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¡Alégrense conmigo! - El Rescate

Propósito:   
Demostrar que Jesucristo vino a este mundo para salvar a todas las personas que lo aceptan, independiente de cualquier situación en la que se encuentren. Todo el que ama al Salvador se alegrará al participar en la salvación de los perdidos.

Textos bases: 
Lucas 15 y los capítulos La Esperanza de la Vida y La rehabilitación del hombre, en el libro Palabras de vida del gran Maestro, de Elena de White. 

I.  Introducción
Contienda entre Jesús y los fariseos (Leer Lucas 15:1-2)
Conflicto: Los fariseos entraban constantemente en conflicto con Jesús. Ellos querían encontrar un motivo para perjudicarlo.
En cierta ocasión, acusaron a Jesús para desprestigiarlo ante las personas, diciendo que comía con pecadores y convivía con ellos. No tenían interés en la salvación de los “pecadores”. 

Defensa de Jesús: Jesús se defendió de esta acusación de manera espectacular. Pronunció 3 parábolas para demostrar su preocupación en salvar a los perdidos.
Les dijo que amaba a esas personas y quería salvarlas. Así enseñó que, todo el que ama al Salvador se involucrará y se alegrará en la salvación de sus hermanos. 

Dios salva a las personas
Jesús vino para salvar: Jesús les explicó que no vino para los que estaban sanos, sino para los que estaban enfermos. No vino para destruir a esos pecadores, sino para salvarlos.

Jesús salva a todos: Jesús les mostró que vino a salvar a todos los que quisieran la salvación, sin importar su estado.
Jesús salvaría, sin importar la situación en que la que estaban las personas, ni su raza, su color, etc. Y esa posición la demostró a través de las parábolas que mencionó después del conflicto con los fariseos.
En el proceso de la salvación es nuestro privilegio cooperar con Dios siendo sus instrumentos para el rescate de los perdidos.

II.  Desarrollo

Dios salva al perdido y desea nuestra cooperación.

1. Salvó la oveja perdida. Lucas 15:3-7
Contexto: Para una mejor comprensión, Cristo habló a sus oyentes de una situación muy cotidiana en la época.
Cristo trataba de atraer la atención de las personas con cosas habituales para ellas. 
Al oriente del Jordán, en planicies que se extendían ampliamente, había lugares con abundancia de pasto para los rebaños. 
Pero ese lugar poseía también muchos desfiladeros y colinas arboladas, donde constantemente alguna oveja se perdía. El pastor buscaba diligentemente la que se perdía hasta encontrarla.
Mientras Jesús contaba esta parábola, muchos de los que estaban a su alrededor eran pastores de ovejas o personas que invertían dinero en rebaños. 
Escuchaban con aprecio y aceptación las palabras de Jesús: “¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? (Lucas 15:4).

La situación del perdido: Una oveja perdida de su rebaño es la más desamparada de las criaturas que existen. 
Sabe que está perdida, pero no sabe el camino de vuelta. Necesita desesperadamente de los brazos del pastor del rebaño y espera que la encuentre. 
Cuando el pastor nota que una oveja se perdió, no se queda a la espera de que la oveja vuelva. Aunque tenga noventa y nueve, va inmediatamente en busca de la oveja y no descansará mientras no la encuentre.
Él no piensa que es peligroso, que se quedará en casa, que no quiere correr el riesgo, que mejor no buscar la que se perdió. Al contrario, su reacción demuestra su amor. Si es peligroso allá afuera, su oveja está en peligro. Ella está perdida, el riesgo es seguro. El amor por el pedido lo lleva a la acción. 

La salvación de la oveja. El pastor deja las noventa y nueve ovejas en el desierto, lugar donde estarían fuera de peligro, sale con todas sus fuerzas, arriesgando su propia vida para salvar una oveja. 
Así como David mató a un león para defender una oveja de su rebaño, el pastor era capaz de dar su vida en favor de una oveja.
Cuando encuentra la oveja, después de una búsqueda difícil, el pastor la coloca en sus hombros, y la lleva feliz nuevamente al rebaño. 
No la golpea al encontrarla. No usa la vara para herirla. No le da la dirección del redil, marcando día y hora para que la oveja regrese al hogar. Hace todo lo que está a su alcance para rescatar el objeto de su amor. 
Cuando llega allá, hace una fiesta por la oveja que se había perdido, pero que encontró y salvó con mucho esfuerzo.

