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La segunda venida de Cristo


By
Ángel Manuel Rodríguez 

"Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo" Hechos 1:11. 

Fue un 24 de julio de 1969. Ellos volvieron a casa. Habíamos logrado lo que nadie había podido hacer antes. Se marcharon el 11 de julio de 1969 para colocar sus pies sobre la superficie de la Luna. Habían llegado allí, y ahora estaban retomando al hogar. El viaje era largo. Los esperaba el portaviones Homet de los Estados Unidos, ubicado aproximadamente a 1.200 millas al sudoeste de Hawai. 

Había 2.222 hombres a bordo, entre científicos, ingenieros, técnicos y médicos de la NASA cientos de periodistas, invitados especiales, y el presidente de los Estados Unidos. Sus ojos exploraban los cielos crepusculares, tratando de penetrar las nubes de la primera hora de la mañana. Nadie estaba interesado en las nubes o en la belleza del océano Pacífico. Todos alzaban la vista, con inquietud, esperando la vuelta del Apolo 11. ¡A las 5:41 de la mañana se hizo visible en los cielos, y un coro de gritos se elevó de la enorme cabina de mando del Hornet: "¡Allí está! ¡Allí está!" 
Por una fracción de segundo, una diminuta mota anaranjada brilló contra las espesas nubes rojizas del amanecer. El Apolo 11 había vuelto a casa después del completar el viaje más trascendental en la historia humana. 

El significado de la segunda venida de Cristo 

Durante siglos. también la iglesia cristiana ha estado mirando hacia el cielo, esperando el cumplimiento de la promesa que Jesús les hizo a sus discípulos: 'Volveré". Será su viaje más trascendental en el universo que él mismo creó. Jesús fue visto por última vez en la Tierra en ocasión de su ascenso a los cielos. cuando los ángeles prometieron enfáticamente a los discípulos que "este mismo Jesús. que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo" (Hechos 1:11). 

Esa promesa conservó a los cristianos fieles a su Señor aún ante la muerte. Muchos de ellos guardaron en su corazón esa promesa y estuvieron dispuestos a ser consumidos por el fuego de la persecución, y aun a convertirse en bocado de las fieras antes que abandonar esa esperanza. Esa promesa ha llenado la vida de millones de individuos con un significado indescriptible. Porque satisface nuestras necesidades más profundas. Hoy exploraremos lo que esta promesa significa para usted y para mí. 

Experimentar de un modo especial la presencia de Dios 

En la segunda venida de Cristo, la presencia de Dios sobre nuestro planeta asumirá una modalidad única y permanente. Dios siempre estuvo presente aquí en una multiplicidad de modos o formas. Siempre estuvo en la Tierra mediante la presencia del Espíritu Santo. Pero, algunas veces, se hizo presente de un modo extraordinario. Apareció a Moisés oculto en una zarza. Los israelitas testificaron acerca de la más maravillosa teofanía del Antiguo Testamento. Ellos vieron cómo descendió la gloria de Dios sobre el Monte Sinaí, acompañada por fuego. nubes. sonido de trompetas y un terremoto. Un profeta vio al Señor pasar delante de una cueva; otro lo vio llenar el templo con la plenitud de su presencia. Solo apareció a algunos de ellos en sitios específicos. Pero Dios también se apareció a nosotros en su Hijo, oculto en la forma humana. Algunos no vieron en él la gloria del Señor; simplemente vieron a otro ser humano. Dios estuvo aquí mediante su Hijo durante un período hmitado de tiempo en la tierra de Israel. Esta es la naturaleza de la teofanía bíblica: todas tienen limitaciones temporales y geográficas. y de ellas dan testimonio unas pocas personas.

El modo de la presencia de Dios en la segunda venida será algo nunca visto por ningún ser humano. Esta será la teofanía por excelencia. Todas las otras teofanías habrán de ser un reflejo pálido de esta; en cierto modo, aquellas eran un tipo de esta. Aquellas teofanías bíblicas fueron una anticipación de la que vendría. El segundo advenimiento será la consumación de la presencia de Dios entre los seres humanos de este planeta pecaminoso.

Cuando la presencia de Cristo irrumpa en nuestro planeta en el esplendor de su divinidad, la Tierra será sacudida en sus mismos fundamentos: habrá fuego, relámpagos, truenos, oscuridad terremotos y sonidos de trompeta. 

Su creación no es lo suficientemente grande como para abarcar la plenitud de su presencia gloriosa. Esta teofanía misteriosa será presenciada por todos los habitantes de la Tierra. El carácter universal de esta teofanía no dejará lugar para que los impíos se escondan; ellos no tienen otra opción que enfrentar el rostro de Cristo. 

