"Luego Jesús llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame’" (Marcos 8:34).
La primera mitad de Marcos dirige la atención hacia quién es Jesús. Sus poderosos milagros y enseñanzas apuntan en la misma dirección: él es el Mesías. Ahora, en este punto crucial de la narración, Jesús preguntará a sus discípulos quién creen ellos que es.
Pedro dará una respuesta estentórea a esa pregunta, y Jesús comenzará inmediatamente a explicar adónde lo conducirán sus pasos como Mesías; como sabemos, a la Cruz.
En la última parte de Marcos 8, y hasta el final de Marcos 10, Jesús se enfoca en instruir a sus discípulos acerca de su derrotero. En estos capítulos, él hará predicciones acerca de la Cruz, que serán seguidas por una instrucción especial acerca del discipulado. Estas poderosas lecciones siguen siendo relevantes hoy.
Esta sección del segundo Evangelio se destaca por la curación de dos hombres ciegos, uno en la mitad de Marcos 8 y el otro al final de Marcos 10. Estos dos milagros funcionan como paréntesis al comienzo y al final del contenido que se encuentra entre ellos e ilustran dramáticamente que el discipulado incluye la percepción espiritual acerca de quién es Jesús y dónde está yendo. Así como sus enseñanzas desafiaron a sus discípulos hace dos mil años, siguen confrontando hoy a sus discípulos modernos con el elevado costo y la recompensa de seguirlo.
I. VIENDO CLARAMENTE
"Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase. 23 Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo. 24 Él, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan. 25 Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos. 26 Y lo envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.
27 Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? 28 Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas. 29 Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo. 30 Pero él les mandó que no dijesen esto de él a ninguno". Marcos 8:22-30.
¿Por qué necesitó Jesús dos toques para sanar al hombre ciego?
¿Cuán a menudo confiesas a otros tu creencia en Jesús como el Cristo?
¿Qué lecciones surgen de este relato?
Los evangelios reportan el caso de varias personas ciegas curadas por Jesús. Además de este pasaje de Marcos 8, la sanación del ciego Bartimeo se reporta en Marcos 10:46 al 52 (Mateo se refiere a dos ciegos [Mateo 20:29-34]) y Juan 9 narra la historia de la curación efectuada por Jesús en favor de un ciego de nacimiento enviado a lavarse en el estanque de Siloé.
Pero esta historia de Marcos 8 es singular, ya que solo aparece allí y es el único milagro de Jesús que requiere dos acciones para producir salud perfecta. Como parte de la historia, un detalle conmovedor es que Jesús toma al hombre de la mano y lo conduce fuera del poblado. Uno puede percibir su simpatía por la limitación del hombre.
Pero ¿por qué dos toques? Aunque este es el único de sus milagros que incluye dos acciones, eso no implica una falta de poder de parte de Jesús. En lugar de ello, se trata probablemente de una parábola actuada; es decir, de una acción destinada a ilustrar el hecho de que la percepción espiritual a veces requiere cierto tiempo para desarrollarse. Esta interpretación se ve corroborada por el patrón literario de esta sección de Marcos, donde la instrucción dada a los discípulos acerca de sus futuras muerte y resurrección tiene la curación de un hombre ciego al comienzo y al final. La restauración de la visión llega a ser así una metáfora acerca del discipulado perspicaz.
Los docentes aman las preguntas. Estas son a menudo la llave para abrir o desbloquear el entendimiento de un estudiante. En este pasaje de Marcos 8 se encuentra el punto de inflexión del libro. Tres características confirman esta aseveración.
Primero, Jesús interroga a sus discípulos acerca de su identidad, algo que no había hecho hasta este punto.
Segundo, Pedro es la única persona no endemoniada que declara que Jesús es el Mesías.
Tercero, inmediatamente después de esta revelación acerca de quién es Jesús, él comienza a explicar adónde se encamina: a la Cruz.
¿Por qué pide Jesús a sus discípulos que no digan a nadie que él es el Mesías? Parece algo ilógico para el establecimiento del Reino de Dios. Sin embargo, la palabra “mesías” tenía en los días de Jesús una connotación de derrocamiento del Gobierno romano. Jesús no había venido para ser esa clase de mesías; de allí su llamado al silencio acerca de su identidad.
¿Qué nos enseña esta historia acerca de algunos momentos en los que es importante no decir ciertas cosas, sin importar cuán ciertas puedan ser?
