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Marcas de una influencia

Texto bíblico: Hebreos 11:31

Introducción

Cuando éramos niños, muchas personas o recuerdos marcaron profundamente nuestra vida. 
Nuestra primera maestra, nuestro pastor en aquella época, el director del Club de Conquistadores, la tía o el tío que nos llevaba a comer, la torta de la abuela, aquel amor de la infancia. En fin, cada uno de nosotros tiene en la vida una lista de personas que nos enseñaron algo o fueron modeladoras en hacer nuestras elecciones. Aprendimos a gustar de nuevos sabores. 

En algún momento de la vida fuimos discípulos. (Cuente una historia corta de su vida que le quedó marcada por la influencia de alguna persona).
Tres grupos de personas pasan por nuestra vida, y dos de ellos tienen el poder de dejar marcas, de influenciar y ser relevantes en nuestras decisiones. 

El primer grupo está formado por personas notables, equilibradas, amables, agradables, con las cuales nos sentimos bien. Son las personas que más nos deben influenciar, pues su influencia genera en nosotros acciones para el bien. 

Pero, lamentablemente, también existe el segundo grupo, los que ejercen influencias negativas, en el trabajo, en la escuela, en la facultad, en el vecindario y hasta en nuestras iglesias.

El tercer grupo de personas es el grupo más grande, son aquellas irrelevantes, no dejan marcas, solo pasan por nuestra vida y nada más, y muchas veces ni nos acordamos de ellas. 

Esas personas no nos dejaron marcas, o mucho menos, no influenciaron prácticamente en nada nuestra experiencia. Ese grupo es más grande, porque últimamente las personas de este siglo, de la posmodernidad, viven en grupos cerrados inmersos en asuntos triviales, dentro de su mundo, dentro de sus redes sociales, donde solo los asuntos que les interesan son relevantes. ¡Cuántas personas pasan por nuestro feed (página) de redes sociales, siendo meros espectadores y no son alcanzados por nuestra influencia! 

Cuando pensamos en nuestra vida y nuestra influencia en otras personas, podemos preguntarnos: ¿Cómo estamos viviendo para ser modelos que otros copien: nuestros vecinos, conquistadores, líderes, alumnos de la Escuela Sabática, o hasta por nuestros hijos, cónyuge o familiares? 
¿En cuál de esos tres grupos nos encontramos nosotros? 

Veamos: 

• Relevantes para el bien
• Una influencia para el mal
• Indiferentes

Los grupos son tres y tres las influencias. ¿Con cuál de esos grupos se identifica usted? 
No podemos quedarnos fuera de uno 
de ellos en nuestra influencia hacia las personas que pasan por nuestra vida. 

En esta mañana trataremos del personaje que nos sirve de ejemplo, al cruzarnos en los caminos de la vida con muchas personas. 

Rahab, la prostituta.
Leamos (Josué 2:1-13)

I. Su nombre

Rahab, cuyo signifcado es “grande por la fe”, “mujer cuya fe es abundante”, viene del hebreo Rahav, que significa “abundante, amplio”. 
En la Biblia se la menciona como una prostituta de Jericó. Pero demostró bondad y declaró creer en Dios, poniendo en peligro su propia vida (Josué 2:11). 
Y por su ayuda incondicional, su propia historia pasó a ser parte de la genealogía del Salvador Jesús (Mateo 1:1-16). 

Rahab era una prostituta cuya casa quedaba sobre el muro de la ciudad de Jericó. Los muros de las ciudades en esa época eran de gran espesor, al punto de que los autos de nuestro tiempo lograrían transitar por ellos. 

Y como se cuenta en la historia, Josué envió a dos espías para conocer la ciudad, su población, sus recursos, y la resistencia de sus fortificaciones. 

II. La ciudad

Elena de White comenta que esa ciudad era prácticamente la llave para todo el territorio, y sería un formidable obstáculo al éxito de Israel. 

“La ciudad de Jericó estaba entregada a la idolatría más extravagante. Los habitantes eran muy ricos, pero consideraban todas las riquezas que Dios les había dado, como el don de sus dioses. Tenían oro y plata en abundancia; pero, al igual que el pueblo antediluviano, eran corruptos y blasfemos, e insultaban y provocaban al Dios del cielo mediante sus obras malvadas. Los juicios de Dios se despertaron contra Jericó, que era una fortaleza” (Testimonios para la Iglesia, t.3, p. 292). 

Así era la vida en Jericó, la cultura en Canaán.

