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Ha Comenzado - El Reino de Dios está cerca



Vivimos en un cosmos loco y en conflicto. El mundo da testimonio de la controversia que ruge en derredor nuestro y en nuestro interior. Los poderes del bien y del mal batallan por los corazones humanos y por los asuntos terrenales. Este mundo es un campo de batalla ensangrentado de zonas en guerra y de hogares rotos, de debates y de terremotos, de pobreza y de ansiedad, de deforestación y de explotación humana.

¡Viene algo mejor – y muy pronto! Jesús viene muy pronto para hacer todas las cosas nuevas. “Tenemos esta esperanza que arde dentro de nuestros corazones, la esperanza de la venida del Señor.” 

En el gran día del regreso de Jesús, el conflicto será sanado. ¡Al fin estaremos en el Cielo! ¡Aleluya!

Pero, entre tanto... vivimos “entre tanto.” 

Entre tanto vivimos entre el Edén perfecto de la Creación y el Edén restaurado de la Re-Creación. 

Entre tanto, aunque nuestros corazones anhelan el Cielo, nuestros pies están firmemente plantados en la suciedad de este cosmos loco y en conflicto.

¡Oh, si solo el Cielo pudiera comenzar ahora...! ¿Podría? ¿Sería posible que Dios trajera el Cielo a la tierra un poquito antes de lo programado, y que pudiéramos disfrutar de ese reino ahora? 

¿Se imagina usted que el Cielo pudiera comenzar aquí? Es eso lo que queremos, ¿no? Es por eso que, siguiendo el ejemplo de Jesús nuestro Señor, oramos: “Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, en la tierra como en el Cielo.” (Mateo 6:10) 

¡Oh, si tan solo pudiéramos vivir ahora en el cielo!

¡Pero la buena noticia es que ...! Bueno, no quiero dañársela. Voy a dejar que Jesús mismo de la diga. Busquen conmigo en Marcos 1:14-15. ¡Escuchen las buenas nuevas de Dios! 

“Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios. Decía: ‘El tiempo se ha cumplido, el reino de Dios está cerca. ¡Arrepentíos, y creed al evangelio!"'

Jesús estaba proclamando, predicando y anunciando las buenas noticias de Dios. Y ¿cuáles eran esas buenas noticias? “El tiempo se ha cumplido” y “el reino de Dios está cerca.” ¡Las buenas nuevas que Jesús estaba proclamando siguen siendo buenas nuevas hoy! 

“El tiempo se ha cumplido” y “el reino de Dios está cerca.”

El tiempo se ha cumplido

Jesús dijo que se había cumplido el tiempo. 

¿Qué reloj estaba leyendo? 

¿Algún reloj lujoso del primer siglo? ¿

O tal vez sacó su teléfono celular para ver la hora? 

¡Esta no es la clase de hora que les dice que tienen que ir a la siguiente clase, ni la clase de hora que les dice que ya sí tienen que levantarse, porque han apagado la alarma tres veces, y se les va a pasar el autobús! No. 

La clase de hora de la que Jesús estaba hablando es la clase de hora que está tejida con la esperanza, la clase de hora que Dios ha marcado desde las edades pasadas, la clase de hora que le marca el ritmo al plan de la redención – es la hora en el tiempo profético.

Ese reloj profético comenzó a marcar los segundos tan pronto como Eva y Adán comieron del fruto del árbol prohibido, y abrieron el mundo a una oscuridad inconcebible. Allí mismo, en el Jardín del Edén contaminado, el Señor hizo una promesa, diciéndole a Eva que el descendiente de ella le aplastaría la cabeza a Satanás, su enemigo (Génesis 3:15). 

La primera vez que Eva quedó en cinta; ella creyó que había llegado la hora, que Caín era el Prometido. Pero el tiempo no se había cumplido. Y Dios mantuvo viva la esperanza. Él siguió haciendo aquellas promesas extrañas de un Niño que iba a salvar al mundo, de que Dios iba a habitar entre los humanos, y las promesas del reinado de Dios, al fin – promesas de paz y de abundancia y de sanidad y de una vida sin fin, que no tenía final.

