“Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás’... Pero yo os digo que todo aquel que esté enojado con su hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: ‘Inútil!’ a su hermano, será culpable delante de la corte suprema; y cualquiera que diga: ‘Idiota’, será reo del infierno de friego” (Mateo 5:21, 22).
¿Qué quiere decir esto?
Que cuando alguien le hace algo, si usted no se domina, si da rienda suelta a sus emociones, entonces la única diferencia entre usted y los Hatfield y los McCoy es su tamaño. Porque si hubiera vivido cuando vivieron ellos, y en el mismo lugar, entonces hubiera hecho exactamente lo que hicieron ellos. La solución del problema Por supuesto, todos sabemos cuál es la solución de los problemas de relaciones humanas: si la gente nos trata bien, no tendremos problemas pan tratarla bien nosotros. Pero Jesús dijo: “Hasta los gentiles hacen eso” (Mateo 5:47).
De modo que aquí la pregunta más importante es: ¿Soy capaz de tratar con bondad a una persona que me ha tratado mal? ¿Puedo amar de corazón a alguien que me ha lastimado y perjudicado? No es fácil. De hecho, algunas personas creen que las palabras que pronunció Jesús sobre este tema son un ejemplo que raya en el extremo, y que no las dijo con la intención de que fueran obedecidas en forma literal. En una ocasión escuché un diálogo acerca de este tema, y casi todos los que hablaron dijeron que estas enseñanzas no son para gente como nosotros que vive en un mundo real. La única manera No estoy de acuerdo con esta opinión. Existen por lo menos tres razones poderosas para afirmar que esta enseñanza de Jesús no es, de ninguna manera, una hipérbole o exageración de términos y que, en realidad, es la única forma práctica y razonable de vivir: 1. Es la única manera de romper la cadena. El plan de Jesús es mejor porque la alternativa es un terrible “efecto dominó”, una interminable reacción en cadena de represalias y desquites. “Ojo por ojo” es una receta para el desastre porque la violencia no puede ser curada con más violencia. Los Hatfield y los McCoy necesitaron más de 20 años para comprender esto. Y parece que los israelíes y los palestinos han necesitado aún más que eso. Nos preguntamos por qué esta gente se ha tardado tanto en descubrir la verdad, pero el principio que estamos considerando tiene que ver no solo con pleitos familiares y terroristas suicidas: también es cierto en relación con la “mini— violencia”, esos machetazos verbales que nos damos casi todos de vez en cuando. Alguien tiene que tomar la decisión deliberada de romper el círculo vicioso, de tragarse el orgullo y pasar por alto la ofensa. Y Jesús está diciendo a sus seguidores que debemos ser ese “alguien”. Un amigo mío que es consejero matrimonial dice que algunos de los pleitos más destructivos empiezan por asuntos triviales: —Si fueras más organizada, podrías decirme dónde están las llaves. —¡Ay, no me digas que las volviste a perder! ¡Y ahí van! Ninguno de los dos está dispuesto a romper la cadena, así que la situación muy pronto se sale de control. El apóstol Santiago se refería precisamente a eso cuando escribió: “Mirad, ¡qué gran bosque se incendia con tan pequeño fuego!” (Santiago 3:5). La agresividad pasiva expresada con dejar de hablarse, dar la espalda a alguien o hacerle mala cara, no es menos dañina que gritar. No importa la forma en que lo hagamos, una conducta dura y carente de bondad resultará inevitablemente en más de lo mismo. 2. Es la única manera de poder mantener el control de la situación. Cuando respondemos a un acto negativo con enojo, odio y deseos de venganza, estamos entregando un dispositivo de control remoto a otra persona. Estamos dándole el privilegio de apretar los botones pan determinar nuestros sentimientos y reacciones. Jesús quiere librarnos de esta tiranía y devolvernos nuestra autonomía junto con la paz mental.
