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Amor escrito con sangre - Amor escrito con sangre

TEXTO CLAVE: Apocalipsis 13:8 “La adoraron todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no estaban escritos desde el principio del mundo en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado”. 

INTRODUCCIÓN Es difícil mirar los noticieros. Vemos muchas tragedias y maldades todos los días. Muchos se preguntan cómo Dios lidia con eso. Y el futuro aun reserva momentos dramáticos. El tema de Apocalipsis 13 es el fi n del gran conflicto entre el bien y el mal vivenciado en nuestro planeta. De un lado está la bestia, un monstruo simbólico, con siete cabezas y diez cuernos. Por medio de ella, el dragón (Satanás) busca la adoración. Del otro lado, tenemos al Cordero que fue muerto desde la fundación del mundo y por eso es digno de recibir “la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 5:12). Nuestra respuesta sobre a quién vamos a adorar decidirá nuestro destino eterno. El Cordero y el dragón son los dos protagonistas del gran conflicto que se ha extendido por milenios y que tuvo su origen en el templo o santuario donde Dios habita. Vamos a descubrir cómo ocurrió. Pregunta de transición: ¿Dónde habita Dios? 

1. EXISTE UN SANTUARIO EN EL CIELO Decenas de textos en la Biblia afirman que existe un templo o santuario en el cielo, la morada de Dios. Moisés escribió: 
“Mira desde tu morada santa, desde el cielo, y bendice a tu pueblo Israel, y a la tierra que nos has dado, como juraste a nuestros padres, tierra que fluye leche y miel” (Deuteronomio 26:15). 

David afirmó: 
“Jehová está en su santo Templo; Jehová tiene en el cielo su trono […]” (Salmos 11:4). 

El salmista enseña: “porque miró desde lo alto de su santuario; miró Jehová desde los cielos a la tierra para oír el gemido de los presos, para soltar a los sentenciados a muerte” (Salmos 102:19-20).

En la Biblia, las palabras santuario, templo y tabernáculo representan la morada de Dios, ya sea en el cielo como en la Tierra. Estas pueden señalar al santuario construido por Moisés, después de liberar al pueblo de Israel del cautiverio egipcio; o al templo construido por Salomón en Jerusalén; y otras veces señalan al santuario que existe en el cielo, del cual el terrenal era solo una copia. 

Actividades del santuario 
¿Qué actividades tienen lugar en el templo o santuario celestial? 
La Biblia menciona varias actividades, y estas pueden ser divididas en dos fases específicas, antes y después del surgimiento del mal y el pecado. El templo o santuario celestial es la propia morada de Dios, el lugar en el que é habita. Juan vio el santuario de Dios que se encontraba en el cielo (Apocalipsis 11:19). En Hebreos descubrimos que el verdadero santuario y tabernáculo fue construido en el cielo, por Dios y no por el hombre (Hebreos 8:1, 2). El propio tabernáculo que Moisés erigió fue hecho según el modelo celestial (Hebreos 8:5). El templo o santuario celestial es también un lugar de adoración; por eso tenía una función litúrgica. El Salmo 150:1 dice: 
“Alabad a Dios en su santuario; alabadlo en la magnificencia de su firmamento”. 

El Salmo 134:1, 2 invita: 
“Mirad, bendecid a Jehová, vosotros todos los siervos de Jehová, los que en la casa de Jehová estáis por las noches. Alzad vuestras manos al santuario y bendecid a Jehová”. 

Pregunta de transición: ¿Qué acontecimiento en el santuario celestial afectó el orden del universo? 

2. EL SURGIMIENTO DEL MAL EN EL SANTUARIO DEL CIELO 
De acuerdo con el profeta Ezequiel, el mal tuvo origen en el propio templo o santuario celestial. En su libro, usando la figura del rey de Tiro, una importante ciudad comercial del mundo antiguo, él compara a ese rey con Satanás. El rey de Tiro, entonces, funciona como un tipo de Satanás. El profeta escribió: “Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios. Allí estuviste, y en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día en que fuiste creado hasta que se halló en ti maldad” (Ezequiel 28:14,15). La expresión “querubín protector” o “querubín cubridor” indica que ese ser angelical había sido ungido o dedicado por el propio Dios para estar lo más cerca posible de él. Note que ese ser angelical era ungido para cubrir el trono de Dios. La palabra “ungido” viene de la misma palabra para “mesías”, un término que fue reservado para Jesús como el Ungido de Dios para salvarnos (Daniel 9:25, 26). Jesús, el Ungido, vino para destruir el mal causado desde tiempos antiguos por el querubín ungido (1 Juan 3:8). El profeta también dice que el querubín permanecía en el “santo monte de Dios”, expresión que representa la sede del gobierno divino, o sea, el propio santuario celestial. Esto quiere decir que el mal surgió en el santuario celestial, y es allí donde debe ser resuelto. 

“Lucifer había sido el querubín cubridor. Había estado en la luz de la presencia de Dios. Había sido el más alto de todos los seres creados y el primero en revelar los propósitos de Dios al universo” (DTG, 706). 

Misteriosamente, el mal comenzó a surgir en el corazón de este importante ser angelical. Ezequiel revela: 
“Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor […]” (Ezequiel 28:17). 