II. EL COSTO DEL DISCIPULADO
"Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días. 32 Esto les decía claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle. 33 Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
34 Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. 35 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. 36 Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? 37 ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
38 Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles". Marcos 8:31-38.
¿Qué dice aquí Jesús acerca del costo de seguirlo?
Los discípulos habían llegado a un punto decisivo en su relación con Jesús. Ahora saben que él es el Mesías. El lector de Marcos lo sabe desde el comienzo del libro (Marcos 1:1) y, por lo tanto, ha tenido una ventaja con respecto a los discípulos, a veces torpes.
En un principio, cuando Jesús los llamó, dijo que los convertiría en pescadores de hombres (Marcos 1:17). No hubo problemas entonces. Pero ahora que realmente saben quién es, él les revela el objetivo de su misión: que le es necesario padecer muchas cosas, ser rechazado, morir y resucitar después de tres días.
Son noticias impactantes. Pedro, quien acaba de confesar que Jesús es el Mesías, lo lleva aparte y comienza a reprenderlo por decir eso. El evangelista presenta todo esto en forma de discurso indirecto, pero ahora reporta las palabras de Jesús, palabras que sin duda dejaron pasmado a Pedro mientras las escuchaba. El Maestro lo llama Satanás y le dice que se aparte de su camino, puesto que tales pensamientos no están en armonía con la voluntad de Dios.
“Las palabras de Pedro no eran de naturaleza que fuesen de ayuda y solaz para Jesús en la gran prueba que lo esperaba. No estaban en armonía con el misericordioso propósito de Dios hacia un mundo perdido, ni con la lección de abnegación que Jesús había venido a enseñar por medio de su propio ejemplo” (DTG 391).
Los seguidores de Jesús están llamados a tener el mismo objetivo que él tiene, a tomar su cruz y seguirlo. La crucifixión era el método romano de ejecución más cruel, humillante e intimidatorio. Todos querían evitar la cruz. Por lo tanto, ¿cómo querría alguien adoptar la cruz como símbolo de su devoción a Jesús?
Jesús no solo explica el costo del discipulado, sino también su gran recompensa. En la paradoja de la fe cristiana, perder la vida llega a ser la manera de encontrarla. En contraste, ganar el mundo entero pero renunciar a la vida eterna carece de sentido, así como el misionero Jim Elliot lo expresó en su diario personal el 28 de octubre de 1949: “No es tonto quien da lo que no puede conservar para ganar lo que no puede perder”.
“El que ama su vida la perderá; y el que desprecia su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (Juan 12:25).
¿Cómo has experimentado la realidad de estas palabras?
III. LA MONTAÑA Y LA MULTITUD
Lee Marcos 9:1 al 13. ¿Qué vieron Pedro, Santiago y Juan una noche con Jesús?
La predicción de Jesús en Marcos 9:1 de que algunos que estaban con él no gustarían la muerte antes de ver el Reino de Dios venir en gloria se cumplió pocos días después, cuando llevó consigo a Pedro, Santiago y Juan a un alto monte. Allí se transfigura ante ellos con la gloria del Reino celestial.
Elías y Moisés descienden entonces del ámbito celestial y conversan con Jesús. Lucas destaca que hablaban de la partida (griego exodos) de Jesús, que habría de ocurrir en Jerusalén (Luc. 9:30, 31). De esta manera, la escena de gloria está ligada a la muerte de Jesús en la cruz (ver Mar. 9:9) y sería una fuente de esperanza cuando los discípulos lo vieran crucificado.
La mañana siguiente, tras la experiencia en el monte, los tres discípulos preguntaron a Jesús acerca de la venida previa de Elías. Esta idea está probablemente ligada a la expectación de que Elías reaparecería antes que el Mesías (compara con Mal. 4:5, 6). Jesús contesta que Elías ya ha venido, refiriéndose a Juan el Bautista. Así como mataron a Juan el Bautista, Jesús también moriría, pero habría de resucitar tres días después.
Tras la noche de gloria, la escena al pie del monte era un triste caos (ver Mar. 9:14-29). Los nueve discípulos habían encontrado a un muchacho endemoniado al que no pudieron sanar. Cuando Jesús aparece en la escena, todos corren a su encuentro. La historia sigue con un desarrollo acerca del poder del demonio sobre el joven. Jesús dedica lo que parece un considerable tiempo a inquirir acerca de los detalles de la posesión demoníaca. Resulta demasiado para el padre, quien exclama: “Si puedes algo, ayúdanos. Compadécete de nosotros” (Mar. 9:22).
