos a una época en que más que nunca es posible hablarle al mundo. No importa quién seas, tu voz puede ser escuchada. Pero, ante todo, las acciones prácticas hablan más alto. El ejemplo silencioso de un amor cristalino, desinteresado, que no quiere llamar la atención para sí, es el testimonio irresistible de un corazón transformado por el amor de Dios. La gente quiere encontrar paz, tener esperanza y verdadera felicidad. 
La buena noticia es que eso está a nuestra disposición ahora. Te invitamos a encontrar respuestas en un lugar especial. Visita una Iglesia Adventista del Séptimo Día cercana. Regresa a Dios, aléjate de lo que no es bueno y únete al movimiento que ya está iluminando al mundo.

ACÉRCATE MÁS 

Qué mensaje maravilloso, ¿no es así? ¿Qué debemos hacer ahora? Puedes simplemente seguir tu agenda normal, como si nada hubiera pasado. Pero esa no sería la mejor decisión. Jesús está en este preciso momento intercediendo por ti en el Santuario celestial. En breve, él se levantará y dirá: “Ya todo está hecho” (Apocalipsis 21:6). Luego, él regresará aquí para buscarnos. Ahora está en acción un movimiento mundial de preparación para el gran encuentro con él. ¡El día de ese encuentro está muy cerca! Entonces, quiero invitarte a adoptar una postura con respecto a esto ahora mismo. Haz una oración con base en lo que acabas de leer, pídele a Dios que te ayude a prepararte para la vida eterna y a comprometerte con este gran movimiento. Teniendo en cuenta lo que estudiamos, hoy decido:

• Descubrí que está en acción un gran movimiento para advertir al mundo sobre el regreso de Jesús. 
• Aprendí que las nuevas tecnologías y la distribución de libros masivos ya están sirviendo para la divulgación de ese mensaje. 
• La predicación del evangelio eterno indica que la Palabra de Dios no cambia. 
• Deseo saber más sobre el sábado, pues es el cuarto mandamiento de la Ley de Dios y el único que revela al Creador.
• Quiero formar parte de ese movimiento global que anuncia el regreso de Jesús.

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