La segunda venida de Cristo destruirá la barrera del pecado así como fueron derrumbados los muros de Jericó, y la presencia de Dios con nosotros será permanente y visible. La gente tiene el deseo de estar en la presencia misma de Dios, ser capaz de verlo. Juan dice que "sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es" (1 Juan 3:2). Jesús mismo nos prometió que "los de limpio corazón... verán a Dios" (Mateo 5:8).
¡Qué maravillosa promesa! ¡Nosotros veremos a Dios! En el mundo antiguo, la gente solía emborracharse para entrar en trance y ver a los dioses; otros dormían dentro de los templos para verlos durante la noche. Todos querían ver a los dioses. 

Todavía recuerdo mi vivencia cuando era un niño de seis años. Mi hermano y yo dormíamos en un pequeño dormitorio en dos camas muy estrechas separadas por una ventana. En la zona tropical donde nací, las horas del día son muy calientes, pero a la noche la temperatura disminuye. Siempre dejábamos la ventana abierta para que la brisa fluyera libremente por la habitación y por toda la casa. Cuando ponía mi cabeza sobre la almohada, podía ver el cielo. Muchas veces, cuando no conciliaba el sueño, miraba la noche tachonada de estrellas. La mayor parte del tiempo no había nubes. De vez en cuando. la luna pasaba por mi ventana; y cuando era llena. la imagen era hermosa. A veces, la luna quedaba cubierta por las nubes. y el reflejo de su luz sobre ellas era muy intrigante e impresionante para mi. En la inocencia de mi niñez, cuando miraba el cielo, a menudo hablaba con Dios. Muy a menudo le decía: "¡Jesús, por favor, abre el cielo y déjame verte! ¡Quiero ver tu rostro!" Él nunca lo hizo, pero me prometió que en el futuro lo veré. Todavía sigo mirando el cielo estrellado y le digo a mi Señor: "¡Quiero verte!" Y casi puedo oírlo decir: "¡Espera un poco más y me verás!"

Llenar nuestra vida de esperanza 

La Biblia llama al segundo advenimiento de Cristo "la esperanza bienaventurada" (Tito 2:13).
La esperanza llena la vida de significado, llena de combustible la existencia, y la orienta. La gente busca por naturaleza el conocimiento y el entendimiento, intentando encontrarle sentido a su vida. Es sumamente difícil aceptar la idea de que no hay ninguna razón para nuestra existencia en este planeta extraño. Por consiguiente, todos estamos comprometidos en la búsqueda existencial del significado. Exploramos el macrocosmos y el microcosmos en busca de algo que nos ayude a entendemos a nosotros mismos y a captar el propósito de nuestra existencia. La esperanza es parte de nuestro propio ser, porque somos conscientes del flujo del tiempo y de la necesidad de entender nuestro papel dentro de él. 

La existencia humana está llena de esperanzas. Vivimos esperando... y esperando... y esperando. Cada momento de nuestras vidas, cada fracción de tiempo, es vivido con expectativa. Vivimos anticipando la realización de lo que esperamos. Tenemos muchas esperanzas, esperamos muchas cosas, pero necesitarnos una esperanza que nos defina y nos dé el verdadero significado de nuestras vidas.
La destrucción de esta esperanza le quita valor y significado a nuestras vidas. Esta esperanza singular está tan entrelazada con su mismo ser, que usted no puede apagarla sin trastornar drásticamente su ser más íntimo; la calidad de su existencia. Hay muchas personas que aún no han encontrado esa esperanza y viven "desfalleciendo... por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra" (Lucas 21:26).

Para los cristianos, esta esperanza se encuentra en la muerte, resurrección, mediación y gloriosa venida de Cristo. El significado de nuestras vidas está determinado por lo que ocurrió en el pasado, en la cruz, y por lo que pasará en el futuro, la consumación de nuestra esperanza. Vivimos en constante expectativa, esperando, "aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo" (Tito 2:13).
El Señor conduce nuestra vida y nuestra historia hacia un fin (telos) particular, a saber, el establecimiento de su reino sobre la Tierra. Esta es la verdadera esperanza; una esperanza positiva que no anticipa la destrucción, sino que anuncia la salvación. 

Esta esperanza anuncia el fin del pecado en el planeta y en nuestra naturaleza caída. No tenemos idea de lo que significa vivir libre del pecado, sin tendencias pecaminosas, y capaces de amar al prójimo sin necesidad de luchar contra nuestro egoísmo y odio.
El acto de quitar nuestra naturaleza pecaminosa sin destruimos en el proceso, requiere una manifestación especial del amor divino. Este tipo de cirugía divina sería imposible sin la cruz de Cristo. La fuerza de aquel sacrificio hará posible que Cristo manifieste su poder transformador, al convertir nuestra naturaleza pecaminosa en una naturaleza gloriosa, libre de la presencia corruptora del pecado. ¡Esto pasará en un momento, "en un abrir y cerrar de ojos"! (1 Corintios 15:52).