Jesús capta inmediatamente la expresión de duda. La respuesta del Señor podría ser parafraseada de la siguiente manera: “¿Cómo que ‘si puedes’?” (Mar. 9:23). Súbitamente, como si fuera un relámpago, el padre percibe que no solo su hijo tiene un problema. Él mismo tiene un problema de incredulidad, y esta puede impedir que su hijo sea sanado. El desesperado padre se abandona a la misericordia de Jesús con la memorable frase: “Creo, ayuda mi incredulidad” (Mar. 9:24, RVR 1960). Y Jesús sana al muchacho.
¿En qué situaciones, si las hubo, has tenido que clamar: “Creo, ayuda mi incredulidad”? ¿Qué aprendiste de esas experiencias?
IV. ¿QUIÉN ES EL MÁS GRANDE?
Lee Marcos 9:30 al 41. ¿Qué tiene de diferente esta segunda predicción de Jesús acerca de su muerte y su resurrección (compara con Mar. 8:31)? Por otra parte, ¿acerca de qué discuten los discípulos y qué instrucción les da Jesús?
En la primera predicción, Jesús se refiere a quienes lo rechazarán y matarán. En la segunda, dice que será traicionado. El traidor no es señalado en esta ocasión, pero el lector ya sabe quién es en virtud de la identificación de Judas (ver Mar. 3:19). El Señor menciona nuevamente que se le dará muerte y que resucitará tres días después. Pero los discípulos parecen aún menos interesados en los detalles de esta predicción que en la primera. Las noticias indeseadas no despiertan el interés.
En Marcos 8:27, Jesús estaba al norte del Mar de Galilea, cerca de Cesarea de Filipo. En Marcos 9:30 estaba atravesando Galilea, y en Marcos 9:33 entra en Capernaum. Por lo tanto, no es difícil visualizar su derrotero de norte a sur. No obstante, entra en Capernaum solo mientras los doce discípulos lo siguen a la distancia. En la casa les pregunta acerca de la discusión que tuvieron en el camino. Nadie se expresa, lo que es señal segura de que no se sienten cómodos con la pregunta, casi como niños sorprendidos mientras hacen algo que saben que está mal. Su conversación había sido acerca de quién de ellos era el más importante. Aunque la mayoría de la gente no lo admitiría, esta pregunta acerca de quién es el más importante es algo en lo que todos piensan. Pero, en el Reino de Dios, esta idea resulta invertida.
Jesús responde al problema en dos pasos. En primer lugar, afirma claramente que para ser el primero, el más importante, es necesario llegar a ser un servidor. Luego, ilustra el significado de lo que ha dicho mediante una acción. Evidentemente había un niño cerca escuchando. Jesús toma al niño y lo coloca en medio del grupo, algo sin duda intimidatorio para el pequeño. Pero entonces Jesús lo toma en sus brazos, descomprimiendo así la escena, y enseña que si reciben al niño, lo reciben a él. Y si lo reciben a él, reciben a su Padre. De esa manera, el niño más humilde queda vinculado con Dios mismo.
Juan hace una pregunta acerca de quienes no forman parte del círculo de los seguidores de Jesús, y él enseña la importante lección de que quienes no están contra nosotros están a nuestro favor. El Señor afirma que ayudar a otros mediante el servicio cristiano, aun de maneras modestas, no pasa inadvertido en el Cielo.
¿Cuál es la idea bíblica de la grandeza en contraste con la del mundo? ¿Cuál de ellas estás buscando lograr?
V. LA PERSONA SANA EN EL INFIERNO
Lee Marcos 9:42 al 50. ¿Qué tienen en común las enseñanzas de Jesús de este texto?
A primera vista, este pasaje parece un conjunto de enseñanzas dispares de Jesús agrupadas sin una razón en particular. Sin embargo, una mirada más cuidadosa revela que cada enseñanza sucesiva contiene una palabra clave que la vincula con la anterior. El pasaje gira en torno a tres términos o expresiones principales que hacen avanzar la instrucción paso a paso: “ocasión de caer”, “fuego” y “sal”. La primera enseñanza es acerca de los “pequeños”, en referencia a los nuevos creyentes. En el Reino de Dios, se encomienda a los maestros y los líderes la responsabilidad de velar por estos nuevos conversos con especial cuidado, a semejanza de los requerimientos éticos del Antiguo Testamento para el cuidado de los más vulnerables en la sociedad de antaño: las viudas, los huérfanos y los extranjeros. Jesús habla hiperbólicamente de que sería preferible ser ahogado en el mar antes que hacer pecar a uno de estos “pequeños”.