Hasta que tomemos la decisión bastante difícil de hacer esto, no estaremos actuando sino solo reaccionando. La conducta reactiva (comparada con la activa) nos coloca bajo el dominio de la gente cruel y desconsiderada que nos ha tratado mal. El método de Jesús nos permite decir a estos individuos: “No voy a dejar que tú me impongas un espíritu de odio. No estoy dispuesto a permitir que amargues mi vida. No quiero pasar mis días dominado por el disgusto y el enojo”. En la mayoría de los casos, la conducta reactiva es motivada por un deseo de ver quién puede más. Significa que queremos controlar y dominar a la otra persona. “Me portaré mal contigo, quizás haciéndote algo, o con una actitud de frialdad. Así voy a castigarte por algo que no me gusta y obligarte a tener una conducta que me agrada”. Por otro lado, que un cristiano manifieste una conducta proactiva y establezca límites a lo que está dispuesto a tolerar, no tiene nada que ver con el odio o la venganza y mucho menos con el deseo de dominio. No es un intento de controlar a la otra persona, sino de establecer el control sobre su propia vida. No es una declaración de independencia, sino de autonomía. La independencia equivale al aislamiento y a dar la espalda a otra persona, lo cual en sí puede ser una conducta reactiva. En cambio, la autonomía reconoce el valor de la interdependencia. No rechaza una relación en la que podemos ayudarnos mutuamente y servir a otra persona, pero exige respeto por el derecho dado por Dios de gobernar nuestra propia vida. Amar a los enemigos Una conducta proactiva en las relaciones humanas significa más que dejar de odiar.
Implica reemplazar el odio por el amor. Jesús dijo: “Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen; orad por los que os vituperan” (Lucas 6:27, 28). Cuando el apóstol Pablo trata este mismo tema, lo expresa en términos prácticos: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber, porque haciendo esto, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12:20, 21). Amar realmente a nuestros enemigos y hacer bien a los que nos han tratado mal es la expresión más noble de una conducta cristiana positiva. Y nos coloca en una posición de poder, porque significa que estamos rehusando participar en su jueguito y descender a su nivel. En vez de ser vencidos es tamo venciendo. 3. Es la única manera de actuar con sentido de responsabilidad. Al decir que no debernos permitir que nuestros enemigos controlen nuestras emociones y determinen nuestra conducta y actitudes, Jesús nos está recordando, una vez más, nuestra responsabilidad. Si devolvemos ira por ira, maldad por maltrato, es por nuestra propia decisión de hacerlo. Nos gusta justificar una conducta reactiva echando la culpa a otras personas: “Estoy actuando así por…”. Tal vez es “por el vecino que me trató mal”, “por mi abuelita (ella me heredó este mal genio que tengo)”, o por lo que sea. Un hombre que yo conocía se involucró en un conflicto familiar que estaba arruinando muchas vidas. Lo admiraba por el éxito que había alcanzado como líder cristiano y no podía comprender cómo era posible aquello. Cuando le pregunté, me dijo con vehemencia: “¡Hay que ver lo que nos han hecho!” Desde que Adán echó la culpa a Eva (Génesis 3:12), la gente ha estado respondiendo de esta manera. Así como no pudimos escoger a nuestros padres ni determinar la manera en que ellos nos educaran, en la mayoría de los casos, tampoco podemos elegir a nuestros vecinos o compañeros de trabajo o estudio. Las circunstancias de la vida nos ponen en contacto con estas personas, querámoslo o no. Al hacernos responsables de nuestras reacciones, Jesús quiere que actuemos como adultos y dejemos de justificar nuestra mala conducta señalando la de otros.
Dos palabras que hacen la diferencia
Hay una parte de la Regla de Oro que casi siempre pasamos por alto. Es la expresión “por eso”. Estas palabras son las que hacen la diferencia. ¿Por qué? Porque esta expresión nos conecta con la fuente de poder que ilumina la Regla y la hace funcionar. Aquí está la Regla junto con el versículo anterior: “Si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden? Por eso, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos” (Mateo 7:11, 12). ¿Por qué debemos tratar bien a las demás personas? Este pasaje nos aclara la razón: es porque Dios nos trata bien a nosotros. ¿Por qué nuestra conducta hacia otros no debe depender de la forma como ellos se han portado con nosotros? Porque Dios nos ha tratado mucho mejor que lo que merecemos, derramando su amor en nuestros corazones (Romanos 5:5).
“Así como Cristo os perdonó —dice el apóstol—, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:13). Los cristianos a veces empleamos el término “justificación por fe”. De esto precisamente estamos hablando aquí. Este término, que a lo mejor suena como algo complicado, en realidad es muy sencillo. Significa que Dios, a través de Jesucristo, nos ha abierto la puerta al perdón, de modo que podemos ser perdonados sin merecerlo. Por este maravilloso regalo todos los demás dones de Dios son derramados en nuestra vida. Cuando por fin llegamos a comprender y a aceptar esta verdad, se apoderan de nosotros sentimientos inexpresables de gozo y “la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7). Esto no es simplemente una teoría o una idea bonita. Es completamente real y es lo que hace posible para nosotros perdonar de una manera profunda e incondicional a las personas que nos han lastimado, ser bondadosos sin tener un motivo egoísta y amar sencilla y sinceramente a las demás personas.
