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Esperanza Viva - El Plan de Salvación

EL PLAN DE SALVACIÓN 

Introducción

Texto base: Juan 3:16.
Cuando Adán tomó el fruto mordido por Eva y también lo comió, firmó su sentencia de muerte. Desde ese momento, todos sus descendientes no tendrían elección. Ningún hombre podría quitar esta paga porque todos nacerían vendidos al pecado. Lucifer pensaba que había alcanzado la victoria. El hombre se separó de Dios y condenó a un planeta entero. Pero Dios encontraría una salida. Estaba dispuesto a salvar a un hombre aunque para eso tuviera que nacer, vivir y morir como hombre para poder rescatarlo. Y así lo hizo. 

I. EL PECADO ENTRÓ AL MUNDO

La humanidad contaminada

“Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo” (Romanos 5:15).

Con la caída de la primera pareja, la sangre de los descendientes fue contaminada con el peor virus que el mundo haya conocido o conocerá: el pecado. Hasta ese momento, ellos disfrutaban de la eternidad con Dios cuando se alimentaban del árbol de la vida. Con la desobediencia, debían ser expulsados del Jardín y probar también el mal que eligieron conocer. 

Vendidos al pecado

Romanos 7:15-18 dice:

"Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo."

El apóstol Pablo definió muy bien cuando en habló sobre su lucha interior buscando hacer la voluntad de Dios. Él dice: “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago”. Este es el retrato perfecto de un ser humano sin poder de decisión que necesita que alguien lo ayude.

 Su consecuencia Final

“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).

Aquí ya en el principio está el resultado enunciado por Dios: la muerte. No importa cuántos momentos felices pasemos aquí, no importa cuál sea nuestra condición financiera o nuestro estatus social, la paga del pecado es la muerte. Esta es la paga de los actos pecaminosos y, tarde o temprano, llegará la rendición de cuentas.

 II – LOS QUE DIOS HIZO 

El Padre 

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha enviado a su hijo unigénito; para que todo aquel que en Él crea no se pierda mas tenga vida eterna" (Juan 3:16)

El Padre buscó, de todas las maneras posibles, protegernos de la destrucción y del caos que provocaría la desobediencia; sin embargo, los seres humanos hicieron su elección. El Señor podría habernos dejado a merced de nuestra propia suerte. Pero el Universo estaba a punto de conocer el amor de Dios. Él no escatimó ni a su propio hijo y lo entregó para que muriera en nuestro lugar, para pagar nuestra pena

El Hijo 

 "Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados." (1 Pedro 2:24)

Jesús es nuestro Salvador. Fue él quien vino a este planeta contaminado para pagar el alto precio de nuestro rescate. Satanás pensaba que había vencido y que el hombre no se levantaría nunca más. Pero Cristo vino y pagó nuestra deuda, muriendo en nuestro lugar, cargando sobre sí nuestra culpa. 

El Espíritu Santo 

"Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio" Juan 16:8

Dios Espíritu Santo, cuando habita en el hombre, es capaz de dar poder para llegar a la victoria. Él es quien lo concientiza de su verdadera condición, le presenta la justicia de Dios y el medio provisto por él para la salvación. Sin él, no habría ninguna posibilidad de permanecer al lado de Dios.

 III – LO QUE EL HOMBRE DEBE HACER

Aceptar el regalo de Dios

Dice en 1 Juan 5:11 y 12:

"Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida."

Para el hombre, en su estado de pecado, solo hay dos alternativas: continuar siguiendo sus propios caminos y recibir al final el resultado de sus propias decisiones; o aceptar el Don, el Regalo de Dios que es Jesucristo, quien se hizo nuestro Sustituto y asumió la condenación que nos correspondía.

Ejercitar la Fe

Efesios 2:8 y 9 dice:

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe."

 Rendirse a los pies del Salvador es la mayor necesidad de quien quiere tener su vida restaurada.

La fe en el sacrificio de Cristo es única y suficiente para la salvación del pecador. Ya no es necesario luchar contra el pecado, porque Cristo le concede la victoria. Todo lo que el pecador debe hacer ahora es seguir confiando en quien le concedió una nueva vida.

CONCLUSIÓN

Así es el gran amor de Dios. Ningún otro evento puede sustituir esta intervención divina. Usted, ¿sería capaz de entregar a su hijo para morir en lugar de una persona que esté realizando una buena obra en favor de los necesitados para que esta persona pudiera vivir un poco más? ¡Yo creo que no! Aquí está el maravilloso amor de Dios. Él entregó a su hijo para morir por criminales, y por ese amor todos tenemos esperanza. Este es el plan de redención de amor de todos los tiempos.

LLAMADO FINAL

Si usted quiere ser más feliz, si quiere tener paz en el corazón, si desea prepararse para la vida eterna, entonces venga, abra tú corazón, permita que Cristo lo cuide.
En este momento, él está aquí, tocando a puerta de su corazón, deseando entrar y hacer un cambio total en tu vida (Apocalipsis 3:20).

Si escucha la voz de Dios ahora, no endurezca su corazón. Deje el orgullo de lado, póngase de pie ahora mismo y venga adelante. Quiero orar por usted.
Jesús murió por usted, resucitó por usted, intercede por usted y pronto volverá a buscarlo. Él está aquí de brazos abiertos esperándole. Acérquese. 




 


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