En los días de Abrahán,  no había llegado el tiempo. 

En los días de Moisés, todavía no había llegado el tiempo. En los días de Isaías, todavía no había llegado el tiempo. En los días de Daniel, todavía no había llegado el tiempo. En los días de Malaquías, todavía no había llegado el tiempo.

Pero cumplido el tiempo en su totalidad, Dios envió a su Hijo al mundo. El tiempo había llegado. 

“Pero cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, ...” (Gálatas 4:4) 

Una virgen concibió, nació un bebé – pobre y humilde y perfecto; un niño creció, apareció un hombre, y ese hombre, Jesús, comenzó a proclamar a voz en cuello: 

“El tiempo se ha cumplido.” Se ha completado el tiempo. La Esperanza de los siglos, el Deseado de las naciones, el anhelo de cada corazón humano desde Eva hasta María hasta ti – Él ha venido. Emmanuel: “Dios con nosotros.” Jesús: “Salvador.” ¡El tiempo se ha acercado! 

La sabiduría de los videntes y las palabras de los profetas se han cumplido. ¡El tiempo se ha acercado! En Jesús, Dios cumplió todas las promesas hechas a la humanidad respecto a su presencia, a su acción, a su reinado. La rica belleza y la profunda bondad del reino de Dios habían sido, hasta ese momento, solo promesas. ¡Pero ahora el tiempo se ha cumplido! En Jesús, Dios se está moviendo de ‘la promesa’ ‘al cumplimiento’. El reino de Dios se ha acercado, está a la mano, está al alcance de la mano.

Sí, el reino de Dios se ha acercado. Satanás es conocido en las Escrituras como el Príncipe de este mundo, el dios de esta edad. Él mismo le había usurpado el reclamo de señorío a Jesús como Creador de este planeta cuando nuestros primeros padres pecaron, y le dieron a él su alianza. 

Pero Dios, en su amor y en su compasión, ya había concebido el Plan de Salvación antes de que se pusieran los fundamentos de esta tierra; cuando el tiempo se cumplió en su plenitud, Él tomó los pasos decisivos para entrar a este mundo y curarnos de nuestra ceguera, para abrir nuestros ojos a la realidad de su reino celestial, para proveernos el camino por el cual entrar en él. “El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no vean la luz del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios.” Al venir Jesús, un poquito del Cielo brilló a través de la tierra, la dimensión celestial abriéndose paso en nuestras realidades terrenales. En Jesús se ha acercado el reino de Dios.

El reino de Dios

Cuando escuchamos a Jesús anunciar algo tan extraordinario como el reino de Dios, queremos saber algunos detalles específicos. ¿Qué es esto? ¿Cómo es? 

Marcos no nos da una tabla de contenido de este reinado; no nos da los ingredientes, como si fuera un libro de recetas. Maestralmente, en vez de decirnos qué es el reino de Dios, Marcos escribe el evangelio para mostrarnos lo que es.

Observemos lo que hace Jesús y veremos de que se trata el reino.

En el capítulo 1, versículos 16-20, Jesús llama a Simón y a Andrés, a Santiago y a Juan. Él comienza a reunir una comunidad que, desde el principio, se enfoca en alcanzar a los demás. “‘Venid en pos de mí,” –les dijo Jesús- y yo os haré pescadores de hombres.’ Al instante, dejaron sus redes y le siguieron.” (Marcos 1:17-18)

En el versículo 20, Jesús enseña a los que están reunidos en la sinagoga.
En los versículos 21-26, Jesús echa fuera a un demonio.
En los versículos 29-31, Jesús sanó a la suegra de Simón de una fiebre terrible. En los versículos 32-34, Jesús sana a un enfermo que está poseído por un demonio.

