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Amor o Egoísmo esa es la cuestión - El gran conflicto

“No temas, que yo estoy contigo. No desmayes, que yo soy tu Dios que te fortalezco. Siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).

Supongamos que eres un pastor que cuida de sus cabras en las laderas del Monte de los Olivos. Oyes voces. Inmediatamente reconoces la voz de Jesús. Te asombra lo que dice. A sus discípulos les resulta difícil comprenderlo. Mientras el sol poniente resplandece en la cúpula dorada del Templo y se refleja en las magníficas paredes de mármol, Jesús afirma: “Les aseguro que no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada” (Mateo 24:2). Los discípulos están confundidos; y tú, también. ¿Qué podrían significar estas palabras? ¿Qué relación tienen con el fin del mundo, por el que preguntaron los discípulos de Jesús?

Absorto, escuchas cómo Jesús combina magistralmente la destrucción de Jerusalén con los sucesos previos a su regreso. Se describe la estrategia de Satanás para engañar y destruir al pueblo de Dios en el tiempo del fin. Las instrucciones de Jesús en Mateo 24 describen claramente los acontecimientos de los últimos días en el contexto de la caída de Jerusalén.

Estudiaremos la doble estrategia de Satanás para engañar y destruir al pueblo de Dios. Lo que el maligno no consigue mediante la persecución espera conseguirlo mediante la transigencia. A Dios nunca nada lo toma por sorpresa; protege a su pueblo incluso en los momentos más difíciles.

"¿Podría ser que el magnífico templo que era la gloria de la nación iba a ser pronto un montón de ruinas? Los discípulos compartían ese presentimiento de mal, y aguardaban ansiosamente alguna declaración más definida de parte de Jesús... Jesús no consideró por separado la destrucción de Jerusalén y el gran día de su venida. Mezcló la descripción de estos dos acontecimientos. Si hubiese revelado a sus discípulos los acontecimientos futuros como los contemplaba él, no habrían podido soportar la visión. Por misericordia hacia ellos, fusionó la descripción de las dos grandes crisis, dejando a los discípulos estudiar por sí mismos el significado. Cuando se refirió a la destrucción de Jerusalén, sus palabras proféticas llegaron más allá de este acontecimiento hasta la conflagración final de aquel día en que el Señor se levantará de su lugar para castigar al mundo por su iniquidad, cuando la tierra revelará sus sangres y no encubrirá más sus muertos. Este discurso entero no fue dado solamente para los discípulos, sino también para aquellos que iban a vivir en medio de las últimas escenas de la historia de esta tierra (DTG, 581, 582).

Nuestro tema de hoy se basa en el libro "El conflicto de los siglos" capítulos 1 y 2.

I. UN SALVADOR CON EL CORAZÓN ROTO

Mientras Jesús estaba sentado en el Monte de los Olivos, con vistas a la ciudad de Jerusalén, su corazón estaba destrozado. El Evangelio de Juan dice: “Vino a lo que era suyo, y los suyos no lo recibieron” (Juan 1:11). Jesús hizo todo lo posible para salvar a su pueblo de la destrucción venidera de su amada ciudad.

El amor de Jesús por su pueblo fluía de un corazón de amor infinito. Repetidamente le suplicó que se arrepintiera y aceptara su misericordiosa invitación.

"Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación" Lucas 19:41-44.

"¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta". Mateo 23:37, 38.

"Y no queréis venir a mí para que tengáis vida". Juan 5:40.

"Dios… sabe que en los seres humanos no encontraremos consuelo para nuestros males, y se apiada de nosotros porque estamos tan necesitados y al mismo tiempo tan poco dispuestos a hacer de él nuestro confidente, el portador de nuestras cargas. Ve que los seres humanos menosprecian el amor y la misericordia provista para ellos, y dice tristemente: “Y no queréis venir a mí para que tengáis vida”. Juan 5:40. Nunca abandonará a los que acuden a él" CDCD, 21.

¿Cuál fue la actitud de Jesús hacia su pueblo y la respuesta de este a su amorosa invitación de gracia y misericordia? ¿Qué revelación del carácter de Dios puedes ver aquí?

