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La historia de fondo - el Prólogo

“En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1).

La lección que estudiamos durante la primera semana trató del final de Juan, que explica por qué escribió su Evangelio. La lección de esta semana vuelve al principio del Evangelio, donde Juan expone la dirección en la que él, inspirado por el Espíritu Santo, desea conducir al lector. Los autores del Nuevo Testamento suelen presentar en las primeras palabras y párrafos de sus escritos los temas que luego desarrollarán. Así lo hace Juan, cuya agenda temática forma parte de un gran barrido cósmico que describe verdades primordiales acerca de Jesucristo, verdades que se remontan incluso a la etapa previa a la Creación.

Mas que en ningún otro lugar de las Escrituras, el evangelio de Juan proclama en audacia, claridad y poder la verdad de que Jesús es Dios.
Esta presentación al comienzo del Evangelio ofrece a los lectores, quienes ya saben que Jesús es el Mesías, una ventaja que no tenían los personajes del propio libro. El lector puede ver claramente los grandes temas a los que el evangelista vuelve al contar la historia de Jesús. Estos grandes temas se sitúan dentro del período histórico de la vida terrenal de Jesús.

Nuestro estudio comenzará con:
- El Prólogo (Juan 1:1-18)
- Resumirá sus temas principales. 
A continuación, estos temas se examinarán también en otros lugares del Evangelio de Juan.

I. EL PRINCIPIO: EL LOGOS DIVINO

"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella". Juan 1:1-5. ¿Qué revelan estas palabras acerca de Jesucristo, el Verbo?

"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella".

¿Por qué Juan comienza hablando de Jesús en su papel de Creador? ¿Qué nos dice esto acerca de la importancia de la Creación en toda teología? ¿Por qué, entonces, es importante que tengamos una comprensión correcta de la Creación, tal como se revela en las Escrituras?

El Evangelio de Juan comienza con este asombroso pensamiento: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1). 

Esta hermosa frase encierra una profundidad de pensamiento que apenas podemos abarcar.
En primer lugar, el evangelista alude al relato de la Creación: “En el principio” (Génesis 1:1). El Verbo ya estaba presente antes del principio del universo. Juan afirma así la existencia eterna de Jesús. Así, el tema de la Creación une ambos Testamentos y proporciona un ancla teológica para todas las discusiones posteriores.
Para Juan el tema de Jesús como Creador era vital, porque Satanás, el gran engañador, odiaba la verdad acerca de la divinidad de Cristo y de su igualdad con Dios. Hacia fines del primer siglo de nuestra era, oscuras herejías penetraron sutilmente en la iglesia. Los gnósticos afirmaron la realidad de la divinidad de Jesús, pero sembraron la duda acerca de su encarnación. Este peligroso fenómeno se produjo aproximadamente tres décadas después de la redacción de los evangelios sinópticos. En consecuencia, produjo desánimo entre los creyentes y afectó su espiritualidad.
A continuación, Juan declara: “Y el Verbo estaba con Dios”. En Juan 1:18, el evangelista afirma que Dios el Hijo está “en el seno del Padre”. Sea cual fuere el significado de esas palabras, una cosa es segura: Jesús y el Padre están íntimamente unidos. 
Él es el Creador y el Dador de la vida y de la Luz. Sin embargo, se hizo hombre, nació de Dios, y demostró el amor, la gracias y la gloria de la Deidad ante su creación.

Y luego dice: “Y el Verbo era Dios”. 
Pero ¿cómo puede el Verbo estar con Dios y al mismo tiempo ser Dios? 
La respuesta se encuentra en el texto original en griego, en el que existe el artículo definido (“el”), pero no el indefinido (“un”, “uno”). Lo importante para nosotros es que el artículo definido (“el”) en griego indica particularidad; es decir, un objeto o persona en particular. La ausencia del artículo indefinido en griego no implica un tiempo específico que pueda ser fijado o calculado, sino mas bien un tiempo indefinible que va más allá de cualquier principio. En otras palabras, el verbo estaba presente desde siempre, desde antes de la creación.

En la frase “el Verbo estaba con Dios”, el término “Dios” tiene el artículo en el original en griego; por lo tanto, apunta a un individuo en particular, el Padre. Y el Verbo estaba con el Padre. 
En la frase “y el Verbo era Dios”, el término Dios no tiene el artículo, lo que, en este contexto, señala las características de la divinidad. Jesús es Dios; no es Dios el Padre, sino el Hijo divino de Dios, la segunda Persona de la Deidad.