En el versículo 35, Jesús se levanta de madrugada, antes del amanecer, para comunicarse con el Padre en oración. Entonces comienza nuevamente a viajar, a enseñar, a predicar y a sanar.

En el capítulo 2, Jesús públicamente perdona los pecados del paralítico y lo sana. Jesús habla con un odiado colector de impuestos y come en casa de él con hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado,” y se anuncia a sí mismo como “Señor aun del sábado.”

En el capítulo 3, Jesús sana en ese día, restaurando al sábado su propósito de sanidad. Entonces llama a doce apóstoles para enviarlos con el evangelio y con el poder de sacar demonios.

En el capítulo 4, Él enseña vez tras vez tras vez acerca de los misterios del reino – cómo no es como los reinos de este mundo, donde no se ejerce fuerza ni violencia. Enseña sobre cómo debe ser compartido, sobre cómo crece, y sobre cómo opera por el poder de Dios, sobre cómo se inicia muy pequeño, pero va creciendo hasta hacerse grande.

Entonces Marcos comienza a demostrar el poder del reino de maneras muy importantes. 

En el capítulo 4 Jesús calma la tempestad. Con solamente unas pocas palabras, Él silencia el viento y domina la tormenta. Jesús es Señor del mundo natural. 

Entonces, en el capítulo 5, Marcos nos cuenta cómo Jesús trajo salvación al caso perdido y desahuciado del hombre poseído por una legión de demonios. Con el poder de su Palabra, Él trajo libertad al lunático y venció la fortaleza del poder demoníaco. Jesús es Señor del mundo espiritual. Entonces Jesús sana a una mujer que ha estado enferma por más de doce años con una enfermedad incurable. Y entonces -- ¡ENTONCES! – Jesús resucita de entre los muertos a una niña de doce años, devolviéndole la vida a ella, y devolvién- dole el gozo a sus padres. Jesús es Señor sobre la muerte.

Y así continúa y continúa y continúa la historia de Jesús demostrando el reino de Dios en este mundo. ¿Y qué es lo que es? Es comunidad, es alcanzar a los demás, es libertad del poder demoníaco, es sanidad física, es el perdón de los pecados, es la doctrina verdadera, es una experiencia del sábado, es la libertad del temor, y es esperanza más allá de la enfermedad y de la muerte, es comunión con Dios y es comer con los pecadores. En Jesús, el reino de Dios está cerca. Un poquito del Cielo brillando sobre la tierra, la dimensión celestial irrumpiendo en nuestras realidades terrenales. Aquí ha comenzado el Cielo. “El tiempo se ha cumplido. El reino de dios está cerca.”

Si solo pudiéramos comenzar a vivir en el Cielo ahora... ¡Y podemos! Porque en Jesús, el Cielo ha comenzado aquí.

Así que, ¿cómo podemos vivir en el Cielo ahora? ¡También a esto nos responde Jesús! “El tiempo se ha cumplido, el reino de Dios está cerca. ¡Arrepentíos, y creed al evangelio!” (Marcos 1:15) ¿Cómo podemos vivir ahora la vida del reino? “¡Arrepentíos, y creed al evangelio,” las buenas nuevas!

Viviendo el cielo ahora

Dios tiene su manera de hablarnos en nuestros momentos de necesidad, cuando nuestras esperanzas y nuestros sueños terrenales nos fallan. Él nos reta por medio de las profundas impresiones del Espíritu Santo para que consideremos lo que Él tiene para ofrecernos, y nos abre los ojos de la ceguera en la que nos ha encerrado ‘el dios de este mundo’. A la luz de la bondad de Cristo, podemos ver nuestra maldad, y nos lanzamos a Su misericordia. Le pedimos arrepentimiento, y Él nos lo da; un cambio de mente, un cambio de corazón, un cambio de vida. 

