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El testimonio de los samaritanos - Juan

"Y decían a la mujer: ‘Ya no creemos solo por tu palabra, sino porque nosotros mismos lo hemos oído, y sabemos que en verdad este es el Salvador del mundo’ ” (Juan 4:42).

¿Quiénes eran los samaritanos? Israel, el Reino del Norte, fue llevado cautivo por los asirios en el año 722 a.C. para crear estabilidad política. Los asirios dispersaron a sus cautivos por todo su imperio. Asimismo, cautivos de otras naciones fueron llevados a repoblar el Reino del Norte. La población mixta resultante fueron los samaritanos, quienes practicaban su propia forma de judaísmo.

Sin embargo, las relaciones entre ellos y los judíos no eran buenas. Por ejemplo, los samaritanos se opusieron a la reconstrucción del Templo cuando los judíos regresaron de Babilonia. Los samaritanos, mientras tanto, habían construido su propio templo en el monte Gerizim. Pero este templo fue destruido por el gobernante judío Juan Hircano en el año 128 a.C.

En la época de Cristo, esta animosidad continuaba. Los judíos evitaban Samaria en la medida de lo posible. Aunque las relaciones comerciales eran posibles, cualquier otro tipo de interacción era tabú. Los judíos no pedían nada prestado a los samaritanos ni recibían favores de ellos. En este contexto, Juan narra el encuentro entre Jesús, la mujer junto al pozo y los habitantes de la ciudad samaritana de Sicar.

I. EL ESCENARIO DEL ENCUENTRO

"Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan 2 (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), 3 salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea. 4 Y le era necesario pasar por Samaria" Juan 4:1-4. 

¿Cuál fue el trasfondo que llevó a Jesús a pasar por Samaria?

Los fariseos descubrieron que los discípulos de Jesús bautizaban más gente que los de Juan el Bautista. Esta situación podía crear tensiones entre los seguidores de Juan y los de Jesús. Los discípulos de Juan, como es natural, eran celosos de la reputación y el estatus de su maestro (comparar con Juan 3:26-30). La impresionante respuesta de Juan fue que él debía disminuir, pero que Jesús debía aumentar (Juan 3:30). Probablemente para evitar la confrontación, Jesús abandonó Judea para dirigirse a Galilea. Samaria ofrecía la ruta más directa entre esos dos lugares, pero no era la única posible. Los judíos devotos tomaban el camino más largo, yendo al este a través de Perea. Pero Jesús tenía una misión en Samaria.

"5 Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. 6 Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta. 7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. 8 Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. 9 La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí". Juan 4:5-9. 

¿Cómo aprovechó Jesús esta oportunidad para entablar un diálogo con la mujer samaritana?

El pozo de Jacob estaba situado justo al lado de Siquem, mientras que Sicar, de donde era la mujer, estaba a un kilómetro y medio de allí. Jesús se sentó junto al pozo mientras sus discípulos iban a la ciudad a comprar comida. No tenía acceso al agua fresca del pozo. Cuando la mujer vino a sacar agua, Jesús le pidió de beber.

En Juan 3, fue sorprendente que Nicodemo, un dirigente de los judíos y rabino, se rebajara a ir a Jesús. Fue de noche para no ser visto por la gente. Pero en Juan 4, la samaritana se esconde a plena luz del día, quizá para evitar el contacto con otras mujeres que venían al pozo temprano o al atardecer, cuando hacía menos calor. De no ser así, ¿por qué recorrer un camino tan largo para buscar agua en pleno día, cuando hacía más calor? Sea cual fuere la razón de su presencia allí, el encuentro con Jesús cambiaría su vida.

¿Qué escena se desarrolla a continuación? Un maestro judío es contrastado con una mujer samaritana de mala reputación. ¡Qué diferencia! Sin embargo, es en este contexto donde se produce un encuentro extraordinario.

¿Cuáles son algunos prejuicios de tu propia cultura que podrían obstaculizar tu testimonio en favor de los demás? ¿Cómo es posible aprender a superarlos? Comparte tu respuesta en la clase el sábado.

II. LA MUJER JUNTO AL POZO

"Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. 8 Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. 9 La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. 10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. 11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? 12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? 13 Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; 14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. 15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla". Juan 4:7-15. 

¿Cómo aprovecha Jesús este encuentro para empezar a dar testimonio a esta mujer?

“El odio que reinaba entre los judíos y los samaritanos impidió a la mujer ofrecer un favor a Jesús; pero el Salvador estaba tratando de hallar la llave de su corazón, y con el tacto nacido del amor divino, él no ofreció un favor, sino que lo pidió. El ofrecimiento de un favor podría haber sido rechazado; pero la confianza despierta confianza” (DTG, 162).

