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Sueños - Fieles hasta el fin

I – INTRODUCCIÓN 

En el Probad y ved de hoy conocimos la historia de Mario. 
En su juventud, cuando pasaba por un momento difícil, tuvo un sueño, a través del cual comenzó a entender que la adoración genuina y la fidelidad a Dios llega cuando reconocemos la soberanía divina. Cuando Mario aceptó el señorío de Cristo en su vida, las cosas comenzaron a cambiar: él volvió a ser fiel al Señor y comenzó a ver las soluciones que Dios ponía delante de él para resolver sus problemas personales. 
A veces las soluciones vienen disfrazadas de problemas, pero para ver eso, debemos usar los anteojos de la confianza en Dios y aceptar el señorío de Cristo en nuestras vidas. En el sermón de hoy, analizaremos la historia de Jacob, quien así como Mário, a través de un sueño, entendió y aceptó la soberanía de Dios en su vida. 

II – LA SOBERANÍA DE DIOS 

(Génesis 25:20-26) Si Isaac, Rebeca y Jacob hubiesen reconocido la soberanía divina y hubieran permitido que Dios condujera sus vidas, se habrían evitado muchos problemas en su familia. 

1. DIOS: Profecía de la primogenitura – Cuando Jacob todavía disputaba con Esaú por espacio en el vientre de su madre, el Señor le dijo a Rebeca: “Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor” (Génesis 25:23)  
La profecía era clara: el más joven sería el señor del más grande. Así como Dios había elegido a Isaac (el segundo hijo), y no a Ismael (el primogénito), también eligió a Jacob, el segundo en nacer, y no a Esaú, el primero. La decisión soberana de Dios fue contraria a la tradición humana, pero recordemos que Dios nunca se equivoca. 
Cuando se trata de salvación, Dios “quiere que todos los hombres sean salvos” (1 Timoteo 2:4); mas, 
Cuando el tema es el servicio, Dios elige a quien quiere, como sucedió en la elección de los doce apóstoles: “subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso” (Marcos 3:13). 

Debemos confiar en las elecciones divinas para nuestra vida. 

2. ISAAC: Desobediencia y obstinación – A pesar de que Isaac comenzó muy bien, confiando en la providencia divina y orando veinte años por un heredero (Génesis 25:20, 21,26), desgraciadamente terminó con su insistencia y obstinación al elegir a Esaú como primogénito, sin considerar las instrucciones claras de Dios, y sin tomar en cuenta el hecho de que Esaú había despreciado su derecho a la primogenitura por un plato de lentejas y se había casado con mujeres cananeas. La actitud renitente de Isaac nos muestra que cuando no dejamos que Dios dirija nuestros pasos, cometemos los peores errores de nuestra vida. Permita que Dios guie sus decisiones. 

3. REBECA: Precipitación y engaño (Génesis 27) – Rebeca tuvo razón en insistir para que Jacob fuera el heredero de las promesas según la predicción divina, pero se equivocó al querer que eso sucediera a su manera y a su tiempo. Los atajos y caminos más fáciles para alcanzar un objetivo pueden traer prejuicios eternos. 
Es mejor, por ejemplo, perder un año de universidad y ganar la vida eterna, que perder la vida eterna por un año de universidad. 

Los fines no justifican los medios: mentir, engañar u omitir la verdad, aunque sea por una buena causa, desagrada a Dios y trae consecuencias dolorosas. A veces queremos darle una “ayuda” a Dios, y el resultado es que, en vez de resolver un problema, creamos dos. Rebeca tuvo que separarse de su hijo y murió sin verlo nunca más. Por lo tanto, no descuide la obediencia a Dios, confíe en su dirección y crea en su palabra. 