Es difícil entender un acontecimiento como la destrucción de Jerusalén a la luz del carácter amoroso de Dios. La historia revela que decenas de miles murieron cuando el general romano Tito atacó la ciudad. Jerusalén fue devastada. Hombres, mujeres y niños fueron masacrados. ¿Dónde estaba Dios cuando su pueblo sufría tanto? La respuesta es clara, pero no es fácil de entender completamente. Su corazón estaba destrozado. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Durante siglos le tendió la mano a su pueblo. Por su rebelión contra la amorosa bondad de Dios, perdieron su protección divina. Dios no siempre interviene para limitar los resultados de las decisiones de su pueblo. Permite que se desarrollen las consecuencias naturales de la rebelión. Dios no causó la matanza de niños inocentes en la destrucción de Jerusalén; la trágica muerte de los inocentes fue obra de Satanás, no de Dios.

Satanás se deleita en la guerra, porque despierta las peores pasiones del corazón humano. A lo largo de los siglos ha sido su propósito engañar y destruir, para luego culpar a Dios de sus malas acciones.

"El pecado del mundo de hoy día es el mismo que acarreó la destrucción de Israel. La ingratitud a Dios, el descuido de las oportunidades y bendiciones, el aprovechamiento egoísta de los dones de Dios: todo esto estaba comprendido en el pecado que hizo caer la ira sobre Israel. Estos males están trayendo la ruina al mundo actual. Las lágrimas que Cristo derramó sobre el Monte de las Olivas al contemplar la ciudad escogida, no las derramó solamente por Jerusalén. En la suerte de esta ciudad, él contempló la destrucción del mundo… ¿Dónde se ha de encontrar la iglesia en esta crisis?… Los hombres están en peligro. Las multitudes perecen. ¡Pero cuán pocos de los profesos seguidores de Cristo sienten anhelo por esas almas! El destino de un mundo se halla en juego en la balanza; pero esto apenas si conmueve a los que pretenden creer las verdades más abarcantes que jamás hayan sido dadas a los mortales. Hay falta de aquel amor que indujo a Cristo a abandonar su hogar celestial y tomar la naturaleza humana a fin de que la humanidad pudiera tocar a la humanidad, y llevarla a la divinidad. Hay un estupor, una parálisis sobre el pueblo de Dios, que le impide entender el deber de la hora (PVGM, 243, 244).

"Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo". Mateo 24:15-20.

¿Qué instrucción le dio Jesús a su pueblo para salvarlo de la destrucción venidera de Jerusalén?

Es bueno recordar que la gran mayoría de los cristianos que vivían en Jerusalén en el año 70 d.C. eran de origen judío. Un Dios amoroso deseaba preservar la mayor cantidad posible de su pueblo. Por eso dio la instrucción de que, cuando se acercaran los ejércitos romanos, debían huir de la ciudad.

Reflexiona en lo siguiente: Nosotros no juzgamos el carácter de Dios por los sucesos que vemos a nuestro alrededor, sino que los interpretamos a través del prisma de su carácter amoroso revelado en la Biblia. ¿Por qué este es un buen consejo?

II. CRISTIANOS SALVAGUARDADOS PROVIDENCIALMENTE

La gracia, la providencia y la presciencia de Dios se revelan claramente en los sucesos que llevaron a la destrucción de Jerusalén. El ejército romano de Cestio Galo rodeó la ciudad. Pero, cuando su ataque parecía inminente, inesperadamente se retiró. Los ejércitos judíos los persiguieron y obtuvieron una gran victoria.

Mientras los romanos huían y los judíos los perseguían, los cristianos de Jerusalén huyeron a Pella, al otro lado del río Jordán. “Ya estaba dada la señal prometida a los cristianos que aguardaban, y en ese momento se ofreció una oportunidad a todos los que quisieran, en obediencia a la advertencia del Salvador. Los sucesos se desarrollaron de modo tal que ni los judíos ni los romanos hubieran podido evitar la huida de los cristianos” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 29).

Lee Salmo 46:1 e Isaías 41:10. ¿Qué nos dicen estos pasajes acerca del cuidado providencial de Dios?