Los creyentes ya podemos oír el sonido de la trompeta, podemos ver la luz y la gloria de Jesús, podemos, por la fe, contemplar la irrupción de la presencia de Dios en nuestra historia. ¡Qué maravillosa esperanza! 

Definir nuestra función presente en la vida 

La esperanza de la segunda venida de Cristo nos habla del futuro y del pasado -la cruz-, pero también se dirige al presente, al tiempo entre las dos teofanías. Vivimos entre teofanías. Dios se hizo humano y nosotros vimos su gloria, una maravillosa manifestación del carácter de Dios. Pero esperamos con impaciencia una nueva teofanía en la segunda venida.
La historia se mueve de la una a la otra, y nuestro presente transcurre entre esos dos acontecimientos. Este es el tiempo de espera. La promesa de la venida de Cristo enriquece el presente. ¿Qué hacemos con el presente durante el período de espera?

Después de su resurrección y poco antes de su ascensión. Jesús y los discípulos tuvieron una conversación. Los discípulos estaban confundidos; querían pasar de la primera teofanía a la segunda sin un período de espera. Ellos simplemente no sabían qué hacer:
"Entonces los que se habían reunido le preguntaron. diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder. cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hechos 1:6-8).

Los discípulos no quisieron esperar. Pero la verdad es que hemos tenido que esperar.
Hay entre los adventistas un gran interés respecto del tiempo de la venida de Cristo, acerca del cuándo y del por qué no ha ocurrido.
La gente habla del retraso de la venida de Cristo, y algunos preguntan: "¿Por qué no ha venido?"
Hay diferentes respuestas:
- 'Aún no somos perfectos, o no estamos listos para la traslación". Otros dicen:
- 'La razón por la que él aún no está aquí es que la iglesia no comprende claramente el mensaje de la justificación por la fe. Cuando lo entendamos y lo proclamemos. entonces él volverá". 

Aquellas explicaciones implican que Dios no ha sido capaz de consumar el plan de salvación, que es lo que él quiere, porque la gente o la iglesia, no le ha permitido lograrlo. Nuestros fracasos parecen ser suficientemente poderosos como para paralizar a Dios. Debemos reconocer que el Señor ha decidido voluntariamente relacionar el segundo advenimiento con ciertos acontecimientos sobre este planeta. como por ejemplo la proclamación del evangelio al mundo entero. Pero esa relación no debería ser interpretada en términos de causa y efecto. No es que aquel acontecimiento cause la venida de Cristo, sino más bien que el retorno de Cristo ocurrirá en un momento particular. 

Es hora de dejar de especular y estar demasiado preocupado acerca del elemento tiempo y escuchar lo que Jesús dijo a los discípulos:
"¡Vayan y realicen la misión que les confié!"
Es lo que la iglesia tiene que hacer. No podemos dejar de realizar la misión y meternos dentro de nosotros mismos. Es en el cumplimiento de nuestra misión que llegamos a estar listos para el retorno de Cristo. Siempre que la iglesia se levanta y proclama el evangelio, la iglesia es revivificada. Es una dicotomía falsa llamar a la iglesia a la reforma y al reavivamiento y no salir y predicar el evangelio.

Para mí, el significado de la segunda venida de Cristo es que ahora sé para qué estoy en este planeta. Tengo una misión en la vida; vine a esta Tierra con una misión muy específica: compartir con otros la esperanza que abrigo en mi corazón. No vinimos a este planeta para aprender una profesión, ganar un buen sueldo, casarnos, comprar una casa y muchas otras cosas que realmente no necesitamos, ahorrar algún dinero para jubilarnos, y luego morir con alguna dignidad. ¡No! Nuestra función en la sociedad es un medio, no un fin en sí mismo.
Dios nos ha puesto en la sociedad con el propósito de tenderle la mano a otra gente y proclamar lo que él ha hecho, hace y hará por la raza humana a través de Cristo. Aquí, debemos testificar la verdad como es en Cristo. 

Conclusión 

La cápsula espacial descendió suavemente en el océano Pacífico. El presidente Nixon observó la recuperación de la nave desde el puente del Hornet, y en el momento apropiado se dirigió a los astronautas: 

"Esta es la semana más importante de la historia del mundo desde la creación. Como consecuencia de lo que han hecho, las naciones del mundo jamás han estado antes tan cerca. Y les agradecemos por esto". 

El más importante día de la historia de este planeta fue cuando Cristo murió y resucitó, con el propósito de volver y sanar a este mundo fragmentado. Es posible que todos nosotros nos encontremos contemplando los cielos cuando llegue ese día. Entonces elevaremos nuestras voces en cánticos de alegría: "¡Allí está! ¡Allí está!" 

'Y se dirá en aquel día: He aquí, este es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; este es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación" (Isaías 25:9).

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