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A quien adora y a quien sirve - En paz con Dios

I – INTRODUCCIÓN

Jesucristo es la única persona que merece adoración. Él no comparte su adoración con nadie. Infelizmente, Lucifer, en los cielos, ambicionó la adoración para él. Hizo guerra contra Jesús y fue derrotado y expulsado. Entonces se trasladó a la tierra y sedujo a nuestros primeros padres con la idea de que no necesitaban adorar a Dios. Ellos cedieron a la tentación y el pecado creó un abismo entre Dios y nosotros. Como resultado de la rebeldía humana, hoy somos egoístas, orgullosos y soberbios; y esta es la raíz de nuestros males. Pero hay solución en Cristo.

II – EL ÚNICO DIGNO DE ADORACIÓN

1. Los apóstoles Juan y Pedro declaran que Cristo es la única persona digna de nuestra adoración:

El apóstol JUAN declara de manera contundente: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza”. Apocalipsis 5:12.

El apóstol PEDRO afirma que todo lo que el cristiano hiciera con los dones que Dios le dio, debe hacerlo para la gloria del Señor Jesucristo: “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén”. 1 Pedro 4:11.

2. Dios tiene atributos comunicables (amor, bondad, santidad, etc.); y atributos no comunicables. Por ejemplo, él no comparte su gloria y su honra con nadie según el propio Deus declara en Isaías 42:8:

“Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas”. 

III – EL SURGIMIENTO DEL ORGULLO Y DEL EGOÍSMO

El mal tuvo su comienzo en un lugar donde nunca podríamos imaginar: en los cielos. Un ángel llamado Lucifer intentó apoderarse de la gloria que pertenecía a Dios. De este modo comenzó la triste historia del pecado. 

1. LUCIFER EN EL CIELO – Un deseo misterioso y perverso surgió en el corazón de Lucifer: “Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo”. Isaías 14:13 y 14.

El origen del mal es un misterio. Lucifer usó mal su libertad y decidió ser igual a Deus y recibir la adoración que pertenecía solamente al Creador. “Los ángeles reconocieron gozosamente la supremacía de Cristo, y postrándose ante él, le rindieron su amor y adoración. Lucifer se postró con ellos, pero en su corazón se libraba un extraño y feroz conflicto. La verdad, la justicia y la lealtad luchaban contra los celos y la envidia. La influencia de los santos ángeles pareció por algún tiempo arrastrarlo con ellos. Mientras en melodiosos acentos se elevaban himnos de alabanza cantados por millares de alegres voces, el espíritu del mal parecía vencido; indecible amor conmovía su ser entero; al igual que los inmaculados adoradores, su alma se hinchió de amor hacia el Padre y el Hijo. Pero luego se llenó del orgullo de su propia gloria. Volvió a su deseo de supremacía, y nuevamente dio cabida a su envidia hacia Cristo”. (PP, 15).

2. LUCIFER EN LA TIERRA – Después de ser lanzado a la tierra, Satanás presentó una idea “fascinante” a Adán y Eva: 
“Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”. Génesis 3:4-6.

Nuestros primeros padres quedaron fascinados con la posibilidad de ser iguales a Dios y aquel fue el principio de su ruina. 
“El hombre estaba dotado originalmente de facultades nobles y de un entendimiento bien equilibrado. Era perfecto y estaba en armonía con Dios. Sus pensamientos eran puros, sus designios santos. Pero por la desobediencia, sus facultades se pervirtieron y el egoísmo reemplazó el amor”. CC, 17.

3. EL EGOÍSMO EN LUGAR DEL AMOR – Después de la caída de Adán, “el egoísmo reemplazó el amor” y hoy es el principal pecado de la iglesia: “El egoísmo, el pecado del mundo, se ha convertido en el pecado prevaleciente de la iglesia”. 5TI, 190.

El egoísmo hace que el hombre se apodere de la vida que Dios le prestó e intente vivir como él cree que es mejor. Dios deja de ser el centro de su adoración y la pobre criatura humana comienza a adorarse a sí misma y a vivir según sus gustos y preferencias.

4) EL FRUTO DEL ORGULLO ES EL EGOÍSMO – El egoísmo es fruto del orgullo, llamado también soberbia. El orgullo es la idea insensata de que es posible vivir sin Dios. Es la deformación del carácter de Dios en el ser humano. No importa cuán grande pueda llegar a ser el hombre sin Dios, su final es triste:

“La soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que moras en las hendiduras de las peñas, en tu altísima morada; que dices en tu corazón: ¿Quién me derribará a tierra? Si te remontares como águila, y aunque entre las estrellas pusieres tu nido, de ahí te derribaré, dice Jehová”. Abdías 1:3 y 4.

Cuando el hombre se aparta de Dios y elige su propio camino, viviendo egoístamente, vive una vida improductiva. Nada sale bien. La persona egoísta siente la sequedad del desierto en todo lo que hace y el vacío del corazón lo atormenta a cada instante. 

Judas describe a este tipo de gente como “nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados; fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas”. Judas 12 y 13. 