Arrepentirnos es darnos la vuelta, es soltar el pecado al asirnos del Salvador. Ya no caminamos en nuestros propios caminos, sino en los caminos del Señor. Ya no somos dueños de nuestros planes, sino que escogemos a Jesús como nuestro Señor. Por medio del bautismo del agua para limpieza, y del bautismo del Espíritu para transformación y empoderamiento, somos llevados a la nueva vida en el reino de Dios.

Algunas veces tenemos la idea equivocada de que tenemos que arrepentirnos antes de venir a Jesús. Pensamos: “PRIMERO, tengo que arrepentirme del pecado, sentir dolor por el pecado y reformarme. ENTONCES me vuelvo a Jesús y recibo su gracia.” Pero ¡no hay nada que sea más insensato que esto!

El arrepentimiento no se interpone entre el pecador y el Salvador. No es un obstáculo al cual tenemos que sobreponernos antes de llegar a donde Jesús. ¡No! ¡No es así! 

El arrepentimiento es un don, un regalo que recibimos de su mano. ¡Tenemos que ir a Jesús para recibir el arrepentimiento! Él nos dice: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, y Yo os haré descansar.” (Mateo 11:28) Así que, vengamos a Jesús, fatigados y cargados, y pidámosle el don del arrepentimiento. “Jesús, haznos ver el pecado como tú lo ves. Haznos ver la belleza de la santidad como tú la vives, Jesús. Danos arrepentimiento.”

¿Cómo entramos al Cielo que Jesús ha acercado? 

Veamos el reino de Dios en la tierra como una red de puestos de avanzada grandes y pequeños dentro del territorio enemigo. Dentro de cada uno de estos puestos de avanzada hay las cosas más maravillosas: alimentos sabrosos y delicados, calurosa camaradería, sanidad y bienestar, paz y gozo. Con solo escuchar de las cosas que hay adentro, por supuesto que queremos entrar. Animosamente entramos, escuchando el sonido del gozo, casi saboreando los deliciosos panecillos con almendras. Pero al intentar cruzar el umbral, somos detenidos.

“¿Cuál es el problema? ¿Por qué no puedo entrar?”
“Amigo, antes de entrar a este lugar, usted tendrá que deponer sus armas."

El arrepentimiento es el deponer nuestras armas. Es humillar nuestros corazones rebeldes ante el Rey, y deponer aquellas cosas que creíamos que nos pertenecían por derecho, y recibir, en cambio, lo que resultan ser sus mejores dones.

“El tiempo se ha cumplido” – proclamó Jesús. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepentíos, y creed al evangelio.”

La segunda condición para poder experimentar el Cielo en la tierra es creer al evangelio, con ar en el mensaje de Jesús. Creer y con ar. Parece demasiado simple, demasiado sencillo, ¿no? Pero en verdad, sí es así de sencillo. Cree, y confía en el mensaje, y experimenta el Cielo en la tierra. Cuando ponemos nuestra confianza en Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios en Espíritu Santo, hemos abierto la puerta para que ellos entren a nuestras vidas de maneras profundas y significativas. 

En lugar de soledad, hallamos compañerismo. 

En lugar de desasosiego hallamos descanso. 

En lugar de vacío hallamos abundancia. 

En lugar de confusión hallamos propósito. 

En lugar de enfermedad hallamos sanidad. 

En lugar de error encontramos verdad. 

En lugar de egoísmo encontramos amor. 

En lugar de desesperación encontramos esperanza.

“El tiempo se ha cumplido” – proclamaba Jesús. “El reino de Dios está cerca. ¡Arrepentíos, y creed al evangelio!” En Jesús, el Cielo ha comenzado aquí. 

Soltamos el pecado y nos aferramos a Él porque 

Él es la Puerta hacia el Cielo ahora, y hacia el venidero. El es el Camino al Cielo ahora, y el venidero. 

Él es la Luz del Cielo ahora, y la venidera. 

