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El Apocalipsis de Elías - Elias el restaurador de altares

INTRODUCCIÓN

En el estudio de ayer comenzamos a armar nuestro cuadro profético de Elías.
Nos basamos en la forma en la que los escritos de Daniel, Apocalipsis y los cuatro evangelios interpretan la profecía de Malaquías 4:5. 

Pudimos notar que existen algunos eventos de la vida y obra del profeta Elías que se aplican a Elías profético. 

Sobre el profeta Elías, vimos que: 
(1) Dios lo envió a profetizar acerca de un período de sequía que vendría debido a la apostasía que resultaba de la idolatría y la adoración al sol; y 
(2) fue sustentado por el Señor en un lugar “desierto” por tres años y medio. 

Acerca de Elías profético, también vimos que: 
(1) Pasó a ser un período de sequía espiritual caracterizada por la apostasía como consecuencia de la adoración en el día del sol; 
(2) fue sustentado por Dios durante los 1260 días/años (538 d.C. a 1798 d.C.), que corresponden a los tres años y medio proféticos.

Sin embargo, el paralelo profético continúa. Jesús mencionó acerca de Elías que vendría y que, cuando viniera, restauraría todas las cosas (Mateo 17:11). 
Después de tres años y medio de sequía el profeta Elías convocó a Acab, a los profetas de Baal y a todo el pueblo de Israel para un encuentro en el Monte Carmelo (1 Reyes 18:19). 
Los profetas de Baal recibieron el desafío de preparar una ofrenda y ponerla sobre el altar, pero no podían colocar fuego, lo mismo haría Elías. 
El dios que respondiera con fuego del cielo sería el verdadero Dios de Israel (1 Reyes 18:24). 

Después de un día clamando sin recibir ninguna respuesta de Baal (1 Reyes 18:25-29), Elías dijo basta a todo el sistema de adoración, llamó a todo el pueblo a que se acercara y “restauró el altar del Señor que estaba en ruinas” (1 Reyes 18:30).
¿Qué tenía que ver la restauración del altar (1 Reyes 18:30) hecha por el profeta Elías después de los tres años y medio, con la restauración de todas las cosas por parte de Elías profético? (Mateo 17:11). 

Para poder responder a la pregunta de hoy, conoceremos sobre el altar, sus características y significados. 

 I. EL ALTAR

1. Características de los altares
A pesar de tener una clara referencia bíblica de un sacrificio expiatorio por el pecado de Adán y Eva en Génesis 3:21, la primera vez que aparece explícitamente un altar en la Biblia es en los sacricios ofrecidos por Caín y Abel (Gén. 4:1-5). 
Elena de White comenta que los ángeles “con sus propias manos encendieron los fuegos del altar”. Cuando Abel ofreció su ofrenda, Dios se agradó (Gén. 4:4) y “descendió fuego del cielo y consumió la víctima”. 
Normalmente, el animal era un cordero, y el fuego era una manifestación especial de Dios como prueba de aceptación de la ofrenda (1 Rey. 18:38). 

2. Significado de los altares
a) Adoración: Levantar un altar y sacrificar una ofrenda era una demostración de culto al Señor e identificaba a los verdaderos adoradores de Jehová.
Existen tres significados para los altares y ofrendas de sacrificios:

b) Testimonio: Tomemos como ejemplo a Abraham en sus peregrinaciones, quien acostumbraba a construir altares que fueron ejemplos de adoración verdadera (Gén. 12:7, 8; 13:18; 22:1- 19). 
Elena de White comenta que: “Dondequiera que establecía su campamento, muy cerca de él también levantaba su altar, y llamaba a todos los que le acompañaban al sacrificio matutino y vespertino. Cuando retiraba su tienda, el altar permanecía allí” (Patriarcas y profetas, p. 121). 
Los altares que quedaban servían de testimonio para que otras caravanas o viajeros, que tal vez pasaran por ese lugar y vieran el altar levantado, supieran que por allí había estado un adorador del verdadero Jehová.