Dios es soberano y gobierna los acontecimientos de la Tierra para el cumplimiento final de sus propósitos divinos. Aunque a veces Dios altera sus planes originales sobre la base de nuestras decisiones humanas, su plan final para este planeta se cumplirá. Habrá momentos en que el pueblo de Dios experimentará dificultades, persecución, encarcelamiento y la muerte misma por causa de Cristo. Pero, aun en los tiempos más difíciles, Dios sostiene y salvaguarda a su iglesia.

Lee Hebreos 11:35 al 38 y Apocalipsis 2:10. ¿Qué realidad muestran estos textos sobre nuestra batalla contra las fuerzas del mal? ¿Cómo armonizan estos pasajes con la idea de la protección de Dios de la pregunta anterior? ¿Existe alguna contradicción entre la idea de la protección de Dios y el hecho de que Dios permita que algunos afronten sufrimientos dolorosos, e incluso la muerte de un mártir, por causa de Cristo?

“Vanos eran los esfuerzos de Satanás para destruir a la iglesia de Cristo por medio de la violencia. La gran lucha en que los discípulos de Jesús entregaban la vida no cesaba cuando esos fieles portaestandartes caían en su puesto. Triunfaban por medio de su derrota. Los siervos de Dios eran asesinados, pero su obra seguía siempre adelante” (ibíd., p. 39).

¿Qué debería significar para nosotros el hecho de que los autores bíblicos, que sin duda conocían el dolor y el sufrimiento, pudieran escribir, vez tras vez, sobre la realidad del amor de Dios? ¿Cómo podemos experimentar ese mismo amor?

III. FIELES EN MEDIO DE LA PERSECUCIÓN

Durante los primeros siglos del cristianismo, la iglesia cristiana creció rápidamente, a pesar de los encarcelamientos, las torturas y las persecuciones. Los creyentes fieles, totalmente comprometidos con Cristo, llenos del Espíritu Santo, proclamaban su Palabra con poder; y decenas de miles de personas se convertían y su vida cambiaba.

Lee Hechos 2:41; 4:4 y 31; 5:42; y 8:1 al 8. ¿Qué nos enseñan estos versículos sobre los desafíos que enfrentó la iglesia del Nuevo Testamento, y también por qué creció tan rápidamente?

Los discípulos soportaron amenazas (Hech. 4:17), encarcelamientos (Hech. 5:17, 18), persecución (Hech. 8:1) y la muerte misma (Hech. 7:59; 12:2), pero con el poder del Espíritu Santo proclamaron valientemente al Cristo resucitado, y las iglesias se multiplicaron por toda Judea, Galilea y Samaria (Hech. 9:31).

Los bastiones del infierno se sacudían. Se quebraban los grilletes de Satanás. La superstición pagana se derrumbaba ante el poder del Cristo resucitado. El evangelio triunfaba contra todo pronóstico. Los discípulos ya no se escondían en el Aposento Alto. El miedo se dispersó como una sombra que se desvanece.

En su lugar, la fe llenó el corazón de los discípulos. Una visión de su Señor resucitado les dio una nueva razón para vivir. Nuestro Señor no solo les había dado la Gran Comisión (Mar. 16:15), sino también la gran promesa: “ ‘Pero recibirán poder cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo, y me serán testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra’ ” (Hech. 1:8).

El evangelio penetró hasta los rincones más remotos de la Tierra (Col. 1:23). Aunque el último de los discípulos, Juan, murió a fines del siglo I, otros recogieron la antorcha de la verdad y proclamaron al Cristo vivo. Plinio el Joven, gobernador de la provincia romana de Bitinia, en la costa norte de la actual Turquía, le escribió al emperador Trajano alrededor del año 110 d.C. La declaración de Plinio es significativa porque fue casi ochenta años después de la Crucifixión. Plinio describió los juicios oficiales que efectuaba para encontrar y ejecutar a los cristianos. Manifestó que “muchas personas de todas las edades, clases y de ambos sexos están siendo puestas en peligro por acusaciones, y esto continuará. El contagio de esta superstición [el cristianismo] se ha extendido no solo en las ciudades, sino también en las aldeas y en los distritos rurales” (Henry Bettenson, Documents of the Christian Church [Nueva York: Oxford University Press, 2011], p. 4).