Uno de los libros de mayor venta en el siglo XX fue Cómo ganar amigos de Dale Carnegie. Es un manual de relaciones humanas basado en principios de egoísmo y manipulación. Su mensaje es: Hay que tratar bien a la gente, felicitarla y hacerla sentir bien, porque si lo haces te va a dar lo que quieres y te ayudará a avanzar en la vida. Lo más que podemos esperar como resultado de esta filosofía es ocultar o disimular parcialmente nuestras reacciones que son por naturaleza egoístas, revistiéndolas con un simulacro de cortesía. Pero, esperemos a que alguien nos haga algo serio, y todas esas estrategias explotarán en nuestra cara y verá cuán rápido nos convertimos nuevamente en tigres.
El verdadero perdón es posible solo y exclusivamente cuando somos conscientes de la profundidad del perdón que hemos recibido. Cuando realmente reconocemos que somos pecadores perdonados por la gracia infinita de Dios, nuestra arrogancia contra los que nos han ofendido desaparecerá y empezaremos a verlos como compañeros de viaje, como gente que, igual que nosotros, lucha contra el poder de una naturaleza caída. Entonces el verdadero perdón puede empezar a fluir. No hay otra manera.
Como ganarse a la gente - Maxwell
1. El Principio de la Lente: Quiénes somos determina cómo vemos a los demás.
2. El Principio del Espejo: La primera persona que debemos examinar somos nosotros mismos.
3. El Principio del Dolor: Las Personas lastimadas lastiman a otras y son fácilmente lastimadas por ellos.
4. El Principio del Martillo: Jamás use un
Martillo para ahuyentar una mosca de la cabeza de alguien .
5. El Principio del Ascensor: Podemos elevar a las personas o atraerlas hacia abajo en nuestras relaciones.
6. El Principio de la Gran Imagen: La totalidad de la población mundial—con una pequeña excepción—está compuesta por otros.
7. El Principio del Intercambio: En lugar
de poner a otros en su lugar, debemos ponernos en
su lugar
8. El Principio del Aprendizaje: Cada persona que conocemos tiene el potencial de enseñarnos algo.
9. El Principio del Carisma: A las personas les interesa aquél que muestra interés
por ellos.
10. El Principio Número 10: Creer lo mejor en las personas generalmente hace que lo mejor salga de las personas.
11. El Principio de la Confrontación:
Cuidar a las personas debería anteceder a confrontar a las personas.
12. El Principio Fundamental: La confianza es la base de cualquier relación.
13. El Principio de la Situación: Nunca dejes que la situación sea más importante que la relación.
14. El Principio Bob: Cuando Bob tiene problemas con todos, usualmente Bob es el problema.
15. El principio de accesibilidad: Sentirnos
cómodos con nosotros mismos ayuda a los demás a
sentirse cómodos con nosotros.
16. El Principio del Agujero: Cuando te preparas para la batalla, cava un agujero suficiente para un amigo.
17. El Principio del Jardinero: Todas las relaciones necesitan cultivo.
18. El Principio del 101 Por Ciento:
Encuentra el 1 por ciento en el que estamos de acuerdo y dedícale el 100 por ciento de nuestro esfuerzo.
19. El Principio de la Paciencia: El camino con los demás es más lento que el camino
en soledad.
20. El Principio de Celebración: La verdadera prueba de las relaciones no es solo cuán leales somos cuando los amigos fallan, sino cuán entusiasmados estamos cuando tienen éxito.
21. El principio del camino alto:
Ascendemos a un nivel superior cuando tratamos a
los demás mejor que ellos a nosotros.
22. El principio del boomerang: Cuando
ayudamos a los demás, nos ayudamos a nosotros
mismos.
23. El Principio de la Amistad: En igualdad de condiciones, las personas trabajarán
con aquellos a quienes les gustan; en desigualdad
de condiciones, también lo harán.
24. El Principio de Asociación: Trabajar juntos aumenta las probabilidades de ganar juntos.
25. El Principio de Satisfacción: En grandes relaciones, la alegría de estar juntos es suficiente.
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