c) Salvación: Entre los varios significados de los sacrificios de corderos sobre el altar, destacamos cuatro de ellos: 
(1) Los sacrificios señalaban al verdadero Cordero que vendría a quitar el pecado del mundo (Juan 1:29). 
(2) Era necesario el derramamiento de sangre para la remisión de los pecados (Heb. 9:22). 
(3) Un sustituto debería morir en lugar de los pecadores (Gén. 22: 11-14). 
(4) La salvación era eficaz para todos los que creyeran, sin ningún mérito propio, bastaba aceptar el sacrificio por la fe (Efe. 2:8-10).

II. LOS SERVICIOS DEL SANTUARIO

La comprensión del significado del altar fue ampliada con la construcción del tabernáculo en el desierto (Éxodo 25:8, 9) y el establecimiento de los ritos de sacrificios que se realizaban allí. El ministerio del santuario consistía en dos partes: un servicio diario y otro anual.

1. El servicio diario: Como el nombre mismo lo dice, ese servicio se realizaba cada día, y también se lo puede llamar continuo. El servicio diario estaba dividido en dos partes: (1) Sacrificio colectivo y (2) Sacrificio individual.
a) Sacrificio colectivo: Esa ceremonia se hacía diariamente con el holocausto de la mañana y de la tarde. Cada mañana y tarde, el sacerdote quemaba un cordero de un año sobre el altar. Ese sacrificio era símbolo de que un cordero había muerto por toda la congregación de Israel. Completando esa parte del ritual, los sacerdotes también presentaban delante del velo en el lugar santo una ofrenda de incienso. El incienso que subía ante el velo en dirección al lugar santísimo simbolizaba las oraciones de los santos elevadas delante de Dios.
b) Sacrificio individual: No bastaba la muerte de un cordero por toda la congregación de Israel en el ritual del sacrificio colectivo. La parte más importante del ministerio diario era el servicio efectuado en favor del individuo. El pecador arrepentido traía su propia ofrenda a la puerta del tabernáculo, colocaba la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados, y simbólicamente los transfería de él mismo al cordero inocente. 
Entonces, él mismo mataba con sus manos al animal y el sacerdote llevaba la sangre al lugar santo y la salpicaba delante del velo. Con esta ceremonia, mediante la sangre, el pecado era simbólicamente traspasado al santuario y contaminaba los lugares santos.

2. El servicio anual: Como se hacía la transferencia de los pecados confesados por el pueblo hacia dentro del santuario por medio del sacrificio diario, los compartimentos sagrados quedaban contaminados y necesitaban ser purificados. 
La obra especial de purificación del santuario se realizaba una vez por año, en el día de la expiación. A ese día se lo conocía también como el día del juicio, y era el décimo día del séptimo mes del calendario judío.
El santuario terrenal era una copia del modelo, el santuario celestial. Los servicios de aquel tabernáculo eran una sombra de la obra que realizaría Cristo, nuestro Sumo Sacerdote en el santuario celestial (Heb. l 12:24; 9:8-12). El santuario en el Cielo es el centro de la obra de Cristo en favor de los hombres (Heb. 8:1, 2, 5). 

III. JESÚS Y LOS SERVICIOS DEL SANTUARIO

1. Jesús y el servicio diario:
a) Jesús y el sacrificio colectivo: Juan 1:29 dice que Jesús es el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Juan 3:16 menciona que “De tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito [...]”. El sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario fue por todo el mundo, representaba así el sacrificio colectivo dentro del servicio diario.

