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Venza a su Gigante - Milagros y Bendiciones

¿Cuál fue la mayor dificultad que usted enfrentó en su vida? ¿Cómo consiguió superarla y vencer?

INTRODUCCIÓN

La historia de David y Goliat es, sin duda, una de las más emocionantes de la Biblia. Es una mezcla de tensión, miedo, confianza, valor, resolución y victoria. Todo eso integrado en un paquete de un gran 
milagro realizado por Dios por intermedio del hijo menor de Isaí, David. 
1 Samuel 17 relata cómo David derrotó al gigante Goliat, acertando una piedra en su cabeza. Pero, antes de que esto llegara a ser realidad, David tomó posiciones y actitudes que hicieron la diferencia y posibilitaron la derrota de aquel gigante. Tal vez usted también esté luchando con gigantes que lo desafían en los asuntos familiares, financieros, de trabajo, de salud, etc. Pero, en este estudio, aprenderemos con David cómo derribar nuestros gigantes y a vencerlos por medio del poder de Cristo.

Conozcamos el transfondo de esta historia:
Después de la derrota parcial y la humillación a los israelitas en el capítulo 14 de este mismo libro, los filisteos parecían ansiosos no sólo de recuperar su dominio militar sobre Israel (ver 4:9), sino también su orgullo. 
Los dos ejércitos se prepararon para el enfrentamiento, acamparon en lados opuestos del valle de Ela, en las laderas de las montañas que descendían al valle donde corría un arroyo (ver 17:40). 
Quizás nos preguntemos por qué ese “impasse” continuó por tanto tiempo (40 días), con los dos lados fingiendo una lucha, con muchos gritos y clamores de guerra, pero sin ningún contacto verdadero y sin ninguna baja. Saúl y su ejército realmente no querían luchar, ni los filisteos. Los israelitas estaban asustados, con miedo, debilitados, tenían un ejército mucho menor, sus armas eran muy inferiores a las de los filisteos. Por otro lado, los filisteos emplearon tanto el acero como el bronce en sus instrumentos de guerra. Tenían carros, (ver 13:5), pero estos estaban  proyectados para un suelo relativamente nivelado, no para la ladera de las montañas, esos vehículos no eran “todo terreno”. Tampoco era fácil para un soldado, con una protección tan pesada como la de Goliat, luchar con agilidad y facilidad mientras se esforzaba por mantener el equilibrio en la ladera de una montaña. La verdad es que, para los dos ejércitos, era mucho más conveniente resolver la batalla con la propuesta hecha por Goliat: “Manden un soldado para que luche conmigo”.
Preste atención: Los gigantes representan enemigos más fuertes que nosotros, los problemas que no podemos resolver solos. Una afrenta que genera rebelión y al mismo tiempo nos deja sin acción. Con sus casi tres metros de altura, Goliat era realmente un gigante. Desde el rey Saúl, pasando por los soldados del ejército y hasta el pueblo, todos estaban atemorizados. 
Desde la perspectiva humana no había nada que pensar: era imposible vencer a Goliat. Si contemplamos nuestros problemas con esta misma mirada, nos sentiremos y nos comportaremos exactamente como ese campamento: asustados, atemorizados, sin condiciones psicológicas para superar y vencer.

Poniéndose en el lugar de un israelita, ¿de qué manera vería usted la propuesta de Goliat? ¿Con respeto, ridícula, con desánimo y pavor o con fe y valor?

II. CARA A CARA

David escuchó las afrentas insolentes de Goliat, las que ofendían no sólo a su pueblo y su familia, sino especialmente ofendían el carácter del verdadero Dios. David hizo lo que hizo para la gloria de Dios. Se presentó al desafío en el nombre del Señor, el Dios de los ejércitos de Israel, y quería que Goliat, el ejército filisteo y toda la Tierra supieran que el verdadero Dios, el Dios vivo, era el Dios de Israel. Goliat había ridiculizado al Dios de Israel y blasfemado contra el nombre del Señor, pero David estaba listo a rectificar esas declaraciones.
David consideró ese desafío una disputa entre el verdadero Dios de Israel y los dioses falsos de los filisteos. De la misma forma en que utilizó a David, Dios quiere usar a su pueblo a fin de engrandecer su nombre delante de todas las naciones de la Tierra.

Piense en esto: David no tuvo miedo y reaccionó porque sabía que aquel gigante no era nada delante de su Dios. Mientras las otras personas quedaban sólo mirando el tamaño del gigante y pensaban que debían luchar solos, David sabía que Goliat no era mayor que su Dios y que lucharía a su lado. Con seguridad, eso hizo de David un victorioso. No hay gigante delante de Dios. Sólo Él es grande, por eso luche al lado de Él. Cerca de usted, su gigante es grande, pero cerca de Dios él no es nada.

Según usted ¿Dónde encontró David la confianza suficiente para enfrentar a Goliat?
¿Qué propósito misionero mayor había por detrás de esa batalla?

III. LA FORMA CORRECTA DE VER

La cuestión es: ¿Cómo miraba Dios a Goliat? Para el Señor de los ejércitos, el gigante no era nada más que un instrumento para mostrar su poder y su fidelidad a su pueblo amado. Todo lo que Dios necesitaba era encontrar alguien capaz de encarar los hechos a su manera. ¡Y encontró a David! 
Un adolescente que transformó su rebelión en fe, su miedo en dependencia de Dios e hizo de su deseo de honrar a Dios su motivación para luchar.

Permítame preguntarle: 
¿Quién es Goliat para usted? 

Para Saúl era un enemigo invencible. Para David nada más que un incircunciso filisteo, un hombre sin la ayuda del Dios verdadero, y por lo tanto, vulnerable a una simple piedrecita lisa del arroyo.

Usted puede vencer cualquier batalla, siempre que ella también sea la batalla de Dios. ¿Qué significa eso? Significa que lo que usted quiere y necesite debe estar de acuerdo con la voluntad del Señor.
Para usted ¿Cuáles son los gigantes de sus batallas? ¿Cómo lo insultan? Su actitud en relación a ellos, ¿se asemeja a la de David o a la de Saúl? ¿Qué propósito misionero mayor podría realizar por Dios si usted entregara esa batalla al Señor?

CONCLUSIÓN

El secreto de la victoria está en reconocer el poder infinito de Dios en relación al enemigo. La fe nos lleva a ver la grandeza de Dios y la fragilidad del enemigo. Nuestros enemigos actuales, sean materiales o espirituales, tendrán que doblegarse delante de la grandeza de nuestro Dios, el Señor de los ejércitos, porque de Él es la guerra, y Él mismo nos entregará a los enemigos en nuestras manos.

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