El apóstol corrobora esto en Juan 1:3 y 4, donde dice que Jesús es el Creador de todas las cosas. Es decir, todo lo que una vez no existía llegó a la existencia en virtud de la actividad creadora de Jesús, el Dios creador.

“Desde los días de la eternidad, el Señor Jesucristo era uno con el Padre; era ‘la imagen de Dios’, la imagen de su grandeza y majestad, ‘el resplandor de su gloria’ ” (DTG, 11).

"Al venir a morar con nosotros, Jesús iba a revelar a Dios tanto a los hombres como a los ángeles. Él era la Palabra de Dios: el pensamiento de Dios hecho audible". (DTG, 11).

¿Por qué la divinidad plena de Cristo es una parte tan importante de nuestra teología? 
¿Qué perderíamos si Jesús fuera, de alguna manera, un mero ser creado? 
¿Por qué la divinidad eterna de Cristo es tan importante para nuestra fe?
¿Qué ocurre con la Cruz si en lugar de morir en ella el Dios eterno lo hubiese hecho un ser creado? 
¿Qué perderíamos si Jesús fuera cualquier cosa menos el Dios eterno?

II. LA PALABRA HECHA CARNE

"Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad". Juan 1:14. 

¿Qué hizo Jesús, Dios mismo, y por qué es esta verdad la más importante que podamos conocer?

Juan no comienza su Evangelio con el nombre “Jesús” ni con su papel de Mesías/Cristo, sino con el término logos. En la época en que Juan escribió, varios sistemas filosóficos utilizaban el término logos para referirse a la estructura racional del universo o a la lógica y la razón en sí mismas.

Además, Platón, el influyente filósofo de la antigüedad, había dividido la realidad en dos ámbitos, o esferas: 
- La celestial e inmutable, donde existe la perfección absoluta; y 
- La terrenal, perecedera y cambiante, una representación muy imperfecta de la de arriba, dondequiera que esta supuestamente existiera. 
Algunas filosofías identificaron el logos como un intermediario abstracto entre las formas eternas y las formas terrenales perecederas.

Juan utiliza el término de una manera completamente diferente. Sostiene que la verdad, el logos, no es un concepto etéreo y abstracto que flota entre el Cielo y la Tierra. El logos es Jesucristo, quien se hizo carne y habitó entre nosotros. (Juan 1:14). Una realidad visible y tangible.

Para Juan, el logos es la Palabra de Dios. Y, lo que es más importante, Dios se comunicó; es decir, se reveló a la humanidad de la forma más radical: Dios se hizo uno de nosotros. Su humanidad veló su divinidad. En el Evangelio de Juan, el logos representa al Dios eterno, que entra en el tiempo y el espacio, que habla, actúa y se interrelaciona con los humanos en un nivel personal. El Dios eterno se hizo ser humano, uno de nosotros. 

En Juan 1:14, el apóstol indica que el logos “se hizo carne y habitó entre nosotros”. 
La palabra griega subyacente traducida “habitó” significa “colocar una tienda de campaña”. "Habitó es la traducción de la palabra griega skenoō que significa literalmente 'acampó' con nosotros. Se hizo semejante a nosotros para simpatizar con nosotros, pero siguió siendo diferente de nosotros a fin de salvarnos. ¡Qué asombroso acto de condescendencia divina es el hecho de que Dios se humillara y se hiciera humano! No podemos comprender plenamente este misterio del amor divino, pero debemos apreciarlo. y abrazarlo de corazón.

Juan alude a Éxodo 25:8, donde Dios dijo a los israelitas que construyeran un santuario, una tienda de campaña, para que él pudiera habitar en medio de ellos. La idea de que Dios desea estar con nosotros continuamente es uno de los temas principales de toda la Biblia. Dios no quiere ser un residente temporal, sino permanente.
Del mismo modo, en la Encarnación, Jesús, el Hijo divino de Dios, se hizo carne humana, velando su gloria para que la gente pudiera entrar en contacto con él.

En Juan 1:14, el adjetivo preciso que describe a Jesús es la palabra griega monogenēs, traducida como unigénito, que literalmente significa único. Esta unicidad o singularidad es tan trascendental e indispensable que de ella depende nuestra salvación.