b) Jesús y el sacrificio individual: El aspecto más importante del servicio diario estaba en la aceptación individual de la gracia por parte del pecador arrepentido. Aunque “Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo unigénito” para que muriera para sal- var al mundo, no todo el mundo será salvo, sino “todo aquel que en él cree” no perecerá, sino tendrá vida eterna (Juan 3:16). En los tiempos del AT, llevar el cordero para sacrificarlo delante del altar era un acto de adoración y un testimonio público de que él era un pecador arrepentido, de que aceptaba la gracia y de que creía en el Cordero verdadero que un día vendría y moriría en su lugar. Hoy, un pecador arrepentido, que aceptó la gracia a través de Cristo y su sacrificio en la cruz del Calvario, no sacrifica corderos para dar ese testimonio público de fe, sino que lo hace a través de su entrega por medio del bautismo (Marcos 16:16; Romanos 6:3-5). 

c) Jesús y la ofrenda de incienso: El incienso que subía delante del velo en dirección al lugar santísimo simbolizaba los méritos de intercesión de Cristo por su pueblo, quien es el único mediador entre Dios y el hombre (1 Timoteo 2:5; 1 Juan 2:1; Hechos 4:12).

2. Jesús y el servicio anual:
“Así como en la antigüedad los pecados del pueblo eran puestos por fe sobre la víctima ofrecida, y por la sangre de esta se transferían figurativamente al santuario terrenal, así también, en el nuevo pacto, los pecados de los que se arrepienten son puestos por fe sobre Cristo, y transferidos, de hecho, al santuario celestial. Y así como la purificación típica de lo terrenal se efectuaba quitando los pecados con los cuales había sido contaminado, así también la purificación real de lo celestial debe efectuarse quitando o borrando los pecados registrados en el Cielo. Pero antes de que esto pueda cumplirse deben examinarse los registros para determinar quiénes son los que, por su arrepentimiento del pecado y su fe en Cristo, tienen derecho a los beneficios de la expiación cumplida por él. La purificación del santuario implica por lo tanto una obra de investigación, una obra de juicio. Esta obra debe realizarse antes de que venga Cristo para redimir a su pueblo, pues cuando venga, su galardón está con él, para que pueda otorgar la recompensa a cada uno según haya sido su obra. Apocalipsis 22:12” CS, 416.

IV – LA DESTRUCCIÓN DEL ALTAR VERDADERO
Como vimos anteriormente, el altar y sus significados señalaban al sacrificio de Cristo y su sacerdocio mediador en el santuario celestial. A partir de ahora veremos cómo Satanás usó a la iglesia romana para destruir los significados del altar y sustituir el sacerdocio de Cristo por una obra espuria.

1. El dominio de la iglesia romana: La profecía de Daniel 7:25 señalaba el dominio de la iglesia romana por un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo. Ese tiempo profético se extendió desde 538 d.C. hasta 1798 d.C., y fue un período oscuro de la humanidad: la Edad Media. Durante ese tiempo, según vimos en nuestro estudio de ayer, el Elías profético, representado por la mujer pura de Apocalipsis 12, huyó al desierto, donde fue sustentado por el Señor durante esos tres años y medio proféticos (Apocalipsis 12:6). 