4. JACOB: complicidad y mentira (Génesis 27) – La iniciativa de la estrategia no fue de Jacob, pero la decisión de participar en ella, sí. Él podría haberse negado y sugerido una forma honesta de responder a la decisión de su padre, pero prefirió hacer una concesión y condescender con el pecado. La preocupación de Jacob no era “¿será que esto está bien?” y sí “¿será que funcionará?”. Le preocupaba más que lo descubrieran que hacer lo correcto. 
El pecado es así: intenta desviar la atención de lo que es realmente importante para entrar en el enredo y, después que entra, la tendencia es hundirse en mentiras hasta atascarse completamente. El enredo, quizá más por incapacidad que por mala fe, puede ser un boomerang. Muchas veces el enredo es tozudez, no ignorancia.

Cuando ya se había vestido con la ropa de Esaú, y probó esa comida sabrosa, ahora debía ir hasta el final y dar lo mejor para tener éxito. Nunca es demasiado tarde para arrepentirnos y volver atrás, pero cuanto más lejos vamos en el pecado, más difícil será el regreso. Debemos confiar en la solución de Dios. Dios es soberano y todo lo puede. Él realmente tiene las mejores resoluciones, nunca se equivoca y siempre quiere lo mejor para nosotros. 

III – LA MISERICORDIA DE DIOS (Génesis 28:1-17) 

1. Las consecuencias del pecado (Génesis 28:1-9) 
– Todo pecado tiene sus consecuencias. Después de que Jacob engañó a su hermano y su padre y pecó contra Dios, Esaú lo amenazó de muerte; la salida más prudente fue huir y refugiarse con la familia de su madre con el pretexto de buscar una esposa que temiera a Dios, y así no casarse con las mujeres idólatras de Canaán. Jacob no tenía más hogar, ni familia, ni tenía seguridad en cuanto al futuro y estaba comenzando una caminata de casi 800 km hasta Harán para huir de su hermano enojado. Podemos olvidarnos de nuestras decisiones, pero ellas no se olvidan de nosotros. Tiempo después él cosecharía otras consecuencias. Jacob había engañado a su padre, y pronto sería engañado por su suegro Labán. Jacob usó un cabrito para engañar a su padre y, en el futuro, sus hijos usarían un cabrito para engañarlo. En su gracia, Dios nos perdona, pero en su juicio justo, no impide que cosechemos lo que sembramos. 

2. El arrepentimiento de Jacob y el comienzo de una vida nueva (Génesis 28: 10 Y 11) 
- Después de tres tensos y cansadores días de viaje, Jacob llega a Betel y, antes de acostarse a la intemperie para dormir aquella noche, decide rendirse al Señor en oración y 
"Con profunda humildad, confesó su pecado, y pidió que se le diera alguna evidencia de que no estaba completamente abandonado” (PP, 182). 
La humildad es el único suelo en el que puede brotar la gracia de Dios. Humillarse y someterse a Dios, confesando los pecados desde el más puro arrepentimiento es la actitud más acertada y racional que puede adoptar un ser humano. 

3. La respuesta y el perdón de Dios (Gén. 28: 12, 16, 17) 
– No hay un gemido, por más inexpresable que sea que Dios no escuche. No hay un susurro de clamor a Dios que él no perciba. “No se derraman lágrimas sin que él lo note” (CC, 86). 

Dios respondió la oración de Jacob a través de un sueño en el que vio una escalera de ángeles que subían y bajaban entre la Tierra y el cielo. Aquel sueño tenía dos significados: uno más amplio y otro más específico. En el sentido más amplio, la escalera representa a Jesús, quien une cielo y Tierra, quien 
“Si no hubiese salvado por sus méritos el abismo producido por el pecado, los ángeles ministradores no habrían podido tratar con el hombre caído” (PP, 184). 
Y en un significado más específico, aquella visión era la respuesta de perdón por parte de Dios y la confirmación de su presencia al lado de Jacob. Este imaginaba que la presencia de Dios se limitaba a la casa de sus padres que había quedado atrás, por eso su expresión de espanto y sorpresa fue: “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía” (Génesis 28:16). 