Muchos están hoy como la oveja perdida: son parte del rebaño, se perdieron del grupo, necesitaban del pastor, saben que están perdidos y no saben cómo volver al rebaño.
Están prisioneros en los precipicios de este mundo. Ya no logran ver los brazos de amor de su Pastor. Sienten un vacío enorme, saben que la vida no tiene sentido sin Jesús, pero no logran salir solos de la situación en que se encuentran.
El Pastor hace esfuerzos inusitados, hasta de dar su vida para salvar una oveja. 
Si se hubiera perdido solo un alma, Cristo hubiera muerto por esa alma, así como el pastor estaba dispuesto a dar su vida por solo una oveja.
Cristo quiere hoy tomarnos en sus brazos y conducirnos de vuelta al rebaño.
Alegría por salvar a la oveja perdida: Así como hubo alegría y júbilo por parte del pastor cuando salvó la oveja, hay júbilo en el Cielo por un pecador que se arrepiente.
El pastor tiene placer de salvar. A pesar de haber salvado solo una oveja, el pastor hizo una fiesta grande e invitó a sus amigos para que celebren con él.
Es interesante que el pastor busque a los amigos y vecinos para hacer fiesta con él. ¿Por qué? Porque estaban involucrados en el proceso. A ellos les importaba no solo la oveja, sino el pastor. 
En el rescate de los perdidos, se nos llama a involucrarnos en ese proceso. Oración, acción, dedicación. Si la salvación de alguien produce alegría en el corazón de Dios, debe producir alegría a mi corazón también.  

2. Salvó la dracma perdida. Lucas 15:8-10
Contexto: Después de pronunciar la parábola de la oveja perdida, Cristo pronunció otra parábola inspirado en las cosas cotidianas de sus oyentes.  
¿Qué mujer teniendo diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara, barre la casa y busca diligentemente hasta encontrarla? Lucas 15:8.
En el Oriente, lugar donde Jesús relató esta parábola, las casas de las personas pobres generalmente poseían solo un cuarto, el cual con frecuencia era sin ventanas y oscuro. 
Una moneda perdida allí, pronto estaría cubierta de polvo o basura.
Aún durante el día, para realizar una acción de esas, de buscar una moneda, era necesaria una buena iluminación (lámpara) y una limpieza muy bien hecha. 
Una curiosidad de la época es que la dote de casamiento de una mujer consistía en monedas que ella guardaba cuidadosamente como si fuera su mayor tesoro, para dárselo a las hijas.
La pérdida de una de estas monedas era considerada una calamidad, y su recuperación era algo tan anhelado que hasta las vecinas venían enseguida a ayudar.

La situación del perdido: La dracma se perdió dentro de la propia casa, pero el desafío de salvarla era grande. 
La dracma estaba perdida, pero no lo sabía; y tampoco sabía el camino de vuelta.
Es necesario un esfuerzo muy grande para salvar a la persona que nada hace para salvarse. 
Aun así, la dracma no pierde su valor. Sucia y en medio de la basura, la dracma continúa siendo valiosa a los ojos de su propietaria.

La salvación de la dracma: La dueña de casa, al saber que la dracma esté perdida, se desprende de cualquier otra cosa y dedica mucho tiempo en la búsqueda de la moneda. 
Ella usa todas sus fuerzas y métodos en buscar lo que para ella es un tesoro.
Después de la búsqueda diligente, cuando la dueña de casa encuentra su dracma, invita a sus vecinas y amigas, y alegre por la salvación lograda, hace una fiesta por haber salvado lo que se había perdido. 
Varios hoy son los que se encuentran como la dracma perdida.
Se perdieron dentro de la propia casa, no saben que están perdidos, y tampoco saben el camino de vuelta.
Están perdidos en la oscuridad y cubiertos por la basura de este mundo, si no tienen quién los salve, quedarán allí permanentemente. 
Una vida cómoda, una unión intencional con el pecado, la separación de una unión viva con Dios los mantiene así. 
De la misma manera como hace la dueña de casa, Cristo nos ilumina delante del mundo de tinieblas y nos limpia de toda la basura de pecado. 
Nos busca con todas sus fuerzas, hasta que nos encuentra; usa todos sus métodos para salvarnos de la perdición.
Alegría por salvar la dracma perdida: La salvación es como una recompensa por el esfuerzo de la búsqueda. 
Dios queda satisfecho cuando ve el fruto de sus esfuerzos, así como la parábola de la dracma. Nosotros somos el tesoro de Dios, él se alegra en salvarnos. No importa el contexto en que vivimos en el pasado, no perdemos nuestro valor a sus ojos. No es lo que las personas dicen, o la situación en que vivimos lo que define cuánto valemos, al contrario, nuestro Dios define nuestro precio. Y ese precio fue expuesto en la cruz del Calvario. 
El que nos creó puso en nosotros un valor incomparable, demostrado por Dios mismo al dar su vida por nosotros. 
La salvación comprada a precio infinito llevó al Cielo a hacer una fiesta. Si nos involucramos en la salvación del perdido también habrá alegría a nuestro corazón. Probablemente, si no nos alegramos y no nos involucramos en el rescate de la propiedad de Cristo, corremos el riesgo de ser el blanco de ese rescate, como dracmas que están perdidas dentro de la casa y no reconocen su situación ni su solución. 

3.  Salvó al hijo pródigo. Lucas 15:11-32 (resumir la historia)
Contexto: Un hombre tenía dos hijos, pero uno estaba cansado de vivir con su padre. Creía que su libertad estaba siendo reprimida. Interpretaba mal el amor y los cuidados demostrados por su padre. 
El joven creía que no poseía ninguna obligación hacia su padre, y le pidió su parte de los bienes, que le pertenecían como herencia.
Pocos días después, juntó sus cosas, tomó lo que le pertenecía y se fue a una tierra lejana. En ese lugar vivió de manera irresponsable y desperdició todos sus bienes. 
Esta es la historia del hijo contada en la parábola de Jesús para ilustrar una clase más de personas que pueden recibir la salvación. 