2. La obra de la iglesia romana: La iglesia apostatada está representada en Daniel 7 y 8 por el cuerno pequeño, y en Apocalipsis 13 y 17 como la bestia y la gran ramera llamada Babilonia. Ella cumple el papel de Jezabel (Apocalipsis 2:20) y su obra puede resumirse en los siguientes aspectos:
a) Cambiaría los tiempos y la ley (Daniel 7:25): La Iglesia Católica retiró del decálogo el segundo mandamiento concerniente a las imágenes y cambió el cuarto mandamiento del sábado al domingo (día del sol). En el lugar santísimo del santuario terrenal estaba el arca del pacto que contenía las tablas con los diez mandamientos de la Ley de Dios (Hebreos. 9:4; Éxodo 20:3-17). En visión Juan vio el arca del pacto dentro del santuario celestial (Apocalipsis 11:19).
b) Echaría por tierra la verdad (Daniel 8:12): De acuerdo con Daniel 8:9-12, la iglesia romana echaría por tierra la verdad sobre el santuario, el altar y sus significados. Podemos notar esa obra del cuerno pequeño de la siguiente forma: 
(1) “se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos” (v. 11), que es Jesús, y se colocó en el lugar de Cristo (1 Tesalonicenses 2:3, 4); 
(2) “y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra” (v. 11). Quitar el sacrificio continuo es lo mismo que anular o dejar sin efecto todo su significado.
3. Cómo fue destruido el altar: Vimos claramente que la obra del cuerno pequeño sería colocarse en lugar de Cristo, nuestro único salvador, abogado y mediador, y destruir la verdad del sacrificio diario en el santuario. ¿Cómo sucedió eso? Durante los tres años y medio proféticos la iglesia romana consiguió destruir la verdad del altar y sus significados de la siguiente forma:
a) Adoración: Cristo dijo: “Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Lucas 4:8). Sin embargo, el líder romano dice ser el sustituto del Hijo de Dios en la Tierra (2 Tesalonicenses 2:3, 4).
b) Salvación: Tenemos salvación solamente en Cristo a través de su muerte y ministerio intercesor en el santuario celestial (servicios diario y anual). 
La Iglesia Católica, destruyó esa verdad al colocar: 
(1) Las indulgencias y las penitencias: la iglesia puede conceder la remisión de los pecados tanto de los vivos como de los muertos, y los sacerdotes de la iglesia son los únicos que pueden perdonar los pecados. 
(2) Mediación: los santos muertos y los sacerdotes de la iglesia son los mediadores, y Maria, además de mediadora, es abogada.

V – ELÍAS EL RESTAURADOR DE ALTARES

Así como el profeta Elías volvió después de los tres años y medio de sequía, Elías profético también volvería en algún momento después de 1798 cuando se cumplieran los tres años y medio proféticos (Dan. 7:25). Su obra sería la de restaurar todas las cosas (Mateo 17:11), lo que implicaría la restauración de la verdad del altar y sus significados dentro de los servicios del santuario celestial.
El estudio de Daniel 8:9-12 nos mostró que la verdad sobre el santuario y el servicio diario fue echada por tierra, o destruida, durante el período de 538 d.C. a 1798 d.C. Si fue destruida, necesitaría ser restaurada, y fue exactamente lo que sucedió. 
En Daniel 8:13 y 14, encontramos lo siguiente: 
“Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados? Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado. 
La palabra “purificado” viene del hebreo nisdaq y puede traducirse como purificar, restaurar y vindicar. O sea, después de las 2300 tardes y mañanas, el santuario sería nisdaq: purificado, restaurado y vindicado.
Como adventistas del séptimo día creemos que la profecía de Daniel 8:14 tuvo su cumplimiento el 22 de octubre de 1844. Ese día comenzó una obra en el Cielo y otra en la Tierra. En el Cielo Jesús pasó del lugar santo al santísimo, para iniciar una obra de purificación en el santuario, que es el juicio investigador pre advenimiento.

En la Tierra, Elías profético inició su obra de restauración de toda verdad sobre el altar y sus significados dentro de los servicios del santuario celestial. Esa fecha marca el comienzo del movimiento que posteriormente sería llamado Iglesia Adventista del Séptimo Día. 

CONCLUSIÓN

Como movimiento profético, la Iglesia Adventista cumple el papel de Elías profético. Somos el remanente de la profecía bíblica (Apocalipsis 12:17; 14:12), que restauró la verdad de la adoración al Dios creador (sábado), y creemos que tenemos salvación, perdón y mediación solamente en Cristo (evangelio eterno). Dios convoca a ese pueblo para presentar ese mensaje y restaurar esa verdad en todo el mundo para testimonio a todas las naciones.

El profeta Elías, después de restaurar el altar del Señor que estaba en ruinas, oró a Dios y “Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja” (1 Reyes 18:38). Mañana veremos cuál es el significado del fuego que descendió del cielo a Elías profético.

LLAMADO

Confíe en Cristo como su único Salvador y Mediador, deje que él sea el verdadero Rey y Señor de su vida. 
No hay que temer, “Porque no tenemos sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:15, 16). 

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