A pesar de los ataques crueles del diablo, la iglesia cristiana creció rápidamente.

¿Qué podemos aprender de la iglesia primitiva que pueda ayudarnos a nosotros, la iglesia del tiempo el fin?

IV. ASISTENCIA A LA COMUNIDAD

La iglesia cristiana primitiva crecía no solo porque sus miembros predicaban el evangelio, sino porque lo vivían. Los creyentes imitaban el ministerio de Cristo, que “recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y dolencia de la gente” (Mateo 4:23). Jesús se preocupaba, se interesaba profundamente por la gente, y lo mismo hacía la iglesia del Nuevo Testamento. Fue este amor abnegado y el compromiso de satisfacer las necesidades humanas, combinados con la difusión de las buenas nuevas del evangelio con el poder del Espíritu Santo, lo que tuvo tanto impacto en el mundo en los primeros siglos de la iglesia cristiana.

Hechos 2:44-47; Hechos 3:6-9; Hechos 6:1-7. Aunque las circunstancias varían, ¿qué principios podemos aprender de estos pasajes sobre el cristianismo auténtico?

Estos creyentes del Nuevo Testamento siguieron el modelo de Cristo, a quien, como expresó Pedro, “Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder, y [...] pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hech. 10:38). La iglesia de Cristo era su cuerpo en la Tierra, y también en estos primeros siglos expresó el amor abnegado de Cristo y su preocupación por la humanidad herida y quebrantada. Estos creyentes eran ejemplos vivos de la compasión de Cristo.

En el gran conflicto que asola al universo, el diablo quiere desfigurar la imagen de Dios en la humanidad, mientras que el propósito es restaurarla. Esto incluye la restauración física, mental, emocional y espiritual.

En Juan 10:10, Jesús revela su plan para cada uno de nosotros: “El ladrón no viene sino a hurtar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Él anhela que estemos físicamente sanos, mentalmente alerta, emocionalmente estables y espiritualmente enteros.

Esto es especialmente cierto a la luz de la promesa de su segunda venida. Este mundo enfrenta una enorme crisis. Las mismas predicciones de Jesús en Mateo 24 y Lucas 21 anticipan condiciones catastróficas en la Tierra antes de su venida. Cuando Cristo nos toca con su gracia sanadora, anhelamos alcanzar a otros con el toque de Cristo para que puedan ser sanados. Jesús nos envía a un mundo quebrantado como embajadores de Cristo para tocar a otros con su amor. El cristianismo del Nuevo Testamento se caracterizó por el amor de los cristianos entre sí y por sus comunidades.

Para analizar: ¿Qué función cumple la iglesia en la cooperación con Cristo para demostrar que las acusaciones de Satanás son falsas?

V. UN LEGADO DE AMOR

Lee Juan 13:35 y 1 Juan 4:21. ¿Qué revelan estos pasajes a la luz del desafío de Satanás contra el gobierno de Dios en el Gran Conflicto? ¿Qué nos dicen acerca de la esencia del cristianismo auténtico?

El amor era la norma de las comunidades cristianas de los primeros siglos. Tertuliano afirmaba: “Son principalmente las obras de un amor sumamente noble las que llevan a muchos a poner una marca sobre nosotros. Vean, dicen, cómo se aman unos a otros”. (Ver Apología 39 de Tertuliano traducida al inglés por S. Thelwall en https://www.logoslibrary.org/tertullian/apology/39.html).

Una de las mayores revelaciones del amor de Dios se demostró cuando dos pandemias devastadoras asolaron los primeros siglos, en 160 d.C. y 265 d.C. Los cristianos dieron un paso al frente y atendieron a los enfermos y los moribundos. Estas plagas mataron a decenas de miles de personas y dejaron pueblos y ciudades enteras casi sin habitantes. El ministerio desinteresado, abnegado, atento y amoroso de los cristianos tuvo un enorme impacto sobre la población. Con el tiempo, miles, y finalmente cientos de miles, y luego millones del Imperio Romano se hicieron creyentes de Jesús durante estas dos epidemias. El amor, el interés por los demás y la atención abnegada en favor de los enfermos y los moribundos generaron una admiración por estos creyentes y por el Cristo que representaban.