Medita en las implicaciones de lo que Juan ha escrito aquí. Dios mismo, el Creador, se convirtió en un ser humano, uno de nosotros, y vivió aquí, entre nosotros. El misterio de la Encarnación es difícil de comprender, pues significa que el Dios infinito se esforzó por llegar a nuestras mentes finitas a fin de salvarnos. Y para ello, llegó al extremo de sacrificar a su Hijo único. Él alteró voluntariamente su naturaleza eterna con el fin de conservar nuestra humanidad para siempre. En lugar de seguir siendo plenamente divino, ahora es a la vez plenamente divino y humano ¡Qué demostración tan tangible de amor abnegado ante todo el universo!

¿Cómo se relaciona el significado de las palabras 'único' y ' engendrado' con la salvación única que se nos ofrece en Cristo?
¿Qué nos dice esto sobre la realidad del amor de Dios por la humanidad? 
¿Por qué debería reconfortarnos tanto esta asombrosa verdad?

III. OÍR O NO OÍR LA PALABRA

"Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. 10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. 11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios". Juan 1:9-13. 

¿Qué dura realidad describe aquí Juan acerca de cómo responde la gente a Jesús?

El prólogo, Juan 1:1 al 18, describe no solo quién es Jesucristo, el Verbo (logos), sino también cómo se relacionaba con él la gente del mundo. 
En Juan 1:9, se le llama la Luz verdadera, que ilumina a toda persona que viene al mundo. Esa luz ilumina el mundo, haciéndolo comprensible. Como dice C. S. Lewis: “Creo en el cristianismo como creo que ha salido el Sol, no solo porque lo veo, sino porque por él veo todo lo demás” (“Is Theology Poetry? [¿Es la teología poesía?]” [Samizdat University Press, 2014], p. 15; publicado originalmente en 1944).

Además, observa las implicaciones de lo que dice Juan 1:9. La Luz llega a todos, pero no todos acogen la Luz. Como veremos en nuestro estudio, un tema importante en el Evangelio de Juan es cómo la gente recibe o rechaza a Jesús. Ese tema comienza aquí. La triste letanía es que el Mesías vino a su propio pueblo, el pueblo de Israel, y muchos no lo recibieron como Mesías.

Es irracional tener oídos y negarse a oír. La voz de la verdad es clara, pero la gente hace oídos sordos. En consecuencia, la gloriosa luz del evangelio se derrama por doquier, pero la gente abraza la oscuridad. En un sentido muy real, este fenómeno forma parte del ministerio de la iniquidad. Rebelarse contra la luz y la vida ofrecidas por Dios y elegir, en cambio, las tinieblas y la muerte, es seguir el trágico ejemplo de Lucifer.

En Romanos 9 al 11, Pablo trata el mismo trágico tema, el de muchos judíos que rechazaron a Jesús. Pero Pablo no termina con una nota negativa, sino diciendo que muchos judíos, junto con los gentiles, aceptarán a Jesús como su Mesías. De hecho, advierte a los gentiles que no se jacten contra los judíos: “Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra natura fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más estos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?” (Romanos 11:24).

De manera similar, Juan dice que todos los que reciban a Jesús como su Salvador se convertirán en hijos de Dios. Esto sucede al creer en su nombre (ver Juan 1:12, 13).

He aquí la conexión entre el prólogo y la conclusión del Evangelio. En Juan 20:31, el apóstol presenta por qué escribió: “para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengan vida por medio de él”. 
Así, la introducción y la conclusión forman una especie de unidad, conceptos relacionados que encierran todo lo que ocurre entre ellos. Este vínculo apunta al objetivo global del Evangelio de Juan: que la gente se salve creyendo en Jesucristo como su Salvador.

¿Cómo ha cambiado tu vida al convertirte en hijo o hija de Dios?

IV. TEMAS QUE REAPARECEN: CREER/NO CREER

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. 19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20 Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. 21 Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. Juan 3:16-21.

"Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? 36 Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? 37 Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. 38 Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró. 39 Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados. 40 Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos? 41 Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece". Juan 9:35-41.

"Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz.
Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó de ellos. 37 Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; 38 para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?
39 Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías:
40 Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, y se conviertan, y yo los sane.
41 Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él. 42 Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. 43 Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.
44 Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; 45 y el que me ve, ve al que me envió. 46 Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas". Juan 12:36-46.

¿De qué manera repiten estos textos el tema de la antítesis creer/no creer que aparece en el prólogo? 

