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Un Paseo por el Futuro - La Mayor Esperanza

Los dos tuvieron que separarse tras 115 años de matrimonio. La consideraban la relación más duradera del mundo, hasta que Bibi empezó a atacar al marido. ¡Llegó a arrancarle un pedazo de su cuerpo! La cosa se puso violenta. Era necesario evitar lo peor, y llamaron a los expertos para tratar de salvar la relación. Recurrieron a comidas especiales y otros recursos, buscando animarlos, pero sin éxito. Él y ella ya no podían compartir el mismo espacio ni mirarse a los ojos. De hecho, el asunto se convirtió en un gran problema para el zoológico de Klagenfurt, en Austria. Tuvieron que separar a las dos tortugas agresivas y centenarias. Tratándose de dos animales tan pacíficos y “buenos” como las tortugas, esta historia puede parecer divertida. 

Esto nos hace pensar en las relaciones humanas. En períodos mucho más cortos que 115 años, hemos visto fuertes lazos deshechos. No solo los vínculos matrimoniales, sino también entre padres e hijos, hermanos, parientes y amigos de larga data, se deshacen por cualquier motivo. Como nunca, las discusiones enrarecen el clima de los almuerzos familiares y motivan graves ofensas en las redes sociales. Vivimos en una era de profundas diferencias y discordias. Jesús mismo anunció que en nuestra época, por haberse multiplicado la maldad, el amor se enfriaría en muchos corazones (Mateo 24:12). Mientras que la temperatura de los océanos sube, lo que causa el calentamiento global, la temperatura de las relaciones decae, y el corazón se congela. La gente sufre sola con sus problemas porque no tiene con quién compartirlos. Callan sus lágrimas, trabajan duro, buscan una carrera exitosa, pero sus sentimientos están adormecidos y se enfrían por el miedo a amar. Muchos están enfermos, sufren de depresión y otros problemas. No saben cómo salir y realmente necesitan ayuda. Si esto pasa con las relaciones personales, ¿qué decir de las interacciones entre las naciones? ¿Habrá más comprensión entre ellas? No. Lamentablemente, las relaciones internacionales se están deteriorando. Como si dos guerras mundiales no hubieran sido suficientes para aprender algo, las potencias globales ya respiran los aires de un nuevo conflicto a gran escala. Jesús también nos advirtió que sería así en nuestros tiempos: “Se levantará nación contra nación, y reino contra reino” (Marcos 13:8). Basta acompañar los noticieros y los análisis de expertos para constatar esto. 

Hierro y barro 

En el libro de Daniel, también encontramos un cuadro simbólico del mundo dividido en el que vivimos. En Daniel 2, Nabucodonosor, el líder supremo de Babilonia, uno de los mayores imperios de la antigüedad, tuvo un sueño que lo dejó muy perturbado. Sabía que eso tenía algo que ver con el futuro, y quedó preocupado. El rey llamó con urgencia a sus sabios, magos y astrólogos, y les pidió que le dijeran cuál era el sueño y su interpretación. Lógicamente, ellos no sabían qué decir, pues no podían leer lo que estaba en la mente del emperador. La respuesta fue clara: 
“¡No hay nadie en la tierra capaz de hacer lo que Su Majestad nos pide! ¡Jamás a ningún rey se le ha ocurrido pedirle tal cosa a ningún mago, hechicero o astrólogo! Lo que Su Majestad nos pide raya en lo imposible, y nadie podrá revelárselo, a no ser los dioses. ¡Pero ellos no viven entre nosotros!” (Daniel 2:10, 11). 

Los dioses “no viven entre nosotros”. Esa es una creencia popular que persiste todavía hoy. Muchos religiosos son ateos en la práctica. ¡Piensan que Dios no se preocupa por nuestra salud, nuestro empleo, los objetivos para el año y mucho menos por aquella bendita llave que olvidamos en algún rincón de la casa! Según las enseñanzas de Jesús, el Soberano del Universo sí se preocupa por nosotros y por nuestras pequeñas y grandes preocupaciones (Lucas 12:7). 