La expresión clave “ocasión de caer” conduce hacia la enseñanza más prolongada dentro de este pasaje. Dos dilemas confrontan al lector. En primer lugar, ¿está Jesús realmente enseñando a la gente a amputarse un brazo, una pierna, o sacarse un ojo? Segundo, ¿está enseñando la existencia de un infierno eternamente ardiente? La respuesta al primer interrogante es no. Jesús no está hablando en favor de la mutilación, algo que el judaísmo rechazaba (ver Deut. 14:1; 1 Rey. 18:27, 28). El Señor está empleando una hipérbole, o exageración, para establecer su punto. La pérdida de una mano, un pie o un ojo es algo terrible. ¡Cuánto más desastroso debería ser para un cristiano el hecho de pecar!
La segunda pregunta también recibe una respuesta negativa. Jesús no está enseñando la existencia de un infierno eternamente candente. ¿Cómo lo sabemos? Primero, porque el pasaje contiene un cierto tono humorístico. Imagina a personas entrando en la Jerusalén celestial con un solo ojo, pie o mano. Considera luego la idea de que ciertas personas anatómicamente completas fueran arrojadas al infierno. ¿No debería ser a la inversa? ¿La persona saludable en el infierno? De eso se trata el género comedia. Una comedia tal acerca de un asunto tan serio lo conduce a uno a considerar que Jesús está ilustrando un punto mediante una hipérbole, o exageración. El pecado es algo que debería ser tomado tan en serio que sería preferible perder una mano, un pie o un ojo en lugar de pecar.
En cuanto al infierno, lo eterno de él son sus consecuencias, no su fuego. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Juan 3: 16, énfasis añadido). Quienes se pierden no se queman para siempre; en su lugar, ellos mueren para siempre, ¡una gran diferencia!
CONCLUSIÓN
Lee los capítulos titulados “Nada será imposible” y “¿Quién es el mayor?”, en el libro El Deseado de todas las gentes, de Elena de White, pp. 401-418.
“Antes de la honra viene la humildad. Para ocupar un lugar elevado ante los hombres, el cielo elige al obrero que como Juan el Bautista, toma un lugar humilde delante de Dios. El discípulo que más se asemeja a un niño es el más eficiente en la labor para Dios. Los seres celestiales pueden cooperar con aquel que no trata de ensalzarse a sí mismo sino de salvar almas” (DTG 411).
“Todo lo que nos da ventaja sobre otro –sea la educación o el refinamiento, la nobleza de carácter, el entrenamiento cristiano o la experiencia religiosa– nos impone una deuda para con los menos favorecidos; y debemos servirlos en cuanto esté en nuestro poder. Si somos fuertes, debemos sostener las manos de los débiles. Los ángeles de gloria, que contemplan el rostro del Padre en el Cielo, se gozan en servir a sus pequeñuelos. Las almas temblorosas, que tal vez tienen muchos rasgos de carácter censurables, les son especialmente encargadas. Hay siempre ángeles presentes donde más se los necesita, con quienes tienen que pelear la batalla más dura contra el yo y cuyo ambiente es más desalentador. Y los verdaderos seguidores de Cristo cooperarán en ese ministerio” (DTG 415).
Preguntas para dialogar:
Lee nuevamente Marcos 8:27 al 29. ¿Cuán a menudo confiesas a otros tu creencia en Jesús como el Cristo?
¿Cuál es el equilibrio adecuado entre la experiencia de la comunión con Cristo en la cumbre del monte y la experiencia del servicio en favor de las necesidades de otros en la llanura?
Analicen como clase la respuesta acerca de la grandeza, al final de la sección del miércoles. ¿Qué concluyeron acerca de la diferencia entre lo que el mundo considera grandeza y la opinión de Dios al respecto? ¿A quiénes considera grandes el mundo, contrariamente a como los ve Dios? En contraste, ¿a quiénes podría Dios considerar como grandes mientras que el mundo los ignora o aun desprecia? ¿Qué nos dice esta diferencia acerca de cuán deformados y distorsionados son los ideales del mundo?
¿Cómo podemos aprender a considerar tan seriamente el pecado que, como Jesús dijo, veamos el hecho de pecar como algo peor que perder figuradamente una parte de nuestro cuerpo?
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