El mal que había surgido en el corazón de aquel ángel tenía que ver con una admiración de sí mismo, el orgullo y la exaltación propia. Además de eso, ese ángel hizo “tratos comerciales” en el santuario celestial: “Con tus muchas maldades y con la iniquidad de tus tratos comerciales profanaste tu santuario […]” (Ezequiel 28:18). Aquí las profecías relacionan las prácticas corruptas de comercio del rey de Tiro con el “comercio” corrupto del querubín rebelde. En un primer momento, el mal surgió en su corazón; luego, el empezó a intentar convencer a los demás ángeles a seguirlo en su rebelión contra Dios. En el libro de Apocalipsis, el dragón arrastra con su cola “la tercera parte de las estrellas del cielo” (Apocalipsis 12:4), que son un tercio de los ángeles (Apocalipsis 1:20). 
O sea, el querubín rebelde logró convencer a un tercio de los ángeles del cielo en su rebelión contra Dios. El resultado de aquello no podía ser otro: Conflicto en el cielo. 

En Ezequiel, el enemigo de Dios fue “lanzado por tierra” (Ezequiel 28:17). El propio Jesús afirma: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lucas 10:18). 

El libro de Apocalipsis pinta esa batalla en tonos dramáticos, haciendo una conexión entre el conflicto en el cielo y la victoria de Cristo en la cruz, que garantizó la expulsión definitiva de los enemigos. 
“Entonces hubo una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón. Luchaban el dragón y sus ángeles, pero no prevalecieron ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12:7-9).

La expulsión de Satanás fue el primer paso dado por Dios para combatir el mal. Además de ser la sede del gobierno divino, el santuario servía para la adoración a Dios, pero también se convirtió en el “centro mismo de la obra de Cristo en favor de los hombres” (Ev, 165). 

Pregunta de transición: ¿Cómo ese conflicto cósmico, iniciado en el cielo, afectó nuestro planeta? 

3. EL CORDERO MUERTO: SACRIFICIO SUPREMO 
La rebelión de Satanás es anterior a la creación del planeta Tierra. El surgimiento de este mundo ocurrió en medio del gran conflicto entre Jesús y Satanás. En juego estaba el propio Señor, que era acusado constantemente por Satanás de ser un Dios tirano que limitaba la felicidad y libertad de sus criaturas. Al final, ¿Satanás tenía razón? Así como siempre, Dios permitió que cada ser creado por él, ya fuesen ángeles o personas, analizaran y decidieran, pero también hizo un llamado a sus corazones. Después de todo, solo existe amor cuando hay libertad. Nadie puede ser forzado a amar. Dios no fuerza ni engaña a nadie. 

Adán y Eva eligieron creer en un animal usado como marioneta por Satanás, que los engañó, prometiendo que serían como Dios (Génesis 3:1-6). Dieron lugar a la desconfianza y también se rebelaron contra el Creador, a pesar de que él les había dado la vida con tanto amor y cariño. Al rebelarse contra Dios, que era la vida, se volvieron mortales. En una alegoría, sería lo mismo que los smartphones “se rebelaran” contra las fuentes de energía y decidieran funcionar de forma independiente, solo con la carga de sus baterías. En algún momento, esos aparatos se apagarían. Así ocurre con nosotros desde que nuestros primeros padres pecaron. Recibimos el pecado y la muerte como herencia: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12). Sin embargo, a pesar de la ingratitud humana, Dios no se dio por vencido con nosotros. Nuestro destino sería la muerte eterna, pero Dios ya tenía un plan para salvarnos. Como vimos al principio, Jesús es el “Cordero que fue inmolado” (Apocalipsis 13:8). 
Cuando surgió el mal, Cristo ya estaba comisionado para salvarnos por medio de su muerte en la cruz. Cuando el mal surgió, la gracia y el perdón ya estaban listos, así como los bomberos están preparados para cualquier emergencia. 

Dios nunca es tomado por sorpresa; es un Padre amoroso que no se da por vencido con sus hijos, y no se da por vencido con usted. Aquí vemos el plan de redención en el que la propia divinidad se sacrifica por la humanidad. 
¿Puede imaginarlo? 
¿Existe mayor prueba de amor? 

Satanás acusaba a Dios de ser tirano, pero Dios reveló en la práctica hasta qué punto estaba dispuesto a ir para salvarnos. Él no se restringió a palabras escritas con tinta y papel, fue más allá; con el rojo vivo de su sangre, escribió en la cruz del calvario su amor por usted y por mí. En Jesús y su sacrificio, la gracia solo fue manifestada, pues existía desde siempre en el corazón y en los planes de Dios. El apóstol Pedro declara que somos salvos “con la sangre preciosa de Cristo, […]. Él estaba destinado desde antes de la fundación del mundo, pero ha sido manifestado en los últimos tiempos por amor de vosotros” (1 Pedro 1:19-20). El propio Hijo de Dios se ofreció para asumir toda la culpa y resolver el problema del pecado. Por eso Juan, en Apocalipsis declara: 

“El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Apocalipsis 5:12). Debemos estar infinitamente agradecidos por ese amor divino que nos restaura y nos salva. 

CONCLUSIÓN El pecado surgió en el universo con un ángel cubridor en el propio santuario celestial. Aun así, Dios no fue tomado por sorpresa, y en ese mismo santuario el pecado empezó a ser resuelto. En el instante exacto en que surge el mal, la gracia divina ya estaba disponible. Mediante la sangre derramada del Cordero, muerto desde la fundación del mundo, podemos tener la esperanza de la vida eterna. 

LLAMADO El amor de Cristo nos constriñe. No podemos ser indiferentes al amor de un Dios que demuestra un amor tan inmenso, y tan allegado a nosotros. Aun hoy, él no fuerza a nadie a amarlo, pero invita, llama a la puerta de su corazón. ¿Cuál será su respuesta? Acepte hoy la invitación de Jesús. No sea rebelde, abra su corazón para que Cristo viva en él y le dé su perdón, confianza y paz.

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