4. Dios confirma sus promesas (Gén. 28:13-15) 
– Además del perdón, Dios confirma una serie de bendiciones en la vida de Jacob: 
1) Bendiciones de la primogenitura: “la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia” (V-13). 
2) Bendición de la promesa patriarcal: (Abraham, Isaac y Jacob): “Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur” (V-14). 
3) Bendición de la promesa mesiánica: “Todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente” (V-14). 
4) Bendición de la compañía de Dios: “He aquí, yo estoy contigo” (V15). 
5) Bendición de la protección: “te guardaré por dondequiera que fueres” (V-15). 
6) Bendición de vida y salud: “volveré a traerte a esta tierra” (V-15). 
7) Bendición de la provisión: “no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (V- 15). 

IV – LA TRANSFORMACIÓN DE JACOB (Génesis 28:18-22) 

1. Actitud de adoración y devoción 
– Cuando Jacob despertó por la mañana, de madrugada, su primera actitud fue de adoración y devoción al Señor: “Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella” (V-18). 

El acto de derramar un líquido era un símbolo del derramamiento de la vida de una persona en devoción al Señor. Necesitamos, así como Jacob, adorar a Dios en devoción todas las mañanas, reconociendo que todas las bendiciones (salvación, perdón, protección, vida, salud, provisiones, etc.) vienen de sus tiernas manos. Dios primero en mi tiempo. 

2. Actitud de reconocimiento de la soberanía divina 
– Jacob reconoció que todas las elecciones que había hecho guiado por su propio juicio, y todas sus decisiones basadas en métodos humanos solo le trajeron dolor y desilusión. Él ahora decide, de una vez por todas, permitir que Dios sea el Señor de su vida: “Jehová será mi Dios” (V-21). En otras palabras, Jacob estaba diciendo “a partir de ahora, todas mis elecciones y actitudes se basarán en la Palabra de Dios, pues solamente él sabe lo que es mejor para mí”. Dejarse guiar por la voluntad de Dios expresada en su Palabra es la decisión más acertada que alguien puede tomar. ¡Primero Dios en mi vida! 

3. Actitud de reconocimiento de la propiedad divina a través de los diezmos 
– Una persona puede ser fiel incluso teniendo las motivaciones equivocadas y sin reconocer el señorío de Cristo. Pero es imposible que alguien que reconoce la soberanía divina no sea fiel al Señor. 
Cuando Mário admitió la soberanía de Dios en su vida y decidió vivir para adorarlo, una de sus primeras actitudes fue devolver lo que le pertenecía a Dios. Jacob también, cuando aceptó la soberanía celestial, reconoció la propiedad divina y decidió ser fiel en los diezmos de todo lo que llegara a sus manos: “de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti” (V-22). Dios primero en mis bienes. 

4. Actitud de gratitud a Dios a través de las ofrendas 
– En la época de Jacob, no había templos para la adoración a Dios; los altares eran el lugar de adoración al Señor. Cuando Jacob decidió levantar una columna de piedra y la llamó “casa de Dios” (V-22), él estaba decidido a levantar altares de adoración por dondequiera que fuera, como lo habían hecho su padre Isaac y su abuelo Abraham. El altar era el lugar donde se ofrecían las ofrendas de holocausto al Señor; por lo tanto, Jacob, además de asumir el compromiso de ser fiel a Dios a través de los diezmos, también decidió adorar al Señor a través de las ofrendas de gratitud. 

V – CONCLUSIÓN 

Tanto Mário como Jacob, cuando reconocieron la soberanía divina y aprendieron a administrar sus vidas según la voluntad de Dios, el Señor los convirtió en personas prósperas y felices. Dios los dotó con el don del dinero, pues entendieron que el dinero es un don como cualquier otro, y Dios lo da sin medida a quien quiere y a quien reconoce la soberanía divina y aprende a administrarlo para la gloria del Señor. Es posible que yo le esté hablando ahora a alguien como Mário, que se sintió abandonado por Dios y tuvo ganas de rendirse; debe saber una cosa: Dios nunca nos abandonó y nunca lo hará. 

“Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob” (Salmos 46:7).

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