En Jesús, el Cielo ya ha comenzado aquí.

“A medida que entramos por Jesús en el descanso, empezamos aquí a disfrutar del cielo. Respondemos a su invitación: Venid, aprended de mí, y al venir así comenzamos la vida eterna. El cielo consiste en acercarse incesantemente a Dios por Cristo. Cuanto más tiempo estemos en el cielo de la felicidad, tanto más de la gloria se abrirá ante nosotros; y cuanto más conozcamos a Dios, tanto más intensa será nuestra felicidad. A medida que andamos con Jesús en esta vida, podemos estar llenos de su amor, satisfechos con su presencia. Podemos recibir aquí todo lo que la naturaleza humana puede soportar.” DTG, 299.

¡Asombroso! 

Para los que confían en el mensaje de Cristo, la vida eterna comienza aquí. Solo que se va a poner mejor y mejor y mejor al regresar Jesús y al ser re-creada la tierra, y Dios establezca su hogar aquí para siempre y nosotros moremos en su luz. 

No podemos ni comenzar a imaginarnos las maravillosas delicias de la vida eterna en la Nueva Jerusalén. No podemos ni concebir las maravillosas excelencias de la vida en la tierra hecha de nuevo. 

¡Los Cielos de la eternidad serán más de lo que nuestros corazones puedan desear! 

Pero no tenemos que esperar para comenzar a disfrutar de la experiencia del Cielo. Desde ahora podemos comenzar a degustarlo aquí. ¡Desde ahora podemos disfrutar de una gran bocanada del Cielo! Conociendo a Jesús, disfrutando de su presencia, confiando en su mensaje: El Cielo habrá comenzado aquí.

El reino en acción

El sermón de Jesús fue corto: “El tiempo se ha cumplido, el reino de Dios está cerca. ¡Arrepentíos, y creed al evangelio!” ¿Nos arrepentiremos? ¿Entraremos al reino ahora? ¿Diremos que sí, depondremos nuestras armas, y entraremos a las delicias de Su camaradería? Es mi oración que así sea.

Este mundo necesita que lo hagamos. Este mundo está lleno de dolor, lleno de gente en el error y en la confusión, lleno de gente herida por el pecado y atada a la desesperación, lleno de gente aprisionada por el enemigo, lleno de gente perdida en la soledad. 

Esta mundo necesita que le digamos ‘¡sí!’ a Jesús, y que nos convirtamos en agentes del reino que está cerca. Ayudémosles para que ellos también vengan al Cielo que ha comenzado aquí.

Cuando miramos la vida de Jesús, vemos su reino en acción. Es comunidad, es alcanzar a los demás, es libertad del poder demoníaco, es sanidad física, es el perdón de los pecados, es la doctrina verdadera, es una experiencia de Sábado, es libertad del miedo y es esperanza más allá de la enfermedad y de la muerte, es comunión con Dios, y es comer con los pecadores.

Un día, muy pronto, Jesús regresará para terminar lo que comenzó aquí. Él irrumpirá del Cielo con la trompeta del arcángel. Él resucitará a los muertos que hayan puesto su fe y su confianza en Él, y junto con los creyentes que estén vivos, ellos se elevarán para encontrarse con Él en el aire, en camino al Cielo. 

Él atará a Satanás en esta tierra por mil años, durante los cuales todos los santos en el Cielo tendrán el privilegio de adentrarse en la Sabiduría de Dios y en sus juicios justos. Al finalizar los mil años, Jesús volverá nuevamente a la tierra para purificarla y hacerla nueva. 

“Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar. Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido. Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.»”

¡Cuán gozoso será el Cielo! ¡Que gozo maravilloso!

En Jesús, el Cielo ha comenzado aquí

Amigos, 

¿No aceptaremos esta promesa? 

¿No depondremos nuestras armas, y entraremos al puesto de avanzada? “

El tiempo se ha cumplido. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepentíos, y creed al evangelio!

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