The Rise of Christianity [El surgimiento del cristianismo], de Rodney Stark, es una narración histórica moderna que retrata estos acontecimientos históricos bajo una luz nueva y perfeccionada. En ella describe de qué manera durante la segunda epidemia (260 d.C.) toda la comunidad cristiana, que continuaba siendo fuertemente judeocristiana, se convirtió en un virtual ejército de enfermeros, que satisfacían las necesidades básicas para que la doliente comunidad pudiera sobrevivir. “En el punto álgido de la segunda epidemia, alrededor de 260 d.C., en una carta pascual, Dionisio escribió un largo homenaje a los heroicos esfuerzos de enfermería de los cristianos locales, muchos de los cuales perdieron la vida mientras cuidaban de otros.

“La mayoría de nuestros hermanos cristianos mostraron un amor y una lealtad sin límites, sin escatimar esfuerzos y pensando siempre en los demás. Sin tener en cuenta el peligro, se hicieron cargo de los enfermos, supliendo todas sus necesidades en Cristo, y con ellos partieron de esta vida serenamente felices; porque se contagiaron de otros, atrayendo sobre sí la enfermedad de su prójimo y aceptando alegremente sus dolores” (Rodney Stark, The Rise of Christianity [Princeton, Nueva Jersey: Princeton University Press, 1996], p. 82).

¿Cuál es el claro mensaje para nosotros? 
¿Cómo aprendemos a morir al yo para poder manifestar ese mismo espíritu de abnegación? No es fácil, ¿verdad?

CONCLUSIÓN

¿Qué valor tiene la persecución? ¿Por qué crees que Dios permite que su pueblo sufra a veces?

Si un amigo te hiciera esta pregunta, ¿qué le responderías?: “¿Dónde está Dios en mi sufrimiento? Si él me ama, ¿por qué estoy pasando por un momento tan difícil?”

“Vanos eran los esfuerzos de Satanás para destruir a la iglesia de Cristo por medio de la violencia. La gran lucha en que los discípulos de Jesús entregaban la vida no cesaba cuando esos fieles portaestandartes caían en su puesto. Triunfaban por medio de su derrota. Los siervos de Dios eran asesinados, pero su obra seguía siempre adelante. El evangelio cundía más y más, y el número de sus adherentes iba en aumento. Penetró en regiones inaccesibles incluso para las águilas de Roma. Un cristiano, al reconvenir a los jefes paganos que atizaban la persecución, dijo: Ustedes pueden ‘matarnos, torturarnos, condenarnos [...] vuestra injusticia es la prueba de nuestra inocencia. [...] De nada les vale [...] vuestra crueldad’. Solo era una invitación más poderosa para traer a otros a su creencia. ‘Cuanto más somos abatidos, tanto más crecemos en número; que la sangre de los cristianos es semilla’ (Tertuliano, Apología, párr. 50)” (CS, 39).

“La providencia misteriosa que permite que los justos sufran persecución por parte de los malvados ha sido causa de gran perplejidad para muchos que son débiles en la fe. Incluso algunos se sienten tentados a abandonar su confianza en Dios porque él permite que los hombres más viles prosperen mientras que los mejores y los más puros sean afligidos y atormentados por el cruel poderío de aquellos. ¿Cómo es posible, dicen ellos, que Uno que es todo justicia y misericordia y cuyo poder es infinito, tolere tanta injusticia y opresión? Esta es una cuestión que no nos incumbe. Dios nos ha dado suficientes evidencias de su amor, y no debemos dudar de su bondad porque no entendemos los actos de su providencia (ibíd., p. 44).

¿Cómo puede, tu iglesia local, convertirse en una comunidad solidaria para impactar al mundo? Analicen formas prácticas de aplicar el estudio de esta semana.

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