Dios ha dado a todas sus criaturas la libertad de elegir amarlo libremente. Sin embargo, a menudo, abusamos y hacemos mal uso de esa libertad en nuestro propio perjuicio. Algunos llegan a decir que cualquier elección equivocada o acertada, es correcta siempre y cuando elijamos. Afirman que la muerte de Cristo en la cruz les otorga libertad de elección e inmunidad respecto de las consecuencias de cualquier decisión desacertada.
Esa idea es peligrosa, pues alienta a las personas a ser descuidadas a la hora de tomar decisiones. Por eso, aunque la libertad de elegir siempre está a disposición de la humanidad, debemos animar a quienes se encuentran en el valle de la decisión a que elijan lo que es correcto a los ojos de Dios. Algunos dicen que el resultado no importa tanto, porque todos los pródigos acaban volviendo a Dios. Sin embargo, muchos no lo hacen, a pesar de que Dios siempre está dispuesto a perdonar y restaurar a los descarriados cuando creen en él.

En el Evangelio de Juan, la humanidad parece dividirse en dos grandes grupos: los que creen en Jesús y lo aceptan como Mesías y los que, teniendo la oportunidad de creer, deciden no hacerlo. 
Los discípulos pertenecen al primer grupo, al igual que otros como Nicodemo (que llega a la fe lentamente), la mujer del pozo y el ciego de nacimiento. 
En el segundo grupo están los fariseos y los sumosacerdotes, la gente en el milagro de la alimentación de los cinco mil, e incluso uno de los discípulos, Judas. Es interesante que la palabra, el sustantivo, fe/creencia (griego pistis) nunca aparece en el Evangelio de Juan. Sin embargo, el verbo creer (pisteuō) aparece 98 veces, ¡en comparación con las 241 veces que aparece en todo el Nuevo Testamento! Este verbo es, de hecho, un tema muy importante en Juan. Este uso del verbo en lugar del sustantivo puede apuntar a un sentido muy activo de convertirse en cristiano. Ser creyente en Jesús es algo que hacemos, y esto se expresa en cómo vivimos y no solo en un conjunto de creencias. Como sabemos, el diablo también cree en Dios (ver Santiago 2:19). 

En Juan, la principal diferencia entre los dos grupos es la forma en que se relacionan con Jesús. Los creyentes, o quienes llegan a creer, tienen una actitud abierta hacia él, incluso cuando los confronta o reprende. Vienen a Jesús y no huyen. Él es la Luz que los ilumina. Y, por la fe, creyendo, se convierten en hijos de Dios. Los incrédulos, por otro lado, típicamente vienen a Jesús para polemizar con él. Se caracterizan por amar más las tinieblas que la luz. Les cuesta aceptar sus palabras o ven que rompe viejas tradiciones y no cumple sus expectativas. Lo juzgan en lugar de dejar que su luz los mida y los juzgue. 

Esta actitud, por supuesto, se había visto una y otra vez en los líderes religiosos, que idealmente, como guías espirituales de la nación, deberían haber sido los primeros en aceptar a Jesús. 

¿De qué manera vives tu fe en Jesús, en lugar de limitarte a asentir intelectualmente que es el Mesías? ¿Por qué es importante conocer la diferencia? (Ver Mateo 7:21-23).

Si creyéramos que en lugar de salvarnos de nuestros pecados Jesús murió simplemente para darnos libertad de elección ¿Qué efecto tendría esa idea a la hora de tomar decisiones cruciales en materia de obediencia y desobediencia? Algunos piensan que Dios es neutral cuando se trata de tomar decisiones. Si tal fuera el caso, ¿Armonizaría esa noción con el hecho de que Dios nos insta a tomar las decisiones correctas?

V. TEMAS QUE REAPARECEN: GLORIA

"Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; 2 como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. 3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. 4 Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. 5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese". Juan 17:1-5. 

¿Qué quiso decir Jesús cuando oró: “Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti”?

El estudio de ayer se centró en la historia terrenal y humana del Evangelio de Juan, con sus enfrentamientos e interacciones entre las personas, siempre en torno a quién es Jesús y qué está haciendo. 
El estudio de hoy se centra en el argumento divino, cósmico, que también se encuentra en Juan.

El prólogo comienza con ese relato cósmico. Jesús es presentado como el Hijo divino de Dios, el Creador del universo. Una vez más, todo lo que antes no existía, pero llegó a existir, lo hizo solo a través de Jesús. “Todas las cosas fueron hechas por él. Nada de cuanto existe fue hecho sin él” (Juan 1:3). Pero a continuación señala la gloria de que se convirtiera en ser humano en la Encarnación (Juan 1:14). Juan utiliza los términos gloria (doxa: brillo, esplendor, fama, honor) y glorificar (doxazō: alabar, honrar, ensalzar, glorificar) para hablar tanto de recibir honor de los humanos como de recibir honor o gloria de Dios.