III. Rahab abre su corazón

En aquella noche memorable, Rahab abrió su corazón a los dos israelitas, y les dijo: 

“Sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros, y todos los moradores del país ya han desmayado por causa de vosotros. Os ruego pues, ahora, que me juréis por Jehová, que como he hecho misericordia con vosotros, así la haréis vosotros con la casa de mi padre, de lo cual me daréis una señal segura; y que salvaréis la vida a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y hermanas, y a todo lo que es suyo; y que libraréis nuestras vidas de la muerte” (Jos. 2:9, 12, 13). 

IV. Su influencia

Imagine usted la influencia, el impacto que tuvo la persona de Rahab en la vida de aquellos dos espías 
¿Pensó cuántas veces la recordaron y la citaron en medio del pueblo? 
¿Cuántas veces le dedicaron parte de la victoria a ella, en medio del ejército de Israel, y cómo su nombre fue transmitido de generación en generación entre el pueblo?
Ahora imagine la influencia que Rahab debe haber ejercido sobre su familia, después del ataque. ¡Estaban vivos! ¡De toda una ciudad eran los únicos sobrevivientes! 
¡Cuántas veces agradecieron al Señor en sus corazones por tener a Rahab en su familia!

En nuestra vida, vivida en nuestros “mundos” individuales, egocéntricos, ocupados, típicos de hombres y mujeres que corren incesantemente detrás del pan, ¿Cuántas “Rahab” encontramos en 
nuestro ir y venir? ¿Cuánto estoy pensando en otros, en ser una influencia que deja marcas en la vida de las personas que pasan por mi vida? Rahab no pensó solo en sí misma. Aquella infeliz prostituta pensó también en su familia. Ella podría haber pensado en quedar viva, claro. Alguien podría sobrevivir a aquella situación.

Entonces, quién sabe, podría haber huido con los espías. Tal vez podría haber dicho: ¡Libre! ¡Estoy salva! Jericó quedaría en medio de la batalla y la destrucción. Pero aunque el riesgo sería mayor, no pensó solo en su salvación. Pensó en sus padres y en sus hermanos en el momento más tenso de su vida. 
¿Cuánto hemos pensado usted y yo en nuestra familia, amados, hermanos? 

Hoy podemos orar por el corazón bondadoso de Rahab, y por sus pensamientos tan enfocados en influenciar y salvar a su familia.

V. No más la misma persona, la “ex”

Podemos pensar que Rahab no fue más la misma mujer después de aquel encuentro con los mencionados hombres del Dios vivo. Su conversión no fue un caso aislado de la misericordia de Dios para con los idólatras que reconocieron su divina autoridad.
Allí estaba presente una “ex”. Una ex prostituta, ex prisionera de sus actos, exmujer sin sueños, una ex vida arruinada por la influencia de una ciudad pecaminosa. Ahora sería parte del pueblo de Israel, no necesitaba volver a la vida antigua. Pues había sido misericordiosa. 
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. (Mateo 5:7).
¡Podría soñar más alto, soñar con un hogar, soñar con tener un esposo, hijos, con tener su familia!

VI. Por un cordón 

Los ángeles de Dios se apoderaron de las murallas macizas y las derribaron. Dios había dicho que la ciudad de Jericó sería maldita y que todos perecerían, excepto Rahab y su familia. Estos debían ser librados por causa del favor que Rahab concedió a los mensajeros del Señor. 

Ella ocultó a los espías israelitas enviados para verificar las dificultades de la guerra en esa ciudad. 
Ella, sin embargo, los reconoció como israelitas y los escondió entre las cañas de lino que había colocado en orden en el tejado. Entonces, por su bondad y su influencia, la vida de Rahab y la de su familia fueron liberadas cuando ocurrió el ataque a Jericó.
¿Cómo serían salvados? 
El acuerdo que hicieron era que ella colocaría atado un cordón escarlata (rojo) en la ventana de su casa donde estarían todos sus familiares. 

Un cordón rojo. Un cordón que significó la salvación de una familia. Entonces sucedió. Desde entonces dejó ese cordón en su ventana como una señal visible de su compasión por la vida de los extraños. 
En aquel famoso día, su vida y la de su familia fueron salvadas de manera espectacular. El ejército marchó una, dos, tres, cuatro, cinco, seis y siete veces alrededor de Jericó. Se oyeron gritos, cuernos (shofar) tocados de manera bien intensa y prolongada. Los muros de la ciudad se derribaron y solo quedó un pedazo de aquel ancho y extenso muro, el lugar de la casa de una mujer infeliz, despreciada por toda la ciudad. Qué contradictorio, ¿no es cierto? Una mujer despreciada y un cordón. 

¿Qué es lo que Dios podría hacer con usted si se decidiera a influenciar a alguien de su casa o actuar con compasión por alguien de afuera?

VII. Rahab, la evangelista

¿Será que habría un lugar más difícil para evangelizar? 
Una familia en una ciudad secular y perdida. ¡Qué dimensión desafiante! 