Para los astrólogos babilonios, había que manipular las realidades espirituales y prácticamente comprar a los propios dioses con sacrificios. Los magos pensaban que solo así podían conseguir lo que querían. La realidad actual no es muy diferente. Algunos suponen que pueden comprar el favor de Dios al donar la mayor cantidad posible de dinero. Otros intentan convencer a los llamados “espíritus” y hacer encantamientos para ganar algo en la vida. Otros incluso recurren a “trabajos” de brujería para evitar males y obtener beneficios. En la actualidad, somos testigos del ascenso de un neopaganismo en la cultura y en el cine, que ve en la piedra, en el árbol, en el aire, en la luz y en las nubes un poder que puede y debe ser canalizado para algo. Para los que defienden esa visión del mundo, existe una fuerza en el aire. De allí el gran éxito de sagas cinematográficas como Avatar, Harry Potter y La guerra de las galaxias. Sin embargo, desde la perspectiva bíblica, existe una distinción muy clara entre las cosas vivas y las inanimadas, entre la Creación y el Creador. 
Debemos tener cuidado de no confundir las cosas y pasar a creer en fábulas. Ante la respuesta que no quería oír, el rey Nabucodonosor se enfureció y ordenó la muerte inmediata de todos los sabios, incluidos los que no estaban allí; entre ellos, el joven Daniel y sus tres amigos. Como tenía fe en Dios, Daniel pidió un tiempo y reunió a sus amigos para orar, para que toda aquella situación se solucionara. El misterio le fue revelado a Daniel en un sueño mientras dormía. Rápidamente, este joven salió a pedir una audiencia urgente con el rey. Cuando lo llevaron a la sala del trono, Daniel reafirmó que ningún ser humano era capaz de revelar el sueño e interpretarlo. Pero añadió: “Pero hay un Dios en el cielo que revela los misterios. Ese Dios le ha mostrado a usted lo que tendrá lugar en los días venideros” (Daniel 2:28). El sueño de Nabucodonosor representaba no solo su época, sino también se extendía hasta la fase final de la historia.

En el sueño, al rey se le mostró una inmensa estatua metálica. La cabeza era de oro; el pecho y los brazos, de plata; la cadera, de bronce; y las piernas, de hierro. La misma secuencia de cuatro imperios se simboliza por medio de fieras monstruosas en Daniel 7: la primera, semejante a un león alado; la segunda, a un oso; la tercera, a un leopardo de cuatro cabezas y cuatro alas; y la última, a un animal terrible y espantoso, sin paralelo en la fauna existente. Volviendo a la estatua, cada parte representa un imperio, empezando por Babilonia, seis siglos antes de Cristo. Después vendrían otros tres imperios, con un dominio cada vez más extenso y decadente. En cierto momento, una piedra cae con fuerza del cielo y alcanza los pies de la estatua, reduciéndola a polvo, y la piedra se vuelve un gran monte, que representa el Reino de Dios, que sustituye a los antiguos imperios humanos. En los libros de historia, notamos que cuatro grandes imperios dominaron desde el siglo VI a.C.: 

Babilonia (605-539 a.C.), 
Medopersia (539-331 a.C.), 
Grecia (331-168 a.C.) y 
Roma (168 a.C.-476 d.C.).

Los tres primeros se mencionan por nombre en el libro de Daniel, en los capítulos 2 y 8. Todos subyugaron al pueblo judío y lo persiguieron en algún momento. El Imperio Romano, el último de la lista, sería el más feroz, según Daniel 7. Los romanos crucificaron a Jesús, destruyeron Jerusalén, expulsaron a los judíos de su tierra y persiguieron a los cristianos durante siglos. Sin embargo, la visión de Daniel no se detiene allí. Después de las piernas de hierro, vienen los pies de hierro y barro, ya mencionados. En primer lugar, esta parte de la estatua es importante porque los pies de hierro y barro representan la última fase de la historia humana. ¡Son un cuadro del mismísimo mundo actual! 