En Juan, la idea de glorificar a Jesús está vinculada al concepto de su hora; es decir, el momento de su muerte. La misión conjunta de salvación que Padre e Hijo acordaron desde antes de la fundación del mundo estaba a punto de llevarse a cabo con éxito. El diablo pronto sería derrotado decisivamente. (Comparar con Juan 2:4; 7:30; 8:20; 12:23-27; 13:1; 16:32; 17:1). La Cruz es su hora de gloria.

Esta idea es bastante paradójica porque la crucifixión era la forma más vergonzosa y humillante de ejecución en el antiguo mundo romano. Este increíble contraste, Dios en una cruz, ilustra el entrelazamiento de la trama de la historia humana con la divina.

En el plano humano, Jesús murió en agonía, como un criminal despreciado y débil que clamaba: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Este lado humano y oscuro de la Cruz se presenta especialmente en Mateo y Marcos (Mateo 27:46; Marcos 15:34).

Pero el lado glorioso de la Cruz se presenta especialmente en Lucas y Juan (Lucas 23:32-47; Juan 19:25-30) como un lugar de salvación, de misericordia, y donde el Hijo de Dios se entrega a su Padre.

¡Qué ironía! La mayor gloria de Dios se revela en su mayor vergüenza: cargar con los pecados del mundo.

Piensa en lo que significa que hiciera falta algo tan drástico: Dios mismo en la Cruz para salvarnos del pecado. ¿Qué nos dice esto acerca de cuán malo es el pecado?

Acerca de la vergüenza y la gloria ¿Cómo concilias ambos conceptos en la vida y el ministerio de Cristo? ¿Has sido avergonzado alguna vez por causa de Cristo? ¿Cómo puede esa experiecnia conducir al hecho de recibir honor por causa de Cristo?

CONCLUSIÓN

Lee en El Deseado de todas las gentes, de Elena de White, el capítulo “Dios con nosotros” (pp. 11-18).

“El Señor Jesucristo, el divino Hijo de Dios, existió desde la eternidad, una persona en sí y, sin embargo, uno con el Padre. Era la gloria máxima del Cielo. Era, por derecho propio, el comandante de los seres inteligentes, y recibía el homenaje de adoración de los ángeles. Con esto, en nada usurpaba a Dios [se cita Prov. 8:22-27].

“Hay luz y gloria en la verdad de que Cristo era uno con el Padre antes de que se pusiera el fundamento del mundo. Él es la luz que brilla en un lugar oscuro, iluminándolo con gloria divina y original. Esta verdad, infinitamente misteriosa en sí misma, explica otras verdades misteriosas que, de otra manera, son inexplicables, mientras que esa verdad está guardada en luz inaccesible e incomprensible” (7CBA, 1100).

“Jesús dijo: ‘Pero yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo’. Cristo tiene que ser revelado al pecador como el Salvador que murió por los pecados del mundo; y mientras [...] siempre que [los seres humanos], animados de un sincero deseo de hacer el bien, hacen un esfuerzo por reformarse, es el poder de Cristo el que los está atrayendo. Una influencia de la cual no se dan cuenta actúa en su interior, su conciencia se vivifica y su conducta externa se enmienda. Y cuando Cristo los induce a mirar su cruz y a contemplar a Aquel que fue traspasado por sus pecados, el mandamiento se graba en su conciencia” (CC, 40-41).


Estas actividades están diseñadas para involucrar a los participantes y ayudarles a comprender mejor los conceptos clave.

1. Lectura Dramatizada

Objetivo: Ayudar a los participantes a internalizar el texto a través de la dramatización.

Instrucciones:

  • Divide a la clase en grupos pequeños.
  • Asigna a cada grupo una parte del prólogo (por ejemplo, Juan 1:1-5, 1:6-9, 1:10-14, 1:15-18).
  • Pide a cada grupo que prepare una breve dramatización de su pasaje, utilizando gestos y expresiones para transmitir el mensaje.
  • Después de las presentaciones, discute cómo cada parte del prólogo revela diferentes aspectos de Jesús.

Ilustración: Puedes usar disfraces simples o accesorios para hacer la dramatización más visual y atractiva.

2. Mapa Conceptual

Objetivo: Visualizar y conectar los conceptos clave del prólogo.