Pero Rahab no titubeó, ella fue a buscar a los que estaban perdidos y condenados en medio de un pueblo caótico.
Subieron hasta su casa y fueron a salvar a todos los de allá. 
Pero cuando llegaron, no encontraron solo a Rahab y a sus padres y sus hermanos, estaban también todos sus parientes que fueron salvados, así como también todos sus bienes. 

Su pequeña casa de pocos metros cuadrados estaba llena de gente. A pesar de ser quien era, aun para su familia, logró evangelizar a casi todos los de su casa, ¡fue una gran evangelista! Ella llevó salvación a sus parientes, pues todos salieron de una ciudad condenada hacia las promesas de una tierra nueva. 

VIII. La recompensa parcial

Rahab y su familia, de acuerdo con el relato bíblico de Josué 6:23, fueron a vivir “fuera del campamento” del pueblo de Dios. 
Pero no dejó la comunión que abrazó y la libertó. Ella aprendió a amar al Dios de Israel y también su familia. 

A pesar de ser quién era, despreciada, humillada, solo una mujer de la vida, formó parte de la lista de los héroes de la fe de Hebreos 11. 

“Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz” (Heb. 11:31).

De acuerdo con Hebreos 11:31, los habitantes de Jericó no creyeron. La mayoría de las traducciones modernas los describen como ‘desobedientes’. 
Los habitantes de Jericó conocían las notables victorias de Israel sobre los madianitas, y los amorreos. 
Por eso, estaban bien conscientes del poder del Dios de Israel. El juicio divino sobre Israel en Baal Peor enseñó al pueblo de Jericó acerca de la santidad de Dios, como de su aversión a la idolatría e inmoralidad: 

“Los habitantes de Jericó conocían todos estos acontecimientos, y eran muchos los que, aunque se negaban a obedecerla, participaban de la convicción de Rahab, de que Jehová, el Dios de Israel, era “Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra” (PP, 525). 

La galería de los héroes de la fe, donde Rahab tiene su nombre, no está compuesta solo por personas santificadas que nunca cometieron pecados, sino, afortunadamente, por pecadores. Pecadores que por la gracia divina alcanzaron la victoria sobre el mal en su propia vida, y que dejaron las inmundicias de los delitos y pecados, y volvieron a los brazos paternos; y allí fueron regenerados. En el pasado, Rahab había sido una prostituta, pero ahora había pasado a ser parte del pueblo de Dios. 

Una mujer con el valor propio disminuido, menospreciada y escarnecida; nosotros no esperaríamos que fuera usada por Dios. ¡Pero lo fue!
Ella fue usada por el Señor cuando tuvo compasión por otros. Dios la salvó pues su pasado fue borrado. 

Eligió un grupo de personas para discipular, ser ejemplo, amar, arriesgar su vida: todos los salvados dentro de su hogar. 

Conclusión:

¿Cómo nos puede usar Dios si solo pensamos en nosotros mismos? 
¿Cuándo nos permitiremos ser usados por el Señor? 
Debemos pensar verdaderamente en ser una influencia real en la vida de alguien; y basados en esta linda historia, podemos pensar de tres formas principales:
¿Estoy influenciando a mi familia? 
¿Nuestros hijos nos quieren imitar? 
Si yo estuviera en el lugar de Rahab, ¿mi familia estaría toda dentro de mi casa? 
¿Cuántos de mis seres queridos más cercanos están conociendo a Cristo por mi accionar y mi testimonio?

Como cristiano, 
¿Las personas que entran en contacto conmigo ven relevancia en mi vida? 
¿Estoy haciendo todo lo que puedo para ayudar verdaderamente a salvar a un nuevo habitante del reino de Cristo? 
¿Dónde están las personas a quienes discipulé o estoy discipulando? 

Cuando me encuentro con las personas, ¿Pienso que tal vez esta es una ocasión única, y que tal vez nunca más tendré otra oportunidad de hablarles de Cristo? 

¿Dónde están nuestros discípulos? 
Dios sabe cómo, cuándo, dónde, por qué, quién, etc… Basta con estar dispuestos y comprometernos con él. En el Cielo tendremos sorpresas, así como Rahab. En su omnisciencia y soberanía, Dios sabe de quién necesitamos tener compasión, a quién debemos ayudar. Si usted todavía no encontró a esa persona, pida al Señor que la envíe a su encuentro, y para que ese encuentro sea real y una influencia en su vida, para su salvación y la de su casa. En la impía Jericó el testimonio de una mujer pagana fue: “Porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la Tierra” (Josué 2:11).
Y hoy en nuestra iglesia, en nuestra ciudad o en nuestro hogar, ¿cuál será su testimonio? 
Diga como Rahab: 
“Jehová NUESTRO Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la Tierra”.

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