Como en su encuentro con Nicodemo, Jesús sabe lo que hay en el corazón de los demás. En respuesta a la sorpresa de la mujer de que un judío pidiera tal favor a un samaritano, Jesús va directamente al grano: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: ‘Dame de beber’, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva” (Juan 4:10).

La respuesta de la mujer fue como la de Nicodemo en el contexto de un nuevo nacimiento: “¿Cómo puede suceder esto?” (Juan 3:9). Preguntó: “Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde tienes agua viva?” (Juan 4:11). En ambos casos, Jesús les estaba indicando (a un prominente maestro judío y a una mujer samaritana de dudosa reputación) las verdades espirituales trascendentes que cada uno necesitaba oír y entender. En cada caso, Jesús les estaba diciendo básicamente lo mismo: necesitan una experiencia de conversión.

¿Cuál es el trasfondo veterotestamentario de la afirmación de Jesús acerca del agua viva? (Jeremías 2:13; Zacacarías 14:8).

El agua es necesaria para la vida, los seres humanos no podemos existir sin ella; por lo que también puede ser una imagen poderosa y apropiada de la vida eterna. Por eso dice Jesús: “El que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él un manantial que brotará para vida eterna” (Juan 4:14).

"En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva". Juan 7:37, 38.

¿Qué nos dice Jesús en estos versículos y cómo podemos experimentar lo que nos promete?

III. SEÑOR, DAME ESA AGUA

“Esparciré sobre ustedes agua limpia, y serán limpiados de todas sus inmundicias y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré mi Espíritu dentro de ustedes, y haré que anden en mis mandamientos, que guarden mis normas, y las cumplan” Ezequiel 36:25-27.

¿De qué manera refleja Ezequiel 36:25 al 27 las verdades que Jesús trataba de comunicar a Nicodemo y a la mujer junto al pozo?

En ambos casos, Jesús procuraba alcanzar a estas personas con verdades espirituales, aunque usó ilustraciones del mundo natural para hacerlo.

Ninguna de las dos personas entendió en un principio lo que Jesús quería decir. ¿Cómo puede un hombre nacer de nuevo?, preguntó Nicodemo. Es decir, ¿cómo puede volver al vientre de su madre? Nicodemo pensaba en términos mundanos, terrenales, aunque Jesús le estaba señalando claramente la verdad espiritual. La mujer interpretó también las palabras de Jesús acerca del agua en un sentido literal, a pesar de que Jesús estaba hablando claramente de algo espiritual.

La respuesta de la mujer al ofrecimiento de agua viva por parte de Jesús fue: “Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed ni venga aquí a sacarla” (Juan 4:15). Razonó que el agua que Jesús ofrecía le evitaría los viajes al pozo, reduciendo así el riesgo de enfrentarse a otros. Llama la atención el rápido giro de la conversación desde el pedido de agua por parte de Jesús hasta la solicitud de ella.

"Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá". Juan 4:16.

¿Cómo respondió Jesús a la petición de la mujer?

Jesús cambia súbitamente el tema de la conversación y pide a la mujer que vaya a llamar a su marido y vuelva. ¿A qué se debe este repentino cambio de tema? Las acciones de la mujer denotaban evasión. Jesús pudo leer su corazón. Ella debía afrontar su situación para ser sanada de su condición. “Antes que esa alma pudiera recibir el don que él anhelaba concederle, debía ser inducida a reconocer su pecado y su Salvador” (DTG, 164).

IV. LA REVELACIÓN DE JESÚS

"Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. 17 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; 18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. 19 Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. 20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. 21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. 23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren". Juan 4:16-24.

¿Qué hizo Jesús para mostrar a esta mujer que conocía sus secretos más profundos, y cómo respondió ella?

La luz era demasiado cegadora para mirarla directamente. Aunque reconoce a Jesús como profeta, la mujer vuelve a practicar la evasión. Plantea a Jesús una cuestión de controversia religiosa entre judíos y samaritanos: el lugar adecuado para el culto.

En respuesta, Jesús señaló que los samaritanos no sabían lo que adoraban. Su culto era una síntesis de judaísmo y paganismo. Los judíos adoraban al Dios que se revela a sí mismo, otra admisión importante para un samaritano.

El culto al Dios verdadero no está ligado a un lugar. La discusión, por lo tanto, acerca del lugar de adoración era irrelevante. Puesto que Dios es espíritu, quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad. La mujer aceptó la pura verdad transmitida por Jesús y estuvo dispuesta a recibir más luz.

"Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. 26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo". Juan 4:25, 26.

¿Cómo le reveló Jesús su identidad?