Instrucciones:

  • Proporciona a los participantes papel grande y marcadores.
  • Pide a cada grupo que cree un mapa conceptual del prólogo, destacando palabras clave como “Verbo”, “Luz”, “Vida”, “Gracia”, “Verdad”, etc.
  • Anima a los grupos a usar colores y dibujos para hacer sus mapas más visuales.
  • Comparte y discute los mapas conceptuales con toda la clase.

Ilustración: Un ejemplo de mapa conceptual podría incluir un círculo central con la palabra “Verbo” y ramas que conectan a “Dios”, “Creación”, “Luz”, “Encarnación”, etc.

3. Debate

Objetivo: Fomentar el pensamiento crítico y la comprensión profunda del texto.

Instrucciones:

  • Divide a la clase en dos grupos.
  • Asigna a un grupo la tarea de defender la importancia de la divinidad de Jesús según el prólogo de Juan.
  • Asigna al otro grupo la tarea de defender la importancia de la humanidad de Jesús según el prólogo de Juan.
  • Permite que cada grupo presente sus argumentos y luego abra el debate para preguntas y respuestas.

Ilustración: Utiliza citas del prólogo y de Elena G. White para respaldar los argumentos de cada grupo.

4. Reflexión Personal

Objetivo: Aplicar el mensaje del prólogo a la vida personal de los participantes.

Instrucciones:

  • Proporciona a cada participante una hoja de papel y un bolígrafo.
  • Pide a los participantes que escriban una reflexión personal sobre lo que significa para ellos que “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1:14).
  • Anima a los participantes a compartir sus reflexiones en pequeños grupos o con toda la clase.

Ilustración: Puedes crear un ambiente tranquilo con música suave de fondo para ayudar a los participantes a concentrarse en su reflexión.

5. Juego de Preguntas y Respuestas

Objetivo: Reforzar el conocimiento del prólogo de manera divertida.

Instrucciones:

  • Prepara una serie de preguntas basadas en el prólogo de Juan.
  • Divide a la clase en equipos y realiza un concurso de preguntas y respuestas.
  • Otorga puntos por cada respuesta correcta y ofrece un pequeño premio al equipo ganador.

Ilustración: Las preguntas pueden variar en dificultad, desde “¿Qué significa ‘Verbo’ en el contexto de Juan 1:1?” hasta “¿Cómo describe Juan la relación entre Jesús y la creación?”.

Estas dinámicas pueden hacer que la clase sea más interactiva y ayudar a los participantes a comprender y aplicar mejor el mensaje del prólogo del Evangelio de Juan. ¿Te gustaría más detalles sobre alguna de estas actividades?

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By Raquel Arrais El texto bíblico de esta mañana está en Isaías 60:1 “¡Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti!” (RVR1995). Isaías nos anima a levantarnos y brillar porque ha llegado su “luz”. Elena de White define ese llamado al usar la imagen de “levantarse y resplandecer” en un mensaje poderoso. “Si alguna vez hubo un tiempo en la historia de los adventistas cuando deberían levantarse y brillar, ese tiempo es ahora. A ninguna voz se le debiera impedir proclamar el mensaje del tercer ángel. Que nadie, por temor de perder prestigio en el mundo, oscurezca un solo rayo de luz que proviene de la Fuente de toda luz. Se requiere valor moral para hacer la obra de Dios en estos días, pero que nadie sea conducido por el espíritu de la sabiduría humana. La verdad debiera ser todo para nosotros. Que los que quieren hacerse de renombre en el mundo se vayan con el mundo”.1 Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz, dice el profeta Isaías. La

Las 5 excusas de Moisés

By Bonita J. Shields Desde mi percepción infantil, la iglesia de mi ciudad natal era enorme! Recuerdo la larguísima escalera que llevaba hasta el subsuelo donde funcionaba mi escuela sabática. La sala de reuniones era tremenda porque hasta podíamos jugar fútbol de salón en ella. ¿Y el campo de juegos? Era lo máximo en que podía pensar. Hasta que ya en mis años adolescentes advertí, súbitamente, que mi iglesia no era tan grande después de todo. Si bien comprendí al mismo tiempo que no por ello era la más pequeña tampoco, no me quedaron dudas de que definitivamente aquella no era la enorme, la colosal estructura que impresionó mi niñez. La vida de fe de Moisés no comenzó en Hebreos 11, el capítulo de los famosos héroes de la fe. Comenzó junto a una zarza ardiendo, durante una conversación con Dios. Moisés no le contestó con entusiasmo: “Sí Señor, sea hecha tu voluntad”. Fue más bien: “Señor... ¿No podrías enviar a algún otro?” Lo que recordamos de los relato