Situación de perdido.  El hijo que se perdió estaba en la situación más extraña, porque él sabía que estaba perdido, y sabía el camino de regreso. 
Pero igual, insistía en sufrir, en pasar hambre, o comer la comida que comían los puercos. Aun sabiendo que los siervos de su padre vivían mejor que él, persistía en sufrir permaneciendo lejos de su padre. 
Salvación del hijo pródigo. 
Aunque con dudas de no ser aceptado por el padre, por haber sido rebelde, el hijo pródigo, después de haber sufrido mucho, resuelve volver al hogar de su padre.
Y seguía con una duda ¿su padre lo aceptaría de nuevo?

Ahí está la gran salvación promovida por el padre del hijo pródigo. Al ver venir a su hijo hacia la casa, estando todavía lejos, no titubeó en correr a su encuentro. 
Lo aceptó inmediatamente como su hijo. El padre demostró el amor de quien estaba esperando angustiosamente el regreso de su hijo perdido en cualquier momento.
La aceptación del padre con relación al hijo, en la situación en que se encontraba el hijo, en el tiempo en que el hijo había decidido, demuestra el mayor sentimiento con relación a la salvación: el amor. 

El era parte del hogar, huyó de su padre, sabe que está perdido, está sufriendo, pero sabe el camino de vuelta; esta es la situación de muchos, a semejanza del hijo pródigo. 
Para aceptar a esos, el Padre está con los brazos abiertos.
En cualquier señal de regreso al hogar, el Padre saldrá corriendo a su encuentro. 
Con amor eterno aceptará a ese hijo, a pesar de que este había hecho lo peor que podía en contra de su Padre o de su prójimo.   

Alegría por salvar al hijo pródigo. Dios no quiere vernos sufrir. Así como el sufrimiento del hijo pródigo angustiaba a su padre, Dios sufre mucho más cuando nosotros sufrimos. 
Él está listo para recibirnos en sus brazos, y rechazar esta invitación lo hace sufrir.
Su alegría es tremenda al ver a un hijo que vuelve al hogar. Y no solo el padre, sino todos los que se involucran orando o haciendo alguna cosa, participarán de la fiesta. 
En la primera historia, un animal que representa al 1% de todo, se había perdido. En la segunda, una cosa, siendo el 10% de las diez monedas fue rescatada. Pero ahora la tercera historia llega al punto deseado por Jesús. El rescate no es de animales o cosas. Son de sus hijos, de valor único. Estimados por el Señor, comprados por su sangre. 

El hermano mayor. Si la participación en la salvación de animales o cosas produce alegría, mucho más la salvación de alguien de la familia. 

De los hijos mencionados en la parábola, ¿cuántos estaban perdidos? Si duda, los dos. El hermano mayor también necesitaba ser rescatado. Representaba a los fariseos que criticaban a Jesús por buscar la salvación de los “pecadores”. Estaba perdido dentro de la casa y no lo sabía. Una dracma perdida.
Mientras los demás se alegraban con el padre porque su hijo había revivido, el hermano mayor, que no se involucró en la salvación de su hermano, no quería participar de la fiesta. 

Lucas 15:32:. “Mas era necesario [dijo el padre] hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado”.

III.  Conclusión y llamado

Cristo quiere salvarnos ahora. En este momento exacto, Cristo hizo y hace los mismos esfuerzos y mucho más de los que hizo el pastor, la dueña de casa, y el padre del hijo pródigo.
Él quiere vernos sanos y salvos cuanto antes, para que no suframos más en la oscuridad. 
Debemos aceptarlo ahora. No debemos esperar hasta ser buenos para que Jesús nos salve. 
Él vino por los que estaban enfermos, y no por los sanos; él vino por lo que estaba perdido, y no por lo que pensaba que estaba salvo. 
Así como el padre aceptó al hijo pródigo de la manera que estaba, nuestro Padre nos acepta como estamos, y quiere salvarnos en este momento, solo debemos aceptarlo.

No solo somos el objeto de la salvación, sino que podemos cooperar con nuestro Salvador en el rescate de los perdidos. No debemos limitarnos a orar por la salvación de nuestros amados, sino que podemos unirnos al ejército celestial en llevar alegría al Cielo al rescatar a los que se encuentran lejos del hogar. Se nos llama a actuar en la salvación de nuestros hermanos, a alegrarnos con el Salvador en este proceso. 

Durante la semana próxima tendremos una programación especial enfocada en personas que deseamos traer a los brazos del Pastor. ¿Usted ¿está dispuesto a participar? 
Ore. Visite. Llame. Envíe mensajes. Involúcrese en la salvación de alguien para traer alegría al corazón de Dios, de la persona que será rescatada y a su corazón también. ¿A quién rescatará usted esta semana?
Escuche y atienda la invitación de su Salvador: ¡Alégrese conmigo!

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