Este es el único pasaje en los cuatro evangelios donde Jesús dijo claramente a alguien que él era el Mesías antes de su juicio. No lo hizo a una gran multitud o a un personaje importante, sino a una anónima y solitaria mujer samaritana junto al pozo de Jacob. Él se interesa por cualquier alma que se siente apartada y sola.

Así, Jesús revela abiertamente quién es a esta mujer extranjera y de condición moral cuestionable. Y, tras mostrarle que conoce sus secretos más oscuros, le dio una gran razón para creer en él.

¿Qué debería decirnos esta historia acerca de por qué el evangelio debe derribar las barreras que los humanos creamos entre nosotros?

V. EL TESTIMONIO DE LOS SAMARITANOS

"En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? 28 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: 29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo? Juan 4:27-29.

¿Qué medida sorprendente tomó la mujer?

La conversación de Jesús con la mujer se ve interrumpida por la llegada de los discípulos. Aunque les sorprende que hable con una mujer, no le preguntan la razón. Lo instan a comer.

La mujer, mientras tanto, dejó su cántaro de agua y corrió a la ciudad para compartir con otros lo que acababa de experimentar con Jesús.

"Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. 32 Él les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. 33 Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer? 34 Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. 35 ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. 36 Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. 37 Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. 38 Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.
39 Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho. 40 Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. 41 Y creyeron muchos más por la palabra de él, 42 y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo, el Cristo". Juan 4:30-42. 

¿Qué sucedió después de este encuentro y qué enseña acerca de cómo se puede difundir el evangelio?

Parece extraño que la narración de Jesús acerca de una cosecha interrumpa el relato de la conversión de muchos en la ciudad. Pero Juan quiere que veamos cómo entendió Jesús lo que estaba sucediendo. Compartir el Plan de Salvación con una mujer samaritana era mucho más importante para él que comer. Llevar a las almas a la salvación era su propósito, y aprovechó esta ocasión para enseñar a sus discípulos la urgencia de compartir el evangelio con todas las personas, incluso con las que no eran como ellos.

Hay muchos puntos culminantes en el Evangelio de Juan. Sin duda, Juan 4:39 al 42 está entre ellos. Muchos de los samaritanos creyeron debido al testimonio de la mujer, que afirmó: “Me dijo todo lo que hice” (Juan 4:39).

Los samaritanos pidieron a Jesús que se quedara con ellos. El resultado fue que muchos más creyeron gracias a la palabra de Jesús. “Y decían a la mujer: ‘Ya no creemos solo por tu palabra, sino porque nosotros mismos lo hemos oído, y sabemos que en verdad este es el Salvador del mundo’ ” (Juan 4:42).

¿Qué nos dice esta historia acerca de cuán poderoso puede ser el testimonio de una sola persona? ¿Cuán poderoso es tu testimonio acerca de lo que Jesús hizo en tu vida?

¿Por qué crees que Jesús fue tan cálidamente acogido entre los samaritanos, a diferencia de lo que le ocurrió entre algunos de los suyos?

¿Qué temas del Evangelio de Juan que hemos estudiado hasta aquí se encuentran en el ministerio de Jesús en favor de la mujer samaritana junto al pozo?

CONCLUSIÓN

Lee en El Deseado de todas las gentes, de Elena de White, el capítulo “Junto al pozo de Jacob” (pp. 161-172).

“Tan pronto como halló al Salvador, la mujer samaritana trajo otros a él. Demostró ser una misionera más eficaz que los propios discípulos. Ellos no vieron en Samaria indicios de que era un campo alentador. Tenían sus pensamientos fijos en una gran obra futura, y no vieron que en derredor de sí había una mies que segar. Pero por medio de la mujer a quien ellos despreciaron, toda una ciudad llegó a oír del Salvador. Ella llevó en seguida la luz a sus compatriotas.

Esta mujer representa la obra de una fe práctica en Cristo. Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero. El que bebe del agua viva, llega a ser una fuente de vida. El que recibe llega a ser un dador. La gracia de Cristo en el alma es como un manantial en el desierto, cuyas aguas surgen para refrescar a todos, y da a quienes están por perecer avidez de beber el agua de la vida” (DTG, 171).

Ponte en el lugar de esa mujer samaritana. Un completo extraño viene y te hace saber que está al tanto de tus más profundos secretos. ¿Cómo podría alguien, mucho menos un extraño, saber estas cosas? No es de extrañar que Jesús la impresionara. ¿Qué debería decirnos esta historia acerca del conocimiento total que el Señor tiene de nosotros, incluso de los secretos más profundos y oscuros que no quisiéramos que nadie supiera? Sin embargo, ¿qué nos dice el modo en que la trató acerca de cómo desea tratarnos a pesar de conocer nuestros secretos? ¿Qué consuelo obtienes de esta verdad?

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