En segundo lugar, porque simbolizan la fragmentación de los países herederos de los imperios antiguos. En la explicación de Daniel, el antiguo imperio se dividiría en reinos que no se unirían entre sí. Desde la caída del Imperio Romano, nadie logró formar otro imperio. A partir de entonces, la Edad Media se estableció en Europa con reinos débiles y aislados. Cuando acabó, se formaron poco a poco los Estados nacionales que dieron origen a los países que conocemos hoy, naciones que ya no conforman un solo imperio.

Intentos frustrados 

Después del fin de la Edad Media, que se prolongó por más de mil años, no faltaron los intentos de erigir un Gobierno europeo único. El Sacro Imperio Romano-Germánico, la España de Felipe II, la Francia de Napoleón Bonaparte y la Alemania de Hitler intentaron imponer su dominio, pero se toparon con tempestades marinas, nevadas sin precedentes y la determinación de los enemigos, que en gran parte impidieron la realización de sus pretensiones. Poderosos ejércitos musulmanes intentaron dominar Europa repetidas veces, pero sin éxito. Por otro lado, Oriente Medio, Asia, América y África tampoco se sujetaron por mucho tiempo a la Europa colonialista. Daniel dijo: “Esos reinos procurarán fortalecerse al hacer alianzas matrimoniales; pero no se mantendrán unidos, así como el hierro y el barro no se mezclan” (Daniel 2:43, NTV). Aunque todos los reyes europeos tuvieran parentesco entre sí en el siglo XIX, ninguno de ellos logró formar un Gobierno unido. Eran hierro y barro, fuertes y débiles; tenían intereses en conflicto que les impedían unirse. Esta novela es larga y sus capítulos se extienden hasta nuestros días. En los últimos años, el mundo ha seguido con atención la crisis en la Unión Europea, en la que algunos países amenazan con dejar el superpoderoso bloque político y económico. La perspectiva del Reino Unido de salir de la Unión Europea (Brexit) ha sacudido los mercados mundiales. Esta fragmentación refleja de manera evidente la imagen de los pies de hierro y barro de la visión de Daniel 2. El hecho de que esa visión describa el escenario que precede a la última gran revolución de la historia es de suma importancia para nuestro tiempo. El cuadro general de hierro y de barro, de desunión y fragmentación, anuncia el fin de una larga historia. Nos avisa que Dios está por intervenir en este mundo. En la conclusión de la visión, una inmensa piedra es lanzada desde el cielo y alcanza los pies de la estatua, que se desintegra y forma un gran monte que llena toda la Tierra. El lanzamiento de la piedra “no por manos humanas” (Daniel 2:34, NTV) representa el Reino de Dios. El profeta Daniel explica: 

“En los días de estos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que jamás será destruido ni entregado a otro pueblo, sino que permanecerá para siempre y hará pedazos a todos estos reinos. […] El gran Dios le ha mostrado a Su Majestad lo que tendrá lugar en el futuro. El sueño es verdadero, y esta interpretación, digna de confianza” (Daniel 2:44, 45). 

Geraldo Marski, un joven alemán que había inmigrado hacia el sur de Brasil, recibió una carta de su hermano que vivía en Alemania en 1939. Él decía que Hitler estaba convocando a jóvenes a volver a su madre patria con todos los gastos pagos, a fin de luchar en la guerra. Había promesas de triunfo de Alemania, y de que dominaría Europa y lideraría el mundo. Gracias a su conocimiento de este mensaje bíblico poderoso, Marski rechazó la invitación y afirmó que, “según las profecías de Daniel 2, Alemania no ganaría la guerra”. Al final de los conflictos, el hermano de Marski murió en batalla. 

Franz Hasel no pudo escapar. Padre de familia y veterano de la Primera Guerra Mundial, vivía en Alemania y fue reclutado para luchar en la Segunda Guerra Mundial cuando tenía unos cuarenta años. Hombre de fe y pacifista convencido, arrojó su arma en un lago e hizo un revólver falso de madera, pues prefería morir antes que matar a alguien. Él integraba la Compañía 699 de los Pioneros, que iba delante de las tropas construyendo puentes. Hasel incluso avisaba a los judíos que huyeran antes de que llegaran las tropas de la SS. No hirió a nadie ni robó objetos en toda la guerra, y felizmente escapó con vida. Su impresionante historia se relata en el libro "Mil caerán." Él confiaba en la visión del profeta Daniel.