"Dios prueba a los hombres, a fin de ayudarles a desarrollar el carácter y fortalecer su fe y su lealtad hacia Dios. En Masah el pueblo de Israel invirtió el procedimiento; y en forma desafiante, puso a prueba al Señor. Cuando Satanás desafió a Cristo a que se arrojará del pináculo del templo, Cristo citó Deuteronomio 6:16. Si Cristo hubiese accedido a esa sugestión, habría demostrado presunción y no fe, La presunción es la falsificación de la fe" 1CBA, 989.

Pero Dios tiene la solución.

IV. “ESCRITO ESTÁ” 

Leamos Mateo 4:1 al 11. ¿Cómo respondió Jesús a las tentaciones de Satanás en el desierto, y qué lección importante hay para nosotros en su respuesta? Jesús no discutió con Satanás ni entró en debate con él. Simplemente, citó las Escrituras porque, por ser la Palabra de Dios, “es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos” (Hebreos 4:12). Y, en cada caso, la Palabra que él citó fue de Deuteronomio. Qué interesante que Jesús, en el desierto, eligiera citar pasajes que también le fueron dados a Israel en el desierto. En la primera tentación, Jesús mencionó Deuteronomio 8:3. 

Moisés le había estado contando al antiguo Israel cómo el Señor había velado por ellos todos esos años en el desierto, incluyendo la provisión del maná; todo como parte de un proceso de refinamiento, ya que el Señor estaba tratando de enseñarles lecciones espirituales. Y, entre esas lecciones, estaba que “no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre”. Dios los alimentó con comida física, pero también les da alimento espiritual. No pueden tomar solo lo primero sin lo segundo. Jesús usó la imagen del pan como una transición a Deuteronomio y para reprender a Satanás y la duda que trató de inculcar en Jesús. En la segunda tentación, Jesús se remite a Deuteronomio 6:16, donde Moisés señaló al pueblo su rebelión en Masah (ver Éxo. 17:1-7), diciendo: “No tentaréis a Jehová vuestro Dios, como lo tentasteis en Masah”. La palabra para “tentar” puede significar “probar”, o “poner a prueba”. El Señor ya les había mostrado, vez tras vez, su poder y su disposición para sustentarlos; sin embargo, cuando se presentó el problema, clamaron: “¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?” (Éxodo 17:7). Y fue de esa historia bíblica que Jesús extrajo elementos para reprender a Satanás. En la tercera tentación, esta vez Satanás buscó que Cristo se inclinara para adorarlo. ¡Qué revelación clara y flagrante de quién era verdaderamente y qué quería en realidad! En lugar de debatir, Jesús reprende a Satanás y vuelve nuevamente a la Palabra de Dios, Deuteronomio, donde el Señor le advirtió a su pueblo sobre lo que sucedería si se apartaban y adoraban a otros dioses. “A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás” (Deuteronomio 6:13); es decir, a él y solo a él. 

¿Cómo podemos aprender a obtener más poder en la vida diaria de nuestro estudio de la Palabra de Dios para reflejar más plenamente el carácter de Jesús y, al igual que él, resistir las tentaciones de Satanás?


V. – LA ÚNICA SOLUCIÓN PARA EL PROBLEMA DEL EGOÍSMO

1. JESÚS, EL ANTÍDOTO CONTRA EL EGOÍSMO – Ante la triste situación en la cual se encuentra el hombre, por causa de su rebeldía, Dios dio la solución para el pecado y sus resultados amando y entregando lo más valioso que tenía: 

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16. Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo. Mientras el egoísmo desea todo para sí, el amor lo entrega todo. Dios entregó lo más precioso que tenía. “Este egoísmo significa la muerte de toda piedad, y puede vencerse únicamente mediante la manifestación de amor a Dios y a nuestros semejantes”. CMC, 29.

2. EL SER HUMANO SOLO, NO LOGRA VENCER EL EGOÍSMO – Después de la entrada del pecado, el ser humano pasó a ser víctima de su egoísmo. El carácter de Dios que se reflejaba en su vida fue deformado. Hoy el hombre se puede esforzar todo lo que quiera para cambiar la situación solo, pero no lo logrará nunca. “Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor”. Jeremías 2:22.

3. JESÚS ES LA ÚNICA PERSONA QUE PUEDE RESOLVER EL PECADO DEL EGOÍSMO – “Es imposible que escapemos por nosotros mismos del hoyo de pecado en el que estamos sumidos. Nuestro corazón es malo, y no lo podemos cambiar. […] La educación, la cultura, el ejercicio de la voluntad, el esfuerzo humano, todos tienen su propia esfera, pero no tienen poder para salvarnos. Pueden producir una corrección externa de la conducta, pero no pueden cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes de la vida. Debe haber un poder que obre desde el interior, una vida nueva de lo alto, antes que el hombre pueda convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es Cristo. Únicamente su gracia puede vivificar las facultades muertas del alma y atraer ésta a Dios, a la santidad”. CC, 18.

LLAMAMIENTO

Reconozco que mi mayor problema es el egoísmo y entiendo que solamente Jesús me puede curar, deseo entregarme a él por completo; y emplear todos mis medios para buscarlo todos los días de mi vida. ¿Cuántos tienen este deseo en el corazón? Levanten la mano. ¡Amén! Vamos orar.

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