Confianza plena 

Los escépticos pueden considerar que la visión de Daniel 2 es una invención antigua, pero como mínimo manifiesta una increíble coincidencia, ¿no lo crees? Es más, es un esquema sencillo que puede confirmarse con cualquier libro de historia de sexto grado. 
La secuencia de imperios, su fragmentación y los intentos de unirlos son evidentes en los libros de historia. El escenario actual de disensión y alejamiento entre las personas, las comunidades, las clases sociales, los barrios, las ciudades, los Estados, las regiones y los países nos hace reflexionar. Este profundo cuadro de disensión y discordia entre la gente y las naciones es profético. Sin destruir la individualidad y la diversidad, solo el regreso de Jesús a este planeta revertirá las amargas divisiones, los resentimientos y las penas. Cuando vino por primera vez, Cristo fue el poderoso imán que atrajo al mundo a sí. Como él mismo dijo: 
“Pero yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo” (Juan 12:32). 

Cuando regrese, no será diferente. Todos los ojos se volverán a él (lee el próximo capítulo). Jesús atraía a multitudes ansiosas de oír sus palabras de vida. Consolaba a los tristes, daba refugio a los débiles, amparaba a los desesperados y curaba a los enfermos. Cautivaba a grandes y a pequeños, a maestros y a incultos, a civiles y a militares, a judíos y a romanos, a escépticos y a religiosos, a ricos y a pobres, a jóvenes y a ancianos, a honestos y a corruptos, a colaboradores y a nacionalistas, a damas y a prostitutas, a amigables y a marginados. Hasta a los niños les gustaba estar cerca de él. Era firme y amoroso; intenso, pero seguro. Su personalidad completa y equilibrada y su poder de atracción eran prácticamente irresistibles. Tenía el mundo a sus pies; su vida dividió la historia, pero él la entregó voluntariamente en la Cruz. Fue levantado ante el mundo con los brazos abiertos y las manos perforadas, como una señal inconfundible del amor de Dios por la humanidad. Regó la tierra con su propia sangre y plantó en ella la semilla de un nuevo tiempo. 

Cuanto más nos acercamos a Jesús, más cerca estamos unos de otros. Su amor incondicional nos inspira a amar sin reservas y a redescubrir cuán bella es la vida y cuán única es la gente. Aprendemos a tener buen humor, a ser menos críticos y más tranquilos. Aprendemos a pasar por alto las fallas y las dificultades ajenas. Dejamos el mar revuelto de las desavenencias y pasamos a navegar tranquilos por las aguas serenas de la paz. La misión del Rey que dio la vida por sus súbditos se completará solamente cuando él regrese. Su venida tendrá serias implicaciones para el mundo tal como lo conocemos, pero traerá una inmensa alegría a quienes la esperan (lee el capítulo 4). Jesús es la piedra que destruye la estatua en la visión de Daniel. Es quien rescata a la humanidad y el funda el Reino de Dios. Cambia el actual estado de corrupción, injusticia, discordias y muerte, al traer amor y unión. Las palabras “vendré para llevármelos conmigo” (Juan 14:3) son su mayor promesa y nuestra mayor esperanza. Si estás triste, solo, herido o preocupado por el mañana, encuentra candor, alivio y curación en esas palabras.

ACÉRCATE MÁS 

El mismo Señor que dirige la historia puede, con toda certeza, dirigir tu vida. Sí, él se preocupa por ti. Dios se interesa en lo que te está pasando y tiene poder para bendecirte. Abre el corazón e invita a Jesús a entrar en él. Cuando él entra en la vida de una persona, las tinieblas se disipan y el miedo se va. La paz, la esperanza y la alegría ocupan el lugar de la tristeza. Así: 

• Creo en las profecías bíblicas. 
• Creo que estamos viviendo en los últimos días. 
• Creo que pronto Jesús volverá. 
• Deseo estar preparado para ese gran día. 
• Quiero conocer más